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Gracias RAFA NADAL

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Es la segunda ocasión que mis textos se alejan del mundo del baloncesto. En el pasado referí mis vivencias en la San Silvestre Vallecana y, de paso, buceé en la historia de la maravillosa de la carrera que, con suerte, este año volveré a correr.

Con un fin de semana largo de por medio, el cuerpo me pedía acercarme en una nota de una cuartilla a una circunstancia que no ha pasado desapercibida para nadie, por mucho que su protagonista no lo buscara.

En los tiempos del YO, de la notoriedad, del postureo, de la apariencia, viene un deportista de élite y ante una catástrofe que le tocaba de cerca, abandona sus quehaceres, se calza unas botas de lluvia, agarra una escoba para achicar agua y barro y abre las puertas de su casa. Ese es RAFA NADAL.



Algunos pensarán que cuando se es rico y famoso es sencillo hacer según que cosas. No me lo creo. La humanidad no entiende de posición social, ni de palabras y sí de gestos, de hechos. Ante la adversidad todos encontramos excusas, miramos para otro lado, pero Rafa no rehúye el compromiso y cuando esta semana vio que el cielo se les echaba encima, esprintó para echar una mano a sus vecinos, remangarse y orillar el fango. A él le parece lo más natural del mundo, porque en ese momento su preocupación no era su rodilla o su tenis, el deber lo llamaba a 10 kilómetros de su casa. Seguro que en su conciencia no tenía nada mejor que hacer.

Lo de Rafa sonroja a los que visten corbatas y toman decisiones. Para esos que no se ponen de acuerdo ni para ir a desayunar, que denigran su profesión con trapicheos, escándalos, disparates e insultos, que se sirven de la misma. Los de las prebendas y los sueldos millonarios vitalicios. Los que faltan a la verdad de continuo. Los aforados que viven instalados en una nube de abundancia y altivez. Para los que se encuentran ofuscados en sus argumentos y miran la paja en el ojo ajeno cuando ignoran la viga en el propio. Obtusos, no hallan nada razonable en el pensamiento del oponente. Y así no aprenden, ni quieren. Es difícil porque no escuchan, sólo les gusta escucharse a sí mismos y a los de su cuerda. Qué pena. Pero ahí parecemos instalados, en un lodazal de difícil solución. ¿Dónde ha quedado el diálogo, la altura de miras? ¿Y la formación real, basada en el trabajo, en el esfuerzo y sacrificio diario?

Pero no echemos pelotas fuera, que aquí todas entran. Que cada uno, el ciudadano medio, deberíamos mirar de vez en cuando hacia dentro, en nosotros mismos. ¿Qué hacemos por la sociedad? ¿En qué la mejoramos? ¿Somos comprometidos con lo de alrededor o vivimos en nuestra permanente área de confort? Yo me avergüenza decirlo, poco, la verdad. Por eso, hechos tan trágicos y reacciones tan conmovedoras como la de un Dios del deporte esta semana, nos señalan, nos ponen contra la pared, nos remueven y nos dan que pensar.
Sin buscarlo, ese es RAFA NADAL. Imprescindible, indoblegable. Por eso se le quiere tanto, se le admira desde cualquier del lugar del globo porque transmite sencillez, naturalidad, sensibilidad, pasión. Podrá ganar más o menos partidos, campeonatos, premios, da igual, a todos nos llena, nos tiene robado el corazón. No es que a todos nos gustaría ser como Rafa, es que todos deberíamos absorber su ejemplo para ser un poquito mejores a pie de calle, cada día.

GRACIAS RAFA.

La gran esperanza blanca

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Era de largo el mejor jugador joven de Europa cuando le firmó el Madrid. Italiano, esbelto, esculpido, parecía salido de un anuncio de Armani. Pero también altivo, ególatra. O así lo había catalogado el viejo capitán con solo cinco minutos de rueda de prensa y un entrenamiento. No le había dado una hostia de milagro.
Ahora lo aguardaba tras la comparecencia con los periodistas de la que el chaval salía rodeado entre divertido y todavía despistado. El capitán lo llevó aparte.
-        Pipo, esta tarde te paso a recoger a las seis por el hotel que te vas a venir conmigo a un sitio.
-        No puedo, Gigantes me va a hacer un reportaje para el siguiente número – respondió el chico.
-        Lo que te tengo que enseñar y decir no puede esperar. Mañana es tarde. Llámalos y aplaza la entrevista para otro día con cualquier excusa. Son buenos chicos y lo entenderán. Así los deberás un favor – se despidió el veterano.


A la hora en punto se efectuó la recogida. Apenas intercambiaron palabra durante el camino en una conversación intrascendente. El coche recorrió idéntica ruta a la de la mañana en sentido inverso hasta que estacionaron junto a la Puerta Cero del Bernabéu. El novel elucubraba intrigado mientras ascendían los escalones de acceso al Museo.
-        ¿Sabes dónde estamos?, le soltó de sopetón.
-        Sí, claro. Florentino me ha invitado a pasar un momento esta mañana – contestó sorprendido el flamante fichaje.
Así comenzaron el itinerario por la historia del club. El veterano repasaba con énfasis los éxitos blancos. Los ojos le brillaban. Primero los del fútbol y luego se detuvo en los de su sección. Le confesó que su padre le hizo socio como regalo por la Primera Comunión. Intercalaba preguntas durante su exposición: ¿Sabes quién era Di Stefano? ¿Te suena Pancho Puskas o Paco Gento? ¿Has oído hablar de Clifford Luyk, Emiliano, Fernando Martín? El rutilante proyecto de estrella lo más que hizo fue asentir tímidamente intimidado ante tan magna colección de figuras y trofeos y pareció relajarse cuando oyó pronunciar el nombre de los más contemporáneos, Raúl, Casillas, Zidane, Ronaldo, Ramos o Petrovic, Sabonis, Felipe Reyes, Llull o Doncic. El veterano había conseguido el efecto deseado en el abrumado novato: le tenía empequeñecido. 

Tras pedir dos consumiciones en el reservado del bar, aprovechó la guardia bajada:
-        Muy bien, Pipo, ahora dime que has ganado tú.
El chico medio ruborizado tardó en encontrar palabras de auxilio.
-        Este año me han nombrado rookie del año de la Euroliga y he ganado la Lega Italiana.
La débil respuesta podía haber convocado a la misericordia del capitán, pero éste no soltaba el hueso.
-        Perdona, pero eso y nada es lo mismo. Una castaña. Aquí culminó su carrera el Chapu Nocioni. ¿Te haces a la idea de lo que dijo cuando obtuvo su primer título? Que él había venido a ganar la Copa de Europa. ¿Conoces cómo jugó la final de Copa del Rey de Las Palmas? Con el tobillo como un botijo. Esa temporada lo ganamos todo, seis campeonatos sobre seis posible. Buenos jugadores vienen todos, pero mejores han echado el pestillo aquí sólo unos pocos. Esto es el Madrid. Bernabéu decía que la camiseta del Real es blanca y que se podía manchar de barro, de sudor e incluso de sangre, pero nunca de vergüenza.
El chaval aguantaba el chaparrón acobardado, en silencio. Pero la homilía no había hecho más que comenzar.
-        Coach Laso lleva más años que la tos en esta casa y sabe lo que se hace. Ha sido cocinero antes que fraile. Comulga con la filosofía del club y entiende muy bien al jugador. Trabajarás como un cabrón con él, pero disfrutarás como un enano. Promueve el desarrollo individual dentro del colectivo. Crecerás a su lado y si hacéis las cosas bien, los títulos te saldrán por las orejas, que pregonaba Pedro Ferrándiz. Chacho, Llull, Doncic, te sirven de ejemplos. Fueron mejores jugadores de la Euroliga y el equipo alcanzó un montón de éxitos.

Paró un momento para darle un sorbo al botellín y proseguir enseguida:
-        El juego que propone te va como anillo al dedo. A campo abierto, en transición, con carretones, aclarados, bloqueos indirectos buscando a los tiradores, dos contra dos… Silicon Valley para un creador como tú. Y será tú plataforma de lanzamiento ideal hacia la NBA. Cúrratelo, pero no tengas prisa. Si haces los deberes. ellos te vendrán a buscar. Te harás un nombre a los dos lados del charco y navegarás en dinero.
Su mensaje parecía cada vez más clarificador:
-        Pero para todo eso, antes te tienes que acoplar aquí. El Madrid es el club más difícil de Europa, el más exigente, Una derrota es un fracaso, con dos ya hablan de crisis en los periódicos y si se acumulan tres, están buscando entrenador. Para el resto, somos el rival a batir, el partido del año y lo llevarán preparando toda la semana. Llegaréis fundidos de la Euroliga y os estarán aguardando con la guadaña. No os acogerán canchas asequibles ni aficiones condescendientes. Eres Goliat y todos tendrán dispuestas sus hondas. Ojo con las adulaciones. Los halagos debilitan. Para la prensa hoy eres Dios y si se salen dos triples, Cristo crucificado.
El discurso encadenaba argumentos:
-        A la afición del Madrid hay que conocerla. Te dan diez, pero te exigen diez. Nunca regatees esfuerzos, o por lo menos que no se note, porque detectan vagos y malviven los pusilánimes. Aquí como en la mili, el valor y la entrega siempre se presupone, viene de serie, lo demás es un añadido. No valen excusas, ni lesiones ni malos arbitrajes. Nada. No puedes echar la culpa al empedrado. Con los bueyes que haya hay que arar y ganar, y en línea recta.

Seguía mirando a los ojos del recién llegado para recalcar sus observaciones:
-        Tienes dos alternativas: o mostrarte espontáneo, natural, afable; o taparte, esconderte en ti mismo y levantar un muro de protección para que ni los medios ni los aficionados puedan trepanar tu cerebro y conocer tu verdadero yo, tus fantasmas, tus miedos interiores. Elige, eso depende de tu personalidad. Debes decidir hasta qué grados quieres dejar la puerta abierta porque, en función de lo gruesa que sea la rendija, entrará más o menos gente.
El muchacho emitía ligeros gestos de aprobación, así que el veterano empezó a recoger cuerda:
-        A mí me puedes llamar cuando quieras y para lo que quieras. Estoy abierto 24 horas, los 365 días del año. No cierro. Soy el capitán y mi obligación es que esto funcione, que los nuevos se integren, que este hotel de 7 estrellas os resulte confortable y que nada os pille de improviso.
Pero a la lección todavía le quedaban materias:
-        Tú imagen se proyecta en un espejo universal en el que se reflejan cada día millones de personas. Tus actos amplificarán o deformarán no solo tu perfil, sino el del propio club. Tu comportamiento traspasará continentes. Hay hinchas que se quitan de muchas cosas para ver a su Madrid, que no cenan si pierde, que no duermen cuando hace el ridículo, que recorren cientos de kilómetros para vernos dos horas. Ponte en su pellejo. No los puedes defraudar. Tu comportamiento ha de ser ejemplar en la cancha y en tu vida diaria. Es la tasa que pagamos por vestir este uniforme. Escucharás la parte del himno en que se canta “cuando pierde dan la mano”. Juan Corbalán, todavía lo puntualizaba más: “Hay que ser caballero en la victoria y orgulloso en la derrota”. Pues eso. Aquí además se ganan muchos miles de euros, pero cada uno de ellos sale del sudor de la frente. No te caen del cielo, ya nadie regala nada. Ni en Navidad.
El tono del sermón iba cambiando. La regañina inicial se había transformado en una perorata de realidad, que el gesto del transalpino, parapetado de brazos cruzados al principio, agradecía incorporado ahora. Afirmaba, parecía atrapar cada detalle como una esponja. Apenas interrumpía el monólogo, pero su rostro compungido antes, delataba admiración e interés ahora.
El capitán iba a tumba abierta, se había abierto de par en par:
-        Perdona, pero en España se dicen las verdades del barquero. Igual te parezco brusco, pero mi padre era burgalés y mi madre vasca y en casa siempre se ha enseñado a ir de frente, con la verdad por delante, aunque duela. Lo que sembramos ahora, lo recogemos en un futuro. Y como lo que veía no me gustaba, te lo tenía que decir, porque ahora tiene remedio. Es importante que conozcas el club y su entorno, que sepas que te puedes encontrar, que tengas claro lo que se espera de ti. Y que la institución está por encima de cualquier personaje, jugador, entrenador y presidente. Estamos de paso, el Madrid permanece. Confía en tus compañeros, alábalos porque ellos te catapultarán en las victorias y amortiguarán las derrotas. Somos una familia y los trapos sucios siempre se lavan en casa. El vestuario es un bunker inaccesible para el resto de los mortales. Es sagrado. Lo que pasa dentro de esas cuatro paredes, ahí ha de quedar. Chitón. – y se llevó el dedo índice de la mano derecha a los labios.

El rictus de Pipo se había relajado por completo. Las palabras de su “comendattore" calaban en el recluta y se prolongaban en un tono más distendido:
-        Tú ya sabes que no estás en la frontera, que vivirás de esto porque debutaste en primera, eres internacional y lo haces tan bien que te ha fichado el Real Madrid. Pero retrocede un momento, rebobina. ¿A que cuando avanzabas en categorías inferiores había algún jugador con más talento que tú, con mejor pinta que tú? Seguro ¿Cuántos compañeros y rivales que apuntaban alto se han quedado en la cuneta? Piénsalo. Casi todos. Pero tú has llegado. Por cualidades, por esfuerzo, por esquivar lesiones graves, por azar, por estar en los sitios adecuados en los momentos oportunos. Por un conjunto de todas esas circunstancias. Pero dime a dónde quieres llegar. ¿Cómo deseas que te recuerden? Porque ésta, pipiolo, es la pasarela más linda de Europa, pero también la más exigente. No sólo vale ganar, sino cómo ganar. Aquí demandan la excelencia.
Pipo soltó un ligero suspiro y añadió:
-        ¡Ufff! A la cima claro. No me conformo con menos. Quiero ser el mejor jugador que pueda llegar a ser y no regatearé esfuerzos.
-        Correcto - terció el capitán. Eres bueno, muy bueno… natural, si no, no te hubieran elegido. Tú éxito va a depender de ti y de tus compañeros. Lidéralos, conviértete en su ejemplo, asume responsabilidades y no rehúyas culpas. Hazme caso, he visto a muchos y eres de los pocos que tiene en su mano su futuro. No desaproveches la ocasión. Llegarás donde quieras, pero no sólo. Déjate acompañar. Desecha personalismos, tira por la borda tu ego.
El infante movía la cabeza lentamente de arriba hacia abajo dándole la razón. El capitán seguía enredando el ovillo:
-        Seguro que te has privado de un montón de cosas que la mayoría de tus amigos han disfrutado sin limitaciones, fiestas, vacaciones… Incluso igual has tenido que relegar los estudios. Pero todos esos sacrificios han tenido premio. Ahora eres un privilegiado. ¿A cuánta gente conoces que trabaja en lo que le gusta? Es más, tú a jugar al baloncesto lo llamarías trabajar. ¡Venga ya! Una vez un viejo entrenador me dijo: “Si quieres vivir del baloncesto tienes que vivir para el baloncesto”. Y llevaba razón. Hay que llegar todas las mañanas con la misma ilusión y las mismas ganas de disfrutar que el primer día. Y cuando no sea así, habrá que coger el petate y marchar para casa. A mí ya me queda poco, pero tú empiezas ahora a subir los puertos de categoría especial. Como yo, estoy seguro de que tú jugarías por nada, por el simple placer de jugar. Te encanta, lo leo en tus ojos. Pero encima, nos pagan por esto. Es de coña. Eres afortunado, un privilegiado, como te digo, pero también vives presionado, más que ningún otro de tus colegas de generación. A nadie le observan tantos ojos ni le exigen tantas bocas. Ya has cruzado la línea, tienes fama y juntarás pasta para si no te alocas, no tener que trabajar en el resto de tu vida. La gloria es un rincón muy alto, pero chiquito, en el que caben muy pocos, no hay lugar para todos. ¿Capisci? ¿Lo has entendido? – y le guiñó un ojo.
-        Sí capitano, muchas gracias por los consejos.
-        Pues hala, vamos a tomar otra cerveza, pero esta vez relajada y sin la charla del abuelo. Ahora, me cuentas, tú. ¡Ah! Y antes de que se me olvide, que los de Gigantes no te vistan de torero, que tienen mucho vicio con ese tipo de cosas.
Pidieron otra ronda entre risas.
Mucho tiempo después un maduro Pipo Binelli se hallaba en la cima del mundo y miraba ensimismado el anillo de  campeón de la NBA que lucía en el anular de su mano derecha, mientras esperaba al periodista que le haría la entrevista como reciente MVP de la competición.
El reportero no tardó en llegar y con la primera cuestión casi agotó la charla. ¿De quién te acuerdas en este momento?
-        De mucha gente que ha hecho posible que yo llegara aquí. De mi familia, de mis amigos, de mis entrenadores, de mis rivales y de mis compañeros. Especialmente de uno, de mi antiguo capitán en el Madrid. Él fue franco, duro, pero me tuteló, me puso en el carril correcto. Cuando pensaba que ya lo tenía todo y no había ganado una mierda, me bajó a la tierra. Me quitó la tontería en una tarde, en la primera tarde. Me dijo a las claras lo que nadie se hubiera atrevido y evitó que me acomodara, que me estancara. Siempre me hacía ver la importancia de la rutina, del trabajo diario, de la repetición, del detalle. Le sentía encima. Me ensanchó la confianza y me mostró como liderar a un grupo desde la humildad y el ejemplo. No conozco a un profesional más transparente e íntegro. Cuando en la celebración de la última liga, le entregué el trofeo de MVP que me habían concedido minutos antes, lo hice por pura justicia. Sí, es cierto que yo anoté 37 puntos y que jugué bien. Pero él sólo jugo los últimos 3 minutos del partido final. Nos habían remontado y el escolta norteamericano rival nos estaba cosiendo. Coach Laso solicitó tiempo muerto y le dijo: “Ya sabes lo que tienes que hacer. El resto estar pendiente de las ayudas y en ataque circular el balón”. El capitán primero optó por negarle las líneas de pase para que no recibiera. Cuando después de dos o tres bloqueos y un número de segundos importantes consumidos, el balón por fin llegaba a las manos del estadounidense, el capitán lo enfrentaba con la mirada, bajaba el culo, daba una palmada y le gritaba “vamos”. El escolta desplegó su muestrario. Primero tiró de su reconocido cambio de ritmo para dejar al rival atrás y no pudo. Le llevaba adherido como un tatuaje. Solicitó bloqueos arriba en la prolongación de la línea de 3 puntos a los postes, pero no soltaba al defensor que pasaba por delante de los muros. Y los tres lanzamientos que en adelante intentó fueron forzados y errados. Así que nadie se equivoque. La liga la ganamos en esos 3 minutos y el trofeo tenía un claro depositario. Después me contó lo que le dijo a su oponente nada más emparejarse con él: “Lo siento tío, pero voy a amargar tu día perfecto”. El otro al principio se lo tomó a chufla, pero según transcurrían las jugadas comprobó que su defensor no estaba para bromas.

Pipo se detuvo y pareció retroceder lejos y mirar mucho más allá.
-        Sí, así que me acuerdo de mi viejo capitán. Estará contento. – subrayó sonriendo.

Esta Copa del Rey la ganará...

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El que le levante el trofeo el domingo a las 21,30… ¡Qué listo el vidente!
Bueno, prometo que al final del relato me mojaré y desvelaré mi pronóstico para equivocarme, casi seguro, claro.
Estamos en capilla, velando armas, pues llega la competición más bonita del deporte español. Reunir a ocho aficiones durante un fin de semana largo en una ciudad es una maravilla. La viste de fiesta, limpia el aire y genera buen rollo a quien merodea por el evento.
Confieso que me fastidia que sea en Madrid, mi ciudad, porque le quita el encanto de un entorno más reducido y todo se difumina un tanto, pero reconozco que a nivel de transporte y alojamiento es más cómodo para el visitante. En esta ocasión, agasajaré a mi tropa en casa y haré lo posible por acercarme al Cinco Sentidos, el cuco restaurante del que Iñigo y Laura han hecho una referencia para los amantes del baloncesto en la capital.
No me enrollo y hago un breve esbozo de cómo llegan los equipos.



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¡Qué bueno que volviste!
Sí, porque mencionar a la Penya es regresar a la cuna (el bressol) del baloncesto, tintarte de verdinegro (de siempre es mi camiseta preferida) y añorar tiempos pretéritos en que Badalona abría telediarios y copaba portadas de periódicos. Orillado el susto de la desaparición, Juanan Morales y su gente retomaron un modelo clásico. Esto es, entrenador de la casa y foco en la cantera.
Carles Duran, una vez pasados los primeros sudores al coger el equipo (erró al señalar a Nacho Llovet -un fruto de árbol propio-, pero el que tiene boca se equivoca), demostró capacidad y criterio excelente y obró el milagro, pues en un momento determinado el descenso a LEB parecía un mal menor para un histórico en la UCI. Superado el trago, el verano devolvió la perspectiva y se viró hacia un proyecto reconocible con los chicos de abajo llamando a la puerta. Albert Ventura es un buen espejo en el que se miran López Arostegui, Nores o Parra. Y desde el banquillo se mima y tutela el desbordante talento de Dimitrijevic.
Birgander ha ido cubriendo etapas hacia la élite, Harandogy no estará en los manuales de ortodoxia, pero sí en los archivos del buen profesional y el israelí Shawn Dawson se ha desvelado como todo un descubrimiento letal. Mathias apunta a carrera de tirador en la vieja Europa. Todorovic en su vuelta al redil después de un lustro entre España y Rusia está mostrándose como factor diferencial.
Lo de Laprovittola merece un capítulo aparte. Duran se encomendó al verso libre del argentino y éste trazó el baloncesto más desenfadado y arriesgado desde la época de la triple R (Rudy, Ricky y Ribas). Y tuvo mérito el artista porque sus brochazos salvaron al Joventut en uno de sus momentos más tenebrosos. Así que el día que a Nico se le va la mano (pierde 4,8 balones por partido, aunque regala casi 7 pases a sus compañeros), cualquiera le dice algo. Además, a los genios no hay que pretender entenderlos, pero tampoco regañarlos.
Veremos dónde llega la Penya. Tienen poco perder, así que granujas a todo ritmo. Sustos están preparados para dar. La mejor noticia es que están aquí. ¡Ah! Y una asignatura pendiente: que el Olímpico coja calor y se vuelva a llenar.

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El MVP es suyo
Y no es un jugador, aunque los tengan muy buenos. No. Porque es de dominio público que el premio al mejor jugador se lo volverá a llevar la afición de Vitoria. Por caudal, por volumen, por simpatía y por conocimiento. Buena gente. Siempre me rindo ante ellos. Y con este patrimonio su equipo juega con un plus importante al son militar marcado por su director de orquesta Perasovic.
Echarán de menos a su emblema, pues Shengelia (lesionado) come en la mesa de los grandes de Europa. Pero en Gasteiz son de secarse pronto las lágrimas y remangarse.
En la manija, Baskonia va muy bien servido, aunque no contarán con la exuberancia física de Granger: Huertas tiene desde tiempos inmemoriales las llaves del reino, el que ya visita con asiduidad Vildoza (otra perla encontrada por Salazar). Confían en el estético Matt Janning para abrir las defensas y dependen en gran medida del rendimiento del trío americano, Shields, Hillard y Jones, para grandes logros: son fuertes y talentosos y si aúnan regularidad Baskonia puede llenar otra vez la Virgen Blanca. Si Voigtmann ajusta la mirilla, generara espacios para las incursiones de los incisivos aleros y de paso acallara los rumores de la grada que se detienen en su poco nervio. Un Diop centrado e intenso resulta capital en las aspiraciones vascas. Con las ausencias, el hilo conductor hacia el éxito debería pasar por las prestaciones de Poirier. Una bestia parda.
Querejeta aguardará pensativo en el trono, digo en el palco.

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Un gran proyecto
Que Juan Roig siga de lleno con su mecenazgo en el baloncesto es una bendición. Hablan maravillas de L´Alquería que tendré la suerte de visitar en primavera y salta a la vista que tiene confeccionado un equipo para metas importantes.
El cuarteto de bases, con salud, da para lo grueso y para lo fino. Para presentar a Rafa Martínez y a San Emeterio hay que ponerse de pie y guardar los sombreros. ¡Qué rendimiento! ¡Qué jugadores! Por el Turia les han ido buscando reemplazos de garantías para el futuro: Abalde (no atisbo sus límites) y Joan Sastre deberían enfundarse la casaca roja todos los veranos. Matt Thomas dejó al personal boquiabierto en el concurso de triples: como se presente en “el Foro” (Madrid para los castizos) con todo el armamento, que se preparen los rivales. Convencen la seriedad de Doornekamp y Tobey y la manita y los fundamentos de Will Thomas. Para clase y clases las de Dubljevic. No está en la NBA básicamente porque no le da la gana. Lo inventaría todo: conocimiento del juego, dureza, puntería y carácter. Un disfrute para los sentidos.
Si en Levante acaban con el mal fario de las lesiones, y los taronja creen realmente en sus posibilidades, son candidatos a cualquier competición.

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En manos de Pesic
Que nadie se confunda los títulos amasados desde los Balcanes no son sólo fruto de un excelso talento. Detrás hay mucho, mucho, mucho curro. Por las manos del veterano técnico han pasado algunos de los mejores jugadores del continente. El alquimista convirtió un cuadro de minerales mustio en oro en 10 días para llevarse a la Ciudad Condal el trofeo de la anterior edición, pero no pudo reconducir la situación para el resto de la temporada. Ficharon lo que se puso a tiro en verano y compusieron otra gran plantilla (al menos por nombres).
Heurtel es un creador absoluto, de sus propios tiros y de los de compañeros. En racha es imparable y concita las esperanzas del aficionado culé. Pangos parece un complemento adecuado, quizá en papel de director más reposado. Lo raro es que a Pau Ribas (en dinámica de rotaciones más cortas), le está costando entrar. Kuric cubre el papel de único fusilero puro del equipo y Blazic de perro de presa. Hanga es fundamental por su defensa, rebote y en los días inspirados, incluso tiro. Pesic premia el esfuerzo y la polivalencia de Claver con mucho tiempo en cancha. En la pintura el Barsa tiene superpoblación: de todo y casi todo bueno. Intensidad en Oriola y Smiths, talento y fortaleza en Singleton y Seraphin, altura en Pustovyi y a Ante Tomic, siempre Tomic. El de Split condiciona los sistemas del equipo. Con su presencia en cancha, los caminos hacia el aro transitan por él.  Es de los pocos náufragos que sobreviven con su excelso juego de espaldas al aro. En territorio muy hostil, de su rendimiento sostenido dependerán gran parte de los anhelos azulgranas.

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La alegría de vivir
Los chicharreros ya no son ni una novedad ni una sorpresa porque circulan el balón como nadie y se metieron de cabezas de serie.
Vidorreta recuperó la sonrisa en su regreso a las Islas y su equipo no parece jugar con una hora de retraso, sino que funciona con precisión suiza. El vasco es de esos entrenadores listos interpretando situaciones de partido y de trato cercano.
Gastan dos bases muy sólidos (Bassas y San Miguel) que no acaparan balón ni focos. Un escolta de instinto y vocación ofensiva, White (será duro comprobar el alcance de la espantada a última hora del jugón McFadden), que crea desde el dribling y anota desde el lanzamiento. Staiger asume el rol de tirador de manual, mientras que Beiran esponja todas las virtudes que esconde el bloque (no llama la atención por el físico, no se mueve rápido ni tampoco salta mucho, pero cómo juega al baloncesto). Abromaitis toca excelentemente muchos de los instrumentos imprescindibles en el juego. En La Laguna aguardan al mejor Brussino y alucinan con la progresión de Sebas Saiz. Iverson está el nivel de los mejores centers de la liga.
Igual tres días es mucho banquete para los canarios, pero su baloncesto coral puede ir dejando cadáveres por el camino.

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Con la moral por las nubes
Así se presentan los malagueños, pues las dos últimas victorias en Liga han llegado vía triple con el sonido de la bocina de fondo.
Amparados en la explosión definitiva de Jaime Fernández, Unicaja ha realizado partidos memorables este curso. El madrileño desborda gracias a un primer paso desequilibrante e ilusiona su actual seguridad en el tiro, pues la personalidad y el desparpajo venían de serie. Dio gusto constatar cómo el Carpena, el día del Madrid, comulgaba nuevamente con el equipo al tiempo que identificaba un nuevo ídolo. Los otros tres nacionales, Díez, Suárez y Díaz (a éste, lesionado, le añorarán mucho) son el alma, corazón y vida del equipo. En formatos abiertos, de cuatro pequeños, los aleros devendrán providenciales.
Milosavljevic ostenta facultades para menear el avispero con asiduidad, Roberts y Boatright han de ganar regularidad y Salin y Waczynski salir del hielo para establecer diferencias.
Wiltjer, además de apellido ilustre, cuenta con una insultante facilidad para hacer puntos, Lessor expone un físico intimidante y prodigioso y Shermadini deberá hacerse grande, mostrar todas las virtudes que en los días señalados le acrediten definitivo.
Casimiro lleva muchos tiros pegados y sabe complicar la vida a los favoritos. Así que ojo, por si el peligro viene del sur.

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Ir
En su apabullante etapa el equipo de Laso ha conjugado dos verbos terminados en ir. El primero es divertir (que el vitoriano ha devuelto el público y la alegría al Palacio es un hecho evidente) y el segundo competir, pues suele llegar a los postres en todos los saraos.
A la guardia pretoriana ibérica (Reyes, Rudy y Llull) se le han unido elementos que parecen nacidos en Chamartín (Ayón y Carroll), absolutamente identificados con el escudo.
Los exigentes calendarios incitan a los grandes a confeccionar plantillas largas. Los blancos no pueden escudarse en lesiones, aunque sean de calibre. Para mitigar la de Tompkins, ganará protagonismo Randolph y siempre estará Felipe. Si Llull no llega, Prepelic habrá de soltarse y Campazzo (en la élite continental) dosificarse. Comprobaremos cómo tiene la cara Rudy, quizá el exterior más completo de Europa, en un estado de forma formidable. Otros factores básicos para los merengues: si durante la semana sobreviene el eclipse Tavares por el Palacio y si Carroll dinamita los partidos.
En fin, que igual este año no se presentan tan favoritos, pero es el Madrid y están acostumbrados a venir, ver y vencer.

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¿Quién dijo miedo?
Nada motiva más a los del Ramiro que su ancestral rivalidad con los vecinos. Da igual cómo lleguen que siempre aprietan los dientes. Y encima parece que el partido se dirime en su mejor momento de ánimo y juego. Están radiantes. Berrocal parece haber dado con la tecla. Anteayer ganaron al límite y recordaron pasado (Pancho Jasen), presente (homenaje a los chicos de Cameones) y futuro (gran detalle con uno de sus más ilusionantes proyectos de cantera, Héctor Alderete, que será jugador, y de los buenos).
El pirata Brizuela siempre conquista al abordaje, no entiende otro medio. Tanto le da jugar delante de cien personas en La Nevera que ante 12 mil en el Palacio. Su baloncesto zigzagueante remite a encuentros infantiles de patio. Lo acompasa, Omar Cook, que lleva mucho en esto y es la mano que mece la cuna. Clavell transmite inquietud, es un tiro al aire, pero está rindiendo. Lo que queda de La Demencia busca en Whittington un nuevo Pinone. Caner-Medley ha mutado en rol reboteador y tirador ocasional y Arteaga, al que parte del graderío reclama hormigón, produce puntos con destreza.
Dejo para el epilogo a un top de Euroliga, Gentile, que se maneja a contracorriente, pues apenas anota de tres, pero espolvorea fundamentos desde posiciones intermedias, a campo abierto o en el poste bajo. ¿Es casualidad que su mejor partido fuera en el derby liguero? Uff. Soy muy mayor para creer en casualidades.


Tras mi exposición, me mojaré. Estén atentos porque nado regular e igual el primer día me tienen que echar un flotador. Me da el pálpito que puede ser el momento de Ante Tomic. Quizá un pivot a la antigua haga nuevamente campeón al Barcelona.

Veremos. En cualquier caso, disfruten. De la ciudad, de su gente (Madrid está abierta siempre), de su cultura, de su ocio. Y sobre todo disfruten de la competición y de su ambiente. Es un semillero de buenos aficionados que siempre vuelven. Si además gana tu equipo es la leche; si no, das la mano al rival y a regresar a casa con cuidado, que mañana es día de escuela (como decía mi padre), y hay que trabajar.

Mi decálogo de lo que fue la Copa del Rey 2019

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Sin pretender llevar razón ni mucho menos meterme en charcos ni tampoco hacer leña del árbol caído, ahí van los pensamientos que me ha dejado esta edición copera.

1.     Que la Copa es el mejor espectáculo deportivo que se celebra en nuestro país. Es una fiesta ejemplar que debemos vender mucho mejor. Todo el que viene, repite.
2.     Que la ACB debería cuidar los aspectos más lúdicos del evento. No tiene un pase que las charangas de Valencia. Málaga y Vitoria no pudiesen tocar a partir de una determinada hora (las 7 de la tarde el jueves, por ejemplo) por contaminación acústica, básicamente porque no se habían tramitado los permisos aportados por los solicitantes entre la organización y el Ayuntamiento.  
3.     Que la final, con todas sus alternativas, fue un partido grandioso. Sólo prescindible para corazones delicados. Sí he echado de menos partidos igualados y emocionantes en las eliminatorias.
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4.     Que los árbitros (los tres tienen una excelente trayectoria) realizaron, hasta el nefasto último minuto en que se les nubló el juicio, un trabajo notable. Un error clamoroso nunca se ha de compensar con otro de igual tamaño. Y en estos tiempos la tecnología debería llegar para imponerse y las dos jugadas finales eran meridianas: falta antideportiva y tapón legal. Sí, dos fallos garrafales, pero da sarpullido hablar de robos. No creo en conjuras. Y si los ves por la calle, fíjate bien porque no llevan rabo ni tridente ni se pasean por las brasas del infierno. Sinceramente no me parece que se levantaran con el ánimo de perjudicar a ningún equipo ni que hoy estén pasando su mejor día.
5.     Que la mayor parte de los partidos, principalmente los de tanteo parejo, los ganan los jugadores (Heurtel). Y los buenos, en los días sublimes, ponen de acuerdo y boca abajo a todo un pabellón (Laprovittola). Me sorprendió que desde Vitoria no le cambiaran la mano y le barajasen los naipes al tahúr argentino ni con defensores más altos y fuertes, ni con una mixta ni con una zona.  
6.     Que hay jugadores capitales en cada equipo y que su ausencia, en los momentos decisorios de los partidos, suponen un boquete irrellenable (véase Rudy en la remontada azulgrana o Shengeila en Baskonia).
7.     Que si los grandes se ponen serios, y los del escalón inmediatamente inferior no llegan sanos, finos y concentrados, la diferencia entre ellos se agranda. Y es una pena. Valencia sí le discutió el encuentro durante 37 minutos al futuro campeón, pero vascos y malagueños estuvieron a años luz del nivel esperado. Notables los semifinalistas y decepcionante Estudiantes. No sé si le pudo el exceso de ganas o la presión, pero limitada su línea exterior, quedaron en nada.
8.     Que si el desenlace de ayer se produce en otro deporte más mediático, igual estamos hablando de pelea en la cancha y batalla campal en las gradas.
9.     Que tan importante es celebrar con deportividad la victoria como aceptar la derrota y felicitar al ganador. El perdedor siempre se puede amparar en excusas y somos muy dados en señalar a los jueces sin pararnos a pensar en lo que se ha hecho mal ni hacer memoria de cuando has salido beneficiado por sus decisiones.
10.  Que como bien dijo Pesic, sólo la puede ganar uno. Los otros 7 equipos volverán con sensaciones desiguales, pero sin el trofeo. Más se perdió en Cuba y volvían cantando. Felicidades al Barcelona.
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En fin, que hoy nos ha tocado a todos madrugar y regresar a nuestros curros, que tenemos que ganarnos los garbanzos. Hasta el año que viene. ¡Viva la Copa!

Luis Scola, El último mohicano

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Luis Scola es el triunfo de la simplicidad, el talento y el esfuerzo.
“Me vale cualquier canasta que pase por la red. Los puntos que más me gustan conseguir son los menos complicados”. Dicho así en Gigantes hace muchos años es verdad, pero a medias. Cierto que Luis nunca fue un asiduo de los high lights y siempre rehuyó los alardes pirotécnicos. Si le pones un coche a dos metros de canasta lo arrancaría para conducirlo, jamás pensaría saltarlo y destrozar el aro con un mate. Las volcadas nunca fueron lo suyo, aunque los dos últimos partidos de los célebres Juegos Olímpicos de Atenas se clausuraron con dos capones de la criatura. Pero al hijo de Don Mario siempre se le cayeron los puntos de las manos, Su insultante facilidad para ver cesta venía amparada en un despliegue exuberante de recursos técnicos (su maravilloso juego de pies, su manita para atinar tiros frontales o embocar lanzamientos a tabla o su olfato para el rebote).
Al cóctel habría que añadir una capacidad de trabajo desmedida (el protagonista compraría esa como su mejor virtud), “jamás la vi en nadie” – recalca Sergio “Oveja” Hernández- y una ambición inagotable para completar un jugador legendario.
Conozcamos al pibe que nos mostró que hay vida más allá de los mates y los triples. Luis siempre sobrevivió y se gobernó desde el talento y su eterna mirada a los fundamentos, la concentración puntillosa del maquetista por los detalles, el instinto y el espíritu inasequible al desaliento. Nada sofisticado en su juego, sin un gramo de trivialidad, nunca disparaba de fogueo. Si Manu Ginobili fue el mejor jugador que ha parido Argentina; no lo duden, Luis Scola es el máximo representante de la casaca albiceleste. Cierto día cuando apenas el chaval se afeitaba, el maestro Leon Najnudel ya le aventuró su futuro a Julio Lamas: “Será el mejor cuatro de la historia del baloncesto argentino y jugará en la NBA”. Así que abramos la puerta a su grandiosa historia.



