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Dirk Nowitzki, El Flautista de Hamelin

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Éste podría ser un cuento moderno de los Hermanos Grimm con final feliz, pero es la aventura casi irreal de un chico largo, muy largo, que cumplió su sueño. Pasó de jugar en su pueblo, Würzburg, en la 2ª División Alemana a competir con los jugadores profesionales de la NBA. La crónica abarca subidas, caídas, loas desmesuradas, críticas feroces, emociones, llantos, intriga, amor… Por encima de todo, es un relato de superación, de constancia, de fe y de talento, de mucho talento. Ésta es la increíble historia de Dirk Nowitzki, uno de los mejores jugadores que ha dado el baloncesto.




“Crecimos en un gimnasio” (Silke Nowitski)
De una madre, Helga, jugadora profesional de baloncesto integrante de la selección alemana, y de un padre, Wermer, balonmanista internacional también, vinieron al mundo Silke, que se enfocó primariamente en el atletismo, para dedicarse más tarde al baloncesto, y Dirk. Cada fin de semana, los chicos seguían las andanzas de sus progenitores correteando detrás de los balones.
El “pequeño” Dirk deambuló entre la canasta, la raqueta y el balonmano. Cuando sus notas bajaron, tuvo que aparcar una actividad y orilló el deporte que tutelaba su enfadado padre. El tenis había comenzado a practicarlo con 4 años y se le daba bien: llegó a ser campeón de Baja Franconia de su categoría y a estar entre los 10 primeros del ranking de Baviera. Da un estirón y se decanta definitivamente por el balón naranja.

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“Era como estar viendo a un científico loco con su Frankestein” (Michael Finley)
Schweinfurt (Alemania), año 1994. El antiguo capitán de la selección germana en los Juegos Olímpicos de Munich 72, Holger Geschwindner, presencia un partido de categorías inferiores y repara en los movimientos de un chaval: “Había un chico alto y flaco que corría y hacía todo lo que un buen jugador podía hacer sin tener ninguna habilidad técnica avanzada, pero siempre estaba en el lugar correcto”. Concluido el encuentro le pregunta: “¿Quién te entrena?”. Nadie, responde el crío. La química surge inmediatamente. Holger habla también con sus padres y comienza a instruirle bajo modos renacentistas.
La relación entre el aprendiz y el maestro dura hasta hoy y como señala el periodista Peter Sartorius se trata de “una línea recta que une dos puntos que van desde la invención del baloncesto hasta Dirk Nowitzki”. El pensamiento tiene su rocambolesca explicación. El baloncesto se estrenaba como disciplina olímpica en Berlín 36. Uno de sus organizadores, envió al señor Clausen a Estados Unidos para charlar con su creador, el profesor Naismith en Springfield. Clausen regresó encantado y desde entonces ejerció como profesor/entrenador en la escuela secundaria donde estudiaba Holger Geschwindner. Fueron a jugar un partido a Giessen y Holger anotó 100 puntos. En la grada se encontraba, estupefacto, Ernie Butler, el primer jugador estadounidense en debutar en la Liga Alemana. Tras la exhibición, lo firmaron y al año siguiente salieron campeones. La amistad entre Holger y Ernie todavía hoy permanece.
Desde su Instituto para las Tonterías Aplicadas (pues lo métodos que usaban tenían como nombre puras chorradas y en las tarjetas de visita de la empresa se rotula una foto de Albert Einstein), Holger adiestra al mozo en una formación universal poco ortodoxa, casi trasladada de la antigua escuela de filosofía ateniense. Alejada de la sala de pesas, alternando ejercicios de yoga con salidas para remar en el lago Starnberg, primando el desarrollo perimetral de su alumno encauzado al dominio de los fundamentos (tiro, bote y pase). Adicionalmente le despierta el interés por la lectura y la música e incluso prepara sesiones de entrenamiento al ritmo del saxofón de su amigo Ernie. El maestro había estudiado Física y desarrolló un programa informático para establecer la parábola de lanzamiento perfecta, que situó en 60º. Durante inagotables horas perfeccionaron uno de los tiros en suspensión más letales de la historia. Su comunicación era casi telepática.
Observando sus capacidades Holger cuestiona categórico a su discípulo: “Debes decidir si quieres jugar contra los mejores del mundo o si prefieres quedarte como un héroe en Alemania. Si eliges lo último paramos de entrenar inmediatamente porque nadie puede evitar que seas el mejor aquí. Pero si quieres lo primero, tendremos que entrenar todos los días”. Tras 48 horas de reflexión el muchacho elige  la espinosa vereda de la gloria. A los 16 años entró a formar parte del DJK Würzburg que militaba en 2ª División. Ahí compartió cancha con futuros internacionales germanos (Robert Garrett, Marvin Willoughby y Desmond Greene). El nombre del equipo proviene del lugareño Wilhelm Conrad Rontgen, Premio Nobel de Física en 1901 tras descubrir los Rayos X.
En su temporada inaugural, Pit Stahl lo sitúa como alero exterior, pero todavía chupa mucho banquillo y sólo alcanzan el sexto lugar. En la siguiente se consolida como titular a la vera del internacional finlandés Mautti Kuisma, aunque caen en el partido decisivo frente al BG Ludwigsburg con Dirk anotando 8 puntos. Para la campaña 96/97 el escandinavo abandona el equipo y Dirk asume galones con Holger en el banco, promedia 19,4 puntos y pese a obtener la segunda plaza se quedan nuevamente en la orilla.

