Iba para extremo izquierda del Hadjuk Split a las órdenes de Sergio Kresic, apuntaba a grande del tenis de mesa (derrotó al futuro campeón Zoran Primorac), hasta que le echó el ojo Igor Karkovic (entrenador de los cadetes de la Jugoplastika). Alto, altísimo. Delgado, delgadísimo. De chaval sus amigos le apodaban Olive (como a la novia de Popeye). Un junco que parecía vencerse al menor contacto con el viento. Pero tenía dos virtudes que le hicieron único: era muy inteligente y extremadamente coordinado.
Era Toni Kukoc y nadie con su altura ha dejado tal muestrario de tesoros desde el puesto de alero en Europa. Era Toni Kukoc, el jugador de baloncesto con mejor curriculum vitae de la historia del Viejo Continente.
Si Petrovic recogió el testigo de Kikanovic, Kukoc lo retomó de Delibasic. Dos formas opuestas de entender, jugar y celebrar el baloncesto para llegar a un mismo fin: la victoria. La tiranía individual anotadora, el espíritu endemoniado frente a un concepto más plural, participativo y democrático, a la belleza absoluta, a la gracia angelical.
“A veces detenía el entreno, sólo para pensar en lo que Toni había hecho” (Boza Malkjovic). Es Toni Kukoc, una obra de arte, una expresión renacentista en mitad de una pista de baloncesto con un credo que le hizo universal: “Una canasta hace feliz a uno, una asistencia a dos”.
JUVENTUD, DIVINO TESORO
De la playa, a la mesa de ping-pong, al césped hasta el parqué de una cancha de basket para quedarse. Karkovic y Petar Bezelj (entrenador del junior) le dieron el inicial barniz. En su primera final cadete en el campeonato croata vivió su primera desilusión ante la Cibona. Se desquitó en el torneo nacional en Kraljevo (Serbia), donde pasarían por encima del anfitrión, el Sloga de un tal Vlade Divac y el Buducnost de un tal Zarko Paspalj. A los 16 años Slavko Trninic lo sube con los grandes (debuta en Podgorica contra Buducnost) y trabaja a destajo con él, en sesiones de más de 6 horas diarias. Moka Slavnic (que vivía en Split en el histórico hotel donde se rindieron las tropas italianas a los partisanos en la 2ª Guerra Mundial) concede minutos y confianza a la gema. El diamante termina por pulirse con el maestro Boza Maljkovic.
Europeo Juvenil 1985 Russe (Bulgaria)
Los Juegos Olímpicos de Moscú 80 constituyeron el cénit y el fin de la gloriosa generación yugoslava que reinó en la década de los 70. Al ocaso de los genios siguió un periodo de escaso brillo con Drazen Petrovic como islote. La Federación se miró al ombligo y optó por un planteamiento clásico (el del maestro Nikolic): planificación minuciosa y trabajo exhaustivo con las nuevas hornadas. En la distancia se atisbaba el Europeo Junior del 86 y un año más tarde el Mundial de la categoría en Bormio. Tarea a cuatro años vista en manos de un técnico joven y capaz, Svetislav Pesic.
La camada se estrena en Mannheim (mundial oficioso de la categoría) sin el entrenador (al que sustituye Rusmir Halilovic) y sin Shasha Djordjevic, a los que sus respectivos equipos no permiten ausentarse de sus encuentros ligueros. Como el próximo europeo sólo lo pueden disputar los nacidos a partir de 1968, en la convocatoria predominan los chavales de primer año (7), que alcanzan invictos el choque final frente EEUU. Esta vez los americanos tomaron nota de la derrota en la fase previa y se llevaron el triunfo. Algunos de ellos (Glenn Rice, B.J Armstong) llegaron lejos.
Cuatro meses más tarde, en agosto de 1985, el equipo comparece en Bulgaria con la sensible baja de su capitán Luka Pavicevic (elegido mejor jugador en Mannheim) que agarró una mononucleosis 15 días antes. El juego se vertebraba alrededor de una defensa extenuante a toda cancha, de la intimidación en la pintura, de la puntería de Ilic, el talento de Dobras (capacitado para actuar con solvencia en cualquiera de las posiciones perimetrales) y la velocidad, visión de pase y capacidad reboteadora de Vlade Divac. Kukoc era una larva escuálida en proceso embrionario de interminables brazos y físico inacabado que daba descanso a los postes titulares. Después de apabullar a sus tres primeros rivales, cayeron 98-97 ante la URSS. Los gritos de Pesic en el vestuario resonaban mediado el partido siguiente. La bronca caló, pues en semifinales se deshicieron de la potente escuadra italiana (Espósito, Rusconi, Niccolai) y en la finalísima de la España de Miquel Nolis repleta de nombres que luego serían muy conocidos (Jordi Pardo, Carlos Gil, Morales, Ruf… y el gran Ferrán Martínez que coronó con 27 puntos un certamen sublime) por diferencias de alrededor de 20 puntos. Dobras fue el estilete al cierre con 36 puntos. Divac y Kukoc se conformaron con 9.