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“Yo era un delirante”
Nacido en el barrio de Foresta (Buenos Aires), allá por el año 80 dentro de una familia que irradiaba deporte. Los chicos practicaban básquet, las chicas voleibol. “Viví en casa hablando de Larry Bird o Magic Johnson. Nos traían vídeos en formato beta que teníamos que ver en casa de mi abuela. En Argentina, hasta que no llegó el cable tiempo después nadie veía NBA”. Su tío, Jorge Becerra, fue internacional argentino a principios de los 70. Su padre, Mario, había jugado en Obras Sanitarias, Vélez, Ferrocarril Oeste y Boca y llevaba al niño a todas partes, incluso entraba en las charlas técnicas. Con 8 años, su tío lo incorpora al club Ciudad de Buenos Aires. Luifa fantaseaba y apuntaba enfermizamente alto: “Estaba medio loco. Decía que iba a ser campeón del mundo. Todos se reían y tenían razón porque era una utopía, pero estaba convencido de que sería el primer argentino en llegar a la NBA. Tenía la decisión absoluta de hacer todo lo posible por ser jugador profesional… En mi caso se terminó dando, pero eso no es lo más sano y, en muchos casos, genera una carga de frustración difícil de sobrellevar… En algunos momentos tuve que trabajar mi obsesión por ser el mejor”. Siempre fue muy responsable: en los 5 años de secundaria no se llevó ninguna asignatura pendiente para el verano. Mario cuenta una anécdota que retrata la pasión por el baloncesto que acaparaba su hijo: “En su 2º año de minibasket le citaron para la selección provincial infantil, pero un dolor insoportable en la espalda apenas le permitía doblarse. Discutimos porque yo quería hablar con el entrenador para que no jugase”. Pero el chico no daba su brazo a torcer. “Le tuve que dar unos masajes, aplicarle una pomada y colocarle una faja. Jugó y la rompió. La semana siguiente la pasó en la cama, pero terminó siendo seleccionado… Era como Shaquille O´Neal… Tenía movimientos entonces que luego hacía en la NBA”.
Pero no todo fue de color de rosas. Pasó por los temores de cualquier adolescente. “Me sentía diferente, me cargaban y no me gustaba. Era un problema agacharme en cada puerta. Conseguir zapatillas era difícil, siempre estaba con la misma ropa y no era la que estaba de moda. Tenía que usar siempre las mismas botitas de básquet; llegaba un momento en que no las quería ni ver”.
Durante el Mundial de Argentina 90, Luis oficia de recogepelotas. Juan Domingo De La Cruz, entonces ayudante de Díaz Miguel en la selección española y amigo y casi vecino de Mario, intenta firmarle para el Barcelona.
Con 15 años ficha por Ferrocarril Oeste. Mario conocía a Horacio Seguí y a Najnudel, “sabía que lo iban a llevar de a poco”. Compite con el equipo cadete (salen campeones en diciembre), pero en la quincena León le da la oportunidad de debutar en Primera. Además, elimina de un plumazo los complejos del chavea: “Éste es tu mundo. Tu mundo es el de los altos”.
Su florecimiento no pasa desapercibido para Alfredo Salazar, ávido secretario técnico del Baskonia vitoriano, que desde el Sudamericano Cadete de Arequipa (Perú) no le quitó ojo. “Anotaba por un tubo. Era capaz de encestar de cualquier manera. No tiraba de fuera, tampoco metía los tiros libres, no era muy alto ni tenía demasiado físico, pero cada vez el balón acababa dentro del aro”, recalca el vasco. Argentina ganó la final del torneo a Brasil 93-88 con Scola destacado.
Luis se iba asentando en el primer equipo. En el playoff por la permanencia, Racing de Avellaneda (con otro imberbe de 16 años, el Chapu Nocioni) le remonta un 2-0 a Ferro, que finalmente salva la categoría al imponerse a Valle Inferior de Viedma.
Ante las múltiples bajas, Ruben Magnano convoca a chicos muy jóvenes – Pepe Sánchez, Manu Ginobili y Luis Scola - para el Sudamericano Sub 22 de Vitoria (Brasil) y la camada no le defrauda. Concluyen segundos al caer por 8 frente a los anfitriones y la posterior tercera plaza en el Panamericano de Canguas (Puerto Rico) les da acceso al Mundial de la categoría en Australia.

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El germen del éxito
El director técnico de la Federación, el peculiar Guillermo Vecchio, insufló ambición a la pujante hornada durante las concentraciones. Sus entrenamientos eran propios de marines, pero “necesitábamos ser atletas para convertirnos en alguien” (Pepe Sánchez) y les hizo pensar en grande, virando su mentalidad.
Argentina, dirigida por Julio Lamas, arribaba Oceanía en el verano del 97 como la selección más novel del campeonato (promediaban 20 años justos). En el plantel despuntaban Lucas Victoriano (el cabecilla de las bromas), Palladino (cuya maquinilla más de una cabeza rapó), Ginobili, Oberto, Leo Gutiérrez, Gaby Fernández, Gabriel Riofrío (que fallecería a los 23 años de un paro cardiaco durante un encuentro de liga argentina) y el más chiquito Luis Scola (Nocioni había quedado fuera tras un altercado con el ayudante Tolcachier).
Victoriano deslumbra con un triple doble (10 puntos, 10 rebotes y 11 asistencias) en la segunda jornada frente a Corea. Gustavo Aranzana toma nota y Berni Hernández seca al tucumano al día siguiente. La España de De la Fuente, Carlos Jiménez, Iturbe y Garbajosa (pero sin Roberto Dueñas que se perdió el torneo) propina la única derrota en la primera fase a los sudamericanos, que se rehacen para vencer a Australia 81-67 y terminar liderando el grupo. Lituania no es rival en cuartos (victoria 74 a 57). En semifinales Argentina se adelantaba por 3 puntos a los “aussies” tras canasta de Victoriano que yerra el adicional a falta de 48 segundos. El ala pivot Simon Dwight queda liberado y mediante un triple devuelve la igualdad. Palladino equivoca un pase a Oberto y la última bola queda para los australianos. Aaron Trahair convierte otro lanzamiento de 3 sobre la bocina y clasifica a los locales para la final (en la que son campeones). En el vestuario no hay consuelo. “Nunca vi a un equipo llorar tanto. Hicimos la promesa de que nos íbamos a juntar en la selección grande” (Oberto). Hundidos, el bronce fue para Yugoslavia. “Ese grupo de jugadores estaba para más” (Lamas). “Fue el equipo que desplegó el mejor juego” (Rick Majerus, entrenador de Estados Unidos). Dentro de un nivel excepcional, sobresalieron Oberto y Victoriano, tercer y cuarto máximos anotadores del campeonato. El base (segundo también en asistencias), fue contratado por el Real Madrid al término del campeonato.

Fichaje por Baskonia
Tras dos años de persecución, en agosto de 1997, Salazar convence al porteño. “Dudé mucho. Pensaba ir a la NCAA. Tenía ofertas de Temple y de Boston College. Acá había venido Nicola y le había ido bien, pero allí fue Pepe Sánchez y también le fue bien”. Un contrato de 10 años y 450 millones de pesetas (tremenda apuesta para la época) le terminó de persuadir. “Me dio la certeza de que se iban a preocupar mucho por mí para amortizar la inversión”. En la ecuación “perdía la oportunidad de estudiar, pero podía progresar más a nivel deportivo”. Con 17 primaveras, Baskonia decide dejarle un curso más en Ferro, donde promedia 10,4 puntos y 4,8 rebotes y se establece como titular. Una de la clausulas de su contrato establecía que no le podían impedir jugar con la Selección Argentina.
Cuenta Tim Shea que en su llegada a España compartía piso con otros 4 chicos. Al poco, todos querían regresar a sus casas, pero Luis, el más jovencito, los persuadió para que se quedaran. “Fue duro, pero era el coste que tenía que pagar por perseguir mis sueños”. En su primer día, su compatriota Juan Alberto Espil le mostraba las instalaciones y le aleccionaba ante las cámaras de Canal Plus: “Acá son muy profesionales. Te lo dan todo. No tenés que traerte la ropa de entreno y te van a hacer mucho seguimiento. Te pesarán 3 veces por semana”. Pese a su timidez, curioso, el casi niño acierta a preguntar: “¿Y quién es el mejor extranjero de la ACB?” Sasha Djordjevic, replica el veterano, que escoge a Alberto Herreros como su predilecto nacional.
Lamas convoca a Ginobili y a Pepe Sánchez para el Mundial de Atenas 98. En cuartos pierden frente a Yugoslavia (futuro campeón) después de haber obtenido una ventaja de 8 puntos. Siempre se arrepentirá de no haber llevado a Scola.

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Gijón primer paso
Luis y su agente, Claudio Villanueva, entendieron que era una quimera jugar en el primer equipo de Baskonia con 18 años ocupando una de las plazas de extranjero que se permitían entonces, por lo que aceptaron de buen grado la cesión a Cabitel Gijón, aunque supusiese bajar a LEB (la categoría inmediatamente inferior a la ACB). El entrenador Moncho López y su ayudante, Ed Johnson, no lo conocían. “Pedimos vídeos y me impresionó… Era intuitivo, corría el contraataque, fuerte, buen jugador… Lo que me animó a pedir que lo fichásemos” (Moncho). “Le comparaban con Marcelo Nicola, pero no tenía nada que ver porque era un jugador que tenía un gran potencial como interior”. Con un presupuesto limitado (100 millones de pesetas), los asturianos armaron un equipo apañado. En el paquete vitoriano iba también Javi  Rodríguez, un prometedor base de 19 años, y en Badalona habían pescado al talentoso escolta Josep Pacreu. José Ramón Esmoris y Óscar Rodríguez aportaban experiencia y fortaleza en la pintura. Para el segundo extranjero confiaban en la veteranía y tiro de Linton Townes. Convivían así el foráneo más novel y el más veterano de la categoría.
F.J. Martín (24 puntos y 8 rebotes) dio una lección al novato (sólo 4 puntos y 5 faltas) en el arranque con derrota en Badajoz 79-66. Pero el mozo era de los que espabila y aprende rápido y Gijón inauguró el casillero de victorias en casa frente a Menorca (Scola sobresalió como el mejor dejando 19 puntos y 12 rebotes). Los números de Luis (15,8 puntos y 7,3 rebotes hasta la 8ª jornada) habían llamado la atención de los chicos de la revista Gigantes: Raúl Colorado y Jorge Gombau hicieron ver al maestro Paco Torres que ahí había reportaje, y se subieron al AVE para entrevistar al emergente talento. Titularon la primera de muchas entrevistas con un premonitorio: “Luis Scola, llamando a las puertas del éxito” y éste no les quiso dejar mal para marcar 27 puntos y recoger 6 rebotes en la victoria 93-97 en Córdoba.
Avanzada la campaña Luifa le ganó una cena a su técnico. Rendían visita a Ourense, plaza de alcurnia, que en verano habían decidido contratar como entrenador a Sergio Valdeolmillos cuando casi tenían cerrado a Moncho López. Bajo el extra de motivación,  Gijón ganó a domicilio, 73-77, con Scola en modo rodillo (26 puntos, 11 rebotes y 10 faltas recibidas).
Las dos postreras derrotas de la temporada regular les situaron en la 5º plaza de cara a los playoffs, que además habían de afrontar sin Óscar Rodríguez, pero el equipo hizo piña y se obtuvo el ascenso después de pasaportar a Cajasur Córdoba, Tenerife y Menorca. La estadística inmaculada de Luis en el partido definitivo en la isla (24 puntos -9 sobre 9 en tiros de campo- y 7 rebotes) enmarca una campaña de ensueño. “El año que viene… Barsa-Cabitel” cantaban en la Fuente de Begoña”. Exultante declaraba: “Aquí están los jóvenes del Gijón… en la ACB. Cuando a principio de campaña se hablaba de inexperiencia y de que debía ser cortado, Moncho López se peleó con todos para que siguiese”. Había lucido exponiendo 15,5 puntos y 6,4 rebotes en 23,8 minutos.
A finales de junio Scola se estrena con la selección absoluta en el Sudamericano de Bahía Blanca (promediando 6 puntos). Pierden la final 67-73 frente a Brasil. Un mes después, Lamas le da un pequeño disgusto a Luis al sacarle de la convocatoria del Mundial Junior de Lisboa 99 para darle galones con los grandes en un juego interior muy bisoño (las bajas de Nicola, Wolksyki y Oberto las cubrió con los inexpertos Scola, Gaby Fernández, Leo Gutiérrez y Chapu Nocioni) en el Preolímpico de Puerto Rico. Pese a completar un excelente torneo (terceros), la derrota inicial contra la Canadá de Steve Nash los mató (sólo 2 equipos acudían a Sidney). Como consuelo, la felicitación del coach estadounidense, Larry Brown, les hizo ver que estaban en la buena línea.

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Debut en ACB
Gijón reforzó el plantel con jugadores de experiencia (Tomás Jofresa, Óscar Yebra, Javi Pérez, Alex Escudero, Pancho Jasen – que a sus 21 años había acreditado 16,1 puntos y 3,8 rebotes en la liga argentina- y Glenn Whisby). El nuevo préstamo que demandaba López encontró un escollo en Querejeta: “Decía que si empezábamos mal y me echaban, la primera decisión del nuevo entrenador iba a ser cortar al chaval de 18 años. Al final, le pudimos convencer y transigió” (Moncho). Aunque el olfato del avezado dirigente pocas veces falla.
Si se abrió la temporada con una pírrica victoria 51-50 sobre Valladolid (Scola deslumbraba con 19 puntos y 5 rebotes) y en la tercera fecha se obtenía una victoria sobre el Barsa, a medida que se sucedían las derrotas el consejo de administración presionaba a López para que se cargara al novato. El entrenador reunió valor y se presentó a una cena con el presidente maleta en mano firmemente posicionado: “Les dije que si echaban a Scola yo también me iba y a coste 0 porque el que se iba era yo. Creía tanto en él que estaba convencido que nos ayudaría a mantenernos. Me respaldaron y al final cortaron a Whisby”. La víspera de un partido frente al Cáceres el jugador le preguntó si le iban a despedir: “No te lo puedo garantizar, pero mientras yo sea el entrenador, tú estarás en el equipo”. Luis devolvió la confianza con dos recitales, 29 puntos, 7 rebotes y 38 de valoración esa tarde y 26 puntos en la victoria de la semana siguiente ante Lobos Cantabria. Pasaron serias dificultades: salida de directivos, deuda desorbitante, conflicto con las administraciones locales e impago a cuerpo técnico y jugadores. El desenlace lo hubiera filmado Hitchcock: última jornada frente a Manresa, el que perdía bajaba. Todos se arremangan (Scola 19 puntos, Yebra 20, Mott 21, Escudero 18) en la victoria en la prórroga 95-91. Dos tiros libres de Luis sellan la permanencia y lo consagran como debutante del año (14,7 puntos y 5,5 rebotes). Asturias había incubado un jugador formidable. En junio obtiene la doble nacionalidad y se encamina a Vitoria. Pero jamás olvidará la fe que le mostró su entrenador: “Fue el primer jugador que me llamó para felicitarme cuando me nombraron seleccionador español”.
En el verano apenas descansa, pues lidera a su equipo en los oros Sub 21 del Sudamericano de Paraguay y del Panamericano de Brasil. Si en el primero emerge dominante con 33 puntos en la victoria final 83-67 frente a Brasil, en el segundo asiste atónito a la presentación en sociedad de Carlos Delfino (29 puntos con 6 triples), que había acudido en sustitución del lesionado Matías Chahab, para desarmar la zona planteada por el combinado USA.

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Alucinando a Europa
Ivanovic y Scola llegaron a la vez a Vitoria. Uno impuso desde el inicio un trabajo espartano innegociable: “Sólo si exiges cada día el máximo, puedes progresar”. Al otro le costó, pero le compró la idea: “Me cambió un montón de cosas de mi forma de trabajar en el día a día. Yo no era trabajador al comienzo de mi carrera. Siempre fui maduro y de tomar decisiones correctas, pero no era de trabajar mucho y con él cambié. Hoy en día mi mayor virtud quizá sea mi capacidad de trabajo”. Sus afirmaciones denotan hasta dónde hizo suyos los postulados del montenegrino: “Lo que está mal es que a la hora de entrenar no se trabaje de la única manera posible, la mejor… Todo se aprende, todo el tiempo… Me halagarían que cuando me retire dijeran que lo dejé todo en la cancha”.
La pretemporada estuvo llena de contratiempos: Sherron Mills fue cortado al romperse la tibia y el peroné jugando una pachanga en Estados Unidos, Berni Hernández y Lucas Victoriano se bajaron antes de subir al barco del Sargento de Hierro y por si fuera poco el lío de los extracomunitarios B que alcanzó de lleno a Timinskas y Stombergas. Pero Dusko nunca fue de reparar en excusas y puso al equipo a tono. Al norteamericano lo sustituiría Victor Alexander, un talento natural que sacaba de quicio al técnico cuando en lugar de continuar en los bloqueos se abría para lanzar con gran eficacia. Si en la Copa cayeron con estrépito ante Cáceres, en la Euroliga maravillaron cargándose en las eliminatorias a Peristeti, Olympiakos y AEK. La semifinal tuvo su miga. El colegiado croata Danko Radic dio por válida la canasta que Dikoudis había anotado 2,8 segundos después de que el cronómetro se pusiera a cero. Incomprensiblemente se ordenó repetir el encuentro. Los baskonistas regresaron al lugar del delito para volver a imponerse. El cruce dejó una actuación de Stombergas para la hemeroteca (34 puntos con 9/9 triples). En la final a 5 partidos contra la poderosísima Virtus de Bolonia de Ettore Messina, Baskonia se adelanta en Italia, pero los transalpinos equilibran la contienda en Gasteiz. Con 2-2, todo se decidirá en la bella ciudad de la mortadela. Kinder tira de oficio para quedarse el trofeo (82-74) que corona a Manu Ginobili como MVP. No pudo ser, pero regresan como héroes bajo el reconocimiento de todo un continente. En las semifinales ligueras, llevan al Madrid contra las cuerdas, pero en el quinto y definitivo echan en falta a Victor Alexander, que sale escopetado hacia Detroit donde a su padre le ha dado un ataque cardiaco. La Liga concluye con la entronización de Pau Gasol. La revista Gigantes designa a Scola como Mejor Sexto Hombre tras promediar 11,7 puntos y 4,4 rebotes. En el Mundial Sub 21, Argentina se cuelga el bronce y Scola se muestra imperial (máximo anotador del torneo con 18,8 puntos). Además, cosecha el Torneo de las Américas con la absoluta.

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El doblete
El efecto revelación de la campaña precedente imanta para la causa al MVP de la Euroliga, Dejan Tomasevic, y está a punto de unir también a Carlton Mayers, pero Baskonia no puede colocar a Timinskas. Nocioni se asienta en la posición de alero junto a Foirest y Vidal, y Corchiani comparte la dirección con Bennet. En diciembre aterriza Hugo Sconochini y en enero Gabi Fernández termina por “argentinizar” el plantel. La única mala noticia para la numerosa tropa sudamericana es que Ivanovic elimina las partidas de truco para evitar despistes. Baskonia sufre (frente a Joventut, Unicaja y Barcelona), pero sale campeón de su Copa en Vitoria. Remonta todos los encuentros y un canastón afortunado a tabla de Bennett les concede el título. Jerry Colangelo, General Manager de Phoenix Suns, mantiene contactos con Scola, que se reivindica como máximo anotador del equipo.
En Euroliga, después de realizar la gesta en Moscú al pasar por encima de CSKA (73-90) con partidazo de las referencias anotadoras (Scola 22, Bennett19 y Tomasevic 15), les puede la presión y se derrumban en casa frente a Maccabi (65-94) para quedar fuera de la Final a Cuatro de Bolonia. La eliminación encorajina a Scola que quiebra la estadística en el partido siguiente frente a Breogan (40 puntos y 12 rebotes, sobre una valoración de 52).
En Liga se deshacen en cuartos de Pamesa y en semis del Barsa (desbaratando la ventaja de campo que traían los culés). En Málaga saltan la banca y acarrean dos triunfos para rematar el primer título liguero en casa (93-83). La imagen de Luis y Chapu subidos a la mesa de anotadores en tremendo festejo ha quedado en la retina de todo aficionado vitoriano. La rueda de prensa de Dusko posterior resulta impagable: “Si alguno quiere entrenarse mañana, por mí no hay inconveniente”. A los 22 años, Scola ya es un estigma de regularidad (14,6 puntos y 4,4 rebotes en la temporada con otra designación como mejor sexto hombre). Se presenta al draft: el chino Yao Ming sale elegido en primer lugar por Houston Rockets; Scola queda relegado a la posición 56, escogido por San Antonio Spurs.

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Pasar a la historia, rozar la gloria
Argentina se presenta al Mundial de Indianápolis 2002 con sólo un jugador por encima de la treintena (Sconochini). Frescos de piernas y ambiciosos de mente, pasan a cuchillo a todos los rivales en la primera ronda. El partido que la cierra ha pasado a la historia: 4 de septiembre, Estadio Conseco Fieldhouse, rival la selección estadounidense (compuesta por 12 estrellas NBA), 5.623 espectadores presentes, los jugadores latinos acuden a la cancha cantando “Esta es la banda, de la Argentina”. Magnano creía, y transmitió esa fe a los suyos en la charla. “Aquel tipo iba en serio, nos estaba tratando de explicar como vencer y supimos que podíamos lograrlo” (“Colorado” Wolkowyski). Salen pletóricos, agresivos atrás y con una circulación de balón que enloquece a los USAs. Jermaine O´Neal pisotea a Scola después de un tapón mayúsculo de éste. 53-37 al descanso. Los locales reaccionan y liman la diferencia a 6, pero la albiceleste mantiene la calma y se impone 87-80. A la llegada al hotel, todas las delegaciones salen a felicitarles y a aplaudirles. Es la primera vez que se derrota a una selección profesional que representa a Estados Unidos. El seísmo alcanzó proporciones bíblicas.
El shock, aún siendo positivo, les pesa un tanto porque tardan en decodificar el encuentro de cuartos ante Brasil (victoria trabajada 78-67). En semifinales sufren lo indecible frente a la Alemania de Nowitski que se adelanta por 5 a tres minutos de la conclusión. Dos triples de Montecchia ponen las tablas. La aparición del “Colorado” Wolkowyski deviene decisiva con una chapa y una canasta. El 86-80 los concede el ticket a la disputa del oro.
“Es muy difícil ganar una final si no jugaste ninguna antes” (Luis Scola). Sí, los árbitros Pitsilkas y Reynaldo Mercedes resultaron decisivos, pero Yugoslavia subió a lo más alto del cajón por su experiencia y porque tenían a Dejan Bodiroga. Argentina vencía 74-66 a 2 minutos y 31 segundos. En ese tiempo, el serbio tomó los mandos y anotó 9 puntos, que sólo fueron contrarrestados por un mísero tanto desde la personal anotado por Oberto. Scola le roba la cartera a Divac, pero el colegiado heleno señala una inexistente falta cuando el bonaerense se encaminaba sólo hacia el aro. Vlade falla en dos ocasiones desde la personal, Sconochini recorre la pista y los trencillas se tragan el pito. Esta vez no aprecian personal ni sobre su entrada ni en el rebote de Nocioni. Los argentinos se comen a los árbitros; hasta Óscar Schmidt baja a protestar para nada. En la prórroga, los albicelestes se diluyen como un azucarillo. Pepe Sánchez afronta la realidad: “Cometimos un montón de cagadas”. El Manager General de los Spurs, RC Buford, pagó la cena posterior en la que nadie hallaba alivio.

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Otra Copa y el Oro Olímpico
El doblete vitoriano provocó la estampida de Oberto y Tomasevic a Valencia, alejados de las exigencias pretorianas de Dusko Ivanovic. Pat Burke apenas le duró un mes: “El error fue concederle tres días para ir a la boda de su hermano. Un jugador que quiere trabajar en serio no piensa en eso”, zanjó la polémica el montenegrino. Con Bennett casi toda la temporada lesionado (Calderón se consolida), Baskonia quedó en manos del espléndido dúo argentino (Scola y Oberto), pero el Barsa de Pesic era un martillo pilón y conquistó los tres títulos de la campaña 2002-2003. Mediado el curso la plantilla vacila a Luis cuando le colocan en las zapatillas sobre la palabra “TAU” un rótulo que decía “YO” para que pasase más la bola.  
En el estío, Querejeta menea el árbol y trinca frutos maduros, Macijauskas (enorme anotador), Kornel David (gran interior), el gigante Andrew Betts y el base Pablo Prigioni, para ensamblar un cuadro bárbaro. A velocidad de crucero obtienen 14 victorias consecutivas en Liga de salida. En la final copera de Sevilla despiertan al emergente Rudy Fernández y su Joventut del sueño, pues el título acaba en la Virgen Blanca. El premio MVP recae en la joven perla verdinegra como pudo entregarse a Luis Scola (22 puntos y 7 rebotes). El bonaerense no se molesta: “El trofeo que yo vine a buscar va para Vitoria”. Misó, escolta del Estu, víctima en los cuartos, había reflejado el sentir de todo el mundillo del baloncesto por entonces: “Tau tiene 3 jugadores NBA -Luifa, Chapu y Mache-. Y el resto, caso de Calde, Prigioni o David son serios y trabajan a destajo. Vaya equipazo”. Pese a competir como posesos, la derrota 84-82 en Moscu les deja fuera de la Final Four. Tras arrasar en la temporada regular (Chapu y Luis entra en el quinteto ideal de la ACB), Estudiantes (más fresco) corta el paso hacia la final de un equipo que por momentos pareció serio aspirante a todo.
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Argentina aterriza en los JJOO de Atenas 2004 envuelta en dudas. Una cesta milagrosa de Manu Ginobili (“tiré un zapato; los dioses del basquet me dieron una mano”) contra Serbia concreta la revancha mundialista, pero dos derrotas en la primera fase frente a España e Italia le ubican en la 3ª plaza y le conducen a unos cuartos durísimos frente a Grecia. Walter Herrmann, casi inédito, salta a la cancha (“entré que quería comérmelos crudos”) para voltear un encuentro que había tomado muy mal color (34-44 en contra). Argentina se sitúa por delante 63-60 con 4 minutos por disputar. 2 tiros libres de Scola colocan el 67-64. Alvertis no atina el triple para empatar y la albiceleste accede a semifinales. Chapu entraba en el vestuario poseído: “Mañana les vamos a ganar a los yankies”.
Argentina intercala defensas zonales que se atragantan a los “pross” (3/11 triples), que acusan además los problemas de faltas de su mejor interior, Tim Duncan. Los sudamericanos gobiernan el partido a su antojo con ventajas de hasta 16, que los del norte llegan a reducir (58-51). Pero a Ginobili (estelar en 29 puntos), le auxilian entonces el “Puma” Montecchia (2 triples), el “Colorado” y Herrmann para plantarse en la final (89-81) sin Oberto, lesionado por Marbury en una de las últimas jugadas. Scola toma conciencia y anima a su alicaído compañero: “No te preocupes, no nos vas a hacer falta”. Larry Brown se rinde admirado: “Amo el basket cuando veo a equipos como Argentina jugar con semejante pasión”. Manu, obediente, hará caso a su Gregg Popovich: “Ahora no te vuelvas sin el oro”.
Al día siguiente, Argentina se jugaba la vida, esto es el Oro Olímpico, de mañana en el fútbol, de tarde los del basquet. Es difícil conciliar el sueño y de madrugada, tras las partidas de truco, Chapu, Hugo y Delfino salen a correr (los italianos que los ven pasar desde su terraza quedan boquiabiertos). Luis Scola venía jugando muy bien y ahora entraría de titular por primera vez en todo el torneo. En la previa pasó por una terrible sensación, única en mi carrera: “Sabía que era mi partido, pero me sentía entumecido, congelado, corría y no me activaba. Entré en pánico, pero me empezaron a salir las cosas e hice el mejor partido de mi carrera” (25 puntos, con 10/13 en lanzamientos de 2, 5/5 en tiros libres y 11 rebotes en 36 minutos). En el tercer cuarto los transalpinos se pusieron por encima 54-51, momento en el Montecchia cogió su fúsil para erradicar la sequía albiceleste desde más allá del arco de 6,25 (0/8 hasta el minuto 32). Tras su segundo triple y un mate de Scola, ponen tierra de por medio (73-60) a falta de 4 minutos.  El marcador final 84-69 lleva al éxtasis a una apasionada nación que horas antes se había colgado el dorado en fútbol. “Jugando peor y con menos piernas, ganamos los Juegos dos años después del Mundial” (Scola).
La celebración estuvo al nivel de lo alcanzado en la pista. Se dejaron al MVP (Ginobili) olvidado en un garito. Montecchia se había hinchado a firmar autógrafos durante los Juegos a costa de la estrella de los Spurs: “Bastante duro era que me confundieran con ese narigón feo”. Coincidieron con los italianos en un bar y lo festejaron y alborotaron un poco. Vaciaron botellas y copas, hasta el punto de que el balón de juego que con tanto esmero había guardado Manu en su habitación, desapareció (cuenta la leyenda que el Chapu lo lanzó de un patadón por la ventana). En el control de entrada de la villa, pasaron espanzurrados por donde examinan las maletas. Luifa llegó tan cansado que cuando se dio cuenta de que algún cachondo había orinado en los colchones de su cuarto, no le importó y allí durmió. No podía imaginar lo que le aguardaba en Vitoria, mientras sus compañeros continuaban los fastos en Buenos Aires. Llegaba molido y uno de los ayudantes le esperaba en el aeropuerto. Acudieron a la cancha donde Dusko estaba dirigiendo la sesión. El entrenador le felicitó para seguir con el protocolario como estás. Luis adujo cansancio y molestias. Ivanovic, sin una mueca de pena ni de ironía le contestó: “Perfecto, eso se cura entrenando. Así que vístete, que en 5 minutos empiezas”. Auténtico.

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MVP en el año del casi
Baskonia junta otra plantilla espléndida. Calde, Mache, Vidal, David y Scola forman el quinteto titular, con un relevo por posición (Prigioni, Hansen y Splitter). Scola desarrolla un juego superlativo y rompe los casilleros estadísticos (valoraciones de 52 ante Manresa y 48 frente a Lagun Aro). En el cruce de cuartos europeo desmiembran a la Bennetton de Messina en Treviso (59-98) -Scola 34 puntos, 15/16 en tiros dobles, 6 rebotes y 43 de valoración-, para recurrir a la agonía en Vitoria (66-64), distinguiéndose los argentinos en los instantes calientes. Arruinan las apuestas al escarmentar al super favorito CSKA en su F4 moscovita. En el túnel de vestuarios para entrar en la final, Dusko ve retratado el miedo en el rostro de los suyos. Los detiene: “¿Por qué están nerviosos? ¿De qué tienen miedo? El destino está escrito. Todo lo que ustedes hicieron hasta acá es lo que les va a permitir ganar esta final”. Subidón de adrenalina, los ojos inyectados en sangre. Perdieron, compitieron hasta situarse 62-60, pero el Macabi (Jasikevicius 22 puntos, Baston 18, Vujcic 13, Parker 12) era mejor equipo, el mejor de Europa y punto. No salieron campeones, más Luis pondera la charla como una de las más motivadoras de su carrera. En Liga (MVP de la competición) después de culminar en cabeza la temporada regular, sucumben en el quinto partido de la final en casa frente al Madrid. De infausto recuerdo para los vitorianos, pues dilapidan 7 puntos de renta en el último minuto. Alberto Herreros echa el cierre a su carrera como excepcional jugador con el imborrable triple ganador.

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Gran año con Peras y a un tiro de la final en Japón
La NBA asola Vitoria. Mache firma por los Hornets y Calde por los Raptors. Scola quiere salir, pero los Spurs no quieren pagar la cláusula de Luis y contratan a Oberto. Pedro Martínez sustituye a Dusko, fichado por el Barsa, pero “no hubo sintonía con el método”, según Querejeta, y no tarda en ser cambiado por Perasovic. Scola llama a su hijo Tiago, por Splitter. Éste socarrón ironiza: “Si le tiras un balón al niño y no te lo devuelve, el niño es de Luis seguro”. El primer título de Peras se obtiene en Madrid: Scola (19 puntos y 9 rebotes) y Prigioni (MVP, 3 puntos y 15 asistencias) dan un clinic televisado del bloqueo y continuación en la final frente a Pamesa Valencia. Llegan de nuevo a la Final Four de manera sorpresiva al levantarle la eliminatoria en Atenas al Panathinaikos (71-74) en una exhibición de Prigioni en la dirección y de Erdogan en la anotación (24 puntos). También alcanzan la final liguera, pero el Unicaja de Scariolo, Garbajosa y Marcus Brown no da opción. Scola desempeña otro curso sublime (en 9 ocasiones supera los 30 en la valoración).
En el Mundial de Japón 2006, Argentina camina sin obstáculos (Luis tiene un pequeño percance y se deja dos dientes -parecía la tía Tita, se burla Delfino- en el partido frente a Nueva Zelanda) hasta que España le corta el paso en semifinales. Chapu tiene en sus manos el pase a la final, pero su lanzamiento triple desde la esquina no entra. Después de las humillaciones anteriores, Estados Unidos liderada por Wade y Lebron James, apeada por Grecia, no se podía permitir quedarse sin el bronce.

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 Último capítulo europeo y héroe en Las Américas
La fascitis plantar que arrastraba le impide arrancar la temporada. En mitad de la misma, Perasovic debe dejar temporalmente los banquillos aquejado de una angina en el pecho. Con Boza Maljkovic, Baskonia, fiel a su tradición, se clasifica para la Final Four europea al eliminar a Olympiakos (en otro gran partido de Scola en La Paz y La Amistad, aportando 20 puntos, 10 rebotes para una valoración de 28). Luis llegaba al evento dentro del quinteto ideal y como jugador mejor valorado (18,7) -el MVP de la fase regular era para Papaloukas-, pero Obradrovic tejió una red imposible para enfrentarse a los vascos. Colapsó la producción de Scola que sólo lanzó 5 veces a canasta y dejó a los vitorianos en 53 puntos. El serbio urdió un nuevo tratado de estrategia para salir campeón (93-91) sobre CSKA y Diamantidis recogió un merecido MVP. De vuelta a Gasteiz, Baskonia encalló en las semifinales ligueras. Por fin, Ivanovic podía vencer a sus antiguos discípulos: Basile ajustó el punto de mira (24 puntos) y dio el billete a los culés a la final. Scola frustrado, salió expulsado después de cometer dos faltas intencionadas. Días más tarde, los dos máximos anotadores de la ACB ponían rumbo a la NBA, Navarro a Memphis y Scola a Houston (que había adquirido los derechos de Luis a los Spurs a cambio de Spanoulis y una 2ª ronda del draft). “Perdimos una oportunidad al no poder encontrarle un lugar en el equipo”, objetará años más tarde arrepentido R.C. Buford (GM de San Antonio).
Luis firma un contrato con los Rockets de 9,5 millones de $ por 3 años. Podía haber renunciado al Torneo de las Américas de las Vegas que daba acceso a los Juegos de Pekín, pero no lo hizo. Sólo 4 jugadores repetían de Japón (Prigioni, Delfino, Scola y Leo Gutiérrez). Ante un panorama tan desolador la esposa de Sergio “Oveja” Hernández llegó a cuestionar a su marido: “¿Vas a renunciar?”. “Ni loco. Iré aunque tenga que ir sólo”, respondió enérgico el entrenador. Su primera decisión fue otorgar la capitanía a Luis. “Me equivoqué muchas veces en la vida, pero esa vez no” (declara el preparador entregado). La grandiosa historia de la clasificación se materializó en 12 días. En la fase de grupos, todo victorias, incluida la remontada de 17 puntos ante Brasil (con 23 puntos y 12 rebotes de Scola). Los cariocas esperaban ansiosos en semifinales y aventajaban al descanso por 8, pero Argentina se conjuró en el vestuario e infligió un parcial definitivo de 30 a 13. Una pancarta colgaba en el graderío: “Scola, héroe, gracias por venir”. La descollante actuación de Luis Scola (27 puntos y 9 rebotes) enmarca la victoria (91-80) y la gesta. El capitán no cabía de gozo: “A este equipo le sobra corazón y orgullo y hemos trabajado durísimo. Debe ser uno de los momentos más emotivos de mi carrera. Nadie creía en nosotros. Se hablaba más de las bajas que de los presentes y eso nos puso mal”. Ginobili en El Gráfico cae rendido ante su amigo: “Como Luifa no hay nadie, no hay un jugador como él. Ni en la Argentina ni en el mundo”. Tras la final frente al combinado USA, Kobe Bryant se fotografió con él y lo felicitó: “Ha sido el mejor del torneo. No tengo dudas de que triunfará en la NBA”. Después Scola alquiló una limusina e invitó a sus compañeros a una parrillada.

