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Málaga, fusión de basket

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A los pies del monte Gibralfaro, la antigua Alcazaba preside una vista espléndida. En su falda el Teatro Romano y la Catedral de la Encarnación (la “manquita”, pues le falta una torre) han sido testigos mudos del espectacular cambio operado en el puerto y en la peatonal calle Larios. En el Mediterráneo mueren los estuarios del Guadalmedina y Guadalhorce. El mar todo lo refleja, todo lo traslada desde la república independiente de El Palo a la punta opuesta de la bahía donde los aficionados ansían que su Unicaja reverdezca viejos laureles. 

Hubo un tiempo en que la capital de la Costa del Sol se contoneaba entre dos amores: uno sobrio, maduro, apuesto (Caja De Ronda); el otro juvenil, desenfadado, arrollador (Mayoral Maristas). Como resultaba utópico elegir, el sueño se hizo uno. Esta es la crónica rebajada del largo noviazgo entre Málaga y el deporte de la canasta. No fue un flechazo a primera vista y muchos tahúres mediaron para seducir a través del balón naranja a la antigua ciudad fenicia. De no tener apeadero a llegar el AVE con su cesta. De competir en divisiones inferiores a pasear títulos a techo descubierto y viajar por Europa. De pegar a un balón con el pié a mimarlo entre botes con las manos. 

Si el cenachero (vendedor de pescado), la biznaga y el boquerón representan algunos de los distintivos de la Málaga tradicional, mediterránea y marinera, tres personajes entre muchos simbolizan el triunfo del baloncesto en la provincia: Alfonso Queipo de Llano, José María Martín Urbano y el fallecido Paco Rengel. Los dos primeros, hacedores de clubs y armadores de equipos, han ocupado todos los puestos imaginables en una institución deportiva: a Alfonso le ha costado mucha pasta su sana afición y su viejo Seat 1500 tenía más kilómetros que el baúl de la Piquer, entre charlas, campamentos y clinics a los que regularmente acudía con su inseparable José María. Desde el Diario Sur, Paco fue un “colaboracionista”, si podamos al término del sentido que se le dio en la 2ª Guerra Mundial: esto es, colaboró para acercar a todos los malagueños el mundo de la canasta desde la objetividad, la pasión y el humor; fundó la emblemática web basketconfidencial donde dio rienda suelta para que multitud de amigos del mundillo cooperaran con artículos y expresasen de manera libre sus opiniones. Cuando salió por la puerta de atrás del periódico creó el digital ymalaga.com, pero este año una cruel enfermedad se ha llevado a este periodista íntegro, de raza y alta escuela. Nada es fruto de la casualidad, así que veremos de dónde viene Unicaja y quienes han sido los muchos padres del éxito. 


La Prehistoria

Mediada la década de los 50, el deporte (salvo el fútbol) en las provincias era un fenómeno poco vertebrado, que se practicaba al amparo de determinados colectivos, escuelas de formación profesional y algunos colegios. En Málaga los curas de San Agustín, de San Estanislao (el hermano jesuita Ignacio Beltrán) y de los Maristas (el hermano Lucidio) tuvieron mucho que ver con el fomento y el desarrollo posterior del baloncesto.

Alfonso Queipo de Llano marchó a Madrid a estudiar. En la capital jugó en el Colegio Ateneo y se impregnó del ambiente baloncestístico del “foro” de la mano de personajes como Ferrándiz o Pinedo que le inocularon una profunda devoción por la canasta. A su vuelta, en el Colegio Maristas, jugó, entrenó e incluso proyectó películas en Super 8 de la NBA a los chavales. Allí coincidiría con el lucense Manolo Jato (el padre de Silvia, la presentadora de televisión), cuyos métodos trajeron la modernidad. Junto al incomparable Jesús Bonilla (luego mecenas -calcula que con el baloncesto habrá perdido más de 100 millones de pesetas- y máximo impulsor del baloncesto femenino en la provincia), pusieron en pie la sección de baloncesto del C.D. Málaga: Queipo ejercía de directivo y jugador; el gallego, era el técnico del primer equipo que tenía a Ramón Guardiola como estrella; y el juvenil lo llevaba un joven profesor, José María Martín Urbano, que haría carrera en la docencia y en los banquillos. Poco después Pepe Paterna los condujo al proyecto del Centro de Deportes El Palo en el Pabellón de Guadaljaire.