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Llamando la atención
Ese verano asombra a estrellas profesionales como Pippen (su primer ídolo) y Barkley contra los que se enfrenta en el “Nike Heroes Tour”. Al “Gordo” se le cae la baba: “El chico es un genio, si quiere entrar en la NBA, que me llame”. Se prueba con el segundo equipo del Barcelona. En contra de la leyenda urbana, los culés no lo rechazan, pues Agustí Cuesta ensalza a Antonio Maceiras la calidad del jugador: “Es muy bueno, fíchalo”. La media sonrisa del directivo le delata: “Sí, ya lo sé, pero éste va a la NBA”.
En marzo del 98 es invitado para disputar en San Antonio el Nike Hoop Summit. Se lía una buena, pues abandona su equipo nodriza de puntillas en medio de las eliminatorias por el ascenso. La prensa germana le fustiga. El combinado internacional se prepara durante una semana en Dallas mientras Donnie Nelson sufre en silencio: “Sabía lo que tenía. Me enamoré de su talento. No quería que fuese a jugar el partido porque no quería que otros lo viesen”. El 29 de marzo de 1998 Dirk Nowitzki mutó para siempre su historia y la del deporte. Su equipo en el que también descollaban Scola, Nielsen o Fotsis desarma al seleccionado estadounidense (apuntaban a futuros profesionales Rashard Lewis, Al Harrington, Stromile Swift o Quentin Richarson) 104-99 con 33 puntos y 14 rebotes del alemán. Al acabar un periodista le aborda: “¿Quizás seas otro Detlef Schrempf?”. Algo abrumado responde: “Eso espero, aún no lo sé”. La semilla estaba sembrada.
Antes de embarcarse en la aventura americana tuvo tiempo de regresar para colaborar en el ansiado ascenso de su equipo a la Bundesliga, anotando 26 puntos en la victoria 95-88 sobre Friburgo y de sobresalir en el Europeo Sub 22. Alemania terminó en una discreta séptima plaza y Dirk como máximo anotador del torneo (promediando 21,4 puntos) y tercer mejor reboteador (8,4 rechaces).

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El draft y su fichaje
En mayo había visitado algunas universidades americanas que pretendían becarle (Stanford, California y Kentucky), pero las miras de la excéntrica pareja estaban puestas más allá y deciden presentarse al próximo draft. A finales de mes se somete en Roma a una prueba privada para Rick Pitino, técnico por entonces de los Celtics. En 45 minutos le causa tal sensación que éste se compromete a elegirle en su primera elección (puesto 10 en la lotería). A cambio le pide que lanzase el rumor de que todavía le aguardaba un segundo año en el servicio militar (los primeros días en el ejército no tuvo ni ropa de su talla) para espantar moscones. “Me ha parecido ver al nuevo Larry Bird”, llega a expresar uno de los asistentes de Boston. Donnie Nelson, por su parte, argumentaba en público otra estratagema similar, pues “no veía preparado al chico”. En privado, le susurraba implorante a su padre Don: “Nos matarán, lo sé. Pero debemos traerlo. Es un jugador revolucionario. Nunca vimos a nadie como él, créeme”.
En el draft, los Nelson maniobraron con habilidad. Escogieron en el puesto 6 al rocoso pivot Robert Traylor y lo intercambiaron por Dirk Nowitzki y Pat Garrity (elecciones novena y decimonovena de los Milwaukee Bucks). El enroque fue histórico cuando canjearon a Garrity por el base Steve Nash, que jugaba para Phoenix Suns. En su patria, después de entrenar en Rattelsdorf, la singular pareja había permanecido sentada toda la noche alrededor del teléfono en casa de Holger. Para la hemeroteca siempre quedará que el nº1 de aquella edición fue … Michael Olowokandi. Alucinante.
Ante las dudas del chico (llegó a declarar en el Dallas Morning News que si bien no descartaba fichar por los Mavs, quizá preferiría seguir jugando en Europa hasta sentirse mejor preparado) y la posibilidad real de cierre patronal, el propietario Ross Perot Jr y el entrenador Don Nelson viajaron a Alemania. La comitiva fue recibida por jugador, entrenador y unos pocos periodistas en un hotel de Baviera. Pusieron sobre la mesa una propuesta de 3 años a razón de 1,3 millones por temporada e insistieron en que se desplazaran a Dallas a concretarlo. Se hicieron de rogar, pero cuando aterrizaron la franquicia puso toda su maquinaria agasajadora a funcionar: carteles de bienvenida, circuito por los lugares emblemáticos, barbacoa en la mansión Perot (con pachanga incluida con Samaki Walker) y visita al sastre (Dirk no sabía ni como abotonarse el traje). El zalamero Don Nelson tuvo dos momentos colosales: mostró al joven lo que sería el nuevo estadio (pormenorizando los detalles, “habrá restaurantes hasta de comida alemana y uno se llamará La Cocina de Dirk”) y en la rueda de prensa despertó el alborozo de los asistentes cuando dijo “si no toma la decisión correcta, les quitaré los trajes”. La resolución no fue fácil porque era dejar todo atrás muy pronto, alejarse del ala protector de su familia, pero finalmente se convertía en “Maverick” (acordando un contrato de 4 temporadas por algo más de 5,5 millones de $). En aquel tiempo sólo había 38 jugadores no estadounidenses en la Liga.