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La NBA
Su bagaje en la Liga Norteamericana cabe calificarse como bueno, pero cercenado por la mala suerte en forma de lesiones de los compañeros referenciales de la franquicia. En Houston, Yao Ming había sufrido una rotura de tibia el curso anterior y McGrady (el mejor pagado de todo el universo por entonces) padecía constantes achaques en la espalda y rodillas. El quinteto diseñado por Rick Adelman (sustituto de Jeff Van Gundy) incluía además al jugón Rafer Alston y al correctísimo Shane Battier. Scola tardó casi 40 partidos en hacerse con la plaza de titular, pero enseguida se ganó la confianza del equipo: Jack Sikma, primer asistente, destacaba que “siempre se adelanta a la jugada” y Ming ahondaba en la inteligencia del recién llegado “no es muy atlético, pero es muy listo y no teme al contacto”. Sí encuentra problemas en su propensión a cometer faltas, en especial al comienzo en los bloqueos en movimiento. Su primer gran partido lo realiza frente a sus compatriotas Ginobili y Oberto: caen frente a los Spurs, pero anota 20 puntos con un solo error en el tiro. Después de Navidades, enamora al Madison con 19 puntos y suenan vientos de cambio para a McGrady. Yao, cual fina porcelana china, se resquebraja tras el All Star (y se pierde lo que resta de temporada) cuando estaba realizando una campaña excelente (22 puntos y 10,8 rebotes), pero los Rockets hacen piña y llegan a empalmar una racha de 22 victorias consecutivas. Concluyen la temporada regular en un balance de 55-27, quintos del Oeste. Scola disputa los 82 partidos (39 de titular), promediando 24,7 minutos, 10,3 puntos y 6,4 rebotes. En la 1ª eliminatoria caen 4-2 frente a Utah Jazz.
En Pekín, Luis fulmina su récord de anotación con la albiceleste (37 puntos ante Rusia), realiza otro encuentro esplendoroso contra EEUU en semifinales (28 puntos, pero la lesión de Manu resulta un impedimento insalvable) y conquista otra medalla olímpica (ésta de bronce) frente a Lituania. Luis arruinó la noche anterior a Pablo Quinteros (el sustituto de Ginobili): “Entró corriendo en la habitación y me dijo prepárate que va a ser tu partido. Y ya no pegué ojo. Cuando emboqué el tercer triple, me gritó como un loco: ¡Te lo dije!”. En uno de los traslados a visionar el resto de los deportes, Luis se había dado el gusto de entablar una amena charla con Novak Djokovic. Compartieron confidencias, pues ambos eran apasionados del deporte del otro.
Rockets contratan al indescifrable Ron Artest y al rapidísimo Aaron Brooks. Terminan nuevamente quintos de la Conferencia y eliminan a Portland en 1ª ronda. Se lesiona Yao Ming en el cruce contra Lakers, a los que casi llevan a la extremaunción: en el séptimo partido aparece milagroso Pau Gasol para llevarlos directos al título. Ming será operado de su pié izquierdo y se perderá toda la temporada siguiente. En la Copa América de Puerto Rico 2009, Scola engrandece su leyenda al clasificar tercera a su selección (lo que da el pase al Mundial) liderando la clasificación de anotadores (23,3 puntos).
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Con “La Muralla China” y McGrady de baja casi indefinida, Scola asume un rol preponderante el curso siguiente. El 13 de marzo de 2010 establece se mejor marca en la Liga (endosa 44 puntos a New Jersey). Sus promedios estelares (16,2 puntos y 8,6 rebotes) no alcanzan para que la franquicia (novenos) entre en playoffs, a pesar del trueque Kevin Martin-McGrady. En el Mundial de Turquía, iguala su cifra histórica (otros 37 puntos, esta vez frente al eterno Brasil en octavos), pero las bajas de Manu y Chapu hacen inviable pasar los cuartos ante Lituania. Scola no desfallece y promedia 27,1 puntos y 7,9 rebotes.
Otro noveno puesto (Ming sólo puede disputar 5 partidos y anuncia su retirada en julio de 2011) echa por tierra las ilusiones tejanas. Scola ha disputado en ese curso 2010/2011, 74 partidos y sus números individuales son excelentes: en 32,6 minutos, 18,3 puntos y 8,2 rebotes. Tampoco pisan los playoffs en el curso reducido del cierre patronal: están abonados a la 9ª posición. Kevin McHale le ha concedido casi el mismo número de minutos, pero reduce levemente sus guarismos (15,5 puntos y 6,5 rebotes).
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A los JJOO de Londres 2012 Argentina acude con la vieja guardia buscando una última oportunidad de medalla. Quedará el esfuerzo inhumano de Prigioni para aguantar, tras un cólico nefrítico, el envite de Brasil en cuartos; quedarán las lágrimas de un vestuario destrozado en la derrota con Rusia por el bronce; y quedarán las palabras de Luis Scola en medio del velatorio: “Prefiero perder con esta selección que ganar en cualquier otro equipo”. La maravillosa “Generación Dorada” todavía se daría el capricho de competir en los Juegos de 2016 (gracias a una asombrosa clasificación en el Preolímpico de Méjico, donde Chapu y Luis lideraron a la nueva camada). Ya en Río de Janeiro son eliminados por Estados Unidos en cuartos: el desfile de todos los jugadores americanos para despedir al gran Manu Ginobili resultó un homenaje espontáneo y conmovedor a un pelotón de locos que hicieron historia. “Al momento de competir, siempre competíamos”, dirá Luis Scola que además lució como abanderado de toda la expedición argentina en el estadio olímpico.
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En 2012 Luis Scola es contratado por Phoenix Suns y al año Larry Bird le tienta con un proyecto ganador (Paul George, Roy Hibbert y Danny Granger) para engarzar un anillo en sus Pacers. Todo se desbarata cuando George se destroza la pierna en la preparación del mundial con la selección. Scola cumple como bastión de la segunda unidad de Indiana durante dos años, pero el equipo queda a años luz de su objetivo. Una buena temporada en Toronto y medio año en Brooklyn con los Nets ponen fin a su andadura profesional en Estados Unidos.

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El último emperador
“Tenía ganas de buscar un lugar donde jugase más, una experiencia nueva, me intrigó mucho China, tuve la oportunidad y me gustó. Estoy muy contento. Es un lugar espectacular por su potencial, por su estructura y su liga está en un punto de ebullición, pero todavía no sabe hacia donde salir. Dentro de varios años si no te relacionas con China, vas a estar afuera. Ellos se van a imponer muy pronto y en esa línea quiero estar ahí”.
Sí, Luis Scola firmó en julio de 2017 por los Shanxi Sharks. Pese a promediar 27,8 puntos y 13,8 rebotes no accedieron a playoffs. Ahora comparte equipo, Shanghai Sharks, con la otrora estrella universitaria, Jim Fredette.

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El legado
Ambición y trabajo: “Es una persona que siempre va a tener una zanahoria delante, que se pone él solito. No hace falta que nadie le diga nada para asumir retos. Es un trabajador incansable, siempre está preparado” (Julio Lamas).
Liderazgo: “En un preparatorio en Caracas éramos 11 chicos sin experiencia internacional y Scola. El primer día llega dos horas y media antes a la cancha para tirar; una hora después empezamos a llegar el resto. Al segundo partido, Nico y yo empezamos a tirar con él. Si el número 1 viene el primero, el resto tenemos que venir también” (Facu Campazzo).
Perfeccionista: “Sabe que los detalles marcan la diferencia. Sin haber tenido en cuenta los detalles, no hubiera sido el jugador que es” (Sergio Hernández).
Generosidad: “Estaba en un receso de la Liga y me llama Luis Scola desde Houston. Apenas le conocía. Me dice que si me apetece pasar una semana con él haciendo técnica individual. Que me tenía reservado los pasajes y me alojaría en su casa. Aluciné” (Marcos Delia).
Inteligencia en el juego: “Siempre está bien parado para poder definir. Sabe como ir a los rebotes. Tiene una lectura diferente a la de los demás jugadores” (Gabriel Fernández).
Identidad: “La camiseta de la selección es la que única que no cambias nunca. Si digo que por la Selección lo dejo todo o vengo hasta nadando, mentiría. La Selección me encanta y por eso juego. Me prestigia en lo profesional, me divierte y me hace bien como persona. Me da buenos torneos para competir y me siento identificado con su historia y sus objetivos. Mientras siga sintiendo estas cosas, estaré siempre” (Luis Scola).
Franqueza: “A nivel de entorno, estructura, organización nunca estuvimos en primera línea. Por eso alcé la voz en 2014 y se provocó la destitución del presidente de la CABB” (Luis Scola).
Mostrar el camino: “Sí tiene valor cómo encaré mi carrera, cómo vivo el día a día. Eso sí tengo la necesidad de transmitirle a mis hijos. Los logros son un accidente. Por eso me preocupo por dejarles otros valores” (Luis Scola)
Amor al baloncesto: “Si pudiera vivir 100 vidas, las 100 las jugaría al baloncesto” (Luis Scola).

“¿Cómo tiene que vivir un deportista? ¿Cómo tiene que trabajar un deportista? Lean la biografía de Luis Scola y ya está. No hay nada más. Y así va a quedar en el recuerdo del baloncesto mundial” (Sergio Hernández). Amén. ¡Luis Scola for ever!

Dirk Nowitzki, El Flautista de Hamelin

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Éste podría ser un cuento moderno de los Hermanos Grimm con final feliz, pero es la aventura casi irreal de un chico largo, muy largo, que cumplió su sueño. Pasó de jugar en su pueblo, Würzburg, en la 2ª División Alemana a competir con los jugadores profesionales de la NBA. La crónica abarca subidas, caídas, loas desmesuradas, críticas feroces, emociones, llantos, intriga, amor… Por encima de todo, es un relato de superación, de constancia, de fe y de talento, de mucho talento. Ésta es la increíble historia de Dirk Nowitzki, uno de los mejores jugadores que ha dado el baloncesto.




“Crecimos en un gimnasio” (Silke Nowitski)
De una madre, Helga, jugadora profesional de baloncesto integrante de la selección alemana, y de un padre, Wermer, balonmanista internacional también, vinieron al mundo Silke, que se enfocó primariamente en el atletismo, para dedicarse más tarde al baloncesto, y Dirk. Cada fin de semana, los chicos seguían las andanzas de sus progenitores correteando detrás de los balones.
El “pequeño” Dirk deambuló entre la canasta, la raqueta y el balonmano. Cuando sus notas bajaron, tuvo que aparcar una actividad y orilló el deporte que tutelaba su enfadado padre. El tenis había comenzado a practicarlo con 4 años y se le daba bien: llegó a ser campeón de Baja Franconia de su categoría y a estar entre los 10 primeros del ranking de Baviera. Da un estirón y se decanta definitivamente por el balón naranja.

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“Era como estar viendo a un científico loco con su Frankestein” (Michael Finley)
Schweinfurt (Alemania), año 1994. El antiguo capitán de la selección germana en los Juegos Olímpicos de Munich 72, Holger Geschwindner, presencia un partido de categorías inferiores y repara en los movimientos de un chaval: “Había un chico alto y flaco que corría y hacía todo lo que un buen jugador podía hacer sin tener ninguna habilidad técnica avanzada, pero siempre estaba en el lugar correcto”. Concluido el encuentro le pregunta: “¿Quién te entrena?”. Nadie, responde el crío. La química surge inmediatamente. Holger habla también con sus padres y comienza a instruirle bajo modos renacentistas.
La relación entre el aprendiz y el maestro dura hasta hoy y como señala el periodista Peter Sartorius se trata de “una línea recta que une dos puntos que van desde la invención del baloncesto hasta Dirk Nowitzki”. El pensamiento tiene su rocambolesca explicación. El baloncesto se estrenaba como disciplina olímpica en Berlín 36. Uno de sus organizadores, envió al señor Clausen a Estados Unidos para charlar con su creador, el profesor Naismith en Springfield. Clausen regresó encantado y desde entonces ejerció como profesor/entrenador en la escuela secundaria donde estudiaba Holger Geschwindner. Fueron a jugar un partido a Giessen y Holger anotó 100 puntos. En la grada se encontraba, estupefacto, Ernie Butler, el primer jugador estadounidense en debutar en la Liga Alemana. Tras la exhibición, lo firmaron y al año siguiente salieron campeones. La amistad entre Holger y Ernie todavía hoy permanece.
Desde su Instituto para las Tonterías Aplicadas (pues lo métodos que usaban tenían como nombre puras chorradas y en las tarjetas de visita de la empresa se rotula una foto de Albert Einstein), Holger adiestra al mozo en una formación universal poco ortodoxa, casi trasladada de la antigua escuela de filosofía ateniense. Alejada de la sala de pesas, alternando ejercicios de yoga con salidas para remar en el lago Starnberg, primando el desarrollo perimetral de su alumno encauzado al dominio de los fundamentos (tiro, bote y pase). Adicionalmente le despierta el interés por la lectura y la música e incluso prepara sesiones de entrenamiento al ritmo del saxofón de su amigo Ernie. El maestro había estudiado Física y desarrolló un programa informático para establecer la parábola de lanzamiento perfecta, que situó en 60º. Durante inagotables horas perfeccionaron uno de los tiros en suspensión más letales de la historia. Su comunicación era casi telepática.
Observando sus capacidades Holger cuestiona categórico a su discípulo: “Debes decidir si quieres jugar contra los mejores del mundo o si prefieres quedarte como un héroe en Alemania. Si eliges lo último paramos de entrenar inmediatamente porque nadie puede evitar que seas el mejor aquí. Pero si quieres lo primero, tendremos que entrenar todos los días”. Tras 48 horas de reflexión el muchacho elige  la espinosa vereda de la gloria. A los 16 años entró a formar parte del DJK Würzburg que militaba en 2ª División. Ahí compartió cancha con futuros internacionales germanos (Robert Garrett, Marvin Willoughby y Desmond Greene). El nombre del equipo proviene del lugareño Wilhelm Conrad Rontgen, Premio Nobel de Física en 1901 tras descubrir los Rayos X.
En su temporada inaugural, Pit Stahl lo sitúa como alero exterior, pero todavía chupa mucho banquillo y sólo alcanzan el sexto lugar. En la siguiente se consolida como titular a la vera del internacional finlandés Mautti Kuisma, aunque caen en el partido decisivo frente al BG Ludwigsburg con Dirk anotando 8 puntos. Para la campaña 96/97 el escandinavo abandona el equipo y Dirk asume galones con Holger en el banco, promedia 19,4 puntos y pese a obtener la segunda plaza se quedan nuevamente en la orilla.

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Llamando la atención
Ese verano asombra a estrellas profesionales como Pippen (su primer ídolo) y Barkley contra los que se enfrenta en el “Nike Heroes Tour”. Al “Gordo” se le cae la baba: “El chico es un genio, si quiere entrar en la NBA, que me llame”. Se prueba con el segundo equipo del Barcelona. En contra de la leyenda urbana, los culés no lo rechazan, pues Agustí Cuesta ensalza a Antonio Maceiras la calidad del jugador: “Es muy bueno, fíchalo”. La media sonrisa del directivo le delata: “Sí, ya lo sé, pero éste va a la NBA”.
En marzo del 98 es invitado para disputar en San Antonio el Nike Hoop Summit. Se lía una buena, pues abandona su equipo nodriza de puntillas en medio de las eliminatorias por el ascenso. La prensa germana le fustiga. El combinado internacional se prepara durante una semana en Dallas mientras Donnie Nelson sufre en silencio: “Sabía lo que tenía. Me enamoré de su talento. No quería que fuese a jugar el partido porque no quería que otros lo viesen”. El 29 de marzo de 1998 Dirk Nowitzki mutó para siempre su historia y la del deporte. Su equipo en el que también descollaban Scola, Nielsen o Fotsis desarma al seleccionado estadounidense (apuntaban a futuros profesionales Rashard Lewis, Al Harrington, Stromile Swift o Quentin Richarson) 104-99 con 33 puntos y 14 rebotes del alemán. Al acabar un periodista le aborda: “¿Quizás seas otro Detlef Schrempf?”. Algo abrumado responde: “Eso espero, aún no lo sé”. La semilla estaba sembrada.
Antes de embarcarse en la aventura americana tuvo tiempo de regresar para colaborar en el ansiado ascenso de su equipo a la Bundesliga, anotando 26 puntos en la victoria 95-88 sobre Friburgo y de sobresalir en el Europeo Sub 22. Alemania terminó en una discreta séptima plaza y Dirk como máximo anotador del torneo (promediando 21,4 puntos) y tercer mejor reboteador (8,4 rechaces).

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El draft y su fichaje
En mayo había visitado algunas universidades americanas que pretendían becarle (Stanford, California y Kentucky), pero las miras de la excéntrica pareja estaban puestas más allá y deciden presentarse al próximo draft. A finales de mes se somete en Roma a una prueba privada para Rick Pitino, técnico por entonces de los Celtics. En 45 minutos le causa tal sensación que éste se compromete a elegirle en su primera elección (puesto 10 en la lotería). A cambio le pide que lanzase el rumor de que todavía le aguardaba un segundo año en el servicio militar (los primeros días en el ejército no tuvo ni ropa de su talla) para espantar moscones. “Me ha parecido ver al nuevo Larry Bird”, llega a expresar uno de los asistentes de Boston. Donnie Nelson, por su parte, argumentaba en público otra estratagema similar, pues “no veía preparado al chico”. En privado, le susurraba implorante a su padre Don: “Nos matarán, lo sé. Pero debemos traerlo. Es un jugador revolucionario. Nunca vimos a nadie como él, créeme”.
En el draft, los Nelson maniobraron con habilidad. Escogieron en el puesto 6 al rocoso pivot Robert Traylor y lo intercambiaron por Dirk Nowitzki y Pat Garrity (elecciones novena y decimonovena de los Milwaukee Bucks). El enroque fue histórico cuando canjearon a Garrity por el base Steve Nash, que jugaba para Phoenix Suns. En su patria, después de entrenar en Rattelsdorf, la singular pareja había permanecido sentada toda la noche alrededor del teléfono en casa de Holger. Para la hemeroteca siempre quedará que el nº1 de aquella edición fue … Michael Olowokandi. Alucinante.
Ante las dudas del chico (llegó a declarar en el Dallas Morning News que si bien no descartaba fichar por los Mavs, quizá preferiría seguir jugando en Europa hasta sentirse mejor preparado) y la posibilidad real de cierre patronal, el propietario Ross Perot Jr y el entrenador Don Nelson viajaron a Alemania. La comitiva fue recibida por jugador, entrenador y unos pocos periodistas en un hotel de Baviera. Pusieron sobre la mesa una propuesta de 3 años a razón de 1,3 millones por temporada e insistieron en que se desplazaran a Dallas a concretarlo. Se hicieron de rogar, pero cuando aterrizaron la franquicia puso toda su maquinaria agasajadora a funcionar: carteles de bienvenida, circuito por los lugares emblemáticos, barbacoa en la mansión Perot (con pachanga incluida con Samaki Walker) y visita al sastre (Dirk no sabía ni como abotonarse el traje). El zalamero Don Nelson tuvo dos momentos colosales: mostró al joven lo que sería el nuevo estadio (pormenorizando los detalles, “habrá restaurantes hasta de comida alemana y uno se llamará La Cocina de Dirk”) y en la rueda de prensa despertó el alborozo de los asistentes cuando dijo “si no toma la decisión correcta, les quitaré los trajes”. La resolución no fue fácil porque era dejar todo atrás muy pronto, alejarse del ala protector de su familia, pero finalmente se convertía en “Maverick” (acordando un contrato de 4 temporadas por algo más de 5,5 millones de $). En aquel tiempo sólo había 38 jugadores no estadounidenses en la Liga.

La cruda realidad de un novato
El cierre patronal provocó su vuelta a Alemania donde disputó 13 partidos en 1ª División con el Würzburg. Una vez solucionado el conflicto retornaba a Texas, el estado de la estrella solitaria, para convertirse en el cuarto alemán en jugar en la NBA, después del All Star Detlef Schrempf (que a sus 35 años todavía daba sus últimas lecciones en Portland) y los pivots Uwe Blap y Christian Welp. Antes de iniciarse el campeonato, Holger se le llevó de escalada al Gran Cañón (quería hacerle ver que por mucho que subiera, la cima todavía estaría más arriba).
En la recortada campaña (de 50 partidos), debuta como titular en Seattle el 2 de febrero de 1999, anotando 2 tiros libres con 5 errores en todos sus lanzamientos de campo en 16 minutos. Payton y Vin Baker suman 46 puntos para llevarse el encuentro en la prórroga (92-86). A los 15 días sale del quinteto inicial y queda relegado en un rol secundario sin ubicarse cómodo ni de 3 ni de 4 y pensando en hacer la maleta y volverse a Europa. Le tildaban de blando y le apodaron “Irk (no defensa) Nowitzki”. Poco había ayudado que Nelson le postulase de inicio a los cuatro vientos como novato del año ni que Steve Nash fracasara inicialmente en la dirección de juego. A los Nelson les llovían más palos que a una estera (con el agravio comparativo de que Paul Pierce además triunfaba plenamente en Boston), pero Nellie rescató al rubio en el último mes y éste respondió con unos alentadores 12 puntos y 5 rebotes. Ganaron únicamente 19 partidos en los que promedió 8,2 puntos y 3,4 rebotes en 20,4 minutos. Necesitaba más tiempo, venía de una liga de segunda a pelear con los mejores del mundo. Resultó un salto tremendo.
Sus problemas de adaptación no se reducían ni mucho menos a la cancha. Encontró en una empleada de la franquicia, Lisa Tyner, a su ángel de la guarda, y en Steve Nash a un amigo para toda la vida. Boqueaba fuera de su pecera original: se liaba en los cajeros y tenía pavor a comprar cosas; dormía en el sofá, pues tardó una eternidad en adquirir una cama; los cheques sin cobrar de los Mavs se le acumulaban junto a la televisión; desconocía el sistema postal americano, ni tampoco sabía cambiar una rueda ni hervir el agua. Su alimentación era un desastre: cereales, chucherías y comida rápida. “No me sentía cómodo ni en el equipo, ni con el estilo de vida ni era mi cultura. Tenía demasiadas cosas por las que preocuparme. Siempre había vivido con mis padres y de repente yo lo tenía que hacer todo. Fue un cambio demasiado drástico y echaba de menos mi hogar”. Lisa se hizo cargo de sus desordenes administrativos diarios y Steve lo socializó con su naturalidad habitual: “fue el primero que realmente me hizo sentir bienvenido aquí y empecé a jugar mejor. La amistad de Steve fue la razón principal de todo” (Dirk).
El verano le vino bien. Restableció la autoestima en su debut europeo con su selección en Francia 99. Caen de pie ante Yugoslavia en cuartos y se afirma como sólido anotador (cuarto del torneo) en una tarjeta de 15,2 puntos y 62% en tiros de 2 y 53% en triples. Sus convincentes actuaciones en las ligas de verano con registros superiores a los 30 puntos confirman su mejoría.

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Tomando el pulso
Limados los complejos, demuestra y se demuestra que tiene sitio en la Liga, que no es sólo un aspirante de exiguo pasado. Con mucho margen de crecimiento atrás y en lo físico, su talento ofensivo destapa a un jugador muy difícil de contener en ataque. Nelson le tenía una confianza ciega: “Honestamente mi cuerpo todavía no estaba preparado para medirme con todos los grandes 4 (Webber, Garnett o Duncan) de la NBA. Pero me puso ese reto y encontró la forma de que pudiera tirar de tres y desarrollar mi propio estilo” (Dirk). Pasado el tiempo Nelson se enorgullece de su apuesta: “Tuvo que aprender a postear con jugadores más altos y fuertes, pero para mí estaba claro que también iba a jugarse tiros abiertos y que se iba a convertir en un jugador magnífico”.

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Mediada esa segunda temporada Mark Cuban le compra la franquicia por 280 millones de $ a Ross Perot Jr. Ya nada será igual. El excéntrico millonario (había vendido su empresa Broadcast.com a Yahoo por 2 mil millones de $) extiende su ambición a cada rincón de los Mavs. “Creó el ambiente perfecto, nosotros sólo teníamos que salir ahí fuera y ganar” (Dirk). El nuevo propietario adquiere un avión privado Boeing 757 para los viajes, diseña unos vestuarios de ensueño, contrata un dietista (que regulariza y disciplina el anárquico rancho de Dirk), instala tres videomarcadores en el pabellón a petición popular y multiplica exponencialmente los ingresos del club: “no hay nada que odie más que las sillas vacías, pagaré para que vengan a vernos”, llegó a exhortar el recién llegado. En adelante, con independencia de las extravagancias y salidas de tono, el compromiso del dirigente es indestructible. La calamitosa primera vuelta con los problemas psiquiátricos de Leon Smith y la desastrosa y efímera contratación de Dennis Rodman (aguanta 29 días) impiden que Dallas alcance la postemporada (novenos del Oeste, balance 40-42). Nowitzki (17,5 puntos, 6,5 rebotes y 2,5 asistencias) concluye segundo en la votación de jugador más mejorado tras Jalen Rose. El meritorio ya pisa terreno seguro. Sus números son mejores en la temporada de reválida que los acreditados en la misma por los otros tops europeos que le precedieron (10,2 puntos de Petrovic, 10,9 de Marciulionis o los 15,7 de Kukoc; Schrempf no superó esas cifras hasta su octava en la Liga, en que trepó a los 19,1 puntos).

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Dando pasos
Aprovecha el estío para perder peso y acercarse a la posición de 3. En permanente evolución, Holger nunca lo consideró como una obra acabada y a su dictado incorporó nuevas virtudes a la mochila. Con un arqueo de 53 victorias y 29 derrotas en la temporada 2000-2001, los Mavs entran 11 después en playoffs. El equipo del “apunta, dispara y corre” es divertidísimo de ver, alumbrado por su “big three” (Nash, Finley y Nowitzki, que ya supera la veintena de puntos, con 21,8). El alemán entra en el tercer quinteto de la Liga (primera ocasión de un Maverick). Voltean la primera ronda a los Jazz tras tres triunfos consecutivos (sublime Dirk en los encuentros tercero y cuarto con 33 puntos en cada uno y definitiva canasta de Calvin Booth en el quinto en Utah). Spurs corta de raíz su trayectoria (4-1), pese a la animalada de Nowtzki en el quinto (42 puntos). Llega rico al Europeo de Turquía 2001, pues extiende su compromiso por los tejanos durante 6 años a cambio 90 millones de $. Los germanos pagan la novatada: en semifinales, con 9 segundos por jugar y 3 arriba deciden no hacer falta, Turkoglu atraviesa la pista y, mediante un triple, fuerza la prórroga en la que vencen los otomanos. Gasol (31), Navarro (27) en aquella bisoña España se cuelgan el bronce, pese al esfuerzo titánico de Nowitzki (43 puntos), máximo encestador del certamen.

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Sus ampliadas prestaciones (23,4 puntos y 9,9 rebotes) le trasladan al segundo quinteto NBA en la siguiente campaña, habiendo estrenado (como Nash) en febrero convocatoria para el All Star. Reforzados por Nick Van Exel pasan por encima de Minnesota en primera ronda de playoffs (habían sumado 57 triunfos en la fase regular), pero son laminados por los maravillosos Kings (4-1). La Gazzeta Dello Sport le designa Mejor Jugador Europeo del Año. En verano se trae la medalla de bronce del Mundial de Indianapolis 2002, después de cobrarse la venganza en cuartos frente a España e imponerse en la lucha por el tercer lugar del cajón a Nueva Zelanda. Repite como máximo anotador.
Visto el repaso recibido de Sacramento, Nelson recapacita y durante los diez primeros días de pretemporada no tocan un balón. En lo técnico se emplean en desplazamientos defensivos, ajustes, rotaciones y comunicaciones, incorporando (Del Harris) hasta nueve tipos de estrategias zonales, especialmente certeras con Shawn Bradley en pista. Algo tímido, pide un autógrafo a Michael Jordan en la temporada de despedida de éste en Washington. Suman muchas victorias (60), pero llegan justos a la primavera. Dirk (señalado en el 2º quinteto de la Liga registrando 25,1 puntos y 9,9 rebotes) abre fuego desde todos los frentes (46 tantos y 10 rechaces) en la apertura de la serie ante Portland. Los Blazers están en un tris de remontar una eliminatoria que palmaban 3-0 y alcanzan el séptimo partido, pero Dirk toma protagonismo en la postrera victoria 107-95. La lesión de Webber en el 3º marca la lucha con Sacramento, que se dilucida en otro 7º entre la aparición estelar del tridente (Nowitzki 30 puntos y 19 rebotes, y Nash y Finley 20 puntos por cabeza). Primera final de Conferencia de la franquicia y victoria (110-113) en San Antonio en un partido majestuoso (Duncan 45 puntos y 15 rebotes, Nowitzki 38 y 15). Los Spurs vencen los dos choques siguientes y el teutón se quiebra la rodilla en el tercero. “Si no se encuentra al 100%, no voy a poner en peligro su carrera”. Nelson no transige a las presiones de Cuban y recurre a defensas zonales para paliar la ausencia de su figura. El 4-2 otorga a los de Popovich el pase a las finales de 2003. Se adivina cisma.
Canjean a Van Exel por Antown Jamison (mejor sexto hombre de la Liga) e incorporan a Antoine Walker. “Con ellos vamos a rodear la montaña, en lugar de escalarla”, argumenta Nash ante la falta de un pivot clásico. Asoma interesante Marquis Daniels y echan el candado con 52 victorias. La derrota a la primera (4-1) nuevamente ante Sacramento (Dirk hace 26,6 puntos y 11,8 rebotes, pero yerra el último tiro en el quinto) trae consecuencias. El trasatlántico tejano vara en aguas bravas. Se deja ir como agente libre a Steve Nash (próximo MVP -en la entrega el canadiense quiso que sus compañeros de Phoenix subieran al escenario a recogerlo con él- de las dos temporadas venideras) y se ficha a un pivot, Erik Dampier, de dudosa trayectoria (pues su mejor campaña -12,3 puntos y 12 rebotes- es precisamente ésta, en la que vencía su contrato). También salen Walker y Jamison (pese a su excelente curso) dando paso a Jason Terry, Stackhouse, Devin Harris y, tras el All Star de febrero, Keith Van Horn. El 25 de noviembre de 2004, Dirk vacía su cargador y establece su récord de anotación (53) en un partido contra Houston: “no hay molde para él”, expresa rendido Donnie Nelson. Un mes y medio antes de concluir la temporada regular, se escenifica el divorcio entre propietario y técnico, y Avery Johnson toma las riendas del equipo que alcanza las 58 victorias. Nowitzki (26,1 puntos -su top- y 9,7 rebotes) entra junto a su amigo Nash en el Quinteto Ideal de la NBA. Antes del séptimo partido de la primera ronda frente a Houston (Van Gundy, consumada la eliminación, declararía que salvo Shaq no había otro jugador que alterase tanto las defensas), Dirk recibe un mensaje de su colega en el contestador: “Te espero en la 2ª ronda”. El cariñoso recado escondió el letal comportamiento posterior en la pista del mago nacido en Johannesburgo que manejó la serie (4-2) a su antojo firmando 30,3 puntos (48 en el cuarto choque) y 12 asistencias. En el Europeo de Belgrado 2005, Nowitzki rasca chapa (plata), tras dejar fuera a España (sin Gasol, pero con un gran Navarro) de la final, aunque pierden claramente ante la Grecia (78-62) de un imperial Papaloukas (22 puntos y 6 asistencias). Dirk, máximo encestador, es designado MVP del evento.
Un hecho singular ha sacudido el entorno Nowitzki. Holger es detenido en Alemania acusado fraude al erario público. Parece imposible de creer, pero jamás ha cobrado de Dirk, salvo los gastos de desplazamiento. El delito reside en que no ha completado sus declaraciones de impuestos durante los últimos años. Permanece convicto en prisión 4 semanas y media. Todo se arregla con una multa astronómica que asume su discípulo.

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1ª Final NBA y la decepción (temporadas 2005/2006)
Finley toma la puerta de salida, más la dupla que forman Jason Terry y Josh Howard (“una bendición; es uno de los jugadores más activos en ambos lados de la cancha y hace bien cosas que yo no puedo hacer”, según Dirk) derriba la puerta del estrellato. Dampier va entonándose y Dirk no afloja (gana el concurso de triples y en las postrimerías de la regular season anota 51 puntos frente a Warriors) y reincide en el primer quinteto. Ajusta la mirilla (31, 31, 36 y 27 puntos) en la paliza (4-0) sobre Grizzlies. La batalla posterior mantenida con los Spurs será recordada: 7 partidos apasionantes, 3 de ellos finiquitados por diferencias inferiores a 3 puntos y prórroga en el definitivo. Los Mavs asaltan (111-118) El Álamo, luego de remontar 20 puntos y los rifles humean en OK Corral (Ginobili 23 tantos, Parker 24, Duncan 41 y 15 rebotes; Terry 27, Nowitzki 37 puntos y 15 rebotes). El pasaporte hacia la Final, lo obtienen en Phoenix, después de otro maravilloso combate. Dirk había dejado boquiabierto a su amigo canadiense “parecía que no podía fallar; es un tipo de 2,13 que lanza mejor que nadie en el planeta” con su medio centenar de puntos en el quinto. Los Suns acusan las lesiones (especialmente la baja de Stoudemaire) y entregan las armas en casa.
En su buscada Final NBA (de dos debutantes en esas lides) todo pintaba de cine con 2-0 y 12 arriba a falta de 8 minutos y medio en Miami, pero a los Mavs les echaron una manta encima y fueron incapaces de quitársela. Caen a plomo. Payton anota la penúltima posesión y Nowitzki desperdicia el tiro libre que hubiera conducido a la prórroga. Los Heat salen de la extrema unción y “Flash” Wade llena espléndido la pantalla (36, 43 y 36 puntos) para rubricar un título (4 victorias a 2) que mantiene a O´Neal como protagonista secundario y a Payton, Jayson Williams y Alonzo Mourning (“El Renacido” tras su trasplante de riñón con baremos asombrosos -8 puntos, 6 rebotes y 5 tapones-) de grandes actores de reparto en la victoria terminal 92-95 en Dallas. El engominado Pat Riley reverdece laureles. “A lo mejor empezamos a celebrarlo un poco pronto”, esbozó resignado Nowitzki. Pero toma nota: “Fue duro, pero esa derrota me hizo mejor. Aprendí y me motivó a mejorar. Fue parte de mi camino”. Holger le había regalado un libro, Tifón de Joseph Conrad, para superar las adversidades: “Si viene una tormenta, debemos superarla”. “Verlo caminar encorvado, me dolió mucho. Pero un atleta debe levantarse”, diría su madre. Aflora la letanía machacona de los ilustrados críticos repleta de gruesos epítetos (que si endeble, que si perdedor…). Dirk no comparte la factura de la fiesta y se come de pleno el marrón, pero tampoco gasta mucha saliva.
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Periodo de entreguerras
El palo le hace más fuerte. Renueva por 60 millones de $ y restituye su prestigio a lo largo de una temporada sublime (es el único jugador en porcentajes superiores al 50% en tiros de 2, al 40% en triples y al 90% desde la personal), Su puntería y las 67 victorias (mejor balance de la Liga) le acreditan como justísimo MVP, pero patinan estrepitosamente en play offs donde no se admiten cheques, hay que pagar al contado. Los Warriors de Don Nelson les tienen tomada la medida (en temporada regular les ganan los 3 partidos) y ahora Baron Davis, Quentin Richardson y Stephen Jackson los llevan con la lengua fuera. El ritmo trepidante, el acierto exterior y los sobremarcajes sobre el alemán otorgan a Golden State un marcador (4-1) tan sorprendente como inapelable. Avery arguye flato (rotación muy corta de 7 jugadores) y defiende a su estrella, “sin él no hubiéramos llegado hasta aquí”. Dirk y su grupo no salieron del reciento deportivo hasta las 5 de la mañana, rotos por el dolor.  Mustio, recoge el trofeo de Jugador Más Valioso: “Claro que he de mejorar mi juego. Aún me quedan muchas cosas por levantar. Soy un jugador franquicia, quiero llevar a este equipo al título”. El galardón se halla colocado en la residencia familiar en Alemania, detrás del que obtuvo su padre cuando fue nombrado mejor balonmanista bávaro del año. No olvidó. “¿Por qué tendría que hacerlo? Las derrotas forman parte del deporte”. En vacaciones “he trabajado en todo porque quiero ser tan versátil como me sea posible. Pequeñas cosas son las que te hacen mejor”-
En febrero de 2008, Cuban frota la lámpara, se rasca el bolsillo y devuelve a Dallas al gran Jason Kidd. Desde todos lados se aplaude el fichaje: “Me dará pases que antes sólo podía soñar” (Dirk); “sabe cómo ganar y eso es lo que buscamos” (Avery); “espero que nos lleve al siguiente nivel” (Cauban), pero se estrellan nuevamente (4-1) en postemporada frente al terrorífico trío (Chris Paul, David West y Peja Stojakovic) de New Orleans. Dirk se da una alegría (“esta vez no pude reprimir las lágrimas) al clasificar a su selección para los Juegos de Pekín, donde pasea como abanderado.
A Cuban no le tiembla el pulso y sitúa al antiguo técnico de los Pacers, Rick Carlisle, en el banquillo en la campaña siguiente. Mejoran y pasan una ronda, pero en semifinales de Conferencia los vistosos Nuggets de George Karl dan buena cuenta de ellos. Dirk Nowitzki (34,4 puntos) y Melo Anthony son dos máquinas de picar carne de estadísticas similares, pero éste se encuentra mejor rodeado (Billups, JR Smith, Nené Hilario y Kenyon Martin). “El tercer partido nos mató, pero hay que mejorar mucho porque no puedes permitir 124 puntos en un partido en el que te juegas la vida” (Dirk). El FBI policía pilla in fraganti durante el 2ª encuentro a su prometida, Cristal Taylor, robando joyas y dinero de su casa. Un detective contratado por el jugador descubre que se trata de una delincuente, buscada en varios estados por robo, deudas, falsificaciones y suplantación de identidades. Nowitzki queda con el alma en jirones y tras el desastre de Nueva Orleans, Holger tira de la cisterna y se lo lleva de acampada a Nueva Zelanda. Mastican su amargura desconectados de todo y de todos en los lugares del Hobbit.
Shawn Marion entra en el plantel y Dirk acaricia otro momento dulce para rescatar en los libros (al poco de iniciarse el nuevo curso anota 29 tantos en el último cuarto para remontarle una desventaja de 15 puntos a Utah). Participa en el gigantesco All Star celebrado en el Cowboys Stadium de Dallas ante 108.713 espectadores. Se luce (22 puntos), pero Wade (28 puntos, 11 asistencias y victoria) arrampla el trofeo de mejor jugador del partido. Después del fin de semana festivo, arriban en Tejas Caron Butler, Brandon Haywood y DeShawn Stevenson y sale, ya un tanto despistado, Josh Howard. Con los refuerzos les da para concluir segundos del Oeste (55-27), pero naufragan ante San Antonio (4-2) en la apertura de los playoffs.