Caja de Ronda

Martín Urbano llevaría al conjunto junior a disputar su primera fase final de Campeonato de España de 1976 en Vinaroz. El verano del año siguiente, accedió a la demanda de su cuñado que le conminaba a echar una mano en la organización de unos juegos deportivos para empleados de la Caja de Ronda. En la grada de Carranque instó a Paco Moreno (secretario general de la entidad) a patrocinar la aventura baloncestística de El Palo. Su demanda no cayó en saco roto y la respuesta sorprendió a Queipo en un crucero de vacaciones. En unos días presentaron un informe a Juan De la Rosa (director general) y se constituyó la S.D. Caja de Ronda que salió en Tercera División con una aportación de 1 millón de pesetas de la entidad ahorradora (dicen que Alfonso puso 3 de su bolsillo).

En la fase de Granada del 78, con Queipo en el banquillo, se ascendió a 1ªB. La campaña venidera traía un nuevo escenario, el nuevo Pabellón Ciudad Jardín, con el campeón de Europa, Bosna de Sarajevo, como invitado a la inauguración. A los dos meses, unas lluvias torrenciales provocaron que el equipo se mudara nuevamente al Pabellón de Tiro de Pichón. En sólo 3 años se alcanzó la máxima categoría nacional (la primera división) ante el Santa Clara de Vigo, con el gran Antonio Guadamuro (junto a Miguel Ángel Martín y José Emilio Nuñez, pioneros en la información de basket en la ciudad) relatando la hazaña en la primera retransmisión por radio a nivel local de este deporte. La gesta se consiguió con Damián Caneda en el banquillo y Paco Moreno y Alfonso Queipo (que sería más adelante uno de los fundadores de la ACB) en los despachos. De los héroes del ascenso se mantuvo a Alonso, Ferrer, Gallar, Gómez, Logroño y al histórico Rafael Pozo y se pensó como entrenador en Ramón Guardiola, ayudante de Lolo en el Madrid, para afrontar, junto a los refuerzos de Ron Charles (campeón universitario con Magic en Michigan State), Ángel Navarro, Prada y López Abril, el aterrizaje en la élite en la campaña 81/82. El resultado, un honroso décimo puesto. Con mi admirado Moncho Monsalve (auxiliado por Martín Urbano) se vivió un bienio de cierta estabilidad hasta que en la 84/85 se descendió. Dos años se tardó en retornar a la categoría, esta vez con Arturo Ortega al frente. Pero fue en la 88/89 cuando el proyecto, con Mario Pesquera a la cabeza, se consolidó.


Y en éstas que llega Maristas 

Si el equipo de Pesquera realizaba el baloncesto más elaborado y con mejor selección de tiro de la Liga, a la ACB asomó un soplo de aire fresco con un equipo fuera de catálogo, guerrillero, de patio de colegio. Maristas y su “Viriato”, Javier Imbroda, revolucionaron la Liga.

El Ademar Basket Club había nacido en 1953 para cambiar su denominación por Club Baloncesto Maristas en 1972. La fábula moderna del colegio tiene su inicio en la temporada 81/82 con Damián Caneda como entrenador y Jacinto Castillo eterno y vital como gerente, pero se quedaron a las puertas del ascenso a 1ªB. Dos años después con Caneda ejerciendo de presidente y Manuel Romero de preparador se obtuvo la recompensa en Burgos, pero en la siguiente campaña Javier Imbroda no tuvo suerte en su estreno y se desandó el camino. La ampliación a 24 equipos de la categoría el curso siguiente implicó su regreso a la división de plata en una ruta que ya no tenía vuelta a atrás. 


