Quantcast
Channel: Contraataque de 11
Viewing all articles
Browse latest Browse all 81

Hasta luego cocodrilos

$
0
0

 




Nunca gustan las despedidas. Enñoñan y encogen el corazón, pero hay que afrontar la jubilación o el cese de actividad de algunos de nuestros mejores jugadores.


Ella/os nos pusieron en el mapa, nos hicieron sentir orgullo y respetar al contrario y el juego, nos situaron en un territorio desconocido (la noble planta del baloncesto mundial, un peldaño por debajo de los inalcanzables norteamericanos). Cuentan que tras los desastres de los JJOOs de Atenas y el Mundial nipón, el Comité Olímpico USA copió el modelo ibérico para afrontar las grandes competiciones. Nos miraban con admiración (sirva como botón de muestra el desfile repleto de pleitesías del combinado de estrellas NBA hacia el banquillo hispano donde digería la derrota un extenuado Pau Gasol) y hasta con inconfesable temor.


En el masculino, hay que pasar página. Pau apaga la luz y cierra la puerta a la irrepetible quinta del 80. Es impensable que 8 jugadores de una camada (incluido Calde, un año menor) alcancen la internacionalidad absoluta y un cuarteto de elegidos arribe a la NBA. Ellos siguieron el sendero marcado con miguitas por las generaciones precedentes y todos sitúan como epicentro aquella plata europea de París.

El camino lejos de ser fácil fue maravilloso porque a aquellos chicos paridos para triunfar les costó perder para volver a ganar. El regusto amargo de Indianapolis y Atenas se compensó de largo en el dorado del sol naciente. Sabiamente conducidos por Pepu (que dio con la tecla y hasta se sobrepuso al fallecimiento de su padre) el talentoso grupo salvó el contratiempo de la lesión de su estrella y líder para la final. La fe y el convencimiento colectivo dejaron a Grecia en unos 49 pírricos puntos subiendo a lo más alto del podio. Para sorpresa patria aquellos descarados no sentían vértigo en las alturas y afrontaban desafíos sabiéndose buenos, pero sin desdeñar oponentes ni desconocer dificultades. Salvo en contadas excepciones, España apabulló en el concierto continental. Nos acordaremos con nostalgia de aquellas citas en las que nos costaba arrancar, se dudaba -qué incautos y hombres de poca fe éramos desde casa- para culminar imantados al oro tras diferencias de 20 ¡sí 20 puntos en las finales! Inaudito.

No todo fueron victorias. Lo del Mundial aquí con el mejor equipo jamás juntado fue una estocada baja, pero aquella muchachada unía, alegraba y sacaba pecho a todo un país. El ejemplo de arriba y el trabajo anónimo desde abajo rendía dividendos y así se incorporaron con naturalidad al furgón ochentero descomunales talentos (Garbo, Marc, Rudy, Chacho, Llull, Ricky, los Hernángomez Geuer…) y piezas imprescindibles en el puzzle (San Emeterio o Claver siguiendo la estela del gran capitán, Carlos Jiménez).

Si en Europa su dominio fue incontestable, en los Juegos sólo Estados Unidos nos miró por encima. Y con miedo, con mucho miedo. En Pekin las estrellas más rutilantes del universo, Kobe, Lebron, Wade… tuvieron que remangarse para doblegar a las insolentes huestes de Aíto. Con la lección aprendida, en Londres los del coach K volvieron a rescatar su mejor versión para colgarse el oro. La edad no perdona y en Río no había ni las piernas ni la frescura para afrontar el homérico desafío. Pero los chicos se mantuvieron tercos y regresaron con un más que meritorio bronce.

Aún sin el faro habitual (Pau, siempre Pau), la cada vez más reducida tropa conquistó otro metal dorado en suelo asiático. En China, Scariolo dio un curso de sabiduría y gestión, y Ricky (alumbrado por Raúl, mi cromo preferido) una lección de madurez y categoría, salvando su dolorosísimo episodio familiar, para desdecir a los que recelaban de su tiro desde que se instalara entre los grandes sin un pelo de su ahora poblada barba.