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El cielo no puede esperar… más
Fortalecen el rebote con la firma de Tyson Chandler y Carlisle aprovecha la pretemporada para ensamblar las piezas del año anterior. Agarra firme el timón: “Queremos ganar. El egoísmo no se permite para el que lleve este uniforme”. Disuelven los grumos de su juego colectivo y Dirk siente un hormigueo: “Me gusta lo que tenemos”. El equipo (al que Cuban va sumando peones especialistas: un veterano tirador en Stojakovic y un indómito defensor en Corey Brewer) genera buenos síntomas y acaba tercero del Oeste (52-27) en durísima pugna con Spurs y Lakers, pero les cuesta nuevamente un mundo arrancar los playoffs. Se quitan un peso de encima al deshacerse (4-2) de los correosos Blazers de McMillan. Arrasan a los actuales bicampeones Lakers, que se vuelven para LA con el casillero inmaculado. Los veteranos barruntan gloria: “Somos el equipo más viejo que queda en pie. Tenemos que utilizar nuestra sabiduría para ganar” (Kidd). Marion señala la mano que mece la cuna: “Dirk es la cabeza de nuestra serpiente”. El réptil germano emplea su más dañino veneno en la apertura del Final de Conferencia (48 puntos, por los 40 de Durant) en un encuentro fantástico que se apuntan los Mavs (121-112). Los atrevidos y talentosos Thunders (Durant, Westbrook, Harden, Ibaka) ya anunciaban lo que cada uno daría de sí en el futuro, pero pese a competir duramente, aún conservan los dientes de leche para el hambriento apetito tejano (4-1).
Aguardaban los favoritos Heat (que se habían deshecho de Chicago, líder de la temporada regular). Lebron, Wade y Bosh formaban una tripleta temible, pero Dallas situaba más piezas en el tablero (especialmente desequilibrantes Barea y Terry partiendo desde el banco). Esta vez el pájaro viejo no iba a entrar en la jaula. Se cuenta que antes de salir a calentar, Chandler y Stephenson, tensos como paracaidistas, se quedaron ensimismados viendo lanzar a Dirk: “Míralo sólo tenemos que dejar que nos guíe. Sólo así ganaremos el anillo”, comentó DeShawn. Con una victoria en el zurrón, a Miami le sobró soberbia cuando a falta de 7 minutos del segundo envite se adelantaban por 15. Nowitzki, se acogió a sagrado y embocó los 9 últimos puntos de su escuadra. En la última posesión hizo la cuenta del astronauta y se sacó de la chistera un gancho con la izquierda para poner las tablas. En Dallas, los Heat con Wade a la cabeza (29 puntos y un triple y una canasta letales) recuperaron el factor cancha; Dirk tuvo la posibilidad de conducir la partida a prórroga, pero su lanzamiento no entró. El alemán aparcó la gripe y la fiebre (38,3 grados) para afrontar el cuarto partido. No estuvo especialmente fino (21 puntos y 6/19 en el lanzamiento), pero socorrió a los suyos, cuando el ahogado manoteaba, y con una bandeja por la derecha decantó el sino del encuentro (86-83) a falta de 14 segundos. Un parcial de 17-4 en medio de un ambiente atronador desniveló el quinto (112-103) para los locales con Nowitzki -31 puntos- de faro.
Y llegó el día. Dallas se tomó cumplida revancha en Miami (95-105). Terry (que estaba tan motivado que mediado el curso se había tatuado el trofeo de campeón) se exhibió inmenso (27 puntos), Nowitzki no tuvo su mejor día de cara al aro (9/27 para 21 puntos, pero 10 de ellos los totalizó en el último cuarto). Poco le importaba. Como sus personajes favoritos, alcanzaba baldado su Anillo, “mi tesoro” y corrió a llorar de alegría al vestuario, en una imagen que recordaba al primer Jordan abrazado al Larry O´Brien. Atrás quedaban horas de esfuerzo, atroces críticas… Con 33 años, todo había merecido la pena. Su familia lo celebró desde Europa (pues no querían “gafarle” como hace un lustro; a las 5 de la mañana su madre cogió el coche y fue a celebrarlo con su hija Silke). “Esto es una victoria para el baloncesto de equipo”, acertaba a expresar el germano. Pat Riley, rendido a su talento reconoció que “en este momento es el jugador más desequilibrante del mundo”. Meses más tarde en la ceremonia de entrega de los anillos, Carlisle ejerció de brillante presentador y reparó en el “hombre que tendrá una estatua aquí fuera”. El teutón tomó el micrófono y usó el lema que había exprimido en los playoffs: “The time is now”. Luego dedicó el triunfo a su tenaz y estridente jefe: “Para el mejor propietario del deporte”. A Cuban no le importó gastarse 1,4 millones de $ para adornar las joyas que engarzaban los dedos de sus jugadores. En la recepción en la Casa Blanca, Obama bromeó con lo mal que había cantado Dirk el “We are the champions”.

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Y luego…
En adelante, Dirk glosó una enorme carrera en la NBA siempre leal a su franquicia (se calcula que condonó cerca de 200 millones de $ a los Mavs, al renunciar a contratos mucho más lucrativos para que éstos pudieran traer grandes jugadores sin romper el tope salarial). Así llegó Chandler Parsons, al que Dirk conminó con sorna para que invitara a cenar cada vez que estuvieran de gira: “es mi dinero”. Éste no se achantó y convidó a burritos a todos los empleados. Echó el ancla. 21 años sin moverse de Dallas, “soy de la vieja escuela”, en los que coincidió con 203 compañeros.
Aquellos Mavericks envejecieron y ya nunca más se acercaron a unas finales. Hicieron Historia, una Gran Historia. Ahora tratan de reconstruirse, de la mano y la buena cabeza de otro niño prodigio europeo, Luka Doncic, al que Dirk (en cicerone) ha integrado con una naturalidad excepcional.

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Y Dirk conoció el amor. Sí, porque en 2010 coincidió con Jessica Olsson (una galerista de arte) en un acto benéfico. Se enamoraron y se casaron 2 años más tarde en Alemania y en Kenia, donde había nacido la madre de la novia. Según la tradición kikuyu, Dirk tenía que escoger a su mujer de entre otras 4 que iban cubiertas por completo. Si se hubiera equivocado hubiera tenido que entregar una cabra como castigo, pero su olfato no le falló. La ceremonia y posterior celebración resultaron de lo más exótico y divertido. La feliz pareja tiene tres hijos.

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Un cachondo muy generoso
Su carácter espontáneo, alegre y desenfadado le llevó a disfrazarse de “Largo”, el mayordomo de la Familia Adams o a parodiar a Donald Trump. En un Hallowen le preguntó a su esposa “¿de qué quieres que me disfrace”. “De Martina Navratilova”, respondió ella. “Búscame una falda”, no lo dudó Dirk. Cada vez que acudía a la línea de personal tarareaba “Looking for freedom” de David Hasselhoff. Se reía de sí mismo, hasta en las situaciones más inverosímiles. Así dicen que en 2018 pasó un control antidopping y que le dijo al médico: “¿Me viste el año pasado? Si fuera puesto o dopado tendría que cambiar de producto lo antes posible”. También alberga un corazón grande para contribuir en diferentes causas benéficas, acudir cual Papá Noel para hacer sonreír a los niños enfermos en los hospitales, convertirse en uno de los portavoces contra el escándalo sexual denunciado por trabajadoras de los Mavs o encabezar la lucha contra el cáncer.

Un antes y un después
6º máximo anotador histórico de la NBA, pero su curriculum repleto de distinciones individuales tirita ante la verdadera trascendencia del alemán en el juego y en la Liga. Abrió un camino casi inexpugnable para los extranjeros en la NBA, que desde entonces viró sus ojos hacia los lugares más recónditos del mundo. Enseñó la figura del ala pivot versátil tan capacitado para postear como de lanzar desde más allá del arco de tres puntos. Dirk fue un adelantado a la época actual de la efervescencia del triple y del dominio de la polivalencia, una mente preclara en la lectura del juego y en el aprovechamiento de los desequilibrios defensivos y un competidor nato. El creador de un arma imparable, su fade away con lanzamiento hacia atrás sobre una pierna era absolutamente irreductible. “Dirkule”, como le apodaban en su tierra, fue un líder comprometido, ejemplar y solidario con sus compañeros.

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Un planeta rendido
Dallas jugó su penúltimo partido de la temporada 2018/2019 en casa frente a Phoenix. Los empleados de la franquicia le aguardaban en los pasillos del pabellón y fue saludándolos uno por uno de camino al vestuario. Bromeando, preguntó cuántos lanzamientos había realizado Kobe para anotar 60 puntos en su despedida (50). “Yo no creo que llegue a tanto”, terció entre risas. Anotó 30 puntos (siendo el jugador más veterano en alcanzar esa cifra) en 31 tiros. James Crawford hizo 51 tantos esa noche, convirtiéndose en el primer jugador de más de 39 años en superar la barrera de los 50 con 4 equipos diferentes, y Doncic completó otro triple doble. Acudieron algunos de sus rivales e ídolos (Larry Bird, Scottie Pippen, Charles Barkley, Shawn Kempo Detlef Schrempf). El “Pájaro Verde” estuvo jocoso y especialmente brillante en su parlamento: “Tenía 15 años cuando Dirk llegó a la Liga (carcajadas) y ahora tengo 62… Hay una cosa que siempre digo a los jóvenes cuando llegan a la NBA. Deja este deporte mejor que como te lo encontraste, así perdurará para siempre… Y tú lo has hecho”.
Casualmente su carrera terminó donde dio sus primeros pasos en Estados Unidos, en San Antonio. Encestó 20 puntos y tomó 10 rebotes en la derrota 105-94 frente a los Spurs. Había que ver al maestro Popovich chillando a los suyos para que no le defendieran la última posesión. Éstos no le escucharon. A Dirk le dio igual, sacó su arco, lanzó su flecha de fuego final para convertir su última cesta. Después “tiré todo a la basura, calcetines, calzoncillos, todo. Así no hay que lavarlos más. Está claro que lo echaré de menos durante meses o años o para siempre”.
Recibió muestras de afectos desde todos lados. Doc Rivers, el magnífico entrenador de los Clippers, llegó a pedir un tiempo muerto, robó el micrófono al speaker para homenajear a Dirk y solicitar el aplauso unánime y sincero del público. “No tienes ni idea de lo que representas para nosotros. Tienes trabajo de por vida aquí. No importa lo que quieras hacer” (Mark Cuban). “Es nuestro Roger Staubach (mítico quarterback de los Cowboys)” (Donnie Nelson).
Él devolvió las múltiples muestras de gratitud: “Ninguna estadística, marca o premio conseguido significa más para mí que vosotros. Me hicisteis uno de los vuestros… Mi equipo, mi hogar… Ha sido un camino divertido, maravilloso”.
Steve Nash narraba en un cuento animado precioso creado por Nike la trayectoria de su amigo; “Érase una vez un juego y en estas líneas verás como un deporte cambió debido a un hombre que vino del otro lado del mar… Nunca vaciló y siguió fiel a su estilo. Él siempre jugó de la forma que quería jugar… Pronto ese marginado se convirtió en un héroe… Y aunque ahora se haya ido, su juego permanecerá… Él ha cambiado todo esto hasta la raíz… Todos los sueños son una locura hasta que los haces realidad”.
Este flautista de voraz lanzamiento nos embaucó a todos durante 2 décadas. No se me ocurre mejor despedida que la carta que le dirigió un seguidor en diciembre de 2018: “Gracias por 20 años de grandeza. Ha sido un honor verte jugar desde que era un niño. Si ésta es de verdad tú última temporada… ¡Gracias! No me importa lo que digan los críticos, eres el más grande de la historia. Gracias Dirk, creo que hablo por Dallas, apreciamos mucho lo que has hecho por esta ciudad. Has estado perdonando dinero durante los últimos años para ayudar al equipo… Así que ¡la comida la pagó yo, tío grande!”. La misiva iba acompañada por un billete de 20 $. Me sumo al escrito, pero digo yo que el hombre ya se podía haber estirado un poco más en la invitación ¿no?


Entre la vasta bibliografía consultada destaco el magnífico libro “Invasión o Victoria” de Gonzalo Vázquez y Máximo José Tobías, los artículos de Andrés Monje y el maravilloso especial sobre Dirk que hicieron, en su programa de radio “El Reverso”, los maestros Vázquez y Monje. El documental “The Perfect Shot” es otra referencia ineludible, pues recoge de manera excelente las vida y milagros de Nowitzki.


Paco Velasco, mi primer ídolo

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Durante años su foto compartió pared de mi habitación en la sierra con algunas de las grandes estrellas del baloncesto mundial, Jordan, Magic, Sabonis, Drazen…
Su carrera profesional no tuvo la relevancia que su prometedor paso por las categorías inferiores auguraba. No me lo llegué a explicar y me fastidió, pero no por ello dejé de seguirle. Porque desde que le vi jugar en mi colegio Claret con el juvenil de San Viator y posteriormente en el Real Madrid siempre fue mi ídolo, mi primer ídolo. Y esto no se olvida.
Compartió cancha y vestuario con lo más granado de su época. Se estrenó en la primera Liga ACB que terminó como el rosario de la aurora, sufrió en sus carnes a los hermanos Petrovic en la histórica final de Atenas y cuando emigró de la Casa Blanca su salud limitó su desbordante talento y menguó su hambre y confianza.  
Sólo quité su foto cuando mi habitación (la nuestra, la de mi hermano David y la mía) pasó a ser la de mis sobrinos en verano y el paisaje cambió y desaparecieron mis héroes de la canasta. Me queda su formidable recuerdo, que hoy escarbo gracias a un cúmulo de casualidades. Así que éste es mi homenaje y ésta es su historia. La de Paco Velasco.





Sanvi, el sitio de su recreo
Sus padres, Juan y Felisa, salieron del pueblo (Burujon, Toledo) en busca de fortuna (él, era el mayor de 6 hermanos y para todos era difícil que llegara) con una mano delante y otra detrás. Juan se deslomó en distintos trabajos hasta que pudo comprar su primer autobús y posteriormente montar su propia empresa de transporte. La familia se había instalado en Carabanchel, el mejor barrio del mundo mundial, que diría Manolitos Gafotas. Su madre, abnegada ama de casa, cuidaba y vigilaba las andanzas de sus chicos (Juan Carlos, el mayor, sacaba 4 años a Paco).
A cuarto de hora andando de su casa, en la Plaza Elíptica, se encontraba San Viator (su mirada se ilumina cuando escucha el nombre de su colegio). Aquel descarnado patio era el campo de desfogue de la chavalería. El empedrado, la alcantarilla, cuatro canastas, una lindando con la pared del fondo, la escalera exterior por la que se accedía a las aulas… A la vuelta, el mini… Y abajo el terreno de fútbol, que inicialmente fue el escenario de las primeras correrías de Paco. Todo ello, tutelado por un cura, Pepe Domaica, un mito (no exagero) para varias generaciones de críos y una referencia del deporte escolar en la capital que hace poquito se nos fue de repente. A pesar de que dos medallistas olímpicos, capitanes de esas selecciones, Juan Antonio Corbalán y Carlos Jiménez, salieron de Sanvi, el pabellón inaugurado a finales de 2017 lleva su nombre. No digo más.


Bueno, pues como Paco era de los más altos de la clase, con 10/11 años dribló al fútbol para enfocar a los aros. No tenía ni idea (al primer partido de mini compareció sin saberse las reglas), pero contaba con lo único que no se puede enseñar, altura. Pronto descubrió un mundo que orilló su timidez y que le permitía jugar en la calle (en el patio) casi todo el día (para tranquilidad de su madre). Dio el estirón muy pronto (con 14 años medía lo de ahora, 184 cm), así que en sus inicios fue un pivot fuerte con cierta destreza. Circularán por ahí imágenes en Super 8 de un montón de críos (uno de ellos era Paco) detrás de una pelota persiguiendo al ídolo de todo el colegio, Juan Antonio Corbalán, estrella en el Madrid y en la selección.
Sabiamente conducido por Raimundo Gorgojo (la de jugadores que en Sanvi, San Agustín, Real Madrid han pasado por sus manos) comenzó a amar el juego y a conocer sus interioridades. Con la estatura estabilizada, horas de fundamentos y cienes de partidos en el patio, le ubicaron de alero.  Aquella generación horneada a la intemperie tenía buena pinta y pronto llegaron los triunfos. Para alborozo de sus compañeros de clase ganaron dos ediciones del televisivo programa Torneo presentado por Daniel Vindel con su inconfundible sintonía inicial los sábados a la mañana. Un día Paco le preguntó a Gorgojo: ¿Tú crees que jugaré en Primera División? El religioso, lo examinó de abajo arriba, con la certeza de que no iba a crecer más y respondió sin ambages: “Tú ni loco. Con suerte, Conde y Catalá, puede ser, pero tú no”. Aun así, el chico no se amilanó ante la cruda muestra de sinceridad de su entrenador y siguió desgastando zapatillas en el cemento. Pero si Paco fue jugador de baloncesto, una parte importante del mérito recae en Gorgojo y en Luyk.


En primer año de juveniles, Eduardo Sanz, dispone de un excelente plantel (la mitad de primer año) en que destacan Conde, Sánchez y Velasco. La ausencia del pivot titular (único chaval por encima del 1,90), lesionado casi todo el año, los relega a la tercera plaza en el Campeonato de Castilla (ahora de Madrid) tras Estudiantes y Real Madrid. Acuden al sector en Zaragoza para obtener el pasaporte al certamen nacional y caen por 8 puntos frente al Joventut de Jordi Villacampa. A la vuelta se dan el gusto de conquistar el Torneo Primavera del Colegio Claret ganando al Real Madrid en su despedida de amarillo. Velasco, que se desenvolvía como alero, se salió. Quedaba la imagen de un ganador nato como Clifford Luyk bufando de un lado a otro. Ese Madrid de Toñin Llorente, Marrero, Peña, Jesús González, Pedro Rodríguez, Rementería, Hernángomez y Herrera se coronaría campeón de España en Onil frente al equipo del Ramiro entrenado por Paco Garrido. Después de la afrenta, Luyk, seducido, lo persiguió sin desmayo. Mediada la temporada, estando en la grada durante un partido en Vallehermoso, había observado la puesta de largo como improvisado base de Velasco (el titular estaba lesionado, el suplente salió eliminado por faltas, así que Paco salió indemne del marrón) y el gran Clifford supo ver más allá (vislumbró al próximo armador de su juego). Los blancos ya lo habían querido el año antes, pero resistió al amparo de un centro y de un grupo que le confortaba y que además daba el nivel. Ahora ante la insistencia del mito merengue ya no pudo negarse (él, que en una ladera del Manzanares siempre había alardeado de madridista).
La vida en unos meses le cambió drásticamente. Mutó de equipo, de barrio (sus padres habían comprado un piso en el barrio de Prosperidad, en el que su abuelo trabajó como portero de una finca en la calle Cardenal Silíceo) y de escuela (el Madrid le pagaba sus estudios y un estipendio para material escolar, con lo que no tenía que pedir dinero en casa, en el Colegio España, en el distrito de Moncloa).


 El bautizo en la maravillosa Casa Blanca
Aún hoy, Paco tiene interiorizado el olor del Pabellón de la antigua Ciudad Deportiva. Le encantaba entrenar allí. Muchas tardes iba corriendo directamente desde La Prospe hasta el final de la Castellana. Antes, tras las clases, echaba un buen rato exprimiéndose en la Blume con Juan Carlos Pascua. El excelente preparador físico lo conocía desde el colegio, sabía de su potencia y velocidad (sus marcas en 100 y 200 metros eran notables) y lo quiso acercar hacia el atletismo. Pero el muchacho ansiaba triunfar alrededor de los aros y se puso como un toro. Por recomendación de Paco se volverían a reencontrar en el Atlético de Madrid más adelante.
Al llegar al Madrid encontraba la primera sorpresa. Clifford le descubría una posición nueva. “Pero si no he jugado de base en mi vida. ¿Qué hago?”, interpelaba vergonzoso el chaval. La leyenda blanca lo abordó con la mayor naturalidad: “Cuando recibas en campo propio mira el aro contrario y para adelante. Si no salen a ayudar, penetra. A la segunda vez que vayas a canasta, ya no te dejarán. Te paras, mandas jugada y a partir de ahí, empezamos. No te preocupes, que estos también saben jugar”. Y vaya si jugaban: en tres años esa camada no perdió un solo partido oficial (en una marca probablemente sin parangón en la historia de nuestro baloncesto).
Paco alaba la confianza que siempre le dispensó Luyk: “Jamás me dijo nada que limitara mi creatividad, todo lo contrario” y pronto devolvió con hechos la determinación de su técnico. En enero, le significan como mejor jugador del prestigioso Torneo Juvenil de Hospitalet en el que liquidan al Joventut 78-65 (por sus espectaculares acciones en la grada le compraran con Juan Corbalán; error pues los jugadores son únicos e irrepetibles). El orfebre Miquel Nolis, excelso forjador de talentos, le reclama para el preeuropeo juvenil (se clasifican dificultosamente, al derrocar a Francia en la jornada final).
En primavera, los juveniles de Estudiantes y Madrid viajan en el mismo autobús a disputar el Torneo Magefesa en Bilbao. En la final, Luyk parece sorprendente relajado en la charla previa: “Lo importante es seguir preparándonos hacia el Campeonato de España. No pasa nada si perdemos”. Extraño, porque en su mente cabía poco espacio para el armisticio… Cuando se pusieron a calentar y reparó en el pedazo de trofeo, devolvió coercitivo a su prole al vestuario: “Me cagüen todo. Como perdamos yo no subo al autobús a que nos vacilen éstos (los de Estudiantes). Volvemos andando a Madrid. Así que no me jodáis. Salir ahí fuera y ganar”. La arenga debió de surtir efecto. Pese a que los colegiales lograran limar diferencias (merced a los 29 puntos de Montero y los 27 de Verano), los blancos regresaron vencedores 91-85 (con Óscar Peña 20 y Velasco 18 de máximos anotadores). La paliza 117-73 que les propinó el equipo senior del Benfica (que se lo tomó tan en serio que sólo puso en nómina a sus a dos americanos junto a otros cuatro jugadores) en el Torneo Ciudad de Lares (Velasco MVP del torneo), en Villanueva de la Serena, formaba parte del proceso de puesta a tono para afrontar el Campeonato de España en Albacete. Y la ciudad manchega asistió admirada al huracán blanco. Pasaportaron sin miramientos 94-66 al Joventut en semifinales y al Barsa 86-55 en la final (Velasco -MVP del torneo- aparte de anotar 18 puntos en el choque decisivo, abasteció a su jauría de hambrientos aleros: Peña 20 tantos, Huerga 29).
En junio, el Madrid contrata a Mirza Delibasic. En adelante, el caballero bosnio pasaría a ser el favorito con mayúsculas de Paco (que se quedaba a observarle en el graderío boquiabierto un montón de entrenamientos y al que copió el fantástico pase de bolos en contraataque). La única decepción de la temporada vino en verano tras el mediocre e irregular comportamiento de la selección juvenil en el Europeo de Katerini (Grecia): Sabonis les endosa 39 puntos (sano y a esa edad frente a Arvydas sólo te quedaba hacer la señal de la cruz) con la URSS campeona y pese a vencer a la Yugoslavia de Petrovic, la derrota frente a Francia (a la que habían vencido en 4 de los 5 choques precedentes) les aleja de las medallas. Pagaron el exceso de responsabilidad y la falta de altura (encima Rafa Vecina había quedado fuera por lesión).


 Un júnior exitoso
En octubre del 81 es llamado con el primer equipo para el Torneo que conmemoraba el Cincuentenario de la sección. Asiste asombrado al debut de Mirza (37 puntos) frente a sus compatriotas del Partizán capitaneados por Dalipagic y se viste también para la final ante un combinado profesional por entonces de campanillas (Artis Gilmore, Kevin McHale, Reggie Theus, Mike Dunleavy, Micheal Ray “Sugar” Richardson…).
En la tercera jornada de grupos del Campeonato Júnior de Madrid, Inmobanco logra igualar a 83 con el Madrid. No es poca cosa. Es el único encuentro oficial que esa divisa blanca no ganaría en un trienio.
Llega la primavera e Ignacio Pinedo reúne en Casteldefells a lo más selecto de las levas del 63 y del 64 para afrontar el preeuropeo junior en Escocia. Los chicos se dejan el alma en los entrenos, pero una noche deciden salir a tomar una cerveza para escapar de la rutina y airearse contraviniendo las órdenes federativas. Regresan pronto, aunque el “Zorro Plateado” caza a Velasco fuera de hora. A la mañana siguiente, tras la cotidiana paliza física matutina del profesor Bernardino Lombao, ordena un entrenamiento extenuante para ensayar la presión a toda pista. Él único que no sale de la cancha en todo el tiempo es Velasco. A la hora, el genio hispanofrancés pone fin a la práctica y se dirige al grupo: “Paco muy buen entreno, tiene 4 mil pesetas de multa”. El base boqueaba sonriente. Los “enanitos de Blancanieves” como los denominaba Pinedo obtuvieron el laborioso pase tras vencer a Alemania.


En Guadalajara volvían a citarse con la Penya en las semifinales del Nacional Junior. Los verdinegros cobran ventaja (35-42) al descanso. Villacampa (12 puntos) es expulsado por faltas en la segunda parte y Montero (33) toma el relevo anotador, pero Óscar Peña fuerza la prórroga sobre la campana. Por la época, para envidia de la promoción blanca, Manel Comas ya concedía en el primer equipo muchos minutos de calidad a la emergente pareja exterior. En el tiempo extra, prevalece el juego coral capitalino (Peña 35, Hernangomez y Velasco 15) y obtienen el billete (91-88) a la final. En la misma, se oponen vecinos y residentes en Madrid. Toñín Llorente, capital para Inmobanco, entra muy pronto en faltas (4 al descanso, que cristaliza 50-43 para los merengues). Mediada la segunda parte se alarga la diferencia (70-61 en el minuto 30 y Llorente sale eliminado), pero Andivia (18) estrecha la soga hasta el 74-73. El otro base blanco, Ortiz, otorga tranquilidad y cierra la herida (97-84) con los postes, Hernángomez (19) y Pedro Rodríguez (17) en el papel de encestadores. En los bancarios, destacó Juanra Marrero (22), pero no pudo evitar el título Real. Esa temporada, Hernangomez, Rodríguez, Peña y García Coll dispusieron de una migaja de minutos con el Senior. Era complicado, pues en aquellos tiempos apenas pisan cancha y su rol de figurantes se reduce a estar de “miranda” en los 5 para 5 de los entrenos de Lolo Sáinz y a echar una mano a Angelito con los equipajes.
Se repitió el epílogo de la campaña precedente. Esto es, descorazonador resultado con la Selección. Sextos en Bulgaria. La derrota ante Italia los borró del podio, pues los rusos (campeones con Biriukov de capitán) eran inaccesibles. Petrovic MVP, Schrempt y Villacampa, máximo encestador, en el quinteto ideal.


 Ver su vida en diapositivas
El equipo sigue como los hunos en la liga local, así que Luyk dispone amistosos contra escuadras de superior categoría (Fortuna, Lliria) y tampoco aflojan. Óscar Peña rechaza su salida hacia Estudiantes y en las oficinas blancas se plantean comprar una plaza en 1ª B para cuajar a su prometedora quinta. Velasco siente molestias y en navidades es operado de osteopatía de pubis. Le cosen cincuenta y tantas grapas a la ingle. Al poco de volver a casa, nota un dolor muy fuerte en el estómago. El doctor Neyra le envía de urgencia a San Camilo. Allí le detectan una importante una obstrucción intestinal. Su estado se agrava hasta que dan con el problema. La máquina que le debía sanar aspiraba al doble de la velocidad debida y le genera una úlcera. Si el estómago no empieza a moverse, habría que intervenir sobre una zona muy delicada por la reciente operación. Su padre, Juan Velasco, arranca desesperado el artilugio de cuajo. Fuera del alcance del enfermo, la familia lloraba en silencio. Cuando Paco vio aparecer trajeados a Luis De Carlos (presidente), Martínez Laforgue (vicepresidente) y Fernández Trigo (gerente) se escamó de verdad. La plana mayor del Madrid por un simple júnior… Afortunadamente salió por su propio pie del hospital, pero muy debilitado, hecho un saco de huesos. Había perdido 15 kilos.

Confianza ciega
Después de tanto percance llega a su último Campeonato de España en Huesca muy justo con apenas un mes de balón. A Luyk no le subieron las pulsaciones ni cuando el CAI Zaragoza les pone en serios aprietos durante la fase de grupos. Viejos conocidos de Badalona en semifinales y apasionante duelo frente a Montero en el puesto de base. Ligera diferencia blanca (44-41) a favor de los blancos al intermedio, que se agranda (61-53) diez minutos después. A 30 segundos para la conclusión (78-76), García Coll recibe una polémica falta y anota un tiro libre. Oliver desperdicia 2 lanzamientos desde la personal con 7 segundos y el electrónico refleja un definitivo 79-76. En la final aguarda el Barcelona de Rafa Vecina, Dardé y Nacho Suárez, que se ha deshecho 69-65 de Inmobanco.
Con el pabellón a rebosar, la tribuna acoge a toda la clase noble del baloncesto español (los presidentes Segura de Luna y Ángel Sancha, los seleccionadores Nolis y Pinedo y entrenadores de alcurnia, Lolo Sainz, Aíto, Antoni Serra, Manel Comas, Pepe Laso, Jaime Ventura y hasta el local Arturo Ortega, en plena luna de miel). En un partido muy parejo, decidido en los últimos 2 minutos, Paco Velasco toma los mandos y realiza el partido de su vida (29 puntos) para detonar el choque (82-76). Montero recibe el trofeo al mejor jugador y se acerca cariñoso a su colega de selección: “Debería haber sido para ti”, le susurra. Entre risas, Velasco le responde: “No te preocupes, yo vine a por la grande”. En la platea, Lolo Sainz se acerca jubiloso a su madre: “Su hijo me tiene robado el corazón”.
Hasta entonces Paco no tenía claro qué iba a hacer con su vida. En aquel tiempo, los jugadores no tenían agentes y los contratos los negociaban ellos mismos. Luyk (que ahora ascendía como ayudante de Sainz) le había comentado la posibilidad de jugar becado en la prestigiosa Universidad de UCLA y en los días previos al torneo los Velasco mantuvieron una entrevista con el dueño de la empresa de transportes Castrosua que ofrecía al joven la delegación de la zona centro. Incluso había llegado a plantearse su entrada en las fuerzas armadas. Pero su estelar actuación lo cambió todo. A los pocos días recibió la llamada telefónica de Lolo Sainz. Llorente había salido en dirección a Alcalá y ofrecía a Velasco la posibilidad de cubrir el hueco a la vera de Corbalán, su referencia desde infantil. No discutió ni los emolumentos ni el plazo (3 años). Cumplía un sueño imposible de niño.
Al cobijo de Luyk, que le había mostrado una fe absoluta y le había concedido licencia para todo, asomaba un jugador de impulsos, muy creativo, alegre, intuitivo, veloz, potente, vertical, brillante pasador y oportuno anotador cuando las circunstancias del encuentro lo requerían. Se perfilaba un base aún sin terminar, pero de hechuras bárbaras que creaba jugadas alejadas de los libros de texto. El futuro parecía ser suyo.


 El primer equipo Real
Le costó, pero después de una temporada repleta de achaques, decidió renunciar al Mundial Júnior de Mallorca en el verano de 1983. Pinedo llamó a los despachos del Bernabéu y montó un pollo de proporciones bíblicas, pero no se echó atrás. Quería afrontar el homérico desafío en las mejores condiciones.
Pongámonos en contexto. El Madrid de la época se sostenía bajo los cánones clásicos y jerarquías muy marcadas (sólo un mito como Fernando Martín logró quebrarlas). Roles muy definidos y poco espacio a la aventura. Perder no era una opción. En aquel baloncesto de inicios de los 80, las rotaciones eran un vocablo sin acepción en el diccionario. Los titulares eran titularísimos y no abandonaban la pista salvo por causa de fuerza mayor. Lolo Sainz ha trascendido como uno de los mejores entrenadores de la historia del baloncesto europeo, pero apenas salía de su guardia pretoriana. Al contrario que Manel y Aíto (poco dados a reparar en los DNIs) ventilaba poco su quinteto inicial (Corbalán, Iturriaga, Jackson, Fernando Martín y Robinson), cuyo promedio aquella temporada 83/84 no bajó de los 30 minutos.  Nada que objetar, su aversión al riesgo le produjo copiosos dividendos en forma de títulos a lo largo de su espléndida carrera.
Paco madrugó para su puesta a punto. Era corriente verle en las instalaciones del INEF machacarse en la preparación física junto a Brian Jackson (al que le uniría una estrecha amistad), fichado, después de su paso por el Cotonificio, como máximo anotador de la Lega con el Carrera Venezia. Presentación frente al Cajamadrid en la ciudad de Cervantes y primer contratiempo:  Velasco resbala con una mancha de sudor y se provoca un aparatoso esguince que le impide disputar el Torneo de la Asociación de Clubes que daba el pistoletazo de salida a la ACB.  


El CAI del esplendoroso Kevin Magee (un Porsche a precio de Seiscientos, según su presidente, José Luis Rubio), derriba la puerta de la estrenada Asociación y gana en casa la Copa del Rey al Barcelona (que había eliminado en semifinales al Madrid 102-100 con 40 puntos de Epi). En la Recopa de Ostende (Bélgica), Corbalán se daña el tobillo dos días antes. El incomparable Dino Meneghin se persona para saludar (de paso tantear ánimos) en la cena previa de los blancos, más no detecta la cojera de su amigo Juanito, que disimula al final de la mesa. El mejor base europeo del siglo XX aguanta todo el partido, Sainz sólo pone en liza 7 jugadores y el Madrid se impone por 1 punto a la formidable Simac Milán de Dan Peterson, Mike D´Antoni y Meneghin gracias a dos tiros libres de Brian Jackson.
Aquella inicial Liga ACB tuvo un colofón ciertamente triste: el Madrid expolia el Palau (65-80) en la apertura del playoff final. El segundo encuentro en el Pabellón lo presiden los nervios y la igualdad. En las postrimerías del encuentro, Iturriaga se come un bloqueo de Mike Davis, y agrede con un codazo sin paliativos al pivot; éste le derriba con un puñetazo y Fernando Martín, inflamado, sacude otro mandoble al azulgrana. La tangana lleva a los tres a la calle. En la prolongación, Epi anota tres suspensiones de manual y Velasco, que había entrado a falta de 3 minutos por el eliminado Jackson, iguala el tanteo con un complicado enceste desde 4 metros. En la última posesión emerge la figura del “Lagarto” De la Cruz que poco antes había sacado una falta de ataque a Fernando Romay. Ahora el avispado y enjuto pivot sisa el postrero rebote ofensivo y se cobra una nueva falta del gigante. El hispano argentino pone la mortaja desde el tiro libre.
Un día después habría de haberse disputado el desempate en el Pabellón, pero el Barcelona mosqueado con el singular dictamen del Comité de Competición, que sólo había sancionado a Iturriaga y a Davis, pero no a Martín, decidió no presentarse y el Madrid levanta su primera Liga ACB por incomparecencia del rival. La presencia global de Paco se había limitado a 173 minutos (8 de promedio) 52 puntos (2,4) en 22 partidos (de 28 posibles) en temporada regular y apenas 14 minutos en 4 encuentros de playoffs.