Rafael Domínguez de Gor, propietario de la empresa de moda juvenil e infantil, Mayoral, que por entonces facturaba cerca de 8.000 millones de pesetas, y antiguo alumno del colegio, entró en escena y patrocinó al equipo. Se conservó el bloque de jugadores nacionales y para la incorporación de los foráneos se tiró de los contactos que los hermanos Maristas conservaban por el mundo. De esta peregrina manera arribó en la 86/87 desde la liga irlandesa el saltarín Mike Smith (que brincó por encima de Paco Solsona, base del Badajoz, para dejar boquiabierto al personal y hacerse con el concurso de mates). Llegó a oídos de los andaluces la existencia de un jovencito holandés de 2,20 metros que destacaba en el Marist College de Nueva York. Más el destino de Rick Smits estaba marcado: sería seleccionado en el puesto 2 del draft y triunfaría plenamente en los Pacers de Indiana durante años. Firmaron a Dave Cooke, pero fue expulsado en Tenerife a falta de cuatro jornadas, por lo que se empleó de urgencia a un recomendado de Mike en la liga irlandesa, Ray Smith. La sociedad formada por los del común apellido trascendió su pequeño entorno mediterráneo y se labró una leyenda crepuscular durante las siguientes tres campañas: puntos y espectáculo a mansalva. 

En la primavera del 88 el colegio fletó 8 autocares y llegaron 700 maristas en excursión a Sevilla para intentar el asalto a la ACB en el segundo partido del playoff de octavos ante el Caja San Fernando. Todos con la misma camiseta (ahora costumbre tan celebrada en los actuales pabellones de la NBA). Dicho y hecho. La Asociación de clubs había ampliado el rango de equipos hasta 24 con la creación de la A-1 y la A-2 para la siguiente campaña. La cuarta plaza final después de eliminar a Breogan en cuartos y caer en semifinales ante el Askatuak daba el acceso por invitación a la ACB. El sueño colegial se había cumplido. 


Dos mundos distintos que convergen en espacio y tiempo

Málaga contaba con dos equipos en ACB. No encontraron una rivalidad renacentista, cual Capuletos y Montescos, pero sí hubo sus piques. Paco Moreno se arrimaba a las instrucciones de la Asociación de Clubs sobre la coincidencia geográfica y reclamaba una indemnización “El Caja de Ronda no puede apoyar la candidatura del Mayoral para la Serie A. Otra cosa es que como persona, desee y esté de acuerdo con la existencia en Málaga de otro equipo en Primera División”. Pelillos a la mar. Ambos zarparían en dos proyectos muy distintos que han quedado en el imaginario de la gente. 

Caja de Ronda era un equipo corto (Pesquera apenas utilizaba siete jugadores), de juego masticado y ritmo sostenido, de pulso bajo, porte regio y raya diplomática. Apuraban las posesiones sabedores de que a los contrarios a partir del segundo veinte les flojeaban las piernas. Habían firmado a un reciente campeón de Europa, Ricky Brown, de toque elegante y mejores pies, que se complementaba con la exuberancia física y buena mano de Joe Arlauckas. El triple poste lo cerraba Rafa Vecina, al que Miquel Nolis había enseñado el oficio, Nino Buscató había instruido en los secretos del tiro y Ed Johnson adiestrado en los movimientos cerca de la bombilla. Un físico de broma, con una rodilla sin apenas cartílago, apenas sostenía la enorme calidad del badalonés… la cabecita ya la traía de casa. En el cerebro/ordenador de Fede Ramiro cabía todo el baloncesto, era un manual completo de dirección, en cada jugada mejoraba a sus compañeros. Entre los “cuatro fantásticos” se cocinaban los minutos (Ramiro llegó a promediar en la segunda temporada 40,33 minutos por partido) y los puntos. El puesto de escolta se lo ventilaban entre Blanco, Palacios y Grau. Pesquera sabía de la inteligencia en ataque de sus estrellas y de sus limitaciones físicas atrás, con lo diseñó una defensa inteligente buscando las áreas en que los tiradores contrarios bajaran sus porcentajes, a la vez que “trampeaba” con sus célebres zonas match-up con el ánimo de confundir los ataques enemigos. Dos quintos puestos reflejaron el triunfo de un baloncesto excelente, de laboratorio y estudio. De premio, Ramiro y Vecina fueron convocados con la selección.