De postre el gran Kresimir Cosic, se lleva a cuatros de los críos (Divac, Radja, Kukoc y Djordjevic) a la selección absoluta para el Torneo de Navidad del Real Madrid.
Europeo Junior 1986 Gmunden (Austria)
En la preparación del mismo habían ganado por más de 20 puntos a equipos de la primera división yugoslava (Sibenka, Olimpia o Bosna). En esta ocasión la lista se repartía de forma equitativa entre los nacidos en el 67 y los del 68 y Pesic podía presumir de tener dos jugadores por puesto: Pavicevic-Djordjevic, Ilic-Dobras, Kukoc-Avdic, Radja-Koprivica, Divac-Pecarski.
El hueso llegaba el segundo día: la Italia de sangre caliente y enorme calidad comandada por el excelso Ferdinando Gentile, al que escoltaban Rusconi, Pittis, Niccolai, Aldi o Pessina. Fue con diferencia el partido más duro en la formación de los jóvenes balcánicos. Al descanso se había llegado con un marcador de 51-45 para los plavi, 25 puntos de Gentile y un Divac colosal en las zonas. Tres faltas intencionadas habían ido caldeando el enfrentamiento. Se jugaba a bayoneta calada y se avanzaba terreno casa por casa. Con 66-60 Rusconi no hace prisioneros y comete una personal dura sobre Radja, éste se revuelve y lo lanza al suelo. Tangana. En los últimos minutos Pavicevic y Dobras capitalizan con acierto el ataque. Con 95-93 Pittis desaprovecha la última opción.
En semifinales, la Alemania (que había dejado a España en la cuneta) de Harnisch y Rodl aguanta hasta el intermedio, pero cae con un decoroso 91-79. El 0-8 de salida de los rusos en la final sólo es un espejismo: Pavicevic entra muy pronto en faltas, pero Djordjevic (20 puntos) engrasa la maquinaria. Los soviéticos no tienen manos para tapar las vías de agua: Divac (21 puntos, 13 rebotes), Radja (16 puntos, 10 rebotes), Dobras (16 puntos). La ventaja es sonrojante 111-87. La estrella roja, Vetra, alcanza la ducha con un pírrico punto. Yugoslavia logra el campeonato promediando 109 puntos y Toni Kukoc se presenta al mundo (MVP).
Mundial Junior 1987 Bormio (Italia)
El inicio del torneo hubo de postergarse unos días. Las lluvias torrenciales habían provocado inundaciones y corrimientos de tierra en la región de Valtellina: decenas de pueblos y personas quedaron sepultados bajo el fango.
Sólo los nacidos desde el 68 disputaban la competición. El cuarteto de artistas venía de colgarse el bronce en el Europeo senior de Atenas. Los jóvenes plavi ensayan a puerta cerrada contra sus mayores y los vencen. A cara descubierta prosiguen su preparación derrotando a los seniors de Checoslovaquia, Turquía y al segundo equipo de la URSS. Por su parte USA traía un conjunto de campanillas (Larry Johnson, Gary Payton, Brian Williams, Stacey Augmon, Scott Williams, Kevin Pritchard…) dirigida por el insigne entrenador de Kansas, Larry Brown (que al curso siguiente se haría con la NCAA). El gran Dean Smith después de dar un clinic en Milán se acercó por allí y alucinó.
Tras promediar 119 puntos los yugoslavos se enfrentaban a las estrellas universitarias en la fase de grupos. Ese 1 de agosto se rotula en mayúsculas: Toni Kukoc hizo 37 puntos para un marcador favorable de 110 a 95, tras una serie en el lanzamiento de 3 puntos de 11 de 12. Brown no daba crédito: “Es el mejor jugador en edad juvenil que he visto jamás”. “Ese día todo iba. Me sentí muy cómodo”, apuntaría Toni tiempo después.
Pesic dispone en mixta a los suyos durante mucho rato frente a los germánicos. Harnich (13 puntos) y Rodl (3 puntos) naufragan con la estratagema. Kukoc (5 de 6 en triples) conserva la mirilla ajustada y Pavicevic y Pecarscki destacan en una victoria sencilla (89-64). Están a un paso del título. Esperan los americanos guiados por un decisivo Gary Payton (en el minuto 40 cercena las esperanzas locales con una canasta, una gran defensa sobre Gentile y una asistencia). La noche es larga y la vigilia se lleva mal. En el duermevela los mozos balcánicos no aguantan más y escapan: desfogan sus nervios en un parque cercano. Sería digno de ver a tíos como castillos balancearse en columpios o lanzarse por los toboganes.
Brown corrige su planteamiento precedente y opta por taponar la vía Kukoc. Ilic arranca enganchado (12 puntos en 10 minutos), pero la tercera personal de Divac crea alarma entre los europeos, que no carburan. Por primera vez en cuatro años marchan al descanso cariacontecidos y en desventaja (40-43). En el túnel a Sasha Djordjevic se le llevan los demonios: “Somos unos cabrones, unos cagaos…”. Su amigo Ilic se une a la arenga. Pesic desde atrás lo escucha todo. Cuando llega al vestuario detecta el miedo en los suyos. No habla de tácticas, lanza la pizarra contra el suelo y los llama a la solidaridad y al espíritu de equipo y por supuesto exhorta a los atributos masculinos. Da un portazo y allí los deja. “Salimos como perros que no hubieran comido en varios días”, diría Alibegovic. Toni Kukoc despierta, anota dos triples y ceba a sus pivots: Divac (21 puntos y 10 rebotes) y Radja (20 y 15). Los universitarios sólo alcanzan a maquillar la diferencia (86-76) y dejar a los plavi en su anotación más baja del ciclo. Kukoc –MVP-, Djordjervic y Divac entran en el quinteto ideal.