Aquella final contra los Petrovic
Para el curso siguiente, el Madrid incorporaba a Alfonso Del Corral, ascendía a Antonio Martín y solucionaba el papeleo a Chechu Biriukov (que le tuvo un año sin jugar), así que Sainz amplió la baraja y Paco dispuso del doble de minutos de juego, 328 (media de 16) en 21 partidos de fase regular en los que anota 80 puntos (3,8). La competencia aumenta en los amenos entrenamientos de Sainz. La segunda unidad (Velasco, Biriukov, Del Corral, Rullán, Romay y Antonio Martín) apretaba de verdad en las prácticas al inamovible quinteto. Para la posteridad queda el recuerdo añorante del único Torneo de Navidad (maravilloso) que quedó inconcluso. Sabonis apabullante, en el día después de la Navidad de 1984, hizo trizas un tablero a dos minutos de la conclusión (el instante lo inmortalizó Fernando Laura en su espléndida foto para Nuevo Basket) y con el 78-92 en el marcador mandó al personal a reposar los excesos alimenticios navideños.


Doblete blanco frente al mismo oponente, ese jovial Joventut de Badalona de Aíto, que estuvo a punto de sorprenderles en el desenlace liguero, pues la Penya, irrumpe en la serie con victoria en el Pabellón (86-111). La espléndida generación verdinegra todavía conserva los dientes de leche y no es capaz de cerrar el título en casa (76-97). Biriukov actúa 7 minutos de base en este segundo encuentro (sin que Velasco entre en pista). Los blancos candan el trofeo en casa (91-83) con Martín (23) e Iturriaga (22) sobresaliendo. Paco disputa sus últimos minutos (8) con su querida casaca blanca.


Antes, la siempre ansiada Copa de Europa (como curiosidad, cuando fueron a jugar contra el TSKA, no le dejaban pasar en la aduana, pues no le identificaban con su foto de pasaporte) deviene en un sueño imposible. 3 de abril de 1985, final de Atenas. Enfrente, la Cibona de Mirko Novosel y los odiados hermanos de Petrovic. Los balcánicos no sólo habían ganado los dos enfrentamientos de la fase de grupos, sino que con sus gestos y artimañas habían sacado de quicio a la curtida expedición blanca. Corbalán se produce un fuerte esguince en los días previos y Lolo abre la puerta de la titularidad a Velasco, pero con el transcurrir de las horas lo piensa mejor, se arrepiente y coloca a Juanito diezmado de entrada. El choque se mantiene muy igualado (39-38 para los croatas) al descanso. Iturriaga y Martín realizan una buena primera parte, pero se cargan de faltas. Los árbitros son especialmente rigurosos con Fernando, que se tiene que sentar antes del intermedio con 4 personales. La zona de ajustes maniata el ataque blanco y difumina a su mejor tirador (la mala tarde le costaría a Jackson su salida del equipo a la conclusión de la campaña). Sólo Wayne Robinson (24 puntos y 13 rebotes) rinde a su verdadero nivel. Alexander anota con naturalidad (16) desde la lejanía y en sus penetraciones encuentra siempre al compañero mejor situado (el tiro de media distancia de Cultura -otros 16- hace pupa). Mientras Drazen, a lo suyo, sin hacer un partido sobresaliente (33 puntos con 11/22 en lanzamientos de campo y 0/3 triples), gotea infalible desde la línea de personal (14/14). Pero quizá el factor diferencial e insospechado del litigio haya que buscarlo en Nakic (el ala pivot rebaña 11 rebotes y coloca ¡8, sí 8 tapones! a los blancos). Mediada la segunda parte con 61-59 en contra, Lolo sitúa a Martín en pista, pero el crack madrileño apenas aguanta minuto y medio antes de cometer la quinta falta sobre Knego. Cibona alarga la diferencia y con casi 7 minutos por jugar y el encuentro muy cuesta arriba 69-61, Lolo gasta su última bala y pone en liza a Velasco y Rullán, que embocan dos estériles triples. Los croatas con el viento de cola son los amos del cotarro. Estiran las posesiones a 30 segundos, buscan las faltas y resuelven desde el tiro libre hasta el 87-78 final. Visto con retrospectiva, aunque durante gran parte del choque se moviesen en diferencias muy cortas, la sensación es que los de Zagreb lo mantuvieron gobernado siempre. De salida parecieron mentalmente varios escalones por encima del Real. Las caras son el espejo del alma. Los merengues vagaron cariacontecidos, mientras que los yugoslavos, confiados, recogieron lo sembrado en los lances precedentes.


Los playoffs ligueros (sólo 34 minutos) le convencen a Paco de que ha de salir a otra parte. Incluso desde algún sector de la plantilla y el cuerpo técnico quieren mover a Chechu Biriukov hacia el puesto de base (luego el moscovita se demostró como un excepcional escolta, pero nunca un base). Con un año de contrato por cumplir, sube a la planta noble y quiebra las reticencias iniciales de Pedro Antonio Martín Marín. Así dice adiós a su lustro de blanco.  


 La magia de Huesca
En su etapa formativa, Arturo Ortega intentó convencerlo para que fichara por su colegio Claret. Ahora, como primer entrenador del ascendido Peñas Recreativas de Huesca, piensa en Paco como timón.
La Diputación Provincial, a través de la campaña turística “Magia Huesca” cubría gran parte del presupuesto (61 millones) del equipo del Alto Aragón. Firman a un tirador extraordinario del CAI (Charly López Rodríguez) y a un base alto del Cacaolat (Jordi Puig) y repiten Joan Pagés, Alberto Alocén (sí, el padre del fenómeno actual), Javier Puig y Ramón Oliver. Rubrican como pareja foránea a Larry Gibson (extraordinario rendimiento) y a un nº5 del draft del 80 elegido por los Nuggets, James Ray, que no alcanzó a debutar en la NBA y que pese a sus magníficas cualidades tampoco cuajó aquí.
“Debería demostrar que estoy entre los mejores bases de España. La razón del cambio era jugar bastantes minutos, que en el Real Madrid me los podían ofrecer o no… Vamos a intentar no descender de la manera que sea. Voy a sentirme una pieza importante. En el Real Madrid jugaba a ráfagas y así no podía coger el ritmo para salir adelante”, se sincera ilusionado en Nuevo Basket.
En pretemporada nota molestias en su rodilla izquierda. Debuta renqueando con la derrota 93-95 frente a Cacaolat, pero tiene que parar. Le operan de menisco y se pierde un mes de competición (4 partidos). En la jornada 9 rescata sensaciones (16 puntos en la victoria sobre Forum Valladolid) y en su vuelta al Pabellón anota 13 puntos en 37 minutos. Magia compite bien, salvo contra los dos grandes, aunque en su casillero sólo lucen 2 victorias por 12 derrotas (casi todas por muy estrecho margen). Ortega es cesado y en un último servicio al club trae a Ben McDonald para sustituir a Ray. Su segundo, Germán Palacios, apenas durará 5 encuentros.


Por navidad, Velasco es invitado a disputar el All Star de Don Benito. Su equipo Winston, vestido de blanco y entrenado por Manel Comas se impone 103-97 a los azules de Lee dirigidos por Aíto. El espectáculo se completa con el célebre Concurso de Mates que corona a David Russell después de que el neoyorkino saltara por encima de un niño para hundir el balón (deslumbrante para la época).
Mediada la segunda fase los oscenses contratan a Jaume Ventura como técnico y aciertan de pleno con el americano nacido en base de Torrejón, Wallace Bryant. El angelito de 2,13 es fuerte, listo, con buenos pies y mejores manos. En adelante será el jugador troncal (promedió 23,75 puntos en 12 partidos), en el que acabarán desembocando la mayoría de los ataques. Concluyen quintos (balance 5/7), lo que les permite afrontar las eliminatorias por el descenso con el factor cancha a favor. Clave resulta la victoria en la prórroga (111-105) del primer embarque ante el Licor 43 y durísimo el desempate, 82-79 para los oscenses.


Ventaja clara (107-90) sobre Cajamadrid, pero los alcalaínos (repletos de ilustres, Ramiro, Dickema, Knego…) reaccionan en casa (97-92). Velasco, al que una molesta y extraña lesión muscular había apartado de los playoffs, disputa sus primeros 15 minutos. La suerte está echada. La temporada a un solo encuentro. El helador pabellón pirenaico es el Vesubio. El tanteo se mueve entre pírricas ventajas locales hasta que en el minuto 22 un altercado entre Bryant y Orenga conduce a ambos al vestuario. El lance supone un acicate para el ferviente público aragonés. En aquel manicomio emerge la figura incontestable de Larry Gibson (35 puntos). Día glorioso para Huesca que salva la categoría gracias al 83-72 y fúnebre para Cajamadrid, que no levantará cabeza en un proyecto que se presumía magnífico.
Velasco ha completado una campaña notable. Ha gozado de tiempo (653 minutos en 23 partidos de temporada regular -anotando 5,7 puntos- y 45 en los 2 de playoff que ha podido disputar) para ir asentando su juego. Concluido el curso, Juan Fernández, una de las mentes más preclaras y polémicas del baloncesto español, viene a buscarlo y le ofrece un contrato irrenunciable por dos años (ampliable a otros 3) y un buen dinero. En Huesca reaccionan y prácticamente igualan la propuesta, pero el madrileño ya ha dado su palabra al marino mercante.


El naufragio atlántico
Entusiasmado con la determinación demostrada por el presidente ferrolano hace la mudanza (se lleva hasta el órgano y la guitarra) para establecerse junto a su futura esposa y echar raíces en Galicia. El “bruxo” José Luis Torrado le alquila un precioso piso en Ferrol, amplio y un tanto misterioso (el perro jamás entraba en la cocina y los llamadores de las habitaciones a veces sonaban solos para congoja de sus sobrinas). “Hay pocos bases con mi proyección”, afirmaba animado en Gigantes.
La idea de Fernández, impulsada por la lechera Clesa que sufragaba un tercio de los 120 millones de presupuesto, tenía muy buen cariz. Al excelente núcleo nativo (Saldaña, Loureiro, Aller y el prometedor base Miguel Piñeiro), el mandamás naviero había unido a los pivots Toño Martín (Forum Valladolid) y Alberto Abalde (de Feiraco, hoy otro padre ilustre) y al alero Ernesto Delgado (Joventut). Completaban el cuadro dos americanos experimentados, Otis Howard (con las manos más grandes de la ACB) y Marcellus Starks, de pasado azulgrana. 
Enfrentado a los entrenadores españoles (tras tener 7 años a Figueroa, salió tarifando con Ventura y Monsalve, al que se le llegó a sentar en el banquillo la temporada anterior), Fernández peina el mercado foráneo. Suena Zeravica y finalmente trae al reciente campeón de Europa con la Cibona, Zelkjo Pavlicevic. “Es más caro de lo que podemos pagar y más barato de lo que el técnico vale”, proclamaba el patrón.


Pero como si una malvada meiga le hubiera echado un conjuro, a Paco no le salió nada del derecho en Galicia. Los inicios no trajeron buenos presagios para Velasco: una tendinitis quizá provocada por la dureza de las superficies sobre las que disputaron la Copa Gallega, una quemadura en un pie y un fatal esguince. Y la torcedura se agravaba y no curaba. Cuando se puso en manos del druida José Luis Torrado, éste constató que la lesión estaba a punto de romperle el tendón de Aquiles. Los recién casados (contrajeron matrimonio en verano) se trasladaron un mes a Pontevedra, como huéspedes a la casa del propio Torrado. Paco se dejó la piel a tiras en la recuperación y las hierbas y esfuerzos del generoso sanador (a mucha gente humilde ni la cobraba) fueron dando un paulatino resultado (el “bruxo” le llegó a confesar que la dolencia estuvo en un tris de finiquitar su carrera).
Los métodos de Pavlicevic no terminan de cuadrar. Concede poca importancia a la preparación física (extraña que ese verano no hayan sudado correteando por los montes de la comarca): “¿Por qué se va a perder una semana sin tener contacto con el balón? arguye el de Zagreb. Y fracasa en el intento de implantar el juego veloz y libre en unos jugadores ya talluditos más habituados a los sistemas establecidos. Pese al descalabro, 3/11 en la 1ª Fase, Fernández (que toma posesión como presidente interino de la ACB), renueva por 4 años al croata. Diez jornadas más tarde, le relega al trabajo específico con los jóvenes. La tardía llegada de Tim Shea tampoco arregla el entuerto. Por el camino, Lavodrama regresa a Ferrol tras ser cortado por los Clippers, para tiempo después, lesionado, ser sustituido por Chuck Aleksinas. Por su parte, Otis Howard solicita permiso para reconstruir su vivienda en EEUU, arrasada por un camión, pero el horno no está para bollos. Otra 2ª fase calamitosa (sólo 2 victorias sobre 14) los aboca al playoff por la permanencia. El descenso se consuma inapelable (3-0) frente al Forum Valladolid del inconmensurable Wendell Alexis. Un cúmulo de desgracias han conducido al fatal destino. Los dos fichajes de relumbrón, Paco Velasco (casi 6 meses parado, apenas 200 minutos en 13 partidos) y Toño Martín, se han perdido por lesión prácticamente toda la temporada, han gastado sin fortuna el cupo de los 4 extranjeros posibles y Manolito Aller también guardó 6 semanas de baja en el tramo decisivo de la temporada. Una catástrofe: “Nos lo hemos ganado a pulso”, manifiesta sin excusas Fernández.
Paco, avergonzado, con el cuerpo y el alma hecho jirones, afronta la conversación con el mandatario y renuncia a su lucrativo contrato. El presidente, agradecido por la sincera muestra del jugador, le ayuda a buscar una salida. Esa descorazonada temporada tendrá un efecto devastador en la carrera de Velasco, que sale muy tocado en lo físico y en lo anímico. Gran parte de sus ilusiones se han ido por la cisterna.


 Sevilla, una breve parada
La ciudad hispalense siempre absorbida por la dualidad Betis-Sevilla, abre una vía de entrada al baloncesto. En principio, más que un proyecto deportivo se trata de una promesa política. El club surge de la nada y pronto emergen las diferencias entre la diputación, propietaria del equipo a través de Clubasa, y el ayuntamiento, dueño del pabellón. PSOE y PP andan, como ahora, a la gresca; lo que impide que muchos días los jugadores no puedan entrenar en su cancha de juego. Después de perseguir la plaza de Cacaolat Granollers para dar el salto a la ACB, se tienen que conformar con comprar la de Seguros Caudal (sponsor del madrileño Dribling) y salir en 1ªB. Le piden al presidente de la Federación Andaluza que les eche una mano y así Pepe Saez actúa como el primer manager del incipiente club. Contrata a Quique Azcón (del APD Mataró), Paco Velasco y Toño Martín (se desplaza a Ferrol para convencerlos), Ruiz Monsalve (prometedora promesa madridista), Javier “caballo” García (excelente escolta con el que Paco mantendrá una fraternal amistad para siempre) y a la pareja (que, pese a las críticas iniciales, dio buen rendimiento) de americanos, Mark Crow y Terry White. Saéz dio la alternativa como técnico a Arturo Montequi, antiguo ayudante en Valladolid, al que conocía pues en la campaña precedente había entrenado en categoría nacional a un equipo sevillano. El boceto costaba en torno a los 100 millones de pesetas (de los que Caja San Fernando sufragaba 35).
El bebé probeta no salió mal del todo, aunque en las pruebas de laboratorio se quedaron Montequi (tras las 3 derrotas iniciales, que también condujeron al despido de Sáez) y un despistado Ramón Echamendi (el seleccionador uruguayo adujo problemas cardiacos para cesar en sus funciones, pero se hallaba como un pulpo en el Guadalquivir). Leo Chaves se hizo cargo del equipo a mitad de año y cumplió. En el extrañísimo calendario de aquella primitiva competición siempre anduvieron por mitad de tabla. Mayoral Maristas de Imbroda y los Smith (su bestia negra, pues les ganó los 6 enfrentamientos de la temporada), puso fin en los playoffs a la primaria aventura.
A Paco le cometió la tostada Quique Azcón, el diminuto base de la Penya al que tantas veces se había enfrentado en categorías inferiores. Pese a su desventaja física, Azcón siempre movió con gracia y espontaneidad a sus equipos y tuvo una destacada carrera sobre todo en la división de plata. Velasco padeció innumerables dolencias físicas que no le permitieron coger ritmo en ningún momento. Su salida del club parecía evidente, pero en la pretemporada venidera parecía convencer a José Alberto Pesquera. Salieron unas declaraciones suyas en prensa mostrando su descontento con la directiva, lo que provocó su definitiva marcha a Tenerife. Tras dos meses de arduas negociaciones, Sevilla asumía algo más de la mitad del futuro contrato con los chicharreros y el jugador condonaba una parte de lo firmado.


Una extraña temporada en Canarias
Tenerife Sur alcanzó un acuerdo con Santa Cruz para adquirir su plaza en 1ªB. Parten con un presupuesto de 65 millones de pesetas y traen a Javier Díaz Castroverde como entrenador y a Jeff Allen (de amplísima experiencia europea y, desde entonces, muy amigo de Paco), Tato Abadía (al que una grave lesión de rodilla cercenó una prometedora carrera en el Joventut), Fernando Mateo (de gran talento, pero que había salido por la puerta de atrás del Madrid), Roberto Gómez (alero, antiguo compañero de Velasco en el júnior blanco) y Paco Dosaula, como principales jugadores. Disputaban sus encuentros en el Polideportivo de Los Cristianos. Aquello era un páramo. Raro era el día que juntaban mil espectadores.
Paco llegó con el tiempo justo de calzarse las botas y ser decisivo en la victoria inicial sobre el Syrius (76-78) de Hollis (26 puntos) y Tarín (8), a la que siguieron otras dos. Nada hacía presagiar, después de un balance correcto (7/8), lo que habría de ocurrir en el segundo tramo de la temporada. A Castroverde le pusieron de patitas en la calle transcurrida la jornada 12. El dúo Paco Santamaría/Enrique García no dio con la tecla y surgieron conflictos extradeportivos (Abadía y Mateo fueron expedientados) que abocaron al descenso en Santa Coloma en la última fecha del calendario (sólo 2 triunfos de 15 posibles).
A nivel individual Velasco, por fin sano, recobró el pulso. Quinto mejor asistente del campeonato, promediando 9,5 puntos en 29,5 minutos (durante los 30 partidos). Parecía entrar en los planes del Gran Canaria, pero finalmente no se dio el caso con la renovación de Berdi Pérez por los canariones.


El Atlético de Gil
Asesorado por Alfredo Calleja, el singular dirigente entra en el mundo de la canasta. No es habitual, pero lo hace de puntillas, negociando la plaza de Trahedi Oviedo en la 1º B como paso previo a empresas mayores.
Calleja se trataba de un soñador criado a los pechos de Ferrándiz en la cantera del Madrid, que luego pasó por Estudiantes, Villalba y otros tantos equipos madrileños. Por tanto, conocía al dedillo las canteras de los principales clubs. Así ideó un proyecto onírico plagiado del baloncesto universitario estadounidense con jóvenes hambrientos y talentosos (Álvaro López Corcuera, Carlos García Ribas, Chus Bueno, García Chapulí, Pedro Ramos, Nicolás Sanz, Alberto Rubio y, posteriormente, Miguel López) de punta de lanza que desarrollaran un juego vistoso de defensa a toda pista y contraataque. Arropados por dos veteranos (Velasco y Quino Salvo, que anota más de 20 tantos por noche), si se acertaba con el americano de turno, aquello sonaba chulo. Pero la realidad demostró que con muchos de los chicos todavía tiernos y un buen americano (Rayford) que ni de lejos superaba los dos metros, se iba a sudar la gota gorda para mantener la categoría. Gil era un barril de pólvora andante de mecha muy corta. Un día reunió a las 3 secciones (fútbol, baloncesto y balonmano) y repartió con la mano abierta. Paco, como capitán, no calló y le enmendó la plana: “Presi, tiene que afrontar la realidad. Salvo Quino y yo todos son chavales y en esta categoría hay mucho perro viejo que se las saben todas, así que vamos a sufrir hasta el último día”.
La primera alegría no llega hasta la cuarta fecha. A Gil le dura su exigua paciencia hasta la 7. A Calleja, que pasa a ocuparse en exclusiva de la dirección técnica, le releva un joven de 23 años, Mateo Quirós, muy capacitado y antes del parón navideño enganchan una racha victoriosa de 6 triunfos. A primeros de diciembre el baloncesto sufre un golpe irreparable: el fallecimiento de Fernando Martín- Y Paco se acerca compungido a la capilla ardiente en la Ciudad Deportiva. Siempre habían mantenido una buena relación y un profundo respeto mutuo.


En el último partido de la temporada regular (recuento 13/17) caen por un punto en Lliria (94-93) en la prórroga, lo que los aboca a la eliminatoria por el descenso. Un triple de Bosch en Arganzuela sobre la sirena pone al Lagisa Gijón en ventaja. Los atléticos se agarran a Salvo (25 puntos) para devolver el golpe, pero tropiezan nuevamente en casa (68-76), acusando la lesión muscular de Velasco, que aun así soporta todo el choque. Quirós dimite pues Don Jesús le comunica que para el partido de Gijón le va a asesorar Calleja. La torpeza trae consigo la derrota (79-75) y el descenso. Una pena porque Velasco en parte se redime. La salud le respeta y sus registros aumentan exponencialmente (más de 13 puntos en 33 minutos).
Con la moral recobrada se fija un objetivo: quiere demostrarse que puede volver a subirse al vagón de la ACB y se pone en manos de su antiguo entrenador, Arturo Ortega, que como flamante agente le encuentra sitio en una plaza de tronío.

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Vitoria, el último eslabón
Con Josean Querejeta ya de presidente, en Vitoria empezaban a mirar hacia arriba. Conforman una plantilla corta que dirige con puño de hierro Herb Brown. “La plantilla responde perfectamente a la dictadura técnica implantada por el entrenador” (Pepe Laso, secretario técnico, dixit). “No soy duro, soy diferente”, alega el técnico. No tengo más preguntas señoría.
En su gestión, Brown no hace prisioneros y confía ciegamente en su quinteto titular (Pablo Laso, Chicho Sibilio, Scott Roth, Ramón Rivas y Joe Arlauckas) que absorben más del 85% de los minutos y por encima del 90% de los puntos. Alberto Ortega es el suplente más utilizado y, avanzado el curso, se contrata a Juan De la Cruz. Paco Velasco (sólo 263 minutos) asume pacientemente el papel de carabina de Pablo Laso. El espartano régimen se traduce en el acceso a las semifinales ligueras (en cuartos eliminan al Madrid). El Joventut de un triunfante Lolo Sainz les cierra el paso.

Hasta aquí
Con 27 años recién cumplidos, Paco Velasco, entona el réquiem y decide poner término a su nómada carrera baloncestística tras 8 temporadas como profesional. Las lesiones molieron su cuerpo y como una gota malaya minaron su ánimo y desarraigaron su afecto por el juego que le apasionaba desde niño.
A lo largo de su trayectoria deportiva, sólo se arrepentirá de una cosa: “En el primer equipo del Madrid cambié mi estilo y me equivoqué. Traicioné mi manera de jugar, la que me había llevado hasta ahí”. En el Real uno siempre se sabe examinado y sólo valía ganar, pero en los pocos minutos de que disponía, actuaba cauteloso, amortiguado, con corsé. Viró en un jugador potable, apocado, más pendiente de las consecuencias que de desarrollar sus talentos. Y vimos una versión degradada, más roma de aquel jugador que apuntaba a grande (a la selección absoluta, no lo duden), que entraba por los ojos y te hacía ver los partidos al borde del asiento. Uno tiene el paladar fino y muchos años de baloncesto a cuestas y con pocos jugadores he disfrutado más que con Paco Velasco. Seguramente su carrera debería haber sido más larga y exitosa. Seguro. Pero cuántos niños pueden presumir de llegar a la ACB, de subir al primer equipo del Madrid, de jugar con y contra sus ídolos, de ganar la liga y ser subcampeón (que según Faemino y Cansado es mucho más que campeón) de la Copa de Europa con el equipo de su vida…



Desde aquí doy las gracias a Paco Velasco por abrir una puerta que tenía casi cerrada. Vive alejado del baloncesto, feliz, con su mujer Yolanda y su hija Alejandra. Ha sido un placer absoluto que además me ha permitido descubrir a un tío, que es muy buena gente, de verdad.
Gracias también a Carlos Magaña y a Raimundo Gorgojo. No sabéis la ilusión que nos hizo a Paco y a mí recibir las fotos de San Viator.
Este artículo hubiera sido imposible sin mis amigos Nacho y Chito, que me pusieron en contacto con el personaje. Otra vez gracias.
El relato va dedicado a Jason y a Ale a los que espero que transmita fuerza en sus cosas. Mucho ánimo y a recuperarse pronto.





































































Los Sagi-Vela, una saga de Baloncesto

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SAGI-VELA. Es pronunciar el apellido y asociar y separar las sílabas: BA LON CES TO. Te imaginas un aro del que cuelgan unas redes desvencijadas, te llega el sonido lejano de un balón botando, huele a linimiento, a sudor, sientes el relente de la Nevera o el Magariños y haces hambre para el aperitivo en la mañana del domingo cerca del Palacio de los Deportes. Cinco Sentidos (como mi restaurante de referencia en “el Foro”) te conducen a una canasta.
Nos trasladaremos al Madrid guapo, en pleno Viso. Partiremos en el histórico colegio Maravillas, rodearemos la “Plaza de los Delfines” (en realidad es la de la República Argentina, pero no la conocen por tal ni los taxistas) y nos abrigaremos para entrar en territorio estudiantil, allá donde “residieron” las musas de Lorca o Dalí. Andando el tiempo, rescataremos un deporte amateur de otra época, de cemento, intemperie y tableros de madera. Abriremos el frigorífico de La Nevera y pisaremos alguna tabla hueca del Magariños. Sí, hoy España es nuevamente Campeona del Mundo y han pasado algunos años desde que el alquimista Pepu Hernández pronunciara las sílabas mágicas. El doble milagro exhorta a los brillantísimos protagonistas actuales, pero al deslumbrante edificio le cimentaron sus primeras piedras, hace más de medio siglo, animosos jugadores de talento que tenían y veían en su deporte más una maravillosa diversión que una profesión.
Para los que ya peinamos canas sólo contextualizamos el rimbombante apellido alrededor de unos aros y una pelota. La estirpe tiene su historia y habrá que contarla. 


Un singular apellido “compuesto”
Don Emilio Sagi Barba fue un reconocido barítono barcelonés de principios del siglo XX. Se casó en dos ocasiones. Fruto de su primer matrimonio nació el que habría de ser extremo internacional del Fútbol Club Barcelona, conocido como Sagi Barba. Contrajo segundas nupcias con la soprano Luisa Vela. De esta unión operística vino al mundo José, el padre de los futuros baloncestistas (José Luis, Gonzalo y Alfonso) y para que perdurara el apellido materno se unieron ambos, Sagi y Vela. La música, como la canasta, siempre irían ligados a la familia, que además montó una discográfica en la capital (Zafiro).

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Un colegio: El Maravillas
José estudió en el antiguo Colegio Maravillas, ubicado en el actual Mercado de la calle Bravo Murillo. Un mes después de la proclamación de la 2ª República el colegio y su iglesia fueron quemados. Tras la maldita Guerra Civil, la orden se instala junto a la calle Joaquín Costa. José Sagi-Vela se casa con María (Maruja) Fernández y la pareja decide que sus hijos se eduquen, continuando la tradición, en el reputado centro de La Salle. Al alto nivel educativo, le acompañaban unas magníficas instalaciones deportivas, coronadas por un gimnasio magistralmente diseñado por el arquitecto Alejandro de la Sota en 1962. La estética y singularidad de la obra polideportiva fue reconocida con el Gran Premio Nacional de las Artes Plásticas en la sección de Arquitectura un año más tarde e incluso el Real Madrid, huérfano de pabellón, lo utilizaría durante cuatro meses para disputar sus partidos oficiales.


José Luis, el mayor de los 7 hermanos (todos menos Juan, que salió futbolista y bueno, pues llegó hasta el Plus Ultra, filial del Madrid, practicarían el baloncesto) despuntaba en el balonmano e incluso estuvo en tratos con el Atlético de Madrid, pero cuando no entró en el equipo de 1ª División colchonero, lo dejó de raíz. El primogénito, un tallo ya entonces, por influencia materna probó el baloncesto en el equipo escolar del colegio y no se le debía dar mal cuando el señor Tejada se lo llevó al conjunto juvenil de ICAI. Los jesuitas se derrumbaron a plomo en los cuartos de final del Campeonato de España disputado en el Palacio de Deportes madrileño: contra pronóstico el Canoe de su inseparable amigo Joaquín Guirao (12 puntos) les daría un baño (62-34). A José Luis (11 tantos), le duraría días el cabreo, hasta que el entrenador Fernando Gómez Montes lo afilia con los nadadores para desarrollar una temporada fascinante. Canoe se alzó con el título regional ante el Real Madrid, al que también doblegaron en la prórroga de la final Nacional 75-73. José Luis Sagi-Vela se consagró como mejor jugador de la categoría y el mítico mandamás Juan Tamames salió vitoreado a hombros de sus chicos en la Bella Easo. El chaval, de generoso corpachón todavía sólo era un pivot de buena mano, pero su tenacidad le convertiría en un alero de 1,92 en una época repleta de exteriores chaparros. No parecía especialmente dotado para el bote o el pase, pero tenía un don imprescindible en este juego… una fiabilidad escandalosa en el tiro (“si hubiera habido línea de 3, El Chupi se hubiera hinchado”, apuntaba categórico muchos años después el periodista Vicente Salaner), una gran disposición para el rebote y una buena dosis de temperamento. Y ese verano lo empeñó: tiró, tiró y también tiró.


El Ramiro
Estudiantes venía de ganar la Copa del Generalísimo en San Sebastián (sí, coincidieron con torneo juvenil), pero para sorpresa general decidió prescindir del buen y orondo preparador Jaime Bolea. Para evitar que su entonces mejor jugador, Chus Codina, saliera en dirección a Reus, le ofrecieron el puesto de jugador/entrenador con un contrato encubierto (pues entonces los ramireños no estaban ni cerca del profesionalismo). Así en su recién estrenado año senior, José Luis se incorporaba al flamante cuadro estudiantil. Debutó en la jornada inicial de la temporada 63/64 convirtiendo 6 puntos en la victoria 42-26 sobre Agroman y vivió en la cancha el primer partido televisado en la historia de Estudiantes (derrota como visitante 100-94 en el Frontón Fiesta Alegre ante el Madrid). Cumple como novato (anota 127 puntos en los 17 partidos que disputa) y el equipo termina en 5º lugar al abrigo de los consolidados Jesús Codina, Juan Antonio Martínez Arroyo y José Ramón Ramos.
El club colegial se debate entre, abrirse al profesionalismo o permanecer atado al deporte aficionado. La directiva, más próxima a esta segunda postura, dimite en bloque, y se hace cargo una Junta Gestora presidida por Anselmo López. En lo deportivo, Codina ha marchado a Galicia con el objetivo de ascender al Manuel Álvarez, pero su sustituto, el preparador físico Paco Hernández (que había venido con Chus del Colegio Estudio) salva los muebles en una más que meritoria cuarta plaza, pese a la falta de altura y a la temprana lesión de José Luis (que le hizo perderse los 5 primeros encuentros). Sagi-Vela ya aparece bajo el radar federativo al entrar en una convocatoria para hombres altos (superiores al 1,90) supervisada por Ferrándiz y Manolo Villafranca. Además, descubre en Martínez Arroyo un amigo para toda la vida. Ambos compatibilizan baloncesto y estudios de Ingeniería Industrial, llevando a su Escuela a ganar los XV Juegos Universitarios, apalizando a la Facultad de Medicina de Barcelona 83-29.


En la campaña siguiente 65/66 se apaciguan los ánimos, Hermida asciende a la presidencia (Anselmo López regresa a la Española) y se distingue a Antonio Magariños como Presidente de Honor. El nuevo mandatario tiene el buen ojo de elegir como técnico a Ignacio Pinedo. Con cierto aire de dandy, Pinedo o el “zorro plateado”, listo como el hambre y poco dado a manuales, frotaba la lámpara y se inventaba cada curso un equipo guerrillero de espíritu libre. Ese año, ante las bajas de José Ramón Ramos y Paco Pleguezuelos, cobraron un mayor rol Aíto García Reneses y Vicente Ramos, acertó reposicionando a Juan Martínez como base puro y echaron una buena mano Capetillo y Segura. Del júnior suben José Ramón Arambarri y Javier Molina y fichan los prometedores Pablo Bergia y Pedro Cifré. Estudiantes volvía a teñir su camiseta de azul (después de 2 años vistiendo en rojo) y planteaba tenaz resistencia en el arranque liguero en la Nevera ante el Madrid. José Luis incendió la defensa blanca en la primera mitad con 16 puntos, pero finalmente el Real se impuso 66-72. Sagi-Vela sólo disputó 14 partidos (en los que enchufó 195 tantos), pues le cayeron 4 encuentros de sanción al propinar un mandoble a un jugador del Mataró que le había obsequiado con una generosa “cama”. Estudiantes concluye el curso sexto. Gonzalo, siguiendo la huella de José Luis, simultaneaba sus partidos escolares del Maravillas con sus encuentros en el juvenil de Estudiantes.
La temporada 66/67 pasaría a la historia. Aíto encesta la primera canasta de la recién estrenada Nevera cubierta y Estudiantes destrona el día de San José al Madrid delante de toda España (pues TVE da el choque). Dos canastas de Emilio Segura le dan la victoria y de paso regalan la Liga al Juventud. El excelente balance (14/6) se traduce en la 3ª plaza. Juan (tercer máximo anotador de la competición con 353 puntos), José Luis (sexto para 329) y Vicente Ramos (noveno en 322) brillan con luz propia. El alero es llamado por Díaz Miguel para los compromisos internacionales de 1967. En verano se expone junto a otras 9 promesas al duro chequeo físico que en Murguía (Alava) a plena naturaleza propone el profesor Carlos García Guillermo. El idílico lugar y su hotel Zuya, recomendado por el maestro Xavier Añua, contiene como peculiar distracción una mesa de ping-pong ¡Qué tiempos! El entreno en cancha se realiza en el Cuartel de Artillería de Vitoria. En octubre, se estrena con la elástica roja en los Juegos del Mediterráneo de Túnez. Su estadística refleja 12 puntos en la victoria inicial sobre los tunecinos, pero el desenlace del torneo resultó desalentador (sextos). Y la cosa no mejoró en el Europeo posterior de Helsinki. Cuatro derrotas iniciales apartaron al equipo de las medallas. España se agarraba a las últimas bocanadas del gran Alfonso Martínez (el pivot referente, de sólo 1,93 m, durante años) y a un irregular Emiliano (pese a ser el segundo máximo anotador del certamen), pero distaba mucho sobre todo en lo físico de sus rivales y terminó 10ª. José Luis, sin estar muy fino en el tiro, se muestra muy firme atrás y constituye una de las sorpresas positivas.

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Subcampeonato
En el año venidero, 67/68, Pinedo habría de contar con los juveniles Gonzalo Sagi-Vela y Miguel Ángel Estrada. De salida, cuatro victorias auguraban buenos presagios hasta claudicar ante el Kas en Vitoria. Una lesión en la pierna de Juan Martínez Arroyo deviene determinante, pues falta en la fundamental derrota ante el Madrid, pese al esfuerzo colegial (personificado en los 29 tantos de José Luis). En la vuelta en la Ciudad Deportiva, Emiliano (34 puntos) campó a sus anchas y sólo hubo un color, el blanco (85-62). Estudiantes, 2º, cuajó posiblemente su mejor temporada liguera de la historia (registro 16/4) y José Luis se convirtió en su mejor anotador (sus 371 puntos, a un promedio de 18,55 por partido, le colocaban el 5º de la competición). El gran desempeño coral tenía un premio inolvidable: Díaz Miguel se llevaba a los Juegos de Méjico 68 al triángulo mágico del Ramiro: Vicente, Juan y José Luis.

El Europeo Júnior de Vigo 68
Antes de ir con los grandes, Díaz Miguel, pluriempleado, habría de dirigir a la pujante hornada júnior en los primeros días de agosto. Entre los nacidos entre los años 49 y 50 destacaban Carmelo Cabrera (Metropole de Las Palmas), Luis Miguel Santillana (Juventud), Lluis Costa (La Salle Barcelona), Cristóbal Rodríguez (Real Madrid), Gonzalo Sagi-Vela y Miguel Ángel Estrada (Estudiantes) y Alfredo Pérez (Vallehermoso). De la lista definitiva se caería el fabuloso Víctor Escorial. Avanzaron hacia la 2ª Fase con tres triunfos ante rivales de peso (Checoslovaquia, Finlandia y Grecia) y una sola derrota ante la Yugoslavia de Moka Slavnic. Turquía y sus tres hombres altos cerraron el acceso a los cajones de los hispanos (76-73), que además acusaron la lesión de Cabrera en el tobillo al comienzo del partido. Meritoria 5ª plaza con Cristóbal (4º mayor anotador) y Santillana como jugadores más destacados. Gonzalo realizó una competición más sobria que brillante. Casualmente todas las licencias presentadas por los jugadores otomanos coincidían en el mes y año de nacimiento, enero de 1950. La URSS se haría con el cetro continental.