La cruda realidad de un novato
El cierre patronal provocó su vuelta a Alemania donde disputó 13 partidos en 1ª División con el Würzburg. Una vez solucionado el conflicto retornaba a Texas, el estado de la estrella solitaria, para convertirse en el cuarto alemán en jugar en la NBA, después del All Star Detlef Schrempf (que a sus 35 años todavía daba sus últimas lecciones en Portland) y los pivots Uwe Blap y Christian Welp. Antes de iniciarse el campeonato, Holger se le llevó de escalada al Gran Cañón (quería hacerle ver que por mucho que subiera, la cima todavía estaría más arriba).
En la recortada campaña (de 50 partidos), debuta como titular en Seattle el 2 de febrero de 1999, anotando 2 tiros libres con 5 errores en todos sus lanzamientos de campo en 16 minutos. Payton y Vin Baker suman 46 puntos para llevarse el encuentro en la prórroga (92-86). A los 15 días sale del quinteto inicial y queda relegado en un rol secundario sin ubicarse cómodo ni de 3 ni de 4 y pensando en hacer la maleta y volverse a Europa. Le tildaban de blando y le apodaron “Irk (no defensa) Nowitzki”. Poco había ayudado que Nelson le postulase de inicio a los cuatro vientos como novato del año ni que Steve Nash fracasara inicialmente en la dirección de juego. A los Nelson les llovían más palos que a una estera (con el agravio comparativo de que Paul Pierce además triunfaba plenamente en Boston), pero Nellie rescató al rubio en el último mes y éste respondió con unos alentadores 12 puntos y 5 rebotes. Ganaron únicamente 19 partidos en los que promedió 8,2 puntos y 3,4 rebotes en 20,4 minutos. Necesitaba más tiempo, venía de una liga de segunda a pelear con los mejores del mundo. Resultó un salto tremendo.
Sus problemas de adaptación no se reducían ni mucho menos a la cancha. Encontró en una empleada de la franquicia, Lisa Tyner, a su ángel de la guarda, y en Steve Nash a un amigo para toda la vida. Boqueaba fuera de su pecera original: se liaba en los cajeros y tenía pavor a comprar cosas; dormía en el sofá, pues tardó una eternidad en adquirir una cama; los cheques sin cobrar de los Mavs se le acumulaban junto a la televisión; desconocía el sistema postal americano, ni tampoco sabía cambiar una rueda ni hervir el agua. Su alimentación era un desastre: cereales, chucherías y comida rápida. “No me sentía cómodo ni en el equipo, ni con el estilo de vida ni era mi cultura. Tenía demasiadas cosas por las que preocuparme. Siempre había vivido con mis padres y de repente yo lo tenía que hacer todo. Fue un cambio demasiado drástico y echaba de menos mi hogar”. Lisa se hizo cargo de sus desordenes administrativos diarios y Steve lo socializó con su naturalidad habitual: “fue el primero que realmente me hizo sentir bienvenido aquí y empecé a jugar mejor. La amistad de Steve fue la razón principal de todo” (Dirk).
El verano le vino bien. Restableció la autoestima en su debut europeo con su selección en Francia 99. Caen de pie ante Yugoslavia en cuartos y se afirma como sólido anotador (cuarto del torneo) en una tarjeta de 15,2 puntos y 62% en tiros de 2 y 53% en triples. Sus convincentes actuaciones en las ligas de verano con registros superiores a los 30 puntos confirman su mejoría.

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Tomando el pulso
Limados los complejos, demuestra y se demuestra que tiene sitio en la Liga, que no es sólo un aspirante de exiguo pasado. Con mucho margen de crecimiento atrás y en lo físico, su talento ofensivo destapa a un jugador muy difícil de contener en ataque. Nelson le tenía una confianza ciega: “Honestamente mi cuerpo todavía no estaba preparado para medirme con todos los grandes 4 (Webber, Garnett o Duncan) de la NBA. Pero me puso ese reto y encontró la forma de que pudiera tirar de tres y desarrollar mi propio estilo” (Dirk). Pasado el tiempo Nelson se enorgullece de su apuesta: “Tuvo que aprender a postear con jugadores más altos y fuertes, pero para mí estaba claro que también iba a jugarse tiros abiertos y que se iba a convertir en un jugador magnífico”.

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Mediada esa segunda temporada Mark Cuban le compra la franquicia por 280 millones de $ a Ross Perot Jr. Ya nada será igual. El excéntrico millonario (había vendido su empresa Broadcast.com a Yahoo por 2 mil millones de $) extiende su ambición a cada rincón de los Mavs. “Creó el ambiente perfecto, nosotros sólo teníamos que salir ahí fuera y ganar” (Dirk). El nuevo propietario adquiere un avión privado Boeing 757 para los viajes, diseña unos vestuarios de ensueño, contrata un dietista (que regulariza y disciplina el anárquico rancho de Dirk), instala tres videomarcadores en el pabellón a petición popular y multiplica exponencialmente los ingresos del club: “no hay nada que odie más que las sillas vacías, pagaré para que vengan a vernos”, llegó a exhortar el recién llegado. En adelante, con independencia de las extravagancias y salidas de tono, el compromiso del dirigente es indestructible. La calamitosa primera vuelta con los problemas psiquiátricos de Leon Smith y la desastrosa y efímera contratación de Dennis Rodman (aguanta 29 días) impiden que Dallas alcance la postemporada (novenos del Oeste, balance 40-42). Nowitzki (17,5 puntos, 6,5 rebotes y 2,5 asistencias) concluye segundo en la votación de jugador más mejorado tras Jalen Rose. El meritorio ya pisa terreno seguro. Sus números son mejores en la temporada de reválida que los acreditados en la misma por los otros tops europeos que le precedieron (10,2 puntos de Petrovic, 10,9 de Marciulionis o los 15,7 de Kukoc; Schrempf no superó esas cifras hasta su octava en la Liga, en que trepó a los 19,1 puntos).