“La Montaña Mágica”
No, no hablamos de la emblemática novela de Thomas Mann. No. Si tú mencionas el Monte Igman a cualquiera de los campeones, primero resoplarán para luego esbozar una tímida sonrisa. Constituye el símbolo más evidente de los esfuerzos y sacrificios que el grupo hubo de hacer para ganarlo todo. Al alba, los chicos habían de correr los 7 kilómetros que separaban el hotel en Sarajevo de la Rampa Olímpica del monte. Allí proseguían con series de spints, saltos y flexiones. A su conclusión habían de subir y bajar los 300 escalones del trampolín de saltos de esquí tres veces. En la primera ronda les permitían descansar dos veces, en la segunda una, pero la tercera la debían realizar del tirón, sin pausas. El regreso para el desayuno lo hacían caminando o corriendo, en función del grado de satisfacción de los jefes. En el pabellón Skenderia aguardaba lo light, otras dos sesiones más con balón. Un infierno. El riguroso plan físico diseñado por el doctor Milivoje Karalejic lo hubieran odiado los marines americanos.
Circula la leyenda, contada maravillosamente por JUANAN HINOJO en su imprescindible SUEÑOS ROBADOS, que una mañana Vlade Divac (uno de los más “perros”) quiso escaquearse del martirio aduciendo sobrecarga en los gemelos y se quedó haciendo dominio de balón. A la vuelta Pesic pidió a sus compañeros que ayudaran al pivot a mejor su tacto con la pelota. Le situó bajo canasta y al resto en la línea de tiros libres. A su señal habían de chutarle con toda el alma. Después de que Vlade recibiera unos cuantos pelotazos, el preparador se dirigió a su corte: “Un equipo trabaja, sufre y se divierte unido”. Pesic, que incluso buscó patrocinador al inicio de la aventura, se mostró siempre entre militar y paternal, rememora lo de Bormio como su mayor satisfacción profesional. Unas navidades envió a sus discípulos una foto publicada por Nuevo Basket a modo de felicitación. En la misma, se apreciaba a los jugadores celebrando la victoria y al pié había añadido: “Nunca olvidéis lo que hemos logrado juntos”.

AQUELLA LIGA YUGOSLAVA DE FINALES DE LOS 80, PRINCIPIOS DE LOS 90…
Eso eran palabras mayores.
La mítica Cibona de Petrovic tras ganar su segunda Copa de Europa ante el Zalguiris de Sabonis, se estrelló en el campeonato doméstico del 86. Petar Popovic (36 puntos), Petranovic (26 puntos), Vrankovic (18 puntos, 17 rebotes y 8 tapones) y su Zadar rompieron los 1137 días de imbatibilidad del Dom Sportova en la segunda prórroga del partido definitivo. Un año más tarde era el Partizan (amparado en un inconmensurable Grbovic) quien asaltaba el título al imponerse en el duelo fratricida a sus vecinos de Belgrado. Los de Drazen habían caído nuevamente en el tercer partido en casa ante el Estrella Roja. Vlade Djurovic, ahora técnico de los rojiblancos, había tejido otra red y Prelevic les había dado la puntilla.
La dictadura de Split
Si en la campaña anterior las bisoñas tropas de Boza Maljkovic habían a asomado con el tercer puesto de temporada regular, ahora culminaban la 88 con una sola derrota. La Cibona les había levantado la Copa y los partisanos habían tocado techo con la Final Four de Gante. Por tercer año consecutivo, los de Zagreb volvía a caer en su feudo en el desempate: un Divac dominador (24 puntos y 17 rebotes) tomó el protagonismo que debía asumir Petrovic (apagadísimo en el triste adiós de su afición con tan sólo 11 puntos). La final inicialmente quedó un tanto deslucida, pues en Split los locales se impusieron con claridad al Partizán (Divac se había lesionado en la rodilla la noche anterior, cuando escapaba por la ventana del hotel para ver a su novia, y apenas jugó un par de minutos). Tras la trastada, empate en Belgrado y resolución definitiva en territorio croata. Sobin (28) e Ivanovic (23) fueron los estandartes en el plácido triunfo de la Jugo (88-67).