Los Juegos Olímpicos de Méjico de 1968
Se preparó a conciencia el acceso al gran evento. Samaranch, responsable de la Delegación de Educación Física y Deportes, había conseguido el entente de Anselmo López y Saporta. Los elegidos por Antonio se foguearon en amistosos por territorio americano (para el anecdotario dos derrotas ante equipos profesionales USA, Cincinnatti Royals – con Óscar Robertson y Jerry Lucas– e Indiana Pacers) hasta llegar al Preolímpico de Monterrey. El “bruxo” Torrado pudo rescatar para la causa a Martínez Arroyo, pero no a Monsalve. Toma de contacto suave ante Indonesia (105-69), pero sudaron tinta para someter la férrea oposición de Uruguay (en la jornada siguiente los charrúas superaban 65-63 a los polacos). Triunfo sencillo sobre Australia 85-66. La ya tradicional derrota por un exiguo punto (82-83) ante “la bestia negra”, Polonia, clasificaba a las dos escuadras europeas. En el vuelo que trasladaba al equipo a DF, Saporta y Emiliano se entretenían haciendo conjeturas en una servilleta sobre el próximo sorteo. Clavaron rivales y hasta casi el orden de los encuentros. 
De entrada, dos palizas, la pronosticada ante Estados Unidos (46-81) y la infligida a Filipinas 108-79 (Luyk 29 y Sagi Vela 14). La gracia de José Luis, que llamó tagalos a los asiáticos, no les debió caer bien, pues una turba de ellos lo molieron a palos camino de los vestuarios. Ante Panamá, la cosa pintaba negra cuando al descanso Davis Peralta y los suyos se adelantaban 37-45, pero en el último tramo apareció José Luis, mermado por la tunda precedente y por los 38 grados de fiebre, para embocar 5 misiles de largo alcance y voltear el marcador (88-82). Enrique “Matraco” Margall dejó, al día siguiente, a la estrella boricua, Theo Cruz, en un miserable punto y Puerto Rico se disolvió como un azucarillo (86-62 en el debut olímpico de Juan Martínez Arroyo). Después de la jornada de descanso, se diligencia sin agobios a Senegal (64-54). Para tocar chapa habían de afrontar una misión imposible, puesto que la Yugoslavia dirigida por Zeravica y comandada en pista por Korac, Cosic y Cvetkovic, estaba en un escalón superior: digna derrota 79-92. Se cerraba el grupo con el intrascendente enfrentamiento ante Italia para el que Díaz Miguel decidió reservar a Clifford Luyk (al que el doctor Guillen tenía que infiltrar novocaína en su maltrecha rodilla antes de cada partido) y Masini (32 tantos) dejó la zona hispana como un solar (86-98 para los trasalpinos). En la lucha por la quinta plaza ante los mejicanos resultó decisiva la parcialísima intervención del colegiado estadounidense Lichty, hasta tal punto que Lane, el entrenador local, reconociera el atropello: “Les han robado a ustedes el partido, como nos lo levantaron a nosotros en Madrid hace unos meses”. El acierto de Luyk (32 puntos) y la buena defensa perimetral sobre Raga (le dejaron en 10 puntos) derivó insuficiente en la amarga derrota (72-73). Para el postre, España apartó quizá su mejor representación. Relegados sus problemas físicos, Juan Martínez Arroyo desempolvó la batuta en una partitura mayúscula para surtir a sus figuras (Luyk 27, Emiliano 21 y Buscató 19) y avasallar a Italia (88-72). La 7ª plaza final cumplía el exitoso objetivo marcado por Saporta y localizaba a España como primera potencia de la Europa Occidental. José Luis despuntó especialmente, promediando 10 puntos en 213 minutos (3º del equipo en ambos apartados).

 
Regresan los extranjeros
Sí, porque en el comienzo de la campaña 68/69 se permite la contratación de un máximo de 2 por equipo, aunque sólo se pudiera alinear uno por encuentro. El Madrid sacó tajada, pues nacionalizó a Brabender (como antes había hecho con Luyk) y firmó a Miles Aiken. Estudiantes palió el nuevo éxodo (Vicente Ramos al Madrid, Aíto al Barsa y Cifré al San José), captando del recién descendido Vallehermoso a Javier Perera, Javier Iñiguez y al fabuloso anotador Víctor Escorial y dando espacio a los emergentes júnior (que ganaron el Campeonato de España al Vallehermoso en Cáceres), Miguel Ángel Estrada (primer jugador por encima de 2 metros en la historia colegial) y Gonzalo Sagi-Vela. Cuentan que tras la tradicional proclama de pretemporada que solía realizar el presidente, José Luis, siempre socarrón, directo y ocurrente, tomaba la palabra: “Don José, todo eso está muy bien, pero creemos que ha llegado el momento de hablar del siempre desagradable asunto económico”. El cachondeo era generalizado y Hermida respondía: “¡Qué cosas tienes José Luis!”.
Año irregular, con momentos sublimes (“El Chupi”, como apodó la “claque” estudiantil a José Luis, le hizo 40 puntos al Barsa, 35 al Naútico, 50 al San José o 30 al Juventud para concluir como tercer máximo anotador liguero -479 puntos en 21 partidos, a una media de 22,8- y el equipo llegó incluso a hacer hincar la rodilla al Madrid en La Nevera) y chascos inesperados en Tenerife, San José o Mataró, para un arqueo de 12/10. Quizá tuvo que ver que las dos principales figuras, Juan y José Luis, traspasaron sus matrículas universitarias a Tarrasa (tenían una asignatura atravesada en Madrid y las convocatorias iban corriendo), donde pasaban algunos días y faltaban a entrenos con la complicidad de Pinedo: “Es su futuro, así que entiendo perfectamente su postura”. Gonzalo se abría camino en Primera División participando en 19 partidos, en los que convierte 131 tantos (promedio 6.89).


Díaz Miguel convoca a José Luis y a Escorial para el Europeo de Nápoles. En el segundo partido del Preeuropeo celebrado en Mataró, Wayne Brabender (internacional de nuevo cuño) se rompe el menisco y los ligamentos cruzados de su rodilla. El desafío continental quedó limitado por la lesión y las 3 derrotas iniciales ante Italia, Polonia y Checoslovaquia. Saporta llega a la costa amalfitana, invita a cenar al deprimido grupo y la charla muda la moral de la tropa. Resurge España imponiéndose ante Rumania, Israel y Bulgaria. La victoria 71-66 sobre Italia en un gran ejercicio colectivo con Luyk -máximo reboteador del certamen- de anclaje en la estrategia zonal, implicó la 5ª plaza final (mejor clasificación histórica).


El Kas
José Luis por fin decidió escuchar los cantos de sirena que desde fuera le venían. En la temporada anterior, Kas (la firma de refrescos patrocinaba al equipo ciclista cuya estrella era el “Tarangu” Fuentes) se había trasladado de Vitoria a Bilbao. La familia Knorr había convencido a un entrenador estadounidense de categoría, Lester Lane, que había situado a Méjico en un excelente 5º lugar en sus Juegos, para dirigir la nave (desechando la oferta del Ignis de Varese). La idea en el Botxo era sacar de una tacada a Martínez Arroyo y al mayor de los Sagi Vela, pero cuando Juan se enteró de que le ofrecían la mitad de pasta que lo pactado a su amigo, dijo que nones. Los vascos pagaron un millón de las antiguas pesetas, que en el Ramiro invirtieron en la colocación del parquet de La Nevera. Hasta el norte marchó José Luis con su futuro cuñado Joaquín Guirao. Estudiaban (Industriales y Económicas) y a la tarde marchaban a entrenar a La Casilla (Joaquín echaba una mano a Urquiza en el filial). Se instalaron en un amplio piso en Las Arenas. Cuentan que en la primera visita que los solteros recibieron de la familia, no habían metido ni una camisa en el armario.
El proyecto pintaba bien, pues a los Sarría, Capetillo, Monsalve, Luquero y Sullivan, se unían Chus Iradier y José Luis como guinda del pastel. Lane dirigía con el folio de jugadas enrollado dentro de su mano (costumbre que luego copiaría el gran Moncho Monsalve) e intentó retocar el tiro en suspensión a una mano de Sagi-Vela. En la clasificación final liguera, Kas (4º) antecede Estudiantes (5º). “El Chupi” devuelve la confianza depositada y concluye como 6º máximo anotador (408 puntos en 22 partidos). Gonzalo (335 tantos en 20) ya constituía la segunda referencia ofensiva del Ramiro, tras Juan. En el primer duelo fraternal en Euskadi, se impusieron los locales por la mínima 69-68 y, para no polemizar, tablas entre hermanos: José Luis 20, Gonzalo 18.

Adiós a la soltería y buenos años en Bilbao
Al año José Luis contrae matrimonio con Susi. Fruto del feliz enlace nacerían Marta, Elena y Susana. Un infarto propicia el abandono prematuro de Lester Lane de los banquillos. Lo releva José Luis Arrondo sin mejorar la clasificación (quintos por detrás de Manresa). José Luis no pierde puntería (442 puntos, 4º anotador de la categoría). A aquel le sucede otro norteamericano, Will Erns, antiguo ayudante de Ed Jucker, que a final de curso firmaría por el Barsa, sin dar el salto a la planta noble (sólo sextos: Sagi-Vela convierte 328 puntos en 22 encuentros, 10º artificiero). El ciclo vasco culmina en el bienio de José Luis Ereña, bajo los mismos síntomas y medianas clasificaciones (6º y 5º lugar, y 619 –20,6 de media- y 499 puntos de “El Chupi” 18,4-). En una eliminatoria copera le mete 50 puntos al Madrid, pero el gigante blanco no siente ni cosquillas (se clasifica por una diferencia de + 34). La familia Knorr se cansa del baloncesto y el equipo se disuelve.
José Luis jamás se arrepintió de su lustró norteño. Fue feliz, pero le quedaron dos resquemores: no les alcanzó para sentarse a comer en la mesa de los grandes y no le permitieron salir cuando el Madrid lo quería. No era una cuestión de dinero y sí de ambición, de competir todas las semanas con los mejores jugadores españoles y europeos para calibrar entre los blancos cuál era su verdadero lugar.

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Emerge “El Duende”
Así bautizaron a Gonzalo por la calle Serrano y así lo describía atinadamente el maestro Carlos Toro en Superbasket. Si de José Luis escribía “corría el contraataque como un demonio y encestaba como un ángel”, Gonzalo “era un jugador inverosímil, un cruce de león y avispa. Defenderlo era como intentar retener el agua en las manos… Era tan liviano que podía volatilizarse y aparecer bajo el aro contrario para conseguir los puntos por arte de birlibirloque…”.
Las salidas de José Luis y la posterior de Víctor Escorial, dejaron al “Gomas” (como también le apodaba la Demencia en alusión capilar) como principal bastión anotador en la década de los 70, que se abría con el célebre “chiribito” de Juan Antonio Martínez Arroyo para convertir la primera canasta del coqueto Magariños (Gonzalo cobró protagonismo en esa victoria 86-60 sobre el Águilas con 31 puntos). Curiosamente el primer equipo en expoliar el nuevo escenario fue el Kas de José Luis (23 tantos) y González Capetillo. Para aprovechar la gigantesca presencia de Miguel Ángel Estrada, Pinedo ordenaba pausar un tanto el juego, pero aquello no acabó de cuajar. Hubo que aguardarse a la última jornada para evitar la promoción mediante la victoria 98-73 sobre el Barsa, con Sagi-Vela -24- y Martínez Arroyo -20- asumiendo galones. A pesar de saldar la temporada como sexto encestador liguero (418 puntos en 22 partidos), Gonzalo se vio lastrado por el servicio militar.
En la temporada 71/72 Estudiantes abría una rendija hacia la profesionalización. Pedro Dellmans suplía al dimitido Hermida y Monteverde (la marca de agua del grupo Schweppes) rotulaba su camiseta. Estrada emigraba al Juventud. Gonzalo alcanzaba el trofeo de máximo encestador liguero (registró 481 puntos, a 22,9 por noche) y a su lomo los del Ramiro certificaron la 5ª posición (12/10). Su hermano Alfonso (el cuarto de la dinastía en practicar el baloncesto, pues Enrique lo había dejado en su etapa juvenil de Estudiantes) asomaba junto a otras promesas (Nacho Pinedo y José Luis “Patas” Beltrán) para asaltar, bajo la dirección de Fernando Bermúdez, el Campeonato de España Juvenil en Valls (victoria 66-41 sobre Mataró).

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Gonzalo olímpico
Se había enfundado por vez primera la casaca de la selección absoluta en la localidad ilerdense de Balaguer en un torneo amistoso que precedería a una gira continental anterior (el debut oficial llegaría en un encuentro frente a Bélgica en Bruselas) al preuropeo de Tel Aviv. Era la cuarta ocasión en la que dos hermanos se alineaban juntos en el equipo nacional. Gonzalo (sustituido por Cristóbal Rodríguez en el listado definitivo) se ahorró el calamitoso Europeo de Essen 71, que sí padeció José Luis. La “desaportización” institucional se tradujo en un devastador resultado en la cancha (7ª plaza en la triste despedida internacional de Emiliano y Juan Martínez Arroyo).
Al año siguiente, España obtuvo el pase a los Juegos Olímpicos de Munich 72, a pesar del osado protagonismo del presidente de la Federación, Enrique Menor. El camino resultó eterno y horrorosamente planificado. En el Preolímpico de Groningen y Amsterdam, pese a practicar el mejor baloncesto (excepcional torneo del debutante Corbalán a los 17 años), 2 derrotas frente a Polonia y Checoslovaquia (por 7 victorias) evitan el acceso directo, debiendo jugarse las habichuelas en la sede de Augsburgo. A Menor (en las antípodas de Saporta) se le cruzan los cables e idea una tournée por Argentina, Brasil y el País Vasco que conlleva 9 partidos en 21 días para empalmar viaje a Baviera. La racha inicial de 4 victorias (Gonzalo destaca con 20 puntos ante Finlandia) se ve quebrada por Polonia. En un emocionantísimo partido España somete a Bulgaria 67-64. Gonzalo (14) y Santillana (12) resaltan en la anotación, pero es la súbita aparición de Miguel Ángel Estrada, la que decanta el partido (3 tapones consecutivos en los minutos finales). Se alcanza la última jornada con 4 equipos que se enfrentan igualados a victorias. España consigue el visado a costa de Méjico (75-69) y acompaña a Polonia a los Juegos.
Siete días más tarde el “Sporthalle” muniqués es testigo del desfondamiento español. Los sufrimientos iniciales para vencer a Australia (79-74) se vieron confirmados en las derrotas frente a Cuba y Brasil. Triunfos de poco rango ante Egipto y Japón y decorosa derrota con USA (56-72). Los siguientes tropiezos ante Checoslovaquia y Polonia (13 y 11 puntos), terminan de hundir a España, que tras la victoria 84-83 (Gonzalo 8) sobre la Alemania Federal acaba 11ª. Lúgubre epitafio a unos Juegos trágicos, para siempre empañados por el atentado perpetrado contra la expedición israelí por el grupo terrorista Septiembre Negro. Los españoles residían justo enfrente del escenario de la barbarie.

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Platas en los Europeos Juvenil y Senior de 1973
Pese a las salidas de Bergia y Fernando Martínez Arroyo, brillante campaña la 72/73. La victoria ante el Kas en la última jornada, en un estratosférico duelo fraternal (Gonzalo 34, José Luis 38) legitimaba la 4ª plaza de los capitalinos, que además alcanzaban la final copera (utópica ante el Madrid, 87-126, aún con los 33 tantos de Sagi-Vela, sin el concurso de José Ramón Ramos).
En la región italiana de la Campania, entre las localidades de Angri y Summonte, se disputó el Europeo Juvenil en julio de 1973. Antoni Serra, seleccionador español, se sustentaba fundamentalmente en el triángulo verdinegro (Delgado, Bosch, Mulá) y el dúo estudiantil (Alfonso Sagi-Vela y José Luis Beltrán). En el futuro llegarían lejos también Samuel Puente (entonces en Canoe) y Juan Fermosel. Tras el tridente del Juventud, Alfonso se convirtió en el cuarto encestador hispano (81 puntos en 9 encuentros) y su desempeño fue de más a menos (espléndido -24 y 18 tantos- en los triunfos iniciales sobre Suecia y Francia). Se ganó (78-73) incluso a Yugoslavia (que presentaba a Andro Knego como figura) para pasar primera de grupo. El ajustado 62-58 frente a los “azurri” en el penúltimo escollo situó a España frente a la URSS de Tkachenko (ya medía 2,14 m) en la final. Los 27 puntos del estupendo base Manel Bosch (Alfonso ayudó con 8) resultaron insuficientes ante el gigantón (31) y su ejército. El 57-68 significaba una valiosísima presea de plata.

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Para el final de aquel verano, España organizaba su primer gran campeonato, el Europeo de Barcelona, que supondría un punto de inflexión para nuestro baloncesto. Nombrado Ernesto Segura de Luna, presidente de la Federación, y rescatado Saporta, se recobraba el sentido federativo. Díaz Miguel sólo anunciaba dos cambios respecto a los participantes en los Juegos: entraban Manolo Flores y José Luis Sagi-Vela por Corbalán y Alocén. En el combinado español eran conscientes de que su torneo empezaba realmente el segundo día (se compitió en la apertura frente a una Yugoslavia superior, pero finalmente se cayó 59-65). Se cogió carrerilla ante Bulgaria 85-69 (con los Sagi-Vela aportando mucho en poco tiempo; José Luis 8 puntos en 13 minutos, Gonzalo 10 en 16). No se falló en el decisivo encuentro ante Italia 77-65 (José Luis 5 tantos). Se pasó el trago de Francia 85-80 (10 José Luis y 6 Gonzalo) y se despachó sin apreturas a Grecia 86-74 (6 José Luis y 11 Gonzalo) antes del Día D: la semifinal ante la hasta entonces inexpugnable Unión Soviética. Las actuaciones estelares de Brabender (20) y Vicente Ramos (16), la marciana aparición del gran “Nino” Buscató desde el banquillo (anotó 16 puntos con un único error en el tiro) y los 8 tantos de Miguel Ángel Estrada en los momentos finales, abrieron las puertas del éxito. España perdía 66-70 a falta de 4 minutos. Estrada devolvía la fe en la igualdad a 70. Buscató situaba el marcador 2 por delante y Vicente Ramos, desatado, atinaba 3 suspensiones sublimes para colocarlo 78-72. Antonio mueve sus piezas con inteligencia: busca experiencia con Luyk por Santi y control de balón en Cabrera (sustituyendo a Vicente). Estrada firma con un gancho (tenazmente ensayado con Díaz Miguel) la rúbrica al partido (80-76) y el acceso a la gloria aquel 4 de octubre (Gonzalo no jugó y José Luis sólo participó 5 minutos). En la final, el sábado 6, rival conocido (la inalcanzable Yugoslavia) y resultado previsible (67-78). Hay derrotas que condecoran. Destacaron especialmente Cosic (21) y el genial Slavnic (14). Por España, Brabender (designado mejor jugador del torneo) registraba 22 puntos y el mítico Buscató (222 internacionalidades) cerraba su trayectoria en la selección con 10 tantos. José Luis firmó 4 y Gonzalo no abrió el acta en los 2 minutos en que concursó. El incentivo económico que conllevó la plata no era ni mucho menos despreciable: un talón de 980 mil pesetas de las de entonces (una buena pasta).


Recopa, El Tuercas y Mundial
En la puesta en marcha de la nueva temporada (73/74), sorprende el cese de Ignacio Pinedo (reemplazado por Codina) y engaña la apariencia torpona (2,12 m) del norteamericano Robert “el tuercas” Taylor. Aún con los problemas físicos de José Ramón Ramos (operado del cruzado se pierde toda la temporada), Pello Cambronero y Juan, Estudiantes se pasea ufano por Europa. Gonzalo, desbocado, anota 141 puntos en los 4 primeros encuentros de la Recopa. En Roma, con Taylor en figura, doblegan al Steaua Bucarest para enfrentarse al Estrella Roja de Aza Nikolic en semifinales. Moka Slavnic acaudilla sabiamente a los balcánicos y se adelantan 74-79 en Magariños; Gonzalo, tenaz (36 puntos) llega a situar a 6 el marcador en la vuelta, pero tras el descanso los yugoslavos imponen su ley (104-85).  En Liga, el singular dúo lució exponencialmente. Taylor no se conformaba con poner precisos bloqueos que liberaban a Gonzalo de sus pares, sino que anotó 628 puntos con 4 tardes de 40 tantos o más. El “duende”, por su parte, agradecía las facilidades de su socio marcando 693 puntos (4º de la categoría) en 27 encuentros (en 11 de ellos rompe la treintena, con el cénit -39- ante el Kas de su hermano). El 4º puesto final sitúa al Estu en el cuadro de honor.

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En verano, Alfonso no convence a Pinedo y se queda fuera del Europeo Junior de Orleans (España se trae otra plata). Gonzalo (centrado en los estudios) tampoco acompaña a José Luis al Mundial de Puerto Rico 74. También se queda en casa el histórico Enrique Margall, al que en los rutinarios reconocimientos médicos se le detectan unos problemas cardiacos que le obligan a abandonar el baloncesto. Trabajoso estreno ante Argentina (96-89), con Cabrera lanzando a sus aleros (Brabender 22 y Sagi-Vela 12) al contragolpe y alimentando a los noveles y talentosos pivots (Santi 14, Rullán 12). Entre los siguientes y consabidos correctivos ante USA y URSS, medió otra batalla (saldada con triunfo 117-85) frente a los filipinos (dieron tantos golpes, que dos de ellos salieron directamente descalificados): Brabender (37) certero y José Luis (17) saldando viejas facturas. España logró enmudecer el Coliseo Roberto Clemente y de paso señalar ante los suyos al seleccionador local Armandito Torres que había orquestado una campaña furibunda con un acallante 102-86 (Brabender espléndido 30). Siguieron dos dolorosas decepciones ante Canadá (73-86) y Cuba (75-84) y una valerosa reacción que entrañó la victoria en la prórroga 93-91 frente a Brasil (Brabender 30, Santillana 26 y Sagi-Vela 12). En el epílogo, buena sensación (71-79) ante la inaccesible Yugoslavia (qué bien sonaban los Cosic -16-, Kikanovic -15-, Slavnic -14- o Dalipagic -12-). En un irregular concurso, España sale fortalecida: 5ª plaza, Wayne máximo anotador y Santi tercer mejor reboteador. La URSS campeona en el triple empate con norteamericanos y yugoslavos.



Coinciden los tres hermanos
Clausurado el Kas, José Luis recibe una escandalosa oferta de La Casera Lugo con el objetivo de subir a Primera, pero la familia ya ha visto bastante lluvia y sus miras están puestas en Madrid y en sus próximos pasos profesionales. Retorna al Estudiantes por la tercera parte de lo que le ofrecían los gallegos en el año que se había licenciado Juan Antonio Martínez Arroyo y había abandonado el club el revalorizado Taylor. Gonzalo, capitán general con mando en plaza, es operado a mediados de septiembre del tendón rotuliano de una rodilla por el doctor López Quilez, y Alfonso asciende del júnior en un año complicadísimo. La triple coincidencia fraternal había tenido los precedentes de los Martínez en el Aismalibar y los Margall en el Juventud. Se trae a bajo coste como foráneo al americano Everett Fopma, quién, pese a las críticas, cumplió. Tras encajar 4 derrotas en las 6 primeras jornadas, se precipita el regreso de Gonzalo. Siguen sin remontar vuelo. En enero se tropieza ante Vasconia en Vitoria y José Luis se rompe un tendón de su mano diestra (se le prescriben 6 semanas de ausencia). Una trabajadísima victoria ante el Águilas no enmascara la situación. Los nuevos resbalones ante el Círculo Católico de Aíto y el YMCA de Manolo Villafranca implican la destitución de Codina. El nuevo técnico, Fernando Bermúdez, empieza con derrota ante el Juventud en Badalona y más pacientes en la enfermería (ni Nacho Pinedo, operado de menisco, ni Gonzalo -tocado en un codo- pueden jugar). En claro peligro de descenso, los Bufalá tiran por la calle de en medio y convencen a Juan para que regrese después de 8 meses parado. El veterano se da unos días y se pone en manos de Bernardino Lombao para coger tono.  En la espera Estudiantes vence a Hospitalet. Juan reaparece en Mataró, más su sola presencia no es suficiente y caen 84-81. Bermúdez se muestra optimista, pero ni con la añadidura de José Luis se logra ganar al Madrid en casa (81-93).
Y se llega al que denominó con posterioridad Bermúdez el “Partido del Siglo”. Estudiantes revienta el Palau (88-95). Confunde a los azulgranas (todavía con posibilidades -los de Zeravica distaban sólo una victoria del Madrid- de levantar el título) con defensas zonales. Juan (10 puntos) sienta cátedra en la dirección, Fopma (28) calla bocas y gobierna las zonas, Gonzalo (18) y José Luis (12) culminan contraataques y aciertan tiros, y Mariano García (18), Beltrán (8) y López Rodríguez (7) se baten el cobre en la recordada gesta.


Muchísimos nervios se pasaron en la decisiva jornada siguiente ante Manresa en Magariños. Gonzalo (37 tantos) y José Luis (17) empujaron lo suyo, pero fueron 2 tiros libres de Charly López Rodríguez los que sellaron el choque (89-88) y la permanencia, pues la derrota ante Pineda y el triunfo sobre Vasconia apenas tuvieron trascendencia. La vuelta del Cid Martínez Arroyo, la puntería de los Sagi-Vela (Gonzalo 305 puntos en 15 partidos, José Luis 267 en 17), el buen hacer de Fopma (297 en 22) y la fe de Bermúdez, evitaron el desastre. Alfonso anotó 14 puntos en los 8 partidos que compareció. Después de tantas penalidades, Estudiantes pudo despedir (ahora sí definitivamente) con honores a dos leyendas, Juan Martínez Arroyo y a José Ramón Ramos, en la final de Copa en Jaén, que supondría el último título de Pedro Ferrándiz (retirado porque “le salían los trofeos por las orejas”). Verano tranquilo para los Sagi-Vela, que no acuden al Europeo de Belgrado 75, del que España retorna con la agria medalla de chocolate (4ª posición).

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Otro buen año
Para restañar las salidas, Estudiantes miró en el desaparecido YMCA y se trajo a dos históricos, Vicente Gil y el pivot, luego doctor, Andrés Soriano. Acertó de pleno en la contratación del norteamericano, siguiendo el consejo del periodista Vicente Salaner, Randy Meister, venido de la Universidad de Pennsylvania.
Mantuvo una excelsa trayectoria en la Recopa. Al Crystal Palace londinense Gonzalo le endosó 42 y 34 puntos. Todavía algún viejo aficionado recuerda la remontada al Cinzano Milán para liderar el grupo. De la Lombardía los colegiales se trajeron un severo repaso (107-82) y un cabreo de categoría, puesto que Cesare Rubini les había alojado en un hotel de mala muerte. Se cobraron la racanería en un enfrentamiento épico en Magariños 106-72 (Gonzalo 28, José Luis 26, Meister 23 y Cambronero 18). El garbeo continental concluyó de nuevo en semifinales. El Tours, por entonces líder de la Liga Francesa, infligió un doloroso castigo en la ida (106-81). En Madrid, se rozó el milagro, al alcanzar ventaja de hasta 27 puntos, pero se braceó para quedarse en la orilla 93-72 (Gonzalo 33, Meister 20 y José Luis 14).
En una extensa Liga dividida en dos fases, Estudiantes culminó ambas en 4ª posición y un guarismo global 17/15. En el primer encuentro de la segunda ronda, los ramireños habían portado lazos negros por el fallecimiento de la hermana mayor, Maruja, de los Sagi-Vela. Gonzalo hizo partidos en que se salía de la planilla (39 tantos al Águilas, 41 al Juventud o 38 a Vasconia), cerrando el curso con 673 puntos en 32 partidos. El “Chupi” bajaba un tanto sus prestaciones, 355 en 31 y Alfonso apenas registraba 20 en 4 partidos (con un buen día -15- en Badalona). Su caso resulta un tanto extraño: “Creo que con Alfonso se perdió un gran jugador… Tal vez era el mejor, porque reunía mi fuerza y la elasticidad de Gonzalo. Pero le dimos mucho el coñazo y cayó en una mala época en el club y apenas gozó de oportunidades”, declaraba José Luis en Superbasket. Terminada la temporada, José Ramón Ramos suplía a Bermúdez (que por motivos profesionales marchaba a EEUU) y cortaba a Alfonso.

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En verano Gonzalo se quedó con las ganas de disputar sus segundas olimpiadas (aunque recuerde complacido la semana de convivencia con la selección estadounidense, preparada por Dean Smith, en el campus de Chapel Hill, Carolina del Norte). Y eso que el Preolímpico de Hamilton (llave para los Juegos de Montreal 76) se abrió con triunfo sobre la “bestia” Polonia 98-73 ((Brabender 24, Sagi-Vela 12). Al día siguiente patinazo 72-73 frente a la Méjico de Palomar (22), Guerrero y Raga (18 por barba); Gonzalo (23) fue, junto a Rullán el más entonado, pero marró una entrada importante y tampoco entraron 2 tiros libres de Cristóbal que hubieran permitido la victoria. Cicatrizaron el disgusto para remontarle a Holanda (que dominaba 32-50 a falta de 18 minutos); esta vez al infalible Brabender (24) se le unía Cristóbal (14) como revulsivo. Siguieron tres compactos triunfos sobre Gran Bretaña, Bulgaria y Suecia (con 18, 14 y 10 puntos de Sagi-Vela). Ya en la 2ª fase, gran demostración ante Checoslovaquia 94-89 (Gonzalo soberbio, 28 puntos, marcaje excepcional sobre Brabenec y la bandeja decisiva; Brabender 26 y Santi 22). Conocedor de la superioridad yugoslava (71-96), Díaz Miguel reservó a sus mejores bazas para la batalla final ante Brasil, pero España falló en el día clave en defensa ante la “canarinha” de un gran Marcel de Souza (31 puntos): el 100-109 puso fin al sueño olímpico. Gonzalo probablemente disputó su mejor torneo como internacional, se consolidaron como apuestas de presente Santillana, Rullán (Luyk decía adiós a su gloriosa etapa en la selección) y Corbalán, y se acusó la baja de Miguel Ángel Estrada (no recuperado a tiempo de la fisura de escafoides), al que sus discrepancias con Antonio nunca más le harían volver al combinado nacional.


Retirada de José Luis
Irregular temporada la 76/77 con José Ramón Ramos en el banquillo y el “adonis” Ed Gregg (promedia 26,1 puntos en su año colegial) ocupando la plaza de Meister (fichado por el Mobil Girgi de Varese). Se renunció a la Korac. Múltiples lesiones, traspiés inexplicables, algún episodio colosal (al Cotonificio le remontaron 18 puntos en Badalona) y 4 tranquilizadores triunfos en marzo (de calado el del Juventud con disloque de los hermanitos, José Luis 30 puntos, Gonzalo 25) que ahuyentaron el fantasma del descenso (5ª plaza para un balance de 10/12). Gonzalo anotó 378 tantos (media de 21) y José Luis, en su despedida, 244 (promedia 12,8). Polémica copera: Estudiantes que se había venido con una estrecha derrota 106-100 del Palau (Gregg se desmelenó con 47 puntos), denunció la nacionalización express de “Chicho” Sibilio, determinante en la victoria 83-86 en Magariños.


Cumplidos los 33 años José Luis comunica su retirada. Los horarios laborales le hacen cada vez más difícil asistir a los entrenos y cierra la taquilla. Eligió para su homenaje a su rival más enconado, el Real Madrid, del que guardó enormes amigos: Emiliano y Luyk (con el que al principio no conectaba hasta que Díaz Miguel les puso de compañeros de habitación y al mes eran uña y carne). “Los blancos se han brindado incondicionalmente a participar en este partido. Les pedí que lo hicieran y todo han sido facilidades. Nunca podré olvidar ese gesto”, manifestaba agradecido. Trabajó durante años en la empresa Benito Delgado y tras el cierre de ésta montó la suya. Le fue de maravilla (cambió la instalación eléctrica del Santiago Bernabéu y La Rosaleda para el Mundial de Fútbol España 82) hasta que un odioso cáncer se lo llevó el 20 de agosto de 1991 con sólo 46 años. Un hombre de buena cepa, de mirada limpia, un enorme deportista, muy añorado en el Estu y en su antiguo colegio, donde cada junio se le recuerda en el “Torneo de Escuelas José Luis Sagi-Vela”.



Sigue Gonzalo en el Estu
Había participado poco del fracaso en el Europeo de Ostende y Lieja 77 (9ª plaza). En el intento de Antonio Díaz Miguel por rejuvenecer el grupo, Gonzalo queda relegado al final del banquillo. A la vuelta, aunque recibió numerosas ofertas decidió permanecer en Estudiantes para vivir otro ciclo agitado, sin patrocinador, plagado de lesiones (que incluso le llevaron a jugar de base), un americano, Buckley, que se rompió el peroné y con un partido a vida o muerte en Magariños frente a Mataró. El paso al frente dado por Gonzalo (35 puntos) y Chus Iradier (34) certificó la victoria 113-90 que suponía la permanencia. Sagi-Vela inventarió 333 puntos en 21 partidos.

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Gonzalo apura su tiempo en el Ramiro. José Luis entra en la junta directiva y la aseguradora Mudespa asume el patrocinio. José Ramón Ramos dura poco (a la segunda derrota se agota la paciencia). Fernando Martínez Arroyo cumple como interino (2/1) hasta que Codina asume nuevamente los mandos. Sagi-Vela finiquita su etapa de manera brillante: 9º anotador (segundo nacional tras Brabender) con 506 puntos en 21 partidos y dejando al Estu clasificado entre la burguesía (4º puesto), aún con el segundo presupuesto más bajo de la categoría. Pero cuando todo está apalabrado para la renovación surgen discrepancias con la secretaria técnica y abandona el barco para aceptar el cortejo del Joventut de Badalona. Había desechado multitud de ofertas: tras Munich, tuvo un precontrato con el Barsa, pero Estudiantes no le dio la libertad. Curiosamente en su último partido de azul disputando la Copa de Castilla frente a Canoe coincide con un juvenil, un tal Martín (al que luego desde Badalona vino más adelante para fichar) que abriría fronteras. Fernando. recién proclamado Campeón de España de la categoría, anotaría 7 puntos, por 19 del “Gomas”.

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La Penya
En Badalona Gonzalo se instaló junto a su mujer (Cruz) y sus hijos, Gonzalo y Ana, en el piso que había dejado Slavnic. En el edificio vivía la otra gran estrella del equipo, Luis Miguel Santillana, con el que mantenía buena amistad de la selección. De aquel Joventut campeón de Liga dos años antes, sólo permanecen del quinteto inicial, Pepe Margall y Santi. El actual lo completarían Bosch, Sagi-Vela y un pivot blanco barato, Carlson, bastante limitadito. German González y Ernesto Delgado eran las principales alternativas desde el banquillo. Aquel estrecho plantel lo entrenó acertadamente Lluis Cortés. Gonzalo demuestra lo atinado de su fichaje, segundo máximo anotador del equipo (443 puntos en 22 partidos), tras Margall (453) y la Penya agota el curso en la encomiable 3ª plaza (balance 15/7). En su primer partido como visitante a Magariños salió ovacionado entre lágrimas y 31 puntos sin despeinarse (vamos, como siempre).
Las luchas fratricidas por el poder en la directiva sacan al competente Cortés del club. El presidente Santiago March (que contaba con el apoyo del todopoderoso Antonio Mas) elige a Manel Comas en pleno cisma, agravado por la creciente deuda económica. Aciertan en la contratación del espigado Joe Galvin (2,13 m) y con el espectacular base All Skinner (éste, 6 años de experiencia entre Sixers y Nets, sólo para competición europea). Dirigentes y entrenador rozan con Santillana por tema de horarios (el jugador pidió adelantar los entrenos) y de la organización de su homenaje. A pesar de los vaivenes institucionales, en Liga llegan a encabezar la clasificación durante la primera vuelta (sumando dos triunfos de prestigio en casa sobre Madrid y Barcelona). En la 3ª fecha del calendario, Magariños guarda un minuto de silencio por el fallecimiento de Enrique Sagi-Vela, al que Gonzalo homenajea jugando afectadísimo. Tras 11 jornadas, pierden la imbatibilidad en Valladolid frente al Miñon de Nate Davis (43 puntos) y Carmelo Cabrera (con el que Gonzalo tiene un pequeño altercado y sale expulsado) y se dejan partidos tontos ante rivales de mitad de tabla (OAR, Vasconia e Inmobanco).