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Dando pasos
Aprovecha el estío para perder peso y acercarse a la posición de 3. En permanente evolución, Holger nunca lo consideró como una obra acabada y a su dictado incorporó nuevas virtudes a la mochila. Con un arqueo de 53 victorias y 29 derrotas en la temporada 2000-2001, los Mavs entran 11 después en playoffs. El equipo del “apunta, dispara y corre” es divertidísimo de ver, alumbrado por su “big three” (Nash, Finley y Nowitzki, que ya supera la veintena de puntos, con 21,8). El alemán entra en el tercer quinteto de la Liga (primera ocasión de un Maverick). Voltean la primera ronda a los Jazz tras tres triunfos consecutivos (sublime Dirk en los encuentros tercero y cuarto con 33 puntos en cada uno y definitiva canasta de Calvin Booth en el quinto en Utah). Spurs corta de raíz su trayectoria (4-1), pese a la animalada de Nowtzki en el quinto (42 puntos). Llega rico al Europeo de Turquía 2001, pues extiende su compromiso por los tejanos durante 6 años a cambio 90 millones de $. Los germanos pagan la novatada: en semifinales, con 9 segundos por jugar y 3 arriba deciden no hacer falta, Turkoglu atraviesa la pista y, mediante un triple, fuerza la prórroga en la que vencen los otomanos. Gasol (31), Navarro (27) en aquella bisoña España se cuelgan el bronce, pese al esfuerzo titánico de Nowitzki (43 puntos), máximo encestador del certamen.

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Sus ampliadas prestaciones (23,4 puntos y 9,9 rebotes) le trasladan al segundo quinteto NBA en la siguiente campaña, habiendo estrenado (como Nash) en febrero convocatoria para el All Star. Reforzados por Nick Van Exel pasan por encima de Minnesota en primera ronda de playoffs (habían sumado 57 triunfos en la fase regular), pero son laminados por los maravillosos Kings (4-1). La Gazzeta Dello Sport le designa Mejor Jugador Europeo del Año. En verano se trae la medalla de bronce del Mundial de Indianapolis 2002, después de cobrarse la venganza en cuartos frente a España e imponerse en la lucha por el tercer lugar del cajón a Nueva Zelanda. Repite como máximo anotador.
Visto el repaso recibido de Sacramento, Nelson recapacita y durante los diez primeros días de pretemporada no tocan un balón. En lo técnico se emplean en desplazamientos defensivos, ajustes, rotaciones y comunicaciones, incorporando (Del Harris) hasta nueve tipos de estrategias zonales, especialmente certeras con Shawn Bradley en pista. Algo tímido, pide un autógrafo a Michael Jordan en la temporada de despedida de éste en Washington. Suman muchas victorias (60), pero llegan justos a la primavera. Dirk (señalado en el 2º quinteto de la Liga registrando 25,1 puntos y 9,9 rebotes) abre fuego desde todos los frentes (46 tantos y 10 rechaces) en la apertura de la serie ante Portland. Los Blazers están en un tris de remontar una eliminatoria que palmaban 3-0 y alcanzan el séptimo partido, pero Dirk toma protagonismo en la postrera victoria 107-95. La lesión de Webber en el 3º marca la lucha con Sacramento, que se dilucida en otro 7º entre la aparición estelar del tridente (Nowitzki 30 puntos y 19 rebotes, y Nash y Finley 20 puntos por cabeza). Primera final de Conferencia de la franquicia y victoria (110-113) en San Antonio en un partido majestuoso (Duncan 45 puntos y 15 rebotes, Nowitzki 38 y 15). Los Spurs vencen los dos choques siguientes y el teutón se quiebra la rodilla en el tercero. “Si no se encuentra al 100%, no voy a poner en peligro su carrera”. Nelson no transige a las presiones de Cuban y recurre a defensas zonales para paliar la ausencia de su figura. El 4-2 otorga a los de Popovich el pase a las finales de 2003. Se adivina cisma.
Canjean a Van Exel por Antown Jamison (mejor sexto hombre de la Liga) e incorporan a Antoine Walker. “Con ellos vamos a rodear la montaña, en lugar de escalarla”, argumenta Nash ante la falta de un pivot clásico. Asoma interesante Marquis Daniels y echan el candado con 52 victorias. La derrota a la primera (4-1) nuevamente ante Sacramento (Dirk hace 26,6 puntos y 11,8 rebotes, pero yerra el último tiro en el quinto) trae consecuencias. El trasatlántico tejano vara en aguas bravas. Se deja ir como agente libre a Steve Nash (próximo MVP -en la entrega el canadiense quiso que sus compañeros de Phoenix subieran al escenario a recogerlo con él- de las dos temporadas venideras) y se ficha a un pivot, Erik Dampier, de dudosa trayectoria (pues su mejor campaña -12,3 puntos y 12 rebotes- es precisamente ésta, en la que vencía su contrato). También salen Walker y Jamison (pese a su excelente curso) dando paso a Jason Terry, Stackhouse, Devin Harris y, tras el All Star de febrero, Keith Van Horn. El 25 de noviembre de 2004, Dirk vacía su cargador y establece su récord de anotación (53) en un partido contra Houston: “no hay molde para él”, expresa rendido Donnie Nelson. Un mes y medio antes de concluir la temporada regular, se escenifica el divorcio entre propietario y técnico, y Avery Johnson toma las riendas del equipo que alcanza las 58 victorias. Nowitzki (26,1 puntos -su top- y 9,7 rebotes) entra junto a su amigo Nash en el Quinteto Ideal de la NBA. Antes del séptimo partido de la primera ronda frente a Houston (Van Gundy, consumada la eliminación, declararía que salvo Shaq no había otro jugador que alterase tanto las defensas), Dirk recibe un mensaje de su colega en el contestador: “Te espero en la 2ª ronda”. El cariñoso recado escondió el letal comportamiento posterior en la pista del mago nacido en Johannesburgo que manejó la serie (4-2) a su antojo firmando 30,3 puntos (48 en el cuarto choque) y 12 asistencias. En el Europeo de Belgrado 2005, Nowitzki rasca chapa (plata), tras dejar fuera a España (sin Gasol, pero con un gran Navarro) de la final, aunque pierden claramente ante la Grecia (78-62) de un imperial Papaloukas (22 puntos y 6 asistencias). Dirk, máximo encestador, es designado MVP del evento.
Un hecho singular ha sacudido el entorno Nowitzki. Holger es detenido en Alemania acusado fraude al erario público. Parece imposible de creer, pero jamás ha cobrado de Dirk, salvo los gastos de desplazamiento. El delito reside en que no ha completado sus declaraciones de impuestos durante los últimos años. Permanece convicto en prisión 4 semanas y media. Todo se arregla con una multa astronómica que asume su discípulo.