El final de la Liga 89 todavía parecía más interesante. Jugoplástica había ganado su primera Copa de Europa, Partizan la Korac y la Copa en Maribor a sus rivales de Split. Allí Vujosevic se había visto obligado a solicitar tiempo muerto con un marcador adverso de 15-7. Todos los puntos se los había encajado un mismo jugador, Toni Kukoc. Una zona 2-3 fue mano de santo para voltear el electrónico y erigir a Divac en el mejor jugador de largo (26 puntos, 11 rebotes y 6 tapones). La serie final estaba programada a 5 partidos. Los de Belgrado perdieron a la primera la ventaja de campo, con Tabak de súbito protagonista al barrer del aro un gancho de Divac. En el segundo choque, ya en Split, con una renta de 5 puntos para los locales en los últimos segundos, Divac recibe un supuesto monedazo y los serbios deciden retirarse. El comité de competición da el título a la Jugoplastica. Una lástima. Paspalj, más hecho y omnipresente que Kukoc por entonces, es designado MVP del campeonato.
Partizan se desmembra (Divac y Paspalj salen rumbo a la NBA y Djordjevic a la mili). Jugoplastica echa mano del mejor Radja (32 puntos sin fallo) para cargarse a la Cibona en semifinales. Estrella Roja es la víctima propiciatoria tanto en la Liga como en la Copa del 90. Primer triplete.
La diáspora (emigran Sobin, Radja, Ivanovic y Boza Maljkovic) implica un rol más preponderante de Toni Kukoc en el 91. Se adueña de todo. No se deja ni el concurso de mates del All Star en Sarajevo: al modo del Doctor J o Michael Jordan deja loco al personal batiendo el último paso desde la línea de tiros libres. Inicia el segundo triplete con la ajustada Copa ante la Cibona (80-79). Amarga la Copa de Europa a Boza en el Barsa, se emplea a fondo en las semifinales ligueras (23 puntos en el desempate) ante el Zadar del colosal Komazec (máximo anotador por tercer año consecutivo) y del floreciente Bodiroga y sale aplaudido de los dos partidos con los que finiquita (3-0) la Liga en Belgrado frente al Partizan. Sasha Djordjevic se rinde ante su amigo: “Creo que Toni a pesar de tener solamente 23 años es el mejor jugador yugoslavo de la historia”.

LA COPA DE EUROPA: AMOR A PRIMERA VISTA
Cuando los imberbes dálmatas (22 años de media) aterrizaron en Munich para disputar su Primera Final Four en 1989 casi nadie daba un marco por ellos. Más cuando venían de palmar en Liga con Zadar y Partizan y caer eliminados en Copa. No todos eran pesimistas… Aza Nikolic llevaba tiempo colaborando con el equipo y Boza Maljkovic tuvo la genial idea de dar espacio en la charla previa al patriarca (lo que decía iba misa) del baloncesto yugoslavo/europeo, que conmovió con su alegato a los chicos: “Sois lo mejor que me ha pasado nunca en el baloncesto. Jugad duro, que no os maten, porque si no todo el mundo dirá que llegasteis aquí por accidente”. Amén. El resto es historia. La calmada alocución liberó de presión y el talento emergió desde el pitido inicial. Los dos maestros había preparado el envite a conciencia: disciplina defensiva para evitar contraataques y maniatar el ataque organizado del Barcelona y “la libertad organizada” (no el juego libre) que preconizaba el maestro Nikolic en la ofensiva.
Kukoc (19 puntos al descanso y 24 a la conclusión, con 4 triples sin mácula) hizo un traje a cada uno de los defensores que Aíto le puso, Radja acaparaba la atención interior (18 puntos y 8 rebotes) e Ivanovic martilleaba desde el perímetro. En el Barsa, sólo Epi respondía a su nivel. Con una desventaja de 77-60 a 10 minutos, los azulgranas tiraron de vergüenza torera y se situaron a 6 con 3 minutos por delante, pero regresó el tembleque. En la final ante el Maccabi, un triple de Kukoc (18 puntos) rubrica un parcial de 7-0 para poner por delante a los croatas. Radja (20 puntos y 6 rebotes) y Ivanovic (12 puntos) completaron el trío anotador. La victoria 75-69 da paso a una nueva época. Boza ensalzaba el éxito fruto de “muchas horas de diálogos con los jugadores, de persuasión e incluso de castigos”, alababa la defensa de Sretenovic sobre Jamchi en la segunda parte y consideraba a Toni Kukoc un privilegiado “tiene una lucidez especial para jugar”.
En la edición del 90 en Zaragoza los rivales ya venían advertidos. Barcelona y Jugoplastica (Kukoc 16 puntos, 6 rebotes y 9 asistencias frente a Limoges) se habían librado de sus oponentes con un alto crédito. Los catalanes compitieron mejor que un año antes y se pusieron por delante 61-59. Momento para el “Magic” de Split (Boza le reservó de inicio y no entró hasta el minuto 11) que con cuatro acciones geniales da la vuelta a la tortilla y sitúa un 72-67 definitivo. 20 puntos y 7 rebotes del emergente astro. La mixta empleada por Maljkovic también hizo su pupa.