Lo de Maristas era puro rock & roll, un canto a la insurgencia, a la herejía, una vuelta al romanticismo (sin pivots, sólo José Pedro García se podía batir el cobre por dentro). Los Smith eran dos moscas en un vaso de leche. Imbroda movía la cucharilla y aquello era un no parar, un ritmo febril, de universidad americana, que hacía boquear al oponente de turno. La pirotecnia no parecía tener fin, la llamada a la presión en todo el campo del melillense (que paradójicamente fue suspendido en esa materia en el 82 por Ángel Pardo, seleccionador juvenil), encontraba oportuna respuesta en sus aleccionadas tropas. Juego directo, a tumba abierta buscando el error rival. El milagro se obró con la misma plantilla -que quintuplicó sus exiguos salarios- del ascenso (de la que se cayeron Gallar y Juanma Rodríguez, que se tiró un mes sin dirigir la palabra a Imbroda y Castillo, pero que pasó a ser el tercer entrenador y posteriormente director deportivo del club durante 16 años) con la incorporación sucesiva de nuevos talentos de la cantera como Luna, el legendario Nacho Rodríguez –hermano de Juanma- de dilatada carrera posterior en el Barcelona y en el Equipo Nacional, o Achi Castillo -hijo de Jacinto-, probablemente el jugador malagueño de mayor clase, pero que se equivocó marchándose muy joven a Taugres y a su vuelta no se pudo subir al tren en marcha y abandonó el deporte. El Nuevo Carranque, como en su día había pronosticado Imbroda con el antiguo pabellón del colegio, también se quedó chico. El buen rollo de los jugadores, cuentan que cada viernes se celebraban las “polladas” -comidas de pollo asado- en casa de algún miembro de la plantilla, se contagió a la grada que durante 4 años se abandonó a una quimera infantil al grito de ¡Esto es Mayoral!


Uno mejor que dos: la fusión

En el año de la Expo de Sevilla y los Juegos Olímpicos de Barcelona se puso fin a la aventura por separado y nació el CB Málaga SAD con Raimundo Traspalacios de presidente, Rafael Jiménez de gerente, Juanma Rodríguez de director técnico deportivo y J.C. Gaspar en la dirección de marketing y promoción. No entraron los históricos Queipo de Llano y Jacinto Castillo. Éste, pasado el tiempo, sería el primer ojeador español en Europa de la NBA, donde tiene un enorme prestigio, para los Bucks de Milwaukee. A Martín Urbano se le orilló para trabajar con la cantera. Javier Imbroda y Pedro Ramírez se hicieron cargo del primer equipo. En tres años se estuvo a un triple (no convertido por Mike Ansley) de la gloria en el cuarto partido de la final de la ACB.

La 98/99 supuso otro giro de tuerca: Pedro Ramírez se quedó huérfano, tras la salida de Imbroda rumbo al Caja San Fernando sevillano, se prescindió de Martín Urbano y Nacho Rodríguez emigró al Barsa en busca de trofeos. Al año siguiente se subió otro escalón con la contratación de Boza Maljkovic y la final de la Korac ante el Limoges. Sólo habría que esperar unos meses para compensar la decepción europea, pues esta vez el título no se escaparía con el Hemofarm Vrsac como contrincante. El cuarto puesto liguero coronó una gran campaña. En la 2001-2002 se abordó sin éxito una nueva final de ACB: el 3-0 del TAU Baskonia dejó con las manos vacías a los andaluces que pasaron por dos años de secano.