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El Milagro de San José
Capítulo aparte merece la Korac en el año conmemorativo de las Bodas de Oro del club.
Se meten en la final de la competición sorprendiendo a Estrella Roja de Belgrado en semis. Aguarda el fastuoso Carrera Venezia repleto de internacionales transalpinos (Carraro, Gabbetti, Della Fiori y Serafini), rematado por dos leyendas capturadas a golpe de muchas liras, el cañonero Dalipagic y el otrora campeón laker casado con la modelo Iman, Spencer Haywood (haría 30 puntos esa tarde). Un morboso escenario, el Palau, semilleno, pues aquel día de San José de 1981 era lectivo y a las 5 no todas las empresas dieron permiso a sus trabajadores para saltarse la tarde. Para más inri, la noche anterior el Barsa había perdido la Recopa en Roma frente al Squibb Cantú.
Parecía una quimera. Al descanso impera la lógica (48-42 para los italianos). La fatigosa defensa sobre las estrellas venecianas fue dejando cadáveres entre las filas verdinegras en forma de eliminados. A falta de 1 minuto y 33 segundos y 8 puntos abajo abandona el campo Margall -23 tantos- (en breve tomaría el mismo sendero Skinner). La cosa pinta tan mal que el delegado, Salvador Ferrer, deja de anotar la estadística. Pero la presión visceral badalonesa estrecha la diferencia. Con 10 segundos y 2 arriba, Dalipagic (25 tantos) yerra un tiro lateral innecesario (pues podían agotar la posesión), pero los italianos atrapan el rebote y German comete personal cuando quedan 4 segundos. Tras el saque de banda Grattoni pierde el balón con posible falta de Gonzalo. Posesión para el Joventut y sólo 1 segundo. Recibe Joe Galvin y anota desde la prolongación de la bombilla. La locura. Para entonces el partido no admite pagarés, se paga al contado. En el tiempo extra marchan al banquillo excluidos, Santillana y Delgado. A las malas, Gonzalo es de los que pone el pecho y en el último minuto anota una entrada y en el tiro libre adicional sitúa delante a la Penya. Nervios y fallos en los dos equipos. Della Fiori marra bajo aro sobre la bocina y los árbitros no aprecian contacto ilegal de Galvin. Invasión de cancha y primer título continental (106-105) badalonés. A voz en grito, exultante, Santillana proclamaba: “Hemos ganado con cuatro cañas cascadas y un abuelo” (el insólito quinteto de cierre lo compusieron Sagi-Vela -27 puntos, 11 de 19 en tiros de 2 y 5/5 desde la personal en los 45 minutos de juego-, Galvin -16-, Germán y los imberbes Solé y Villacampa). “Fue un milagro. Ganamos ése entre un millón… Sin línea de 3 puntos ni poder recurrir a las faltas porque no había bonus… Un milagro”, refiere Gonzalo.
La Liga se les hace bola (terminan quintos a la estela del vecino Cotonificio de Aíto). Margall (515) y Sagi-Vela (436) permanecen como estandartes encestadores. En copa una sola canasta les aleja del Barcelona, que cumplimenta su primer doblete, en la eliminatoria de semifinales.

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Tiempos convulsos
Ni siquiera la hazaña continental trae la calma. Santillana y Galvin salen por la puerta de atrás y al club le ahoga el déficit financiero. Se ficha a Charly López Rodríguez y al jovencísimo Montero del Estudiantes, a Josean Querejeta y al “increíble Hulk” Art Housey, pero los roces entre jugadores, entrenador y directiva están a la orden del día. Gonzalo incluso es apartado un partido por Manel, quien dimite pasadas las navidades. Su ayudante Joaquín Costa, cubre dignamente el expediente (5ª plaza). Gonzalo, mucho tiempo de base, reduce sus prestaciones anotadoras (255 puntos).
Cesada la directiva, toma el poder una junta que encuentra un patrocinador en Fichet y firma a Jack Schrader como jugador/entrenador (al poco sus problemas físicos aconsejarían su retirada de la cancha y su canje por Gaddy). En una situación complicadísima, Schrader modela un quinteto pequeñísimo (sólo el americano de interior) que salva los muebles. Séptimos. En su despedida de Badalona, Gonzalo acumula 384 puntos en 26 partidos, siendo considerado el mejor veterano de la competición.


Epílogo a la Costa del Sol
En el inicio oficial de la era ACB (temporada 83/84) rubrica contrato en el Caja de Ronda malagueño. A las órdenes de Moncho Monsalve disfruta de un buen año, a la vera de otro excelso anotador, Dan Caldwell, clasificándose para el playoff, donde son eliminados por el OAR Ferrol.
Pero Monsalve emigra para entrenar a la selección suiza y Gonzalo no sintoniza ahora con Ignacio Pinedo, al que había admirado en Estudiantes. Un balance de 6/8 les coloca la A2. No mejoran y concluyen penúltimos la 2ª fase. A primeros de marzo dimite Pinedo y su sustituto, Martín Urbano, franquea su primer match ball (la eliminatoria por el descenso frente al Lucky Canarias), pero pierden la categoría en los dos partidos ante Cajamadrid.
Decide colgar las botas (en el bienio malagueño promedió 13,5 puntos), pero en su vuelta a Madrid, el dueño de los quesos García Vaquero le propone una romántica aventura. Viaja a Alcázar de San Juan, sólo para jugar los partidos y ayuda al ascenso del equipo de tercera a segunda división. Su relación con el baloncesto terminaría en el Iberia femenino. Ejerce como entrenador, sin ostentar el título oficial y salvan la categoría, brillando especialmente Rocío Jiménez.

Un gran legado
Se me acaba la narrativa sobre los Sagi-Vela. Les unía el apellido, les hervía la misma sangre y compartían su pasión por un deporte que adoraban practicar. De porte patricio, disfrutaban cuando se enfundaban la de tirantes y se dedicaban a encestar. “El duende” evoca añorante cuando se apagaban las luces del pabellón y competían. Presentía distanciarse al “Chupi”: él, debajo de aro recogía la salva de lanzamientos limpios del mayor. El sonido se repetía al besar la red: “choff”. No le veía, pero le suponía lejos, muy lejos. Adscritos al gremio de anotadores, si José Luis te mataba siempre desde el tiro (o culminando el contraataque), de las picaduras de Gonzalo se extraían una colección de venenos indescifrables, indetectables. Eran otros tiempos, fronterizos, “más familiares; era de lo más normal tomar unas cervezas con los contrarios a la salida de los partidos”, apunta Gonzalo, que no admiten comparación. Otras latitudes. Pero el talento no entiende de envases (si José Luis conservaba un fuste de centurión, a Gonzalo se le adivinaban las costillas a simple vista) y los buenos lo son siempre, y éstos con la preparación física y la dedicación actual, probablemente también competirían hoy a nivel. Porque el talento no se borra y ambos conciliaban hebra y casta. Inolvidables.



Mil gracias a Gonzalo y a Marta Sagi-Vela (¡qué fotos!) y a Joaquín Guirao por su tiempo. Impagables las charlas. Las disfruté un montón, de verdad.  Y por supuesto, a la persona que las posibilitó, mi amigo Nacho Gómez.
De la múltiple bibliografía consultada destaco la extraordinaria historia de los 60 años de Estudiantes y los 70 Años de Basket en España del maestro Justo Conde.


Adiós al bicho

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A Pedro no le gustaba su pueblo, aunque todo el mundo dijese que era precioso.

Era tan pequeño que no había colegio y todos los días tenía que recorrer unos kilómetros para asistir a clase. Disfrutaba del paseo, pero las mañanas de lluvia su padre le acercaba en coche. Apenas había niños con los que jugar y muchas horas las pasaba sólo, entre chapas, canicas y pelotas. Radiaba sus partidos y carreras a la vez que desgastaba rodilleras. Lo que sí abundaban eran las cuestas. Es más, todo era una subida que parecía no acabar nunca. Jamás se plantearon colocar una portería de fútbol o una canasta. No había un llano en el que ponerlas. Todo miraba hacia arriba.
Los fines de semanas se llenaba de turistas que abarrotaban las estrechas veredas, alababan los techos de pizarra y admiraban la oscura iglesia. Pedro lo entendía menos todavía cuando su abuelo ensalzaba las bondades de las piedras, calles y monumentos. Era Patrimonio de la Humanidad, remataba el viejo, sin que su nieto alcanzara a comprender el alcance de la frase. A él, le parecía un soberano rollo.


Un día su padre para sacarle del aburrimiento le llevó a la capital. Como premio por sus buenas notas había reservado unas entradas en primera fila para un espectáculo que jamás olvidaría. Estaban de gira los famosos Harlem Globetrotters. El niño no había oído hablar de aquellos negros estrafalarios, pero al momento quedó cautivado por sus malabarismos, gracias e increíbles encestes. Volvió a casa fascinado y durante el trayecto ya dejó bien claro lo que quería por su cumpleaños: un balón de baloncesto y una canasta. Desde entonces, entretenía sus tardes correteando mientras botaba un desgastado balón de fútbol para detenerse a encestar en un aro imaginario. Los escasos vecinos contemplaban divertidos las vertiginosas idas y venidas del chiquillo, que siempre iban acompañadas de gritos y exclamaciones de alegría. Más de uno tuvo que descolgar la pelota de su balcón y más pronto que tarde comentaron la nueva distracción del nieto del Anselmo. Además, ya no se separaba del televisor cuando daban un partido de baloncesto y empezó a vociferar nombres de personajes hasta entonces desconocidos en el vecindario como héroes de un cuento: Pau, Marc, Ricky, Doncic, Rudy, Felipe Reyes, Llull…
Enterado el abuelo de los anhelos del chavea, tomó como encargo propio la fabricación del cacharro, con su tablero y aro correspondiente. Siempre había tenido buenas manos. La ubicación no tenía pérdida, la era que daba paso a la entrada de la aldea. Todas las tardes, la dispar pareja echaba un rato entre tablones, hierros, forjas y clavos hasta que el invento cobró forma en algo muy semejante a una canasta profesional. Limpiaron de hierbajos y allanaron el terreno. Ya tendrían tiempo de echar cemento más adelante, pero por su onomástica a finales de junio, coincidiendo con las fiestas del municipio, Pedro tendría su canasta con tablero anclado al suelo a través de una maciza estaca, y el reducido grupo de vecinos una excusa para agasajar a su patrón. Pedro recibió de su madre un reluciente balón tricolor que encestó al tercer intento ante la algarabía colectiva. “Queda inaugurada la canasta municipal”, acertó a gritar Anselmo.
Concluidos los deberes, casi todas las tardes se pegaba una buena caminata hasta la improvisada cancha para imitar los gestos técnicos que había visto en la gran pantalla a sus nuevos ídolos. Alguna vez se le unía algún chaval aburrido, pero los pocos que aún no habían marchado a la ciudad eran más de fútbol.  
En primavera una noticia alteró la rutina familiar. Una multinacional americana había ofrecido a su padre un buen puesto en la capital como responsable del departamento de informática. Era una oportunidad única, que igual no volvía a presentarse. Entre el matrimonio hubo quorum y su madre no tardaría en encontrar plaza como profesora de inglés, a través de una amiga, en un colegio privado. Más tiempo llevó convencer al abuelo, pero tras haberse quedado viudo dos años antes, ya no pintaba nada en el pueblo. Le quedaría el consuelo de regresar los fines de semana y echar la partida de dominó con los coetáneos que le quedaban.
La familia alquiló un chalet con un terrenito a las afueras de la capital. La primera demanda del niño no tardó en llevarse a efecto. El yayo le había construido una segunda rudimentaria canasta junto al porche. En su nuevo colegio, Pedro tenía un montón de actividades donde elegir. No tuvo duda y se apuntó al equipo de baloncesto. El resto de sus compañeros llevaban un año de adelanto en el equipo alevín, pero Pedro compensaría el retraso con las múltiples horas que gastaba ensayando en el patio de casa.

Nunca había formado parte de ningún equipo, aunque jamás había tenido problemas de relación con el resto de los chavales y enseguida se integró. Apenas conocía el juego, pero le gustaba mucho Ángel Luis, su entrenador al que obedecía sin pestañear. Éste dedicaba la mayor parte del tiempo al adiestramiento en los fundamentos básicos: el pase, el tiro y el bote. Insistía machaconamente en los gestos y movimientos de manos y pies, en el dominio de balón y en las distintas posiciones defensivas. Si durante los entrenos corregía continuamente a los críos, en los partidos apenas los enmendaba. Quería potenciar su creatividad y que aprendieran de sus errores. Sólo les reprendía cuando botan mucho (la primera opción siempre era el pase, la segunda el tiro y la última el bote), cuando se encontraban solos, sin defensor, y no lanzaban o cuando tardaban en bajar a defender. Mientras otros equipos jugaban con sistemas y bloqueos, ellos pasaban y cortaban, insistían en el juego sin balón, buscaban las puertas atrás o los uno contra uno. Nada complicado. Perdían muchos partidos, pero Ángel no le daba ninguna importancia. En esa primitiva fase formativa, aprender y competir estaban varios cuerpos por delante de ganar. 
La familia en pleno acudía a ver los partidos de Pedro. Alguien los disfrutaba especialmente... El abuelo se sentaba junto a su nuera y a su hijo, sacaba del abrigo un bolígrafo y una pequeña libreta, donde anotaba los puntos de los equipos y subrayaba los pocos que conseguía su nieto. Como apenas entendía las reglas, sólo escribía y aplaudía.
En febrero Anselmo cogió una buena gripe y, tras un tiempo, como no se le quitaba, le llevaron al hospital. Allí unos médicos muy serios le dejaron ingresado, pues tenía todos los síntomas de una enfermedad muy nueva (Coronavirus) que empezaba a copar los telediarios. Los padres de Pedro aguardaban preocupados las noticias que una vez al día les facilitaba por teléfono el personal sanitario. La cosa se puso mucho más fea cuando el gobierno ordenó el cierre de las escuelas y el confinamiento de la gente en sus casas. Por un tiempo no habría clase, ni entrenamientos ni partidos. Pedro estaba muy triste. Confiaba en la fortaleza de su abuelo, pero ya llevaba muchos días internado y en los informativos hablaban de muchos muertos y señalaban a los mayores como el foco principal de la tragedia. Pero una tarde las noticias desde el centro médico tornaron a buenas: el abuelo se estaba recuperando y ya estaba en planta. A los pocos días, regresó a casa, un poco más viejo, un poco más delgado. A Pedro le resbalaban lágrimas de alegría por la cara. Se moría de ganas de abrazarle como a un oso y de hincharle a besos, pero sabía que durante un par de semanas más tenían que limitar la distancia y el contacto. Cuando el pequeño le miró, Anselmo le dedicó la mejor de las sonrisas, le guiñó un ojo maldiciendo: “Adiós al bicho”.
El mayor se restableció y se convirtió en el reboteador de los lanzamientos a canasta que durante todas las tardes, sin excepción, realizaba su nieto. En la reclusión, habían encontrado en internet un montón de ejercicios para mantener ocupado al chico y éste los realizaba con la disciplina de un militar. En televisión reponían muchos partidos antiguos, lo que sirvió para que el chaval descubriera a los ídolos de niñez de su padre (Sabonis, Fernando Martín, Petrovic, Epi, Corbalán…). Echaba de menos a compañeros y amigos, pero las horas se le iban sin darse cuenta.
Tiempo después, un día se pudo volver a las aulas. Más tarde se reanudaron los entrenamientos y un sábado regresaron los partidos. En el salto inicial, Pedro viró su mirada a la grada, encontró unos ojos vidriosos y murmuró: “Adiós al bicho”. Perdieron, pero eso dio igual. Ya habría tiempo de celebrar victorias. Lo importante era la vuelta a la normalidad, a la vida diaria, aunque ahora lamentablemente fuésemos unos cuantos menos.


Dedicado a los que han sufrido de lleno la cruel enfermedad, especialmente a aquellos que se nos fueron, a sus amigos y familiares. Y mi reconocimiento para los que nos han cuidado y ayudado, anteponiendo la salud ajena a la propia. Gracias y ánimo para todos.



Carlos Jiménez, el Gran Capitán

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Carlos Jiménez: “Por resultados, España debería ser cabeza de ...

Hace bien poco, su nombre tituló secciones de deportes y su rostro cerró telediarios. Esta vez no se trataba de un campeonato, de colgarse otra medalla. No. Desde la normalidad, sin estridencias, “sólo” anunciaba que se hacía a un lado, abandonaba su vinculación con el deporte. Dejaba de ser director deportivo de Unicaja Málaga para dedicarse al cuidado de sus hijos. Lo explicaba sin darse importancia, pensando en plural (nada diferente a lo que en su trayectoria nos acostumbró): “Somos una familia. Mi mujer lleva 20 años sacrificándose, dedicada a mi y a mis hijos. Ya la toca. Es hora de que ella se desarrolle profesionalmente y aproveche su oportunidad”.

No lo dice un cualquiera. Detrás asoma un campeón mundial, un subcampeón olímpico y europeo. No es poca cosa, pero él no le concede significación especial al hecho, lo ve de manera natural. Siempre huyó de protagonismos y orilló egos en su carrera y en su vida diaria. Su apariencia confirma el talante de buen chico y niega el del tenaz competidor que se convirtió, sin buscarlo, en el capitán de la mejor selección española que vieron los tiempos. “No era de hablar mucho. No le hacía falta. Pero cuando tomaba la palabra, todo el mundo lo escuchaba” (Pepu Hernández).

Hoy toca historia grande, incluso a su pesar. La del Gran Capitán (como Gonzalo Fernández de Córdoba), la de un tipo extraordinario de apellidos comunes: Carlos Jiménez Sánchez.

 

De puntillas

Así aparece Carlos en alguna foto de grupo adolescente con sus compañeros de equipo y así irrumpió y se manejó el chaval de Carabanchel durante toda su carrera deportiva. De muy crío, siendo el más largo de la clase, no iba a pasar desapercibido a los ojos de Pepe Domaica que, enseguida le captó para el baloncesto en su colegio, San Viator, relegando sus cualidades como defensa central de fútbol. Era patilargo, de tallo fino, afilado, de la clase de niños a los que se les adivina un crecimiento definitivo tardío. Eso le sirvió para desenvolverse en posiciones exteriores y para permanecer, involuntariamente, alejado del radar de los grandes. Jamás fue seleccionado para una selección autonómica.

Mediado el segundo año de cadetes, Enrique León se cruza en su vida. Quique, muchos años en San Agustín, había horneado junto a Raimundo Gorgojo a la excelente camada infantil del Real Madrid nacida en el año 76, de la que sobresalían Borja Larragán (proveniente de Buen Consejo), Darío Quesada (de San Agustín), Sergio De Benito (formado en Escolapios) y Carlos Rodríguez (la estrella de Agustinianos). Esa generación arrasaría en el Campeonato de Madrid (+48 sobre el Estudiantes, del otro gran referente de la añada, el antiguo agustino Rodrigo De la Fuente) y se impondría por 3 al Barcelona en la final del campeonato de España oficioso de la categoría. Pero los entrenadores vienen y van, y León se encontraba libre cuando aceptó el ofrecimiento de los de la Plaza Elíptica para sustituir al técnico del cadete que por incompatibilidad laboral debía dejarlo. Quique atisbó las posibilidades de la cuadrilla cuando en primavera ganaron la final del Torneo Virgen de Atocha al Real Madrid (que venía exhausto del Campeonato de España) y convence a Pepe Domaica para que el bloque permanezca unido, sin la obligación de soltar a los jugadores más destacados hacia el cuadro de segundo año. Sanvi mantiene así dos buenos equipos juveniles en Serie A y la añada inferior concluye en una meritoria 9ª posición en el campeonato madrileño. Les cabe un regusto agridulce, pues en la semana del playoff de desempate en Alcalá no pudieron entrenar debido a la lluvia y se llevaron una buena tunda.

 

La barbacoa

Finiquitada la temporada, el entrenador invita a los jugadores y familias a una barbacoa en su casa de San Rafael, Segovia. Tras la parrilla, las bromas dejan paso a una reunión grupal en el garaje. El técnico no da puntada sin hilo y pregunta a los suyos quién va a continuar. Para sorpresa de algunos, Jiménez toma la palabra: “Yo me quedo en Sanvi. Cuenta conmigo”. Todos adivinaban las novias que rondaban a Carlos (muy del gusto de Ángel Jareño en el Madrid, pretendido por Estudiantes y seguido por Baloncesto León), por lo que la tajante aseveración del capitán provoca un torrente de afirmaciones. La primera, la de su íntimo, FJ Martín, el islote colegial que se había mantenido junto a Carlos desde sus inicios alevines, pues Alfonso, el otro “sanvi”, pasaba a ejercer labores de delegado. El Ok de Javi Martín tenía una significación especial, ya que de todos era conocido que lo tenía casi hecho con Estudiantes. Cuando el tercer vértice en importancia del triángulo, César De la Fuente, un tirador tremendo llegado en cadete que se estaba planteando dejar de jugar, daba el sí quiero, aquello terminó en boda.

León ya vislumbraba las cualidades de Carlos “No le recuerdo partidos de 20 puntos, pero hacía todo bien; era muy inteligente, siempre hacía lo que tenía que hacer”, de manera que le recomendó a Chus Mateo, asistente de Ángel Pardo en la selección junior, que de momento se hizo el remolón.

 

El milagro de un equipo de patio de colegio

Desde las postrimerías del verano el grupo se hallaba conjurado bajo un objetivo común: llegar lo más lejos posible. Regresó Juan Antonio Trenado, León rescató a Iván Martín de su Madrid, se incorporó un cadete de calidad, Sergio Pérez Pinzas, y llegaron de San Agustín y Santa María del Pilar los dos Nachos para reforzar el perímetro. FJ había destinado gran parte de las vacaciones a la mejora en el tiro, que convirtió en su arma más demoledora. Carlos pegó el estirón físico definitivo para situarse en 203 centímetros. 

Hasta navidades trabajaron pesas una vez por semana en un pequeño gimnasio del barrio de Prosperidad. Otro día lo dedicaban a la extenuante preparación física bajo la supervisión de Rafa Pato. Rara era la semana que no se fogueaban en algún un amistoso frente a un conjunto senior de 1ª o 2ª nacional: Cref, Pozuelo, Parla. Y León reservaba de su dinero los viernes el pabellón del Triángulo del Oro, en Plaza Castilla, para evitar contratiempos climatológicos pretéritos.

Salieron como tiros. Antes de las navidades ya habían pasado por la piedra al Estudiantes (sin Rodrigo, que se curtía en el 1ª B de Fuenlabrada) y al Real Madrid. Con el cambio de fase la reglamentación obligaba a jugar bajo techo, así que el pabellón Juan De la Cierva getafense pasó a convertirse en su campo de sueños. Quedaron segundos de la fase regular tras los blancos. En la fratricida Final a 4, vencen a los del Ramiro, caen frente al Madrid y se imponen a Canoe para acceder al Campeonato de España Juvenil a disputarse en Segovia. Una heroicidad.

En el Perico Delgado mostraron un comportamiento desigual. Pagaron la novatada en la dura apertura ante Cajabilbao (66-84). Se soltaron para doblegar 81-77 al Taugrés Baskonia de los hermanos Cazorla y un tal Jorge Garbajosa (los vascos se las hicieron pasar canutas al formidable Madrid de Charly Sáez de Aja en la final) y entregaron la cuchara con la Unió Manresa 68-81. Obtuvieron la séptima plaza al vencer 106-105 a Natwest Zaragoza, en un torneo atípico, sin Barcelona, Joventut, Estudiantes ni Pamesa.

Carlos ya había perdido el anonimato cuando fue seleccionado junto a FJ para disputar en abril el prestigioso torneo júnior de Manheim. Pese al traspiés inicial con Lituania, se trajeron la plata tras deshacerse en semifinales de Australia (84-83) y sucumbir ante EEUU (71-91). Para Carlos su bautismo internacional (50 puntos en 138 minutos) supuso su primer vuelo en avión y la toma de contacto con sus compañeros de quinta (Vidaurreta, Mons, Ayuso, Guillen, Carlos Rodríguez, Quesada, Larragán, Rejón o Francisco Rueda), que sin su estandarte (Rodrigo De la Fuente) compitieron magníficamente. Al grueso de la cosecha del 76, subcampeona continental juvenil, se le unirían en verano Rodrigo, Iker Iturbe y Juan Pedro Cazorla para acometer el Europeo Júnior en Tel Aviv. En semifinales, cinco minutos horrendos ante Lituania -a la postre campeona- dejaban a España fuera de la final. Pero la Generación del Éxodo (De la Fuente, Larragán, Iturbe, Quesada, Vidaurreta y Alex Franco emigrarían hacia universidades norteamericanas) se encorajinó para arrebatarle el bronce a Italia (Rodrigo 18 tantos, Iturbe 13 y Jiménez 11 despuntaron como máximos anotadores). En un gran trabajo coral deslumbró Rodrigo De la Fuente que promedió más de 17 puntos y fue nominado dentro del quinteto ideal. Ángel Pardo no regateaba elogios hacia Carlos: “Para ser un chico salido de un colegio, ha rendido extraordinariamente. Sorpresa agradable. Gran ayuda en el rebote y espíritu de lucha”. Además, sumaba 9,5 puntos en 20,8 minutos. A Carlos siempre le salieron las cuentas.

A su vuelta, Carlos elegía Estudiantes para continuar su vida en Madrid y compatibilizar deporte y estudios. Si Domaica hubiera hecho caso a León, habría sacado una buena pasta: “Le dije que tasase el fichaje por objetivos”. Sonríe el avispado entrenador: “Pensé que sería un buen jugador ACB, pero jamás en la trayectoria que luego tuvo”.


 Estudiantes - Carlos Jiménez | Carlos jimenez, Tiro libre, Baloncesto

A fuego lento

En pretemporada, Miguel Ángel Martín, al que como a su maestro Ignacio Pinedo, nunca le costó dar paso al talento joven, ya anunciaba el potencial del chaval: “Atención a Carlos Jiménez que tiene unas condiciones fabulosas” y le hacia debutar en el Trofeo Teresa Herrera coruñés ante el Stefanel Milan de Bodiroga, Gentile y Fucka. Carlos anotaría 5 puntos en la derrota 74-93 y compartiría habitación con Gonzalo Martínez.

Apareció 3 minutos en el inicio liguero ante Cáceres, pero su equipo había de ser el EBA junto a un grupo de jóvenes (Paco García, Marcos Salas, Paco De Benito, Pedro Robles, Javi Velázquez, Juanjo Ayuso, Javier Blázquez o Guillermo Rejón) repletos de ilusión y talento sabiamente conducidos por Ángel Goñi. En su primera entrevista en Gigantes, deja entrever su buen juicio: “No creo que juegue en los dos equipos. Tengo previsto jugar este año en el EBA, ya que ahora lo que cuenta es mi progresión… En la ACB noto mucho la diferencia física. Hay cada meneo por la zona que… Por lo demás creo que sí podría jugar ya en la ACB… Cuando llegue el momento de dar el salto definitivo a la ACB, llegará…”. En la vorágine de entrenos y viajes, tras la vuelta de un partido en Huesca, Carlos, en el rellano de la élite, pide a Goñi (y al club) centrarse únicamente en el EBA para continuar su desarrollo técnico y sobre todo físico. El salto del colegio al mundo profesional es demasiado grande y necesita un periodo de maduración. Demandaba el crecimiento, no el reconocimiento.

Borrasca en el Ramiro, con los foráneos, inadaptados, en el punto de mira. “Usted a mí no me cuesta el puesto” (Miguel Ángel Martín a Harper Williams). “Los extranjeros no han entendido nuestra filosofía” (Pablo Martínez). A finales de noviembre, tras una derrota en casa frente al Caja San Fernando de un apabullante Nacho Azofra, destituyen al “Cura”, en lo que supone el debut liguero de Iñaki De Miguel. Su sucesor es su ayudante, Pepu Hernández, que vigila por el rabillo del ojo la evolución de Carlos en el filial. En Navidades, Jiménez es escogido por José Ortiz, entrenador de Fuenlabrada, para participar en el Torneo Sub 23 de Confederaciones de la EBA. Su equipo, el combinado de la región Centro gana la final del torneo al Este 106-92 con los exmadridistas José María Silva (17 puntos) y Roberto Gallego (14) como máximos anotadores. Roberto Dueñas y Carlos Jiménez, todavía en fase larvaria, sólo un punto cada uno, aunque Miguel Ángel Martín vislumbrara un prometedor futuro a su exdiscípulo: “Dentro de unos años será el mejor jugador de España”. Iván Corrales es el talentoso base del equipo.

Estudiantes cerró dignamente el curso, entrando en playoff como séptimo para caer frente a Unicaja. Carlos que apenas intervino con el senior (sólo 7 partidos), progresó adecuadamente en el EBA y salvaron la categoría en la eliminatoria por la permanencia frente al Azuqueca.

Pese a que “no había competido en la élite”, Joan Montes se lo lleva en verano al Mundial Junior de Grecia 95 y espera de él una importante aportación en “rebote, penetraciones y defensa”. España pasa de fase con sólo una derrota frente a la poderosísima Grecia (alumbrada por Rentzias, Papanikolau y Kakioutzis). En segunda ronda, sin un tirador puro, pero apelando al colectivo y parapetada en una gran defensa coral limitan la puntería lituana y la ferocidad argentina, y sólo doblegan la rodilla en la prórroga ante la potente Australia. Los helenos (que serían campeones sin paliativos) hacen nuevamente picadillo la resistencia ibérica (57-80) en semifinales. Los hispanos se cuelgan una meritoria medalla de bronce: gran segunda mitad y triunfo 77-64 sobre Croacia (Vidaurreta 20 puntos, Larragán 14, Rodrigo 11 y Carlos 10 y 8 rebotes). El criado en Sanvi no defraudó las expectativas creadas y realizó un completísimo campeonato. En 25 minutos promedió 9 puntos y 8 rechaces (el mejor del equipo). Le aguarda, ahora sí, el primer equipo de Estudiantes.


 Continúa la Operación Retorno en el Estudiantes: vuelve Carlos ...

Haciéndose un sitio

Jiménez asciende definitivamente junto a Inaki De Miguel y Paco García. En su puesto le espera una competencia feroz (Herreros es el mejor jugador nacional de la época, Aísa retorna de su exitoso periplo francés y Chandler Thompson corrobora todo lo bueno que mostró en Orense). Pero a Carlos no le apremia el éxito. “Nunca tuvo prisa. Desde joven fue muy consciente de sus limitaciones y ni él ni su entorno tuvieron prisa. Si querías, Estudiantes era un sitio en el que podías pasar toda tu carrera. Pagaba bien, entrábamos en playoffs, jugábamos en Europa, había gente en la selección, teníamos buenos jugadores extranjeros y era más fácil no tener prisa porque te proyectaban en el club durante años. Además, le vino muy bien porque físicamente se tenía que hacer. Tenía que mejorar cosas (conocimiento del juego, técnica individual…), pero en lo que no tenía que mejorar nada era en ganas y en poner la cara, ni en trabajo ni en concentración. En eso era muy superior. Era un tío muy ordenado y eso hacía que nos ayudara y nosotros a él. Y no era un jugador que apretase ni al entrenador ni a sus compañeros”. El entonces hijo pródigo Nacho Azofra, da fe del buen coco del chaval en su análisis.

Dentro de una trayectoria irregular, los de Ramiro cuajaron un buen año, llegando a forzar un 5º partido al Barsa en semis y de paso acceder a Liga Europea. Carlos, piano piano, exprimiendo los minutos y forjándose con rivales del calibre de Karnisovas.


 Carlos Jiménez cuesta 3,6 millones - AS.com

Herreros se acoge al Decreto 1006

Verano movidito.

En pretemporada, en un viaje inolvidable, Estudiantes visita Mostar para jugar delante de las fuerzas armadas españolas desplazadas en misión humanitaria al conflicto balcánico. En medio de la barbarie, Carlos no esconde en Gigantes sus debilidades militares cuando sale fotografiado sobre un carro de combate: “Estos temas me encantan. En casa hago maquetas de aviones militares. Me libré de la mili por la altura y me vino muy bien para el baloncesto. Pero si no hubiera sido por eso, hubiera pedido hacerla”.

Regresan al Estu, Harper Williams y Rafa Vecina (éste ejerce un importantísimo tutelaje sobre Carlitos). Herreros fuerza su marcha al Madrid, que suelta 250 millones de pesetas más IVA, y Carlos gana espacio en la rotación. Es impensable que asuma el derroche anotador de Alberto, pero muestra las virtudes que con el tiempo le harán capital (defensa, rebote, concentración, inteligencia y un buen tiro). Nuevamente se sincera en la revista: “La salida de Herreros me benefició claramente… Subí un escalón y me dí cuenta de que era un poco más importante para el equipo… No pretendo ser el sucesor de nadie, pero sí quiero ser mejor que Herreros, con todo lo que eso conlleva… Quiero que llegue un día en que no destaque en nada y, sin embargo, lo haga todo bien”. Otra primavera con el Barsa como dique en las semifinales ligueras y el reconocimiento como Mejor Sexto Hombre de la Liga. Buen paso por Liga Europea con un partido heroico para el buen aficionado estudiantil que comprobó ojiplático como los chavales (Iñaki, Paco y Carlos) se dejaban el alma para darle la vuelta un partido al todo poderoso Olympiakos de Fassoulas y David Rivers. Villeurbane pondría fin en el partido de desempate de octavos a la aventura colegial.

Grandes noticias: Estudiantes ata su renovación 4 años (desoye los rumores venidos de la Ciudad Condal) y la convocatoria para el Mundial Sub 22 de Australia de 1997. Gustavo Aranzana lo percibe como “el más callado; lo observa todo sin rechistar” fuera de la cancha y dentro como “un jugador completo con un gran equilibrio, que puede jugar de espaldas y de cara y un excelente reboteador ofensivo, aunque ha llegado muy bajo de forma”. España no superó el crucial partido de cuartos, frente a Puerto Rico (71-77), pese a la máxima anotación del madrileño (18) y termina séptima. Aranzana lamentaba el desenlace: “Debemos aprender a competir. Con Roberto Dueñas hubiéramos estado entre los cuatro primeros. No tenemos físico ni tiradores” y pese a las dolencias de Jiménez, que no le habían permitido rendir a tope, ponderaba su importancia (7,3 puntos y 5,1 rebotes). Ricardo Guillén (14,1) y Rodrigo De la Fuente (11,8) serían los máximos artilleros de la decepcionada selección.

En su Cincuentenario, Estudiantes firma a otro de esos jugadores “engañosos”: Shaun Vandiver era un gordito culón que arrastraba las rodillas, no saltaba una tortilla francesa y que entendía el baloncesto como los ángeles. La salida de Aísa hacia Francia otorga todavía más sitio a Carlos que ya no mira atrás. Pepu avisa de “todas las cosas que lleva en la mochila” su jugador y que ya va soltando (asombra en la victoria en el Palau con 22 puntos y un triple definitorio en el último suspiro). Campaña irregular del equipo, plagada de lesiones (el pequeño gran Gonzalo Martínez se volvió a destrozar la rodilla), que encalló en la comarca del Bagés. En cuartos de final, Manresa daba la primera pista de lo que sería su sorprendente título liguero. En los vestuarios del Congost, Rafa Vecina (el hombre que era capaz de jugar al baloncesto sin botas, claudica Nacho Azofra) ponía fin a su brillante trayectoria y lloraba su adiós como un niño sin postre. En Europa la también futura campeona Kinder de Messina, Rigadeau y Danilovic había cercenado las esperanzas madrileñas. Mediada la temporada, Carlos había estrenado internacionalidad con la absoluta en los encuentros del preeuropeo. Cumplida la misma, hace oídos sordos a mareantes ofertas y amplía su vinculación con los de la calle Serrano: “El dinero no lo es todo. Aquí también puedo ganar títulos” y participa en el Mundobasket 98 de Grecia. La España de Lolo Sainz alcanza un estimable quinto puesto.


 CARLOS JIMÉNEZ: “TRAS UN AÑO COMPLICADO, REPETIR GARLARDON TIENE ...

Asentarse en la élite

En el estío del 98 el histórico Juan Francisco Moneo (sal que esto se pone feo, le gritaba con gracia La Demencia) deja la presidencia de Estudiantes. Le sustituye otra institución, Alejandro González Varona. Se consigue la vuelta de Alfonso Reyes y dan el salto al senior Pedro Robles y Felipe Reyes (reciente campeón europeo júnior). Carlos, definitivamente ubicado en el quinteto titular, tiene un arranque accidentado. En el segundo partido, frente a Unicaja, se hace un esguince en ambos tobillos. Tres partidos después, se raja un codo al chocar contra una valla: “la primera noche no puede dormir de lo que me pinchaban los puntos. Perdí la cuenta cuando me llevaban dados 25”. Desde el incidente se acolchó la publicidad. Poca cosa para alguien duro de pelar. Le llaman para el All Star. Alternan el Palacio en Liga con el Magariños en Korac, y excelsas victorias con fragantes derrotas, que les dejan fuera de la Copa.  En el continente caminan a paso militar, pasaportan al Ostende para entrar en la final (la hazaña se vio empañada por la rotura del ligamento cruzado de la rodilla derecha de Chandler Thompson). Aguarda el Barsa, al que los colegiales arrinconan en una segunda parte de ensueño y acuden al Palau con 16 puntos de ventaja, pero prenden rápido en la hoguera blaugrana (a los 12 minutos ya palmaban 24-9) y se vuelven sin el trofeo con una zurra que jamás olvidarán (97-70). En Liga, salvan el factor campo y se meten en semifinales pasando por encima de TAU Baskonia, pero el sastre culé le tiene tomadas las medidas (3-0).

Lolo está encantado con la evolución de Carlitos, como cariñosamente le llamaba, aunque recela un tanto de su altruismo: “Tiene pendiente la explosión definitiva. Su carácter nada egoísta puede retrasar su total explosión”. Y en el Europeo de Francia 99, España alcanza una milagrosa e importantísima medalla de plata. Con las maletas hechas en el hotel, Francia (sin nada que jugarse) vence a Eslovenia tras ir 19 abajo y el combinado nacional entra en cuartos de rebote para medirse a la archifavorita Lituania. Sainz encargó la utópica labor de anular al “Goliat” Arvidas Sabonis a Iñaki De Miguel: “Pártete la cara que yo te la pago”. Y el soldado aburrió de tal manera al general de la NBA (3 puntos y 3 rebotes en 16 minutos) que éste al cruzarse en un tiempo muerto con el técnico de Tetuán le imploró: “Lolo por favor quítame esta lapa”. España rayó a una gran altura defensiva y se encomendó a un impresionante Alberto Herreros (28 puntos ante los báticos y 29 sobre Francia en semis) para acceder a la final contra Italia. Los trasalpinos que había hecho lo propio con Yugoslavia, tenían más talento (Carlton Mayers, Andrea Meneghin y Gregor Fucka) y callo y no dieron opción (64-56) a una España cansada y sin tino (36% en tiros de campo). Pero esa segunda plaza sería fundamental en el devenir futuro: “Los Alfonso Reyes, Nacho Rodríguez o Alberto Herreros pondrían la base de los éxitos posteriores”, reconocería Pepe Sáez.