Lo del 91 en París terminó por romper todos los pronósticos. A la Jugoplastica se le habían caído 3 titulares y el técnico. En una fase de clasificación irregular, Kukoc se había ataviado de superhéroe para rescatar a los suyos en un transcendental triunfo en Pesaro (con 40 puntos). Boza había migrado a Barcelona y superado a sus antiguos discípulos en los dos encuentros de fase, pero no evitó la flojera de piernas de los culés en el momento de la verdad. El miedo a ganar les llevó a perder con unos paupérrimos porcentajes y un pánico atroz “Somos nuestro peor enemigo” (reconocía Solozábal) que les llevó a recibir 11 tapones. Kukoc se mostró terrenal en la final (8 puntos, 7 rebotes, 2 asistencias y 4 tapones) y todoterreno ante el Scavolini en semis (14 puntos, 6 rebotes, 11 asistencias, 3 tapones y 6 balones robados) para recibir un trofeo MVP que debió ir a parar a un inconmensurable Savic (52 puntos en total).
Boza preguntado años más tarde daba con una de las claves del éxito: “Todos los jugadores tenían las llaves del pabellón”. Evocaba que más de una vez había pasado a altas horas con el coche después de cenar con amigos y había visto las luces del polideportivo encendidas… El trabajo sin descanso y el método: en la antigua Yugoslavia todos los jugadores hacían los mismos ejercicios de técnica individual sin diferencia entre grandes y pequeños. También ayudaba la genética: al disfrutar de un arsenal de chicos altos, apartaban hacia posiciones exteriores a los más dotados y coordinados.
UN PRINCIPE RENACENTISTA
Después de “abusar” desde su Split natal, para sorpresa de algunos y escándalo de los dirigentes de los Bulls, con 23 años eligió Treviso como siguiente paso en su andadura. No deseaba aguardar dos años al fondo de un banquillo profesional como le había ocurrido a Petrovic, ansiaba permanecer cerca de los suyos en un horizonte de conflicto bélico cercando su tierra y en Italia… le pagaban una pasta. Toni había firmado un contrato con la familia Bennetton a razón de 4 millones de $ anuales, con lo que pasaba a ser uno de los 5 baloncestistas mejor pagados a nivel mundial (con Bird en el top con 6 millones, muy por encima de Magic 3,25 o Jordan 3,2 y por delante de los futbolistas más adinerados del continente –Prosicki 3, Butragueño y Van Basten 2,5- y de su compatriota Radja que cobraba 3,6 en Roma).
En la marca de moda compartió foco con Vinnie Del Negro y Stefano Rusconi en su aterrizaje y se conjuraron para cobrar el primer scudetto frente a toda la histórica armada del norte (Milan, Bolonia, Varese…). En la campaña venidera el exLaker Terry Teagle ocupaba la segunda plaza foránea. Se embolsaron la Copa, caminaban con paso firme en Liga Europea (algún aficionado estudiantil todavía menciona los 34 puntos y 9 asistencias con los que Kukoc obsequió al Palacio) y después de un cruce de cuartos terrible frente al Scavolini, alcanzaron la Final Four en 3 partidos. Toni estuvo colosal, en hombre orquesta, frente a los de Pesaro (38 puntos y 6 asistencias, 35 puntos, 8 rebotes y 8 asistencias, y 22 puntos, 11 rebotes y 6 asistencias). El Madrid de Sabonis cayó con estrépito ante el Limoges de Malkjovic. La Bennetton le remontó el encuentro al Paok gracias a 4 triples de Iacopini y a un postrero lanzamiento de Ragazzi. Maljkovic tenía claro que con sus mimbres no podía jugar a campo abierto, situó a Zdovc sobre Toni (que no vio aro hasta el minuto 27, aunque de ahí en adelante convertiría 14 puntos). Forte le robó un balón vital y los franceses se estrenaron como vencedores de la Euroliga. El croata Skansi, preparador de los italianos, lo encajó fatal: “Ha muerto el baloncesto”. A lo que Boza reaccionó: “Que me deje a Kukoc y escoja a cualquier jugador mío y ya veremos quien practica el antibaloncesto”. Kukoc, entre lágrimas, regaló su camiseta a uno de los hijos de su antiguo técnico.
LA ÚLTIMA GRAN YUGOSLAVIA
Tras dos torneos de tanteo, Europeo de Atenas (bronce) y Juegos Olímpicos de Seúl (plata) la Generación de Bormio había tomado el testigo definitivo. Cosic, un crack absoluto del mundo de la canasta, había abierto las puertas a esta pandilla de descarados, pero sus divergencias con Mirko Novosel y los hermanos Petrovic ocasionaron su reemplazo. Su segundo, Dusan Ivkovic (otra de las grandes mentes plavi) saltó a la palestra en el Europeo de Zagreb 89. El soplo de aire fresco deviene en huracán. Petrovic, Zdovc, Paspalj, Radja y Divac parten de salida. Danilovic, Kukoc, Cutura y Vrankovic esperan impacientes en el banco. Con 11 años de adelanto llega el siglo XXI. Otra galaxia. Yugoslavia vuela. Continuo movimiento, con y sin balón. Selección de tiro, juego por conceptos, velocidad supersónica de ejecución, estatura, capacidad atlética, intimidación, versatilidad, espíritu defensivo. Todo. La perfección. Sirva un ejemplo: en la final ganaban de 19 a Grecia al descanso y habían culminado 11 contraataques. Y en el medio de la chiquillería, el mejor Drazen Petrovic que se recuerda (y mira que es difícil escoger entre las grandes obras de un genio): 2º máximo anotador a 30 puntos la noche con unos porcentajes siderales (76% en tiros de 2, 70% en triples) y mejor asistente (con 6 de promedio). En la final 28 puntos, 12 asistencias.