Con Garbajosa, otra cosa

Para la 2004/05 se tiró la casa por la ventana. Se firmaron fichajes de relumbrón: Pepe Sánchez, J.R. Bremer, Florent Pietrus, Fran Vázquez, Tabak y Garbajosa. Del cuadro anterior permanecieron Cabezas, Berni, Herrmann y Risacher con el gran Sergio Scariolo (que había sustituido, mediada la campaña precedente, a Paco Alonso) al mando. 

La Copa de Zaragoza fue la primera parada a la gloria. Si Herrmann resultó determinante ante los rivales levantinos (Etosa Alicante y Pamesa Valencia), con un cuarto para entronizar la pizarra de Scariolo y su zona 1-3-1- que dio la vuelta a una semifinal perdida, Bremer se destapó con 17 puntos en la final ante el Madrid, al que Garbajosa terminó por rematar con otros tantos. Campeones y MVP para el asesino silencioso de Torrejón.

Lo mejor estaba por llegar. El equipo había cuajado lo suficiente para hacerse con la ACB en la temporada sucesiva. El indiscutible 3-0 sobre Baskonia sirvió para acrecentar la fama del estudioso italiano, inmortalizar a un equipo y encumbrar definitivamente a Jorge Garbajosa, el mejor jugador de la historia del club, que daría el salto a los Raptors de la NBA. Listo como pocos, Garbo redefinió el puesto de 4 moderno. Pocos flashes le enfocaron cerca de las alambradas de la zona, pero su conocimiento del juego ¡cuántas faltas de ataque sacaba!, su capacidad de pase y su mano letal le hicieron un jugador de época. De cualquier época.


El futuro

De ahí en adelante, la travesía por el desierto… Una presencia en la Final Four Europea de Atenas en 2007 con el mítico triple de Pepe Sánchez en cuartos… Después, un comienzo ilusionante con Aíto (final de Copa), pero el maestro madrileño no terminó de sintonizar ni con la grada ni con la directiva. En los últimos tiempos, se han contratado entrenadores de distintos paladar y envergadura, Chus Mateo, Luis Casimiro y Jasmin Repesa; se ha invertido mucho dinero en fichajes de toda índole y nacionalidad; se trajo para la dirección deportiva a Berdi Pérez (pero ya no está); se buscó en Carlos Jiménez un impulso para la cantera y en Manolo Rubia un alma conocedora de la casa, pero el resultado por ahora ha sido baldío (paciencia). Ahora se ha pensado en un enorme entrenador como Joan Plaza para llevar la nave a buen puerto y desde algunos rincones reclaman a los mandamases, Braulio Medel y Eduardo García, un director deportivo general con conocimiento del mercado exterior para Los Guindos, aunque no será por jugadores, que en el reciente lustro han llegado unos cuántos.

Sólo espero que por la salud de nuestro baloncesto en Málaga (Vitoria, San Sebastián, Bilbao, Santiago, Sevilla, Valladolid, Murcia, Las Palmas, Tenerife, Zaragoza y Valencia) den con la tecla del éxito. En estos tiempos de carestía se necesita que las grandes ciudades y sus alrededores (Fuenlabrada, Badalona o Manresa) incorporen modelos estructurados, ilusionantes y victoriosos, con espacio para sus canteras, que compitan con el binomio Madrid-Barcelona. Aunque sólo sea para que en “La trastienda” malagueña de Paco Ramos Llorca, los comensales, veteranos del baloncesto malagueño, tengan una vez al mes un ratito para contar batallitas de su deporte preferido…

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