 CARLOS JIMÉNEZ, MEJOR JUGADOR NACIONAL DEL MES DE ABRIL - Movistar ...

Txapeldun de Copa

Poco antes del inicio de la campaña siguiente, Iñaki De Miguel emigra al Olympiacos en una oferta irrechazable para club y jugador que se embolsan una talegada. En la mejor tradición ramireña su hueco lo ocupa Felipe Reyes, reciente Campeón del Mundo Júnior. Adecco, patrocinador oficial del Estu, pretende sacar de su retiro al mismísimo Michael Jordan bajo el pretexto de recibir clases diarias de golf de Severiano Ballesteros y 12 millones de $. Onírico.

Estudiantes llega a la Copa de Vitoria con paso firme y se enfrenta a los 3 equipos que le preceden en la clasificación. La última edición disputada en el País Vasco (San Sebastián año 1963) había abierto las vitrinas del instituto. Nacho y Gonzalo gripan el motor local (Bennett), Pepu acrecienta el nerviosismo baskonista con sus defensas alternativas y Carlos (9 puntos) complementa a un espléndido Felipe (17). Las semifinales las contemplará Jiménez desde el banquillo, con un constipado de caballo. Anulado André Turner, con los Reyes merendándose a Richard Scott, y Thompson dinamitando desde el perímetro, Estudiantes accede con cierta comodidad (80-65 sobre Caja San Fernando) a la final del lunes ante el Pamesa de Miki Vukovic, en la que la presencia del de Carabanchel (muy mermado) fue testimonial. No importó, Azofra sacó de rueda a Rodilla y Alfonso Reyes, brutal “Robocop” (26 puntos), de quicio a Tanoka Beard que entró pronto en faltas. Dos triples de Aisa y Azofra a falta de 7 minutos pusieron en la rampa del podio (59-50) a los colegiales. El trofeo llegó roto al vestuario. Del destrozo se acusa a Vandiver (espléndido, como casi siempre, con 14 puntos). La plantilla dedica el triunfo emocionada al gran Satur, el utillero de toda la vida fallecido unos días antes.

En las semifinales de la Korac el Unicaja de Maljkovic puso palos en las ruedas estudiantiles y el Magata no pudo ser testigo de la remontada. 

Estudiantes tampoco tendría piedad de los taronjas en playoff (3-0 con una excelente actuación de Carlos en La Fonteta, 19 puntos y 4 rebotes). Para la historia queda el error bajo canasta en el Pabellón de Thompson en el último segundo del 5º partido de semis que impidió el pase a la final. Pese a todo, sobresaliente curso de los de la calle Serrano. El Madrid de Scariolo ganaría una Liga de mucho mérito en el Palau.

Los Juegos de Sidney 2000 supusieron el alunizaje de los primeros astronautas de la Generación del 2000 (Raúl y Navarro) y una decepción mayúscula (novenos).


 El Madrid forzará ahora por Carlos Jiménez - AS.com

El mejor alero puro de la Liga

Absolutamente establecido, Carlos se afirma como un paradigma de regularidad que se mueve en torno a los 10 puntos y 6 rebotes y en el amo de los intangibles. Estudiantes se armaría alrededor de los dos mejores jugadores nacionales de la Liga en sus puestos, Carlos Jiménez y Felipe Reyes. En las siguientes cuatro temporadas (de 2000 a 2004) alcanzarían con holgura las semifinales de playoff. Mención especial para aquella fantástica eliminatoria de cuartos en la 2001/2002 con un duelo de dibujos animados entre Raúl López y Nacho Azofra. Gigantes nombraba a Carlos mejor defensor de la temporada que por vez primera rebasa los 10 puntos (10,8 de promedio) y calca su desarrollo: “inconmensurable en defensa y rebote y mesurado en ataque”.

En la 2003/2004 se quedan a una brazada del título. Después de eliminar en el quinto contra pronóstico al TAU en Vitoria compitieron bravamente en los dos partidos del Palau. En el que abría la serie final, Pepu enmascaraba defensas y los azulgranas se fueron manteniendo gracias a Ilievski, Navarro y Bodiroga. Cuando quemaba el encuentro, los colegiados señalaron unos dudosísimos pasos a Carlos Jiménez y en el desafío desde la línea de personal salió victorioso el Barsa, con Navarro de verdugo (4 tiros libres seguidos) y Brewer errando el decisivo a falta de 3 segundos (79-78). El siguiente combate parecía adquirir color local cuando se entraba en el último cuarto 64-48, pero los del Ramiro reaccionaron y empataron a 73 merced a un triple de Jiménez. Con 10 segundos Brewer pierde una bola para empatar y el Barsa se sitúa 78-74. A falta de 5 segundos Loncar recibe otra falta; anota el primero, lanza a fallar el segundo y cuando Patterson va al rebote es claramente agarrado por Dueñas. Los árbitros no lo ven y Bodiroga no perdona (80-74). Felipe escenifica la indignación madrileña: “Nadie recibe tantas ayudas arbitrales como el Barsa”.

“Lo veo tan chungo, tan rematadamente difícil, que hasta es posible”, se podía leer en una de las pancartas de La Demencia en Vistalegre. Y… casi. Porque Estudiantes le zarandeó por dos veces al equipo de Pesic en Carabanchel, con un Nikola Loncar tocado por los dioses. En el 5º, el técnico serbio trabó el contraataque y la circulación de balón colegial y sujetó a Loncar y Felipe. Tras un último empate a 46, los culés cargaron bayonetas y Bodiroga, Navarro y, sobre todo, Rodrigo De la Fuente (17 puntos) decantaron el campeonato desde el triple (69-64). Jiménez, excelente en el epílogo, 12 puntos y 8 rebotes en 34 minutos.

Con la selección, Carlos rasca chapa en los europeos de Turquía 2001 (bronce, en la aparición de Gasol y Felipe) y Suecia 2003 (plata) y vuelve con la miel en los labios del Mundial de Indianápolis 2002 (dos victorias de quilates sobre la campeona Yugoslavia y los profesionales USA -Carlos se quedó con la camiseta de Reggie Miller-, no borran la amargura tras la eliminación en los dichosos cuartos ante Nowitzki y su Alemania) y los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 (USA endosó a España la única derrota en los cruces de un inmaculado torneo), en los que el equipo parecía que estaba para mucho más. Los de la Generación del 80 conjugan mal el verbo perder, pero todo proceso lleva su aprendizaje.


 Carlos Jimenez. Fotos de baloncesto ACB, Liga Femenina, Eurobasket ...

Algo está cambiando

Tras el exitazo liguero, Estudiantes vende a Felipe Reyes (que durante años marcó dobles dígitos en puntos y rebotes a un nivel estratosférico) al Madrid. El Chacho ocupa con naturalidad y desparpajo el puesto de Brewer y Ángel Goñi sale del cuerpo técnico para dedicarse a otros cometidos. Carlos ya cumple su décima temporada en ACB. Le agasajan con la típica camiseta conmemorativa y desde su discreción responde con un partido total (20 puntos, 7 rebotes, 4 asistencias y 10 faltas recibidas) en la ajustada victoria sobre Lleida. Por votación popular es elegido dentro del mejor quinteto de la Liga junto a Calderón, Charlie Bell, Scola y Garbajosa y es designado Gigante Nacional por la revista. Rompen el maleficio y se cargan al Barsa en postemporada, pero en semifinales se dan de bruces contra el Madrid. Pepu abandona el barco y Carlos cree llegado el momento de cambiar de aires. Así se lo hace saber a la directiva, que en principio no pone reparos. Más el tema se complica cuando el destino elegido es el Madrid. Estudiantes llega a un acuerdo con Akasvayu Girona, que pone más pasta. Pero el jugador no quiere salir de Madrid (Noelia, su mujer, trabaja también en un importante bufete de la capital), y los blancos regatean la guita. En el Ramiro se cierran en banda y remiten a la cláusula completa (3,6 millones de euros). La situación se enroca, comienza la temporada, desde la grada lo flagelan (pasaron de cantarle “Carlos Jiménez qué cojones tienes” a “CJ qué poco pelo tienes”) en la apertura con derrota frente a TAU Baskonia. El nuevo entrenador, Juan Orenga, deja a Carlos en el banquillo los siguientes 4 encuentros porque no le ve centrado y el equipo lo paga con derrotas. Reaparece en casa ante el Joventut y a la sexta obtienen la primera victoria (93-82). Nacho Azofra (17 puntos y 9 asistencias) rinde pleitesía a su compañero: “Él es Don Carlos Jiménez y cualquiera que sepa de esto, sabe lo que aporta, aunque no esté bien en ataque. Sus intangibles son valiosísimos”. A los veteranos se les va sumando el empuje de Pancho Jasen y la frescura de Rodríguez y Suárez, pero Orenga no termina por enderezar la nave y tras la décima derrota en 15 partidos es sustituido por Pedro Martínez.

Llega la fecha límite, 31 de enero, sin acuerdo entre las partes y Carlos asume la situación: “No pensaba que tendría que separar el corazón de la cabeza para jugar al basket”. Se engarza la armadura de profesional y realiza una segunda parte de temporada espléndida. El emergente talento Rudy Fernández lo admira como referencia: “Mi ejemplo es Carlos Jiménez, que es capaz de hacer 33 de valoración metiendo 7 puntos. He aprendido de él la búsqueda de un juego completo”. El de San Viator, concluye en el quinteto ideal a la vera de Prigioni, Navarro, Garbajosa y Scola en las circunstancias más adversas, dando la razón al mallorquín con partidos de 39 de valoración con sólo 4 lanzamientos a canasta o 34 con apenas 5 intentos. La eficacia personificada (8º mejor jugador valorado). Remontan posiciones y se cuelan en playoff. En la derrota en Málaga, el histórico Nacho Azofra disputaría sus últimos minutos como “demente”.

 

 La imposible historia de España en el Mundial de baloncesto 2006 ...

Campeones del Mundo

Jiménez estaba en las agendas de todos los candidatos a la presidencia del Real Madrid, pero un tanto escamado, no quería vivir otro verano en boca de todos y aceptó, en mitad de la concentración del equipo nacional, la oferta de Unicaja, reciente campeón de Liga con Scariolo.

Había llegado feliz a la concentración a San Fernando y al poco recibió el permiso de su viejo conocido Pepu Hernández (a la sazón nuevo seleccionador) para conocer a su primer hijo, Pablo, que ya recibió su primer presente (una camiseta de la selección con su nombre).

Desde que dejaron las maletas en el Bahía Sur, aquello pintaba bien y Pepu supo captar la dinámica del grupo y ganarse a sus discípulos: “No vengo a imponer mi estilo, sino aprovechar el de los jugadores, que tienen mucho talento. Les he pedido intensidad en el trabajo y que se lo pasen bien”. ¡Eureka! Da fe el doctor Delfín Galiano “con Pepu volvió la filosofía de Lolo” y el delegado Manolo Rubia destaca “como el conductor de grupo perfecto” a Pepu. “Cuando vi que Carlos también estaba jugado a la pocha pensé: Ahora sí que nadie nos va a frenar” (refiere el antiguo jefe de prensa Roberto Hernández). En realidad, Carlos no jugó a las cartas (le iban más los libros), sólo contabilizaba el marcador porque “quería formar parte de aquello; eran ratos divertidísimos”.  Las tres valoraciones de los miembros de la expedición las recoge Luis Fernando López en su magnífico libro “Estos maravillosos años”.

Carlos Jimenez (España) | Fotografia deportiva, Carlos jimenez ...

A España le faltaba una palabra de cuatro letras (Marc) para completar el crucigrama. El “otro” Gasol sustituye a Fran Vázquez lesionado. Y España no habría de perder ningún partido hasta conquistar el título mundial en Japón. Pulveriza rivales y registros, 18 victorias consecutivas (en 9 amistosos y otros tantos encuentros oficiales). Sufre hasta la extremaunción contra Argentina (pero el triple esquinado de Nocioni no entra) y se sobrepone a la lesión de Pau Gasol en el último minuto de aquellas semifinales. Al momento, el grupo lamió la herida: “Vamos a ganar por ti”, le espetó Navarro a su amigo delante de todos. Esa noche Pepu Hernández se entera del fallecimiento de su padre, pero el técnico silencia el hecho (sólo lo saben el presidente, el cuerpo técnico y Carlos Jiménez, al que se lo ha soplado Sáez) y plantea un partido de calado histórico. España deja en 47 puntos a Grecia, que dos días antes había profanado a las estrellas profesionales americanas, endosándoles 101 puntos. Si en semis, lucieron el Chacho y Rudy, en la final Cabezas y Berni se comen crudos a Spanoulis y Papaloukas, Marc empequeñece a Sofo Schortsanitis, Navarro y Garbajosa recobran confianza y puntería (20 cada uno) y Jiménez, actuando de 4, hace un partido para enseñar en las escuelas. Como casi siempre, las estadísticas (4 puntos y 11 rebotes) no hacen justicia a su labor. Está en todo, llega a todo, le cabe todo, ayuda para todo. Sublime pasando a limpio lo sucio. “Un modelo perfecto de jugador de equipo”, diría Pepu. “Imprescindible. Si no estuviera, habría que inventarlo”, remarcaría Gigantes.

MOMENTOS ÉPICOS “¡CAMPEONES DEL MUNDO!” - Momentos épicos ...

Todo el país recordará aquel 3 de septiembre de 2006. Victoria aplastante 70-47 sobre Grecia. Lágrimas de alegría, muchas. Lágrimas de emoción, más. Por Pau y su pie. Por Pepu y su dolor. Por un grupo de chavales talentosos, competitivos, ejemplares, que hacían el corro de la patata portando en sus cabezas los hachimakis (las cintas japonesas que encarnan constancia y esfuerzo), cantaban “El Hombre Despechado” de Riki López y se cachondeaban cuando Pau se adelantaba y recogía por error (pensaba que era el de MVP) el trofeo de campeones que debía haber recibido Carlos.  

Pepu Hernández, el campeón del mundo con el que Sánchez se la ...

 

Dos platas con sabor muy diferente

Si al año siguiente España perdió el oro en su Europeo, en los Juegos de Pekín España ganó la plata.

Algo se quebró en aquel verano de 2007. Desde la Federación se trató de “vender” el oro mundial y la preparación para el Europeo en casa se llenó de actos protocolarios y publicitarios. El marketing limó tiempo al baloncesto y Pepu se mosqueó. Confía en los mismos 12 mundialistas (aguarda a Garbajosa, que se restablece con el tiempo muy justo de su grave lesión con los Raptors) y se distancia del presidente Sáez. Croacia da un aviso al cierre de la primera fase, que sirve a España para centrarse con 4 victorias seguidas y acceder a semifinales. Otra vez Grecia y otro gran partido, el mejor del campeonato con Pau y Juan Carlos (23 puntos por barba) acaudillando el triunfo (82-77). Y España se trastabilla en la final, varada, sin ritmo, frescura, tiro ni circulación de balón. Sólo Calderón encuentra alguna vía de agua individual en el entramado defensivo ruso. Su entrenador, el gran David Blatt, plantea un encuentro árido de pírrico tanteo para llegar con posibilidades al final. Y lo clava. Su compatriota, el formidable base Jon Holden, pone por delante a los antiguos soviéticos en un lanzamiento muy afortunado. El postrero tiro de Pau Gasol sale escupido por el aro y Rusia sale campeona.

El torneo deja sus cicatrices y algunas no se cierran. En primavera estalla el choque de egos entre presidente y entrenador y en el cisma éste sale por la puerta de atrás. Con los Juegos de Pekín a las puertas se piensa en Aíto García Reneses como solución y, pese a las diferencias, aciertan de pleno. El madrileño es, probablemente el mejor entrenador español de siempre, pero tiene su manera peculiar de entender el baloncesto y gestionar el grupo. Sus rotaciones constantes desubican a algunos, que pierden galones. Difumina rangos y sus chicos del Joventut (Ricky y Rudy) son los que mejor parecen entender el libreto del maestro (espíritu defensivo, ritmo muy vivo y situaciones sencillas en ataque). La puesta en escena (81-66 sobre Grecia) no hace pensar en las dificultades posteriores.  Ricky, a sus imberbes 17 años, saca al equipo de un atolladero importante para remontar 14 puntos a China en el último cuarto y vencer en la prórroga. Carlos se dio un golpe fortísimo y se lastimó la cabeza y la espalda, lo que le impidió disputar los dos siguientes partidos (trabajada victoria sobre Alemania y paliza ante USA, 82-119). Un triunfo sencillo sobre Angola cierra fase. Antes de los cuartos, los jugadores celebran una balsámica cena en el Mare, el restaurante de Arturo Lanz, antiguo cantante de Aviador Dro. Salen vitaminados y Croacia no opone excesiva resistencia (72-59). Los tiradores lituanos campan a sus anchas en la primera parte de las semifinales (preocupante 42-36 para los bálticos), pero España, sin alardes, se agarra al parquet. Felipe Reyes (13 puntos) y Jiménez (11 puntos y 7 rebotes), empecinados, percuten martillonamente en el último cuarto y con empate a 71 y 7 minutos por jugar, Aíto frota la lámpara y planta una zona que desorienta a Jasikevicius y compañía. Pau, Carlos y Raúl López firman la sentencia desde el punto de personal (91-86): finalistas. En el hotel a García Reneses no le vale y pica a los suyos: “¿Pensáis que ya han acabado los Juegos?”. Carlos adelanta un secretito meditado al presidente Sáez…

Jiménez anuncia su retirada de la selección española de baloncesto ...

La lesión muscular de Calde (que le impide jugar), las tempranas faltas de Raúl y las molestias en la mano de Ricky (muy cobijado todo el torneo por Carlos y Garbo) sacan a Navarro de la chistera. Y Juanqui (18 puntos) rescata al niño travieso que lleva dentro y vuelve locos a las estrellas de la NBA desde el puesto de base. Pese a los marcianos porcentajes de tiro de los pross (12/16 de 2, 3/4 triples y 11/14 tiros libres en el cuarto inicial), España no se arruga y planta cara (31-38). Al intermedio 61-69 con Rudy reivindicando un sitio en la constelación (después de 11 puntos con 3 triples) y la grada silbando la parcialidad arbitral, persiste el tiroteo (61-69). Humeaban las redes de los aros. Felipe se muestra como un Reyes y Navarro sigue esparciendo bombas de racimo (82-91 al cierre del tercer periodo tras triple de Anthony). Pau a su nivelazo (21 puntos). El Pabellón enloquece con un triple de Rudy sobre Lebron (89-91 en el minuto 32). Carlos no olvida los rostros de tensión de los americanos tras el enceste. El incandescente Fernández le hizo un mate a Howard en la cara para llevar el poster en la carpeta hasta que termines la universidad. Pero los USA buscaban la redención, se conjuraron y suben la apuesta. Lebron (14 tantos), Wade (20) y especialmente Bryant no podían permitir la afrenta. Kobe hizo 13 puntos en el periodo definitivo (incluido un 3 + 1 acallando al público que colocaba el electrónico 99-104). Carlos Jiménez enchufó un triple y tuvo otro desde la misma esquina con 105-111 a falta de 1 minuto y medio que no entró (en su único error en el lanzamiento para 12 puntos) y ahí se acabaron las opciones hispanas. Alguien dijo que hay derrotas que condecoran. Tras el partido, posiblemente el mejor de la historia de la selección, Carlos comunicó a sus compañeros en el corrillo que lo dejaba. “No hay mejor despedida posible”, afirmaba. Echa la vista atrás, se reconoce en el niño vio la final de Los Ángeles 84 en Cullera, en casa de su amigo Julio Álvarez, “Yuyu, y guarda con enorme cariño la antorcha que como relevista portó en 2004. Es el momento. Juan Carlos Navarro, rendido, resaltaba su “trabajo impecable como jugador y capitán”.


 CLUB BALONCESTO FERNÁN NÚÑEZ: ENTREVISTA A CARLOS JIMENEZ SANCHEZ

Málaga, un paraíso; Estudiantes, el infierno del descenso

A Carlos le costó lo suyo abandonar la capital, pero la Costa del Sol le cambió la vida y allí se ha establecido.

Ante la salida de Garbajosa a Toronto, Scariolo lo situó como 4. “Es el jugador con más valoración de la plantilla y el que más impacto tiene”, recalcaría el italiano. En su primera temporada se colarían en la Final Four ateniense de la Euroliga, dejando en la cuneta al Barsa (histórico el triple de “Pepe” Sánchez). En la venidera, el de Brescia cerraba su lustro andaluz entrando como octavos en postemporada. Darían la sorpresa cepillándose al Madrid, para ceder ante el TAU Baskonia, futuro campeón.

Le sustituye Aíto que porta todavía caliente la medalla olímpica. Están a punto de quedar campeones de Copa en Madrid y de entrar en la final ACB, pero TAU (100-98) y Barcelona se imponen en sendas prórrogas (en el Palau, Omar Cook tuvo el triple para pasar la eliminatoria). En el bienio siguiente la poca estabilidad se tradujo en un desfile incesante de jugadores y en la erosión de la grada y la directiva con el entrenador, que terminó con el cese de éste. Playoff sin pena ni gloria.

Carlos Jiménez, en reposo por un esguince

Y cuando parecía que iba a colgar las botas, Nacho Azofra, por entonces director deportivo de Estudiantes se acuerda de Carlos y le trae de vuelta al Ramiro de la mano de Pepu Hernández. Descenso no consumado en un año horrible, para olvidar, con el que Jiménez puso un triste fin a una espléndida carrera. Regresa a Málaga como entrenador de cantera del club, Repesa le pide que se vista de corto (y participa en 11 partidos) hasta que se recupere de su lesión Sergi Vidal, en un último servicio. Con el tiempo llega a ser director deportivo de Unicaja.

 Carlos Jiménez se echa atrás y firma por Unicaja


El hombre tranquilo

Aparentaba bonachón y su corazón latía al ritmo más lento registrado por los médicos de la Federación (28 pulsaciones en reposo). Pintaba meticulosamente soldaditos de plomo. Tan noble como firme: “Era caliente jugando. Muy duro y competitivo. Decíamos, pobre Carlos, qué bofetada le han dado… Él ya le había dado tres antes y no nos habíamos enterado”, rememora entre risas Azofra. Ni temeroso ni temerario. Difícil verlo sacando los pies del tiesto (llegó a ser nombrado jugador más deportivo por la ABP), pero cierta tarde perdió la compostura en Vistalegre cuando Dragisa Drobnjak le agredió alevosamente. El de Carabanchel se reviró a por el serbio como un tigre herido: Carlos acudió al entierro de su abuela con la nariz rota, taponada por las vendas.  La solitaria anécdota no disipa su temple: “A los 18 años ya parecía un adulto. Jugaba en el EBA con la misma concentración e intensidad que luego con la selección” (Paco García). “Siempre hacía lo que se esperaba de él. Tenía calma. Sabía esperar a solucionar las cosas en frío”, ahonda Nacho.

 Carlos Jiménez: El adiós de un jugador histórico. Un oro Mundial y ...

Un jugador de culto

No era el típico jugador que entraba por los ojos del aficionado medio, su figura trasciende mucho más entre técnicos y compañeros. Nunca fue cabeza de cartel, un bestseller, un superventas, pero era el jugador al que todos los entrenadores ponían y al que todo baloncestista quería tener en su trinchera. Si hubiera gozado de más confianza en su tiro, habría asumido un volumen mayor de lanzamientos. Jamás sería un anotador (24 tantos constituyen su mayor guarismo en ACB y 13 en la selección). Con frecuencia parecía dejarse balas en el cargador. “Disfruto anotando una canasta, pero también colaborando a impedir que nos metan otra. Siempre me he divertido haciendo un poco de todo”, se justificaba ante sus críticos. Pesquera apreciaba las virtudes de un soldado universal: “Asume su papel siempre y da todo lo que le pidas. Capaz de defender a cualquier rival, colosal reboteador e imprescindible en el grupo”.

Si se mostraba tímido en ataque, aunque “sabía estar perfectamente, aprovechaba los espacios, jugaba muy bien sin balón, te seguía las penetraciones, cortaba desde el lado contrario, era muy grande y arrastraba mucha defensa, daba el pase preciso, creaba ventajas, siempre iba al rebote y poco a poco mejoró el tiro de tres… Si recibía con espacio, la metía” (Nacho Azofra compendia sus virtudes ofensivas), en defensa no se admiten peros. En alerta permanente, con las orejas tiesas y el culo prieto. Sacrificado, versátil, disciplinado, contundente. “Nunca jamás he visto a nadie defender como a Carlos Jiménez. Había partidos en los que podía olvidarme del balón y mirarle a él presionar al base contrario, luego coger a su hombre, ir a una ayuda a un lado de la cancha, llegar a tiempo para ayudar en el otro, puntear el tiro y coger el rebote”, recapacitaba extasiado Guillermo Ortiz en su libro “Ganar es de horteras”. Omnipresente, le veía Paco García, “al ser tan grande, ocupaba mucho sitio y llegaba a todos lados”. Gonzalo Martínez alaba su rendimiento sostenido: “Era un diesel. Daba mucha estabilidad y un nivel medio brutal. Aportaba mucha fuerza defensiva y rebote en un sitio que nosotros necesitábamos”.  Cierto. Estudiantes nunca gozó de pivots muy grandes y en muchas de las posiciones partía con desventaja física respecto a sus rivales. Una anécdota de su capitán retrata de manera definitiva las capacidades de Jiménez… Durante el descanso Nacho lo arengaba: “Carlos no estás defendiendo una mierda. Ponte las pilas que el base me lleva metidos 10 puntos”. Efectivamente, Carlos podía defender al suyo y a otros dos. Sería negar la mayor no decir que como jugador de equipo, quizá no ha habido otro en el baloncesto español. A mí por lo menos, no me salen tantos.

 

 

Mi agradecimiento a mi amigo Nacho (aunque la pandemia impidiera la entrevista con Carlos), a Quique León, Nacho Azofra, Paco García y Gonzalo Martínez por su tiempo, anécdotas y acertadas observaciones. Fue un placer.

Entre la bibliografía consultada destaca la enciclopédica y maravillosa historia de los 60 años de Estudiantes, Estos Maravillosos Años de Luis Fernando López (lo mejor que se ha escrito sobre la selección española), los dos libros de baloncesto del periodista Guillermo Ortiz y las abundantes entrevistas y reportajes de la Revista Gigantes.


La Segunda Oportunidad

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Nadie nace sabiendo… Hay que formarse… El secreto está en la base… Estudia, trabaja… Persigue tus sueños, no dejes que nadie los cumpla por ti…

No llegó a saber si se pasó de listo o pecó de tonto. Quizá se saltó pasos, quizá le pudo la ambición y pisó terrenos desconocidos y peligrosos. Se subió a un tren en marcha y descarriló. Ahora volvía al apeadero de salida con la maleta vacía llena de renovadas ilusiones.

Aquellos consejos de su padre siempre le habían acompañado en su camino, le habían guiado, pero llegado un momento igual los malinterpretó. Las voces se apagaron, la caligrafía firme y cuidada se emborronó y los renglones se torcieron hasta un punto y aparte. Su ingenuidad le expuso a un mundo público, cruel, sin miramientos, donde se pasa del púlpito al escarnio en ediciones de periódicos. Su ambición le pervirtió y sus actos, impropios, le delataron. Asumió, cabizbajo, errores, pero el primer paso duro e indigesto ya estaba dado. Había enfrentado la mirada, contado su peripecia y aguardado temblando el dictamen paterno. “Esto no acaba aquí. Empieza aquí. A todos nos han faltado alguna vez veinte céntimos para el euro. Cada uno tenemos nuestro purgatorio. Aprende de ello, recapitula fallos y mira hacia delante. Y siempre, siempre, nos tendrás. No lo olvides”. Javier se abrazó con fuerza a la espalda encorvada de aquel hombre que parecía que todo lo sabía y que le susurró: “Ahora no la cagues”.

Cuando tiempo después oyó cerrarse el portón del Penal del Dueso, admiró la sorprendente claridad de la mañana, la belleza de la marea baja en Berria, mientras Santoña se desperezaba. No había querido que nadie pasara a recogerlo.  Transcurrido un rato, subió al autobús de línea dando gracias a la vida por esta segunda oportunidad. Dormitaba en el suave traqueteo del trayecto hasta que sus recuerdos se ordenaron y sus pensamientos afloraron fluidos.

Escarbando, no conseguía identificar su primer vestigio relacionado con el baloncesto. Igual un primer balón Mikasa, la canasta de la habitación, las salidas atropelladas en el recreo entre un torrente de críos. Desde niño se había sentido abducido por ese deporte sin especial parentela familiar (pues nadie lo había practicado), ni tutela colegial (los curas la tenían por entonces como una más de las actividades deportivas que practicaban los chavales).

Igual tuvo que ver la llegada de Nelson iniciado el curso. Hablaba poco y con acento raro, pero el primer día que no llovió y salieron al patio, dejó alucinados a sus compañeros de clase. Tímido, había traído su propio balón, permaneció botando y observando aquel maremágnum de chicos que disputaban varios partidos a la vez.  Pasado un rato largo, en un momento de ligera calma decidió probar. Javier, se encontraba debajo del aro y recogió por casualidad el enceste limpio. Impactado, le devolvió el rebote y luego otro, otro, otro… Así hasta diez. El resto de las pachangas se habían ido deteniendo y el ruido había dejado paso al asombro. No es que las metiera, que sí. Es que tiraba perfecto y encima en suspensión con sólo 12 años. El lanzamiento salía natural, suave, sin aparente esfuerzo con el brazo derecho paralelo al suelo y en impecable ángulo recto. Doblaba ligeramente el codo izquierdo para sujetar la pelota y ésta era impulsada desde los tres dedos centrales de la mano derecha dando vueltas hacia atrás sin que la palma tocase el balón. Tras el tiro la mano diestra caía relajada. Nelson permaneció abstraído en su serie hasta que falló y entonces se dio cuenta de que todo el patio lo miraba. La ovación fue espontánea, atronadora y sorprendió al novato, que recogió pudoroso su pelota y marchó para el aula cuando la campana le daba un respiro y avisaba del final del descanso.

Los murmullos tardaron en apagarse a la entrada del profesor de matemáticas y a Javier le costó un mundo atender el desarrollo de las ecuaciones. Otro universo mágico se le había abierto. En el intermedio, salió despavorido para alcanzar al chavea que permanecía sentado unos asientos más adelante y que le había dejado loco una hora antes. “Oye ¿cómo has hecho eso?” le interpeló nervioso. “No sé, supongo que practicando”, le respondió encogido de hombros, Nelson. “¿Me puedes enseñar?”, volvió obsesivo Javier. “No sé si sabré, pero vale”, cortó el nuevo antes de la entrada a la siguiente clase. Y así dio inicio una eterna amistad.




Nelson era hijo de un estadounidense y una santanderina, que había ido a Washington a realizar un curso de postgrado en Relaciones Internacionales. Phil era sólo un joven profesor ayudante que quedó prendado de aquella española que tanta atención le prestaba en primera fila. Se enamoraron, se casaron y tuvieron un niño. Eligieron el nombre en homenaje a su admirado Mandela. A Phil le apasionaba el baloncesto, lo había jugado en el instituto y se quedó a las puertas de obtener una beca en Georgetown con el mítico John Thompson. Pese a la decepción por no poder jugar para los jesuitas, siempre fue un furibundo seguidor de sus “Hoyas” y en cuanto podía se acercaba a la cancha a animarlos. Amén de adorar al “grandioso” (en todos los sentidos) entrenador Thompson, idolatraba a Patrick Ewing y Allen Iverson, probablemente los dos mejores jugadores de la historia del centro. Y esta pasión la transmitió sin ambages a su hijo Nelson, que desde muy pequeño compartía con su padre las madrugadas del March Madness (el loco marzo universitario del baloncesto). Nada era comparable a lo vivido ese mes. En verano regresaban a la “tierruca” materna, disfrutaban de la inmensidad del paisaje cántabro, de las rutas interiores hacia los Picos de Europa, de los baños en las maravillosas playas, de la opípara gastronomía y del cariño familiar. Cuando un atentado a la embajada americana en Tripoli, segó la vida del padre de Phil, el matrimonio, roto de dolor, aceptó las propuestas como profesores de las universidades de Comillas y la internacional Menéndez Pelayo para trasladarse a Europa y fijar su residencia en Santander.

Desde aquel primitivo día, Nelson descubrió a su recién estrenado amigo, un planeta desconocido, un deporte diferente, que en España estaba al alcance de cuatro locos. Javi permanecía embebido cuando su amigo cogía carrete y enlazaba las historias de sus héroes universitarios. Ambos formaron parte del equipo alevín que ese año se creó. En su estreno alcanzaron la final provincial. No estaba mal para unos principiantes. Un bienio después, entrarían en la selección cántabra infantil que disputó el Campeonato de España en San Fernando (Cádiz). Compitieron decorosamente, aunque se hallaban muy lejos de catalanes, madrileños y andaluces. En cadetes, estuvieron a un paso de las semifinales autonómicas, pero los canarios les cerraron el paso sobre la bocina. En el último año júnior, recibieron una ayuda inesperada. Un chico procedente de Badalona de algo más de 2 metros (algo impensable en el colegio) se había matriculado en los Escolapios. Venía del Joventut y tenía una mano y unos fundamentos colosales. Jordi, posibilitó el paso al siguiente nivel. Habían campeonado en la región los tres anteriores cursos. Esta vez en la fase de territorial de Bilbao, lograron el acceso al Campeonato de España de clubs. Un hito para Cantabria. Una heroicidad para un colegio.

En Segovia a los pies del inmenso Acueducto constataron sus limitaciones. Eran buenos, sí. Pero ¿a qué nivel? Estaban a unos cuántos cuerpos en lo físico y en lo técnico de los mejores proyectos del país. A pesar de realizar un buen campeonato, era imposible tutear a los grandes. Podrían jugar en equipos de la EBA, pero tendrían que labrarse sus habichuelas en otros ámbitos. Notables estudiantes, a Nelson le tiraba el cuidado del cuerpo, la fisioterapia. Javi se decantaba por la educación física, así que emigró a Madrid para estudiar en el INEF y además completar su formación como técnico al sacarse el título de entrenador superior.

En poco tiempo, Nelson se ganó una bien ganada fama, abrió consulta propia (que siempre estaba llena) en la que atendía a paisanos de toda la comarca. A algunos, de condición modesta, no les quería cobrar, pero al cabo de unos días recibía huevos, verduras, embutidos, pescado fresco… Mantuvo su relación con el deporte, porque raro era el verano que no formaba parte de alguna expedición que acudía a los campeonatos de selecciones nacionales en categorías de formación. Allí coincidió en varias ocasiones con su amigo, que había crecido como técnico de base y formaba parte del gabinete de la Federación.  Javi, había encontrado trabajo como profesor de gimnasia en uno de los colegios que los Escolapios tenían en la capital, lo que le permitía cierto desahogo financiero para desarrollar su verdadera pasión.  Así se baqueteó como preparador entre la flor y nata de los principales clubs. Después de ganar el campeonato de España Junior su próximo paso sería liderar al filial de un equipo de la ACB.

Una noche de verano Javier descolgó el teléfono histérico. “Lo dejaba todo”, anunciaba a su amigo. Los gritos de alegría de la pareja no parecían hallarlos a 460 km de distancia. Javier iba a cumplir el sueño de los dos. Una de las universidades más reputadas de Estados Unidos le incluía como entrenador dentro del staff técnico. La conversación se prolongó hasta la madrugada entre exclamaciones, reflexiones y consejos.

Iniciado el otoño, Javier puso rumbo al Nuevo Continente. Llegaba antes de lo que le habían pedido, pero quería estar instalado y listo al inicio de la temporada. Todo lo preguntaba, todo lo absorbía, todo lo disfrutaba. Aunque todavía tenía sus dificultades idiomáticas, encajó bien en el campus y cayó mejor entre jugadores y técnicos. De momento, estaba al final de la fila, relegado a labores residuales, más poco le importaba. Todo formaba parte del aprendizaje. Aparecía el primero y marchaba el último. Disfrutaba de las intensas sesiones colectivas, se deleitaba con las exhaustivas prácticas de mejora en la técnica individual. Pese a alcanzar rendido la habitación, todavía rescataba un rato para apuntar todo lo vivido. Sus ganas contagiosas, su vasta preparación le introdujeron hacia tareas más importantes. Mediado febrero el ayudante responsable de la parcela defensiva cayó enfermo con mononucleosis y Javi ocupó su lugar. El entrenador jefe quedó gratamente impresionado por los arriesgados traps (2 contra 1) y las novedosas estrategias zonales propuestas por el español y las incorporó al libreto táctico del equipo.

Pese a la distancia y a la diferencia horaria, los amigos mantenían un contacto casi semanal. A las