Los Goodwill Games de Seattle sirven de puesta a punto para la cita mundial. No viajan ni Divac ni Petrovic, con lo que Kukoc asume los mandos. En la final aguardan los americanos con cuatro jugadores que estarían entre las 3 primeras posiciones de los siguientes draft (Kenny Anderson, Billy Owens, Alonzo Mourning y Christian Laettner) y Coach K en la banda. Los favoritos alcanzan la final. Paspalj se lesiona en el minuto 8 y con 15 minutos por jugar Zdovc, Savic y Radja han cometido la cuarta personal. Ivkovic ordena mangonear la palanca de cambios y reduce velocidad. Kukoc aguanta el rugido de Mourning tras un taponazo. No se arredra. Le responde con un mate in your face y atina con el triple clave. Los europeos salvan el partido y Kukoc expone a La Pantera Rosa en la capital del Grunge (17 puntos, 10 asistencias y 2 tapones).
Radja se ha roto el tobillo y se une a las bajas de Danilovic y Vrankovic. Con semejante lastre el equipo no puede conducirse en el Mundial de Argentina 90 al marchamo vertiginoso de Zagreb y se exhibe a media pista. Petrovic, reconvertido en escolta puro asume menos tiros, Kukoc domeña todas las suertes del juego y todos los rincones de la cancha. En la fase de grupos, Yugoslavia se deja una derrota intrascendente (la única en el trienio dorado) ante Puerto Rico. En semifinales aguardan los estadounidenses con sed de venganza. Paspalj anuncia lo que ha de ser el 4 moderno antes de lesionarse (15 puntos). Su sustituto Savic se reivindica con un tanto menos. Petrovic 31 puntos y 6 asistencias, Kukoc (hace lo que le viene en gana) 19 puntos y 9 asistencias. Lección de fundamentos, lectura de situaciones, aprovechamiento de ventajas… hasta que levantan el pié para dejar la diferencia en 99-91. Mike Krzyzewski enmudece y se niega a acudir a la sala de prensa. El público argentino atrona el Luna Park “Yu-gos-la-via, Yu-gos-la-via” en determinados tramos de la final. La URSS, ya sin los lituanos, se convierte en un títere en manos balcánicas. 92-75. Kukoc regala jugadas de dibujos animados. El incidente de Divac con el aficionado croata amarga la celebración. Las aguas bajan revueltas…
El Eurobasket de Roma 91 es el final del camino. Sin Petrovic, que descansa en Portland, Djordjevic vuelve al combinado nacional. Le acompañan de salida Zdovc, Kukoc, Radja y Divac. La noche anterior al encuentro semifinal, Jure Zdovc tiene que abandonar entre lágrimas la concentración. El gobierno Esloveno así se lo ordena. Sus compañeros tragan saliva y se confabulan (Kukoc y Divac 22 puntos cada uno, Radja 16) para derribar a Francia 97-76.
Yugoslavia disputa ante Italia el 29 de junio de 1991 la final del Europeo. Es su último partido oficial como tal (con todas las repúblicas). Y la puesta en escena es espectacular, una oda a la belleza. Kukoc (20 puntos y muchos minutos de base) coloniza a sus rivales y maneja el tempo del partido a su antojo. Escribe el libreto de la obra con caligrafía fina, elegante, artesana, de puro orfebre. El Paleur descubre la “isla del tesoro” y capitula admirado por el despliegue plavi que amalgama toda la riqueza del juego. Tensión defensiva, líneas de pase, captura del rebote, transiciones mareantes y todo un repertorio de lances ofensivos (aclarados, puertas atrás, 2x2, continuaciones, situaciones de poste alto y poste bajo…). De clinic. Para guardar y contar. Mientras un estado se desmoronaba, un grupo de jugadores magníficos echaba el telón (Campeones de Europa) dejando de lado los egos para rubricar una de las páginas más bellas y solidarias del deporte.

A LA IZQUIERDA DEL PADRE
Tras su segundo año en Italia, Kukoc decide poner fin a su etapa continental y acepta la oferta de los Chicago Bulls. Parece haber atravesado el Atlántico a nado, pues al poco de arribar en la “Ciudad del Viento” ha ganado 7 kilos. A su llegada, sorpresa: Jordan anuncia a la plantilla que se retira y Toni no puede reprimir las lágrimas.