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1ª Final NBA y la decepción (temporadas 2005/2006)
Finley toma la puerta de salida, más la dupla que forman Jason Terry y Josh Howard (“una bendición; es uno de los jugadores más activos en ambos lados de la cancha y hace bien cosas que yo no puedo hacer”, según Dirk) derriba la puerta del estrellato. Dampier va entonándose y Dirk no afloja (gana el concurso de triples y en las postrimerías de la regular season anota 51 puntos frente a Warriors) y reincide en el primer quinteto. Ajusta la mirilla (31, 31, 36 y 27 puntos) en la paliza (4-0) sobre Grizzlies. La batalla posterior mantenida con los Spurs será recordada: 7 partidos apasionantes, 3 de ellos finiquitados por diferencias inferiores a 3 puntos y prórroga en el definitivo. Los Mavs asaltan (111-118) El Álamo, luego de remontar 20 puntos y los rifles humean en OK Corral (Ginobili 23 tantos, Parker 24, Duncan 41 y 15 rebotes; Terry 27, Nowitzki 37 puntos y 15 rebotes). El pasaporte hacia la Final, lo obtienen en Phoenix, después de otro maravilloso combate. Dirk había dejado boquiabierto a su amigo canadiense “parecía que no podía fallar; es un tipo de 2,13 que lanza mejor que nadie en el planeta” con su medio centenar de puntos en el quinto. Los Suns acusan las lesiones (especialmente la baja de Stoudemaire) y entregan las armas en casa.
En su buscada Final NBA (de dos debutantes en esas lides) todo pintaba de cine con 2-0 y 12 arriba a falta de 8 minutos y medio en Miami, pero a los Mavs les echaron una manta encima y fueron incapaces de quitársela. Caen a plomo. Payton anota la penúltima posesión y Nowitzki desperdicia el tiro libre que hubiera conducido a la prórroga. Los Heat salen de la extrema unción y “Flash” Wade llena espléndido la pantalla (36, 43 y 36 puntos) para rubricar un título (4 victorias a 2) que mantiene a O´Neal como protagonista secundario y a Payton, Jayson Williams y Alonzo Mourning (“El Renacido” tras su trasplante de riñón con baremos asombrosos -8 puntos, 6 rebotes y 5 tapones-) de grandes actores de reparto en la victoria terminal 92-95 en Dallas. El engominado Pat Riley reverdece laureles. “A lo mejor empezamos a celebrarlo un poco pronto”, esbozó resignado Nowitzki. Pero toma nota: “Fue duro, pero esa derrota me hizo mejor. Aprendí y me motivó a mejorar. Fue parte de mi camino”. Holger le había regalado un libro, Tifón de Joseph Conrad, para superar las adversidades: “Si viene una tormenta, debemos superarla”. “Verlo caminar encorvado, me dolió mucho. Pero un atleta debe levantarse”, diría su madre. Aflora la letanía machacona de los ilustrados críticos repleta de gruesos epítetos (que si endeble, que si perdedor…). Dirk no comparte la factura de la fiesta y se come de pleno el marrón, pero tampoco gasta mucha saliva.
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Periodo de entreguerras
El palo le hace más fuerte. Renueva por 60 millones de $ y restituye su prestigio a lo largo de una temporada sublime (es el único jugador en porcentajes superiores al 50% en tiros de 2, al 40% en triples y al 90% desde la personal), Su puntería y las 67 victorias (mejor balance de la Liga) le acreditan como justísimo MVP, pero patinan estrepitosamente en play offs donde no se admiten cheques, hay que pagar al contado. Los Warriors de Don Nelson les tienen tomada la medida (en temporada regular les ganan los 3 partidos) y ahora Baron Davis, Quentin Richardson y Stephen Jackson los llevan con la lengua fuera. El ritmo trepidante, el acierto exterior y los sobremarcajes sobre el alemán otorgan a Golden State un marcador (4-1) tan sorprendente como inapelable. Avery arguye flato (rotación muy corta de 7 jugadores) y defiende a su estrella, “sin él no hubiéramos llegado hasta aquí”. Dirk y su grupo no salieron del reciento deportivo hasta las 5 de la mañana, rotos por el dolor.  Mustio, recoge el trofeo de Jugador Más Valioso: “Claro que he de mejorar mi juego. Aún me quedan muchas cosas por levantar. Soy un jugador franquicia, quiero llevar a este equipo al título”. El galardón se halla colocado en la residencia familiar en Alemania, detrás del que obtuvo su padre cuando fue nombrado mejor balonmanista bávaro del año. No olvidó. “¿Por qué tendría que hacerlo? Las derrotas forman parte del deporte”. En vacaciones “he trabajado en todo porque quiero ser tan versátil como me sea posible. Pequeñas cosas son las que te hacen mejor”-
En febrero de 2008, Cuban frota la lámpara, se rasca el bolsillo y devuelve a Dallas al gran Jason Kidd. Desde todos lados se aplaude el fichaje: “Me dará pases que antes sólo podía soñar” (Dirk); “sabe cómo ganar y eso es lo que buscamos” (Avery); “espero que nos lleve al siguiente nivel” (Cauban), pero se estrellan nuevamente (4-1) en postemporada frente al terrorífico trío (Chris Paul, David West y Peja Stojakovic) de New Orleans. Dirk se da una alegría (“esta vez no pude reprimir las lágrimas) al clasificar a su selección para los Juegos de Pekín, donde pasea como abanderado.
A Cuban no le tiembla el pulso y sitúa al antiguo técnico de los Pacers, Rick Carlisle, en el banquillo en la campaña siguiente. Mejoran y pasan una ronda, pero en semifinales de Conferencia los vistosos Nuggets de George Karl dan buena cuenta de ellos. Dirk Nowitzki (34,4 puntos) y Melo Anthony son dos máquinas de picar carne de estadísticas similares, pero éste se encuentra mejor rodeado (Billups, JR Smith, Nené Hilario y Kenyon Martin). “El tercer partido nos mató, pero hay que mejorar mucho porque no puedes permitir 124 puntos en un partido en el que te juegas la vida” (Dirk). El FBI policía pilla in fraganti durante el 2ª encuentro a su prometida, Cristal Taylor, robando joyas y dinero de su casa. Un detective contratado por el jugador descubre que se trata de una delincuente, buscada en varios estados por robo, deudas, falsificaciones y suplantación de identidades. Nowitzki queda con el alma en jirones y tras el desastre de Nueva Orleans, Holger tira de la cisterna y se lo lleva de acampada a Nueva Zelanda. Mastican su amargura desconectados de todo y de todos en los lugares del Hobbit.
Shawn Marion entra en el plantel y Dirk acaricia otro momento dulce para rescatar en los libros (al poco de iniciarse el nuevo curso anota 29 tantos en el último cuarto para remontarle una desventaja de 15 puntos a Utah). Participa en el gigantesco All Star celebrado en el Cowboys Stadium de Dallas ante 108.713 espectadores. Se luce (22 puntos), pero Wade (28 puntos, 11 asistencias y victoria) arrampla el trofeo de mejor jugador del partido. Después del fin de semana festivo, arriban en Tejas Caron Butler, Brandon Haywood y DeShawn Stevenson y sale, ya un tanto despistado, Josh Howard. Con los refuerzos les da para concluir segundos del Oeste (55-27), pero naufragan ante San Antonio (4-2) en la apertura de los playoffs.

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El cielo no puede esperar… más
Fortalecen el rebote con la firma de Tyson Chandler y Carlisle aprovecha la pretemporada para ensamblar las piezas del año anterior. Agarra firme el timón: “Queremos ganar. El egoísmo no se permite para el que lleve este uniforme”. Disuelven los grumos de su juego colectivo y Dirk siente un hormigueo: “Me gusta lo que tenemos”. El equipo (al que Cuban va sumando peones especialistas: un veterano tirador en Stojakovic y un indómito defensor en Corey Brewer) genera buenos síntomas y acaba tercero del Oeste (52-27) en durísima pugna con Spurs y Lakers, pero les cuesta nuevamente un mundo arrancar los playoffs. Se quitan un peso de encima al deshacerse (4-2) de los correosos Blazers de McMillan. Arrasan a los actuales bicampeones Lakers, que se vuelven para LA con el casillero inmaculado. Los veteranos barruntan gloria: “Somos el equipo más viejo que queda en pie. Tenemos que utilizar nuestra sabiduría para ganar” (Kidd). Marion señala la mano que mece la cuna: “Dirk es la cabeza de nuestra serpiente”. El réptil germano emplea su más dañino veneno en la apertura del Final de Conferencia (48 puntos, por los 40 de Durant) en un encuentro fantástico que se apuntan los Mavs (121-112). Los atrevidos y talentosos Thunders (Durant, Westbrook, Harden, Ibaka) ya anunciaban lo que cada uno daría de sí en el futuro, pero pese a competir duramente, aún conservan los dientes de leche para el hambriento apetito tejano (4-1).
Aguardaban los favoritos Heat (que se habían deshecho de Chicago, líder de la temporada regular). Lebron, Wade y Bosh formaban una tripleta temible, pero Dallas situaba más piezas en el tablero (especialmente desequilibrantes Barea y Terry partiendo desde el banco). Esta vez el pájaro viejo no iba a entrar en la jaula. Se cuenta que antes de salir a calentar, Chandler y Stephenson, tensos como paracaidistas, se quedaron ensimismados viendo lanzar a Dirk: “Míralo sólo tenemos que dejar que nos guíe. Sólo así ganaremos el anillo”, comentó DeShawn. Con una victoria en el zurrón, a Miami le sobró soberbia cuando a falta de 7 minutos del segundo envite se adelantaban por 15. Nowitzki, se acogió a sagrado y embocó los 9 últimos puntos de su escuadra. En la última posesión hizo la cuenta del astronauta y se sacó de la chistera un gancho con la izquierda para poner las tablas. En Dallas, los Heat con Wade a la cabeza (29 puntos y un triple y una canasta letales) recuperaron el factor cancha; Dirk tuvo la posibilidad de conducir la partida a prórroga, pero su lanzamiento no entró. El alemán aparcó la gripe y la fiebre (38,3 grados) para afrontar el cuarto partido. No estuvo especialmente fino (21 puntos y 6/19 en el lanzamiento), pero socorrió a los suyos, cuando el ahogado manoteaba, y con una bandeja por la derecha decantó el sino del encuentro (86-83) a falta de 14 segundos. Un parcial de 17-4 en medio de un ambiente atronador desniveló el quinto (112-103) para los locales con Nowitzki -31 puntos- de faro.
Y llegó el día. Dallas se tomó cumplida revancha en Miami (95-105). Terry (que estaba tan motivado que mediado el curso se había tatuado el trofeo de campeón) se exhibió inmenso (27 puntos), Nowitzki no tuvo su mejor día de cara al aro (9/27 para 21 puntos, pero 10 de ellos los totalizó en el último cuarto). Poco le importaba. Como sus personajes favoritos, alcanzaba baldado su Anillo, “mi tesoro” y corrió a llorar de alegría al vestuario, en una imagen que recordaba al primer Jordan abrazado al Larry O´Brien. Atrás quedaban horas de esfuerzo, atroces críticas… Con 33 años, todo había merecido la pena. Su familia lo celebró desde Europa (pues no querían “gafarle” como hace un lustro; a las 5 de la mañana su madre cogió el coche y fue a celebrarlo con su hija Silke). “Esto es una victoria para el baloncesto de equipo”, acertaba a expresar el germano. Pat Riley, rendido a su talento reconoció que “en este momento es el jugador más desequilibrante del mundo”. Meses más tarde en la ceremonia de entrega de los anillos, Carlisle ejerció de brillante presentador y reparó en el “hombre que tendrá una estatua aquí fuera”. El teutón tomó el micrófono y usó el lema que había exprimido en los playoffs: “The time is now”. Luego dedicó el triunfo a su tenaz y estridente jefe: “Para el mejor propietario del deporte”. A Cuban no le importó gastarse 1,4 millones de $ para adornar las joyas que engarzaban los dedos de sus jugadores. En la recepción en la Casa Blanca, Obama bromeó con lo mal que había cantado Dirk el “We are the champions”.