Viéndolos, igual la chavalería nacida en este siglo pensó que brotaban tíos de 215 centímetros como champiñones, pero no. Suena a onírico que dos chicos de Sant Boi realizaran el salto inicial más fraternal de un All Star, pero fue verdad. Parece de Piratas del Caribe el botín obtenido en estas dos décadas, pero fue verdad. Pálpense porque aquellos hombres nos enseñaron a afrontar retos sin temor, sin dudas y nos hicieron prisioneros de sus anhelos y ambiciones para siempre. Jugaban con ventaja, tenían 46 millones de partidarios detrás. Nadie se lo regaló, les costó lo suyo, pero se lo ganaron a pulso.

 


Hay que quedarse de pie y extender la alfombra roja para despedir a Laia porque el paso dado en el femenino todavía creo que tiene una dimensión más importante. Veníamos de un ancestral oro en Perugia y ahora nuestras chicas son referentes en el basket mundial. Cada verano la absoluta refrenda la apabullante colección de preseas que recogen nuestras pequeñas. No hay misterio, de la cantidad (es el deporte federado con mayor número de fichas) sale la calidad. El trabajo callado de miles de niñas, entrenadores, clubs y colegios da frutos con los calores. Pese a quedarnos este verano a dos tiros de entrar en las semifinales de los dos grandes torneos, nadie nos apea de la élite.  

A simple vista, Laia no te llamaría excesivamente la atención ni en la calle ni en la cancha. Nunca lo ha buscado. Error. Ajusten sus lentes y rescaten videos. ¡Qué deleite para los sentidos! Nadie con su inteligencia, su capacidad de pase y su exquisita técnica individual. Sus inverosímiles acciones guardan una explicación sencilla: es Laia. Puro talento, cincelado a fuego en interminables horas de curro. Pero es más, mucho más. Su aire aparentemente despistado y serio confunde. Es también carácter. Es cabeza y mano de esta selección. Su guía. Es Laia.

Desde la discreción recogió el testigo ofrecido por las Valdemoro, Aguilar, Ferragut o Montañana para tutelar con naturalidad y experiencia a emergentes milenials. Ha sido un duro trago competir sin Little (clave en la escalada en condiciones de cierta equivalencia física hacia la cima), Xargay, Cruz y Nicholls y lo será hacerlo sin Laia, pero el futuro está garantizado. Las chicas que están y que aguardan son muy buenas, aunque ya no vaya a estar el defenestrado y laureado Mondelo. Paciencia que “las medallas no se compran en el supermercado” (la última perla de Palau, que no da puntada sin hilo, en la Villa). Es Laia. Ya se lo decía De Niro a Billy Cristal en Una Terapia Peligrosa. “Sí Laia, tú, tú eres buena, muy buena”.

 

No, no se sienten todavía, no paren de aplaudir hasta que les salgan escaras. Lo merecen. La arruga es bella. Las canas suman atractivo, molan. Gracias por tanto y durante tanto. Chicas, chicos, ha sido una gozada. Hemos aprendido de geografía en el viaje, avanzado unos cursos de medicina con vuestras lesiones y hasta hurgamos en la RAE encontrando una acepción positiva a las bombas. Nos hemos sentido representados en vuestros valores y llorado con vuestras decepciones. Y nos habéis demostrado que más allá del resultado está el camino. Lo decía el maestro Wooden, triunfas cuando lo das todo, cuando exprimes tú máximo, cuando compites a tope. Y ahí siempre habéis ganado y nos habéis ganado. Y las veces que tocó recoger los bártulos y volver sin premio, también mostrasteis ejemplo, felicitando y respetando a rivales y árbitros. Porque la realidad del deporte es que pierdes más que ganas. Sí, igual sin pretenderlo porque también sois modestos, nos habéis educado.

Los que decidáis echaros a un lado, decid hasta luego, pero no os vayáis muy lejos porque os seguiremos queriendo y necesitando. En otras facetas, pero nos haréis mucha falta.

En fin, que las despedidas son fastidiosas y estaréis deseando descansar. Los amigos se eligen, la familia te toca. ¡Qué suerte hemos tenido con vosotros! GRACIAS



Viewing all articles
Browse latest Browse all 81

Trending Articles