A orillas del lago Michigan le reciben de uñas. Una plantilla en plena guerra con el manager general Jerry Krause le observa como el enchufado de éste. En el draft del 89 Krause había dejado pasar por delante de sus narices a Vlade Divac, así que gastó su única elección del 90 en el considerado “mejor jugador del mundo fuera de la NBA”. Se trató de un idilio dilatado (tres años de flirteos y despechos) que encontró la reiterada negativa del croata. Jerry llegó a solicitar a George Karl (entrenador del Madrid) que le grabase todos los partidos posibles del desgarbado chico de Split. Cuanto más le examinaba (en los Open Mac Donald´s de Roma y Barcelona estuvo en un tris de dar el susto a los Nuggets y a los Knicks), más le cautivaba, pero su cerrazón tenía paralizadas las renovaciones y ampliaciones de contrato de la mitad de la cabreada plantilla. “No hablo yugoslavo”, había respondido Jordan (encolerizado al recibir las cintas grabadas de la estrella europea) a la sugerencia del directivo para que contactase e intentara convencer al balcánico. Cuando Croacia se enfrentó con Estados Unidos en los Juegos Olímpicos, Michael Jordan y especialmente Scottie Pippen hicieron del encuentro una cuestión personal (lo dejaron en 2/11 y 4 puntos). Lo masacraron. En la final, Toni se soltó un tanto (16 puntos y 9 asistencias).
La adaptación no fue sencilla. Tras el tercer anillo, Phil Jackson explica metafóricamente la atmósfera que había reinado en el equipo: “La Italia de la Edad Media estaba llena de intrigas, asesinatos y envenenamientos. Sin embargo, los italianos produjeron las más grandes obras de arte de la historia. Los suizos siempre vivieron en armonía y sólo han fabricado relojes”. A Toni los Bulls le tunean a su gusto. Necesitan un ala-pivot, le ensanchan, le ceban, le musculan para aguantar los embistes profesionales y le hacen merodear con demasiada frecuencia la pintura. Por el camino va quedándose un reguero de velocidad, miguitas de agilidad se pierden por los senderos. Para Jackson supone un reto ensamblar a la perla europea. Tenía tendencia a acercarse demasiado al balón cuando no lo tenía y rompía la simetría del Triángulo (el famoso ataque posicional de Tex Winter). Apreciaba el altruismo del jugador, pero le sacaba de quicio cuando se salía del sistema. Ahonda además en otra faceta capital: “Le he dicho a Toni que la palabra más importante en lengua inglesa es defensa”. Kukoc asumía los peajes del novato (llevar las bolsas, comprar hamburguesas…), pero llevaba mal las continuas sugerencias con que todos le obsequiaban: “Creo que conozco este juego lo suficientemente bien”, argüía. Cerró su año rookie con buenos números (10,8 puntos, 4 rebotes y 3,4 asistencias) y una canasta sobre la bocina, especialidad de la casa (acertó otros tres tiros ganadores ese año en Milwaukee, Orlando e Indiana), en los playoffs frente a los Knicks que dio que hablar, pues Pippen despechado, al oír en el tiempo muerto el destinatario final de la jugada, se negó a entrar. Una buena aproximación al mundo “pro” con 55 victorias en temporada regular y epílogo en una competida eliminatoria frente a los de Nueva York con polémica arbitral.
En la temporada siguiente firman a Ron Harper para el perímetro, pero pierden a Horace Grant, con lo que continúa la cura de engorde de Toni (su peso se estabilizaría en 107 kilos, 20 más de los que pesaba en Split) y su aproximación a la zona. Cansado de su devaneo con el beisbol, una tarde Michael Jordan se acercó al entrenamiento de los toros y preguntó a Jackson si podía entrenar con ellos “Creo que tenemos algún uniforme que probablemente te quepa”, sugirió socarrón el maestro zen. La vuelta del Dios en Indiana quebró todas las audiencias de un encuentro de regular season. “Los Beatles y Elvis han regresado”, advertiría el entrenador local Larry Brown. El regreso de “El Hijo del Viento” no acarreó la victoria de su equipo: cayeron en la prórroga con una pobre serie del astro (7 de 28). Jackson se lo tomó a broma y le susurró: “Ese porcentaje puede ser bueno en el deporte que jugabas antes, pero aquí esperamos algo más cercano al 50%”. A las pocas jornadas “Dios” resucitó en su ciudad e hizo 55 puntos en el Madison rescatando sus primeras Jordan. Sin embargo, caerían en las semifinales de conferencia ante los Orlando Magic de O´Neal, Penny Hardaway y Horace Grant.
Jackson barrunta un fichaje arriesgado, pero cardinal en el futuro de la franquicia, a sabiendas de que le podría costar una úlcera. Tras consultar con Chuck Daly firma al rocambolesco Dennis Rodman (al que tuvieron que soportar sus extravagancias) para apuntalar la defensa y el rebote. En verano, Michael (dolido por las críticas) se machaca en el gimnasio e impone la construcción de una pista en el estudio de Los Ángeles donde rodaba “Space Jam” para entrenarse entre toma y toma. Al poco le pone un ojo a la funerala a Steve Kerr (lo que le hace respetar al excepcional escolta rubio que no se ha encogido) y transforma su deidad en un liderato más cercano, más consciente de sus fortalezas y limitaciones y las de sus compañeros. Jackson cuadra el triángulo. Desde una defensa extenuante con cuatro perros de presa (Harper, Jordan, Pippen y Rodman), el equipo viaja a velocidad de crucero con el mejor promedio conocido: 72 victorias y 10 derrotas. Jordan juega “más inteligente”, con menos mates, añadiendo un lanzamiento imparable cayendo hacia atrás tras reverso. Pippen es el mejor “escudero” de la historia. Kukoc claudica, salva sus pegas iniciales y entra desde el banquillo, para convertirse en el mejor sexto hombre de la Liga. “Patapalo” (como le llamaban en la plantilla) Harper aporta experiencia, defensa y tiro cuando la situación lo requiere. A Rodman se le perdona casi todo fuera a cambio de un rendimiento estelar en la pista.