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Y luego…
En adelante, Dirk glosó una enorme carrera en la NBA siempre leal a su franquicia (se calcula que condonó cerca de 200 millones de $ a los Mavs, al renunciar a contratos mucho más lucrativos para que éstos pudieran traer grandes jugadores sin romper el tope salarial). Así llegó Chandler Parsons, al que Dirk conminó con sorna para que invitara a cenar cada vez que estuvieran de gira: “es mi dinero”. Éste no se achantó y convidó a burritos a todos los empleados. Echó el ancla. 21 años sin moverse de Dallas, “soy de la vieja escuela”, en los que coincidió con 203 compañeros.
Aquellos Mavericks envejecieron y ya nunca más se acercaron a unas finales. Hicieron Historia, una Gran Historia. Ahora tratan de reconstruirse, de la mano y la buena cabeza de otro niño prodigio europeo, Luka Doncic, al que Dirk (en cicerone) ha integrado con una naturalidad excepcional.

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Y Dirk conoció el amor. Sí, porque en 2010 coincidió con Jessica Olsson (una galerista de arte) en un acto benéfico. Se enamoraron y se casaron 2 años más tarde en Alemania y en Kenia, donde había nacido la madre de la novia. Según la tradición kikuyu, Dirk tenía que escoger a su mujer de entre otras 4 que iban cubiertas por completo. Si se hubiera equivocado hubiera tenido que entregar una cabra como castigo, pero su olfato no le falló. La ceremonia y posterior celebración resultaron de lo más exótico y divertido. La feliz pareja tiene tres hijos.

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Un cachondo muy generoso
Su carácter espontáneo, alegre y desenfadado le llevó a disfrazarse de “Largo”, el mayordomo de la Familia Adams o a parodiar a Donald Trump. En un Hallowen le preguntó a su esposa “¿de qué quieres que me disfrace”. “De Martina Navratilova”, respondió ella. “Búscame una falda”, no lo dudó Dirk. Cada vez que acudía a la línea de personal tarareaba “Looking for freedom” de David Hasselhoff. Se reía de sí mismo, hasta en las situaciones más inverosímiles. Así dicen que en 2018 pasó un control antidopping y que le dijo al médico: “¿Me viste el año pasado? Si fuera puesto o dopado tendría que cambiar de producto lo antes posible”. También alberga un corazón grande para contribuir en diferentes causas benéficas, acudir cual Papá Noel para hacer sonreír a los niños enfermos en los hospitales, convertirse en uno de los portavoces contra el escándalo sexual denunciado por trabajadoras de los Mavs o encabezar la lucha contra el cáncer.

Un antes y un después
6º máximo anotador histórico de la NBA, pero su curriculum repleto de distinciones individuales tirita ante la verdadera trascendencia del alemán en el juego y en la Liga. Abrió un camino casi inexpugnable para los extranjeros en la NBA, que desde entonces viró sus ojos hacia los lugares más recónditos del mundo. Enseñó la figura del ala pivot versátil tan capacitado para postear como de lanzar desde más allá del arco de tres puntos. Dirk fue un adelantado a la época actual de la efervescencia del triple y del dominio de la polivalencia, una mente preclara en la lectura del juego y en el aprovechamiento de los desequilibrios defensivos y un competidor nato. El creador de un arma imparable, su fade away con lanzamiento hacia atrás sobre una pierna era absolutamente irreductible. “Dirkule”, como le apodaban en su tierra, fue un líder comprometido, ejemplar y solidario con sus compañeros.

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Un planeta rendido
Dallas jugó su penúltimo partido de la temporada 2018/2019 en casa frente a Phoenix. Los empleados de la franquicia le aguardaban en los pasillos del pabellón y fue saludándolos uno por uno de camino al vestuario. Bromeando, preguntó cuántos lanzamientos había realizado Kobe para anotar 60 puntos en su despedida (50). “Yo no creo que llegue a tanto”, terció entre risas. Anotó 30 puntos (siendo el jugador más veterano en alcanzar esa cifra) en 31 tiros. James Crawford hizo 51 tantos esa noche, convirtiéndose en el primer jugador de más de 39 años en superar la barrera de los 50 con 4 equipos diferentes, y Doncic completó otro triple doble. Acudieron algunos de sus rivales e ídolos (Larry Bird, Scottie Pippen, Charles Barkley, Shawn Kempo Detlef Schrempf). El “Pájaro Verde” estuvo jocoso y especialmente brillante en su parlamento: “Tenía 15 años cuando Dirk llegó a la Liga (carcajadas) y ahora tengo 62… Hay una cosa que siempre digo a los jóvenes cuando llegan a la NBA. Deja este deporte mejor que como te lo encontraste, así perdurará para siempre… Y tú lo has hecho”.
Casualmente su carrera terminó donde dio sus primeros pasos en Estados Unidos, en San Antonio. Encestó 20 puntos y tomó 10 rebotes en la derrota 105-94 frente a los Spurs. Había que ver al maestro Popovich chillando a los suyos para que no le defendieran la última posesión. Éstos no le escucharon. A Dirk le dio igual, sacó su arco, lanzó su flecha de fuego final para convertir su última cesta. Después “tiré todo a la basura, calcetines, calzoncillos, todo. Así no hay que lavarlos más. Está claro que lo echaré de menos durante meses o años o para siempre”.
Recibió muestras de afectos desde todos lados. Doc Rivers, el magnífico entrenador de los Clippers, llegó a pedir un tiempo muerto, robó el micrófono al speaker para homenajear a Dirk y solicitar el aplauso unánime y sincero del público. “No tienes ni idea de lo que representas para nosotros. Tienes trabajo de por vida aquí. No importa lo que quieras hacer” (Mark Cuban). “Es nuestro Roger Staubach (mítico quarterback de los Cowboys)” (Donnie Nelson).
Él devolvió las múltiples muestras de gratitud: “Ninguna estadística, marca o premio conseguido significa más para mí que vosotros. Me hicisteis uno de los vuestros… Mi equipo, mi hogar… Ha sido un camino divertido, maravilloso”.
Steve Nash narraba en un cuento animado precioso creado por Nike la trayectoria de su amigo; “Érase una vez un juego y en estas líneas verás como un deporte cambió debido a un hombre que vino del otro lado del mar… Nunca vaciló y siguió fiel a su estilo. Él siempre jugó de la forma que quería jugar… Pronto ese marginado se convirtió en un héroe… Y aunque ahora se haya ido, su juego permanecerá… Él ha cambiado todo esto hasta la raíz… Todos los sueños son una locura hasta que los haces realidad”.
Este flautista de voraz lanzamiento nos embaucó a todos durante 2 décadas. No se me ocurre mejor despedida que la carta que le dirigió un seguidor en diciembre de 2018: “Gracias por 20 años de grandeza. Ha sido un honor verte jugar desde que era un niño. Si ésta es de verdad tú última temporada… ¡Gracias! No me importa lo que digan los críticos, eres el más grande de la historia. Gracias Dirk, creo que hablo por Dallas, apreciamos mucho lo que has hecho por esta ciudad. Has estado perdonando dinero durante los últimos años para ayudar al equipo… Así que ¡la comida la pagó yo, tío grande!”. La misiva iba acompañada por un billete de 20 $. Me sumo al escrito, pero digo yo que el hombre ya se podía haber estirado un poco más en la invitación ¿no?


Entre la vasta bibliografía consultada destaco el magnífico libro “Invasión o Victoria” de Gonzalo Vázquez y Máximo José Tobías, los artículos de Andrés Monje y el maravilloso especial sobre Dirk que hicieron, en su programa de radio “El Reverso”, los maestros Vázquez y Monje. El documental “The Perfect Shot” es otra referencia ineludible, pues recoge de manera excelente las vida y milagros de Nowitzki.



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