En Día del Padre los Bulls se engarzan su cuarto anillo (primero de Toni) frente a los Sonics de Payton y Kemp. Cuando jugadores y entrenadores alcanzan alborozados el vestuario, observan emocionados a Michael Jordan hecho un ovillo en el suelo abrazando el balón contra su pecho envuelto en un mar de lágrimas (el recuerdo de su padre asesinado está muy presente). Las canastas de Kukoc contribuyeron de manera categórica en el inicio de la serie, que se cerró en el sexto combate (Kukoc y Kerr enchufaron triples capitales), gracias a que Rodman se desfogó toda la noche de juerga y llegó a tiempo de someter el encuentro y enloquecer a Kemp. Se abría el segundo trenio esplendoroso. Así en la campaña siguiente con empate a 2 en la eliminatoria por el título con los Jazz (de Malone, Stockton y Sloan), un Jordan febril, enfermo y sobrenatural hace 38 puntos con el triple decisivo en Utah en el bautizado como “The Flu Game”. En el vestuario Michael echa a faltar 100.000 $ en joyas (incluida su alianza). A la vuelta en Chicago, con empate a 86, encuentra a Steve Kerr para que éste defina un nuevo campeonato. En la tercera temporada, Toni recobrado de la fascitis adquirió mucho mayor protagonismo con la lesión de Pippen. En un día espeso de Jordan, derivó concluyente (21 puntos) en el desenlace del séptimo partido de la Final de la Conferencia Este ante los Pacers. La solución a la incógnita del campeonato la tenía nuevamente en Utah el de Brooklyn, en los 41 segundos finales del sexto encuentro. Es historia: con tres abajo, dirime un aclarado con una bandeja a tabla; se imagina un 2 contra 1 y le roba el balón a Malone; y hace “el lanzamiento” en suspensión sobre Russell que da el tercer título consecutivo a los toros. Es “El Momento”. Dios se disfraza por última vez de jugador de baloncesto.
SU LEGADO
Según Phil Jackson, “Toni fue instrumental en la consecución de los títulos. Era un gran jugador y a mucha gente se le ha pasado por alto. Es uno de los jugadores más subestimados en la historia de la Liga”. En otro equipo quizá no hubieran podado algunas de las características (antaño mirando el baloncesto de frente superaba por velocidad, coordinación y velocidad a cualquier defensor para generar y anotar o asistir) que le hicieran un jugador desequilibrante, un Don Juan que conquistaba al primer gesto, pero tal vez su cofre no rebosaría de anillos. Aún así “no cambiaría nada, ganar títulos es impagable”. Tampoco le ayudó su etapa posterior en Chicago tras la época dorada (en la que había hecho méritos para ser nombrado All Star), ni su posterior estancia en Sixers, Haws y Bucks, franquicias de la zona media sin demasiada exposición mediática. 13 temporadas con los profesionales que jalonan una trayectoria sólida, trompicada por las lesiones de la fascia plantar, el tobillo operado y la espalda, que convenció a los descreídos de la NBA que en aquel periodo sospechaban sobre el talento venido del Viejo Continente. Era otro tiempo, en que Divac, Radja, Sabonis, Marciulionis, Petrovic y Kukoc trascendieron, abrieron camino y se ganaron el respeto del mundo “pro”. Cumplió, más no deslumbró.
Antes de colgar las botas tuvo tiempo para acudir al homenaje en 2006 a su amigo Sasha Djordjevic. Hacía 15 años que no pisaba Belgrado y el público serbio le acogió con una atronadora ovación. Con la cabeza bien amueblada, la revista Money with people estima que ganó 96 millones de $ a lo largo de su carrera y considera que su patrimonio se ha incrementado exponencialmente hasta los 275 millones gracias al multiplicador desarrollo de sus inversiones. Campeón croata aficionado de golf en 2011, vive a caballo entre Split e Illinois y está barajando colaborar como consultor de sus Bulls.
“El talento es como tener una pierna más corta que la otra: se ve a simple vista” (Bodgan Tanjevic). Y lo de Kukoc era mimético, te imantaba a la pantalla del televisor. La imagen en amarillo (yugoplastico), alargada, conduciendo el balón, fintar, dejar atrás a su defensor para doblar el balón sin mirar a uno de los avisados pivots o detenerse a convertir uno de sus estratosféricos triples o culminar con una delicada bandeja o un explosivo mate. Cualquiera sabe. Pura poesía.
“Hubiera sido interesante ver un partido de la selección USA frente a la antigua y unificada Yugoslavia” (Toni Kukoc). Utópico, pero hubiera sido maravilloso…
Dedicado a Bo y a mi hermano David. El regalo es teneros de amigos.
Nuevamente agradecido a Raúl Barrera y Carlos Laínez por su trato en la Biblioteca Pedro Ferrándiz del Espacio 2014 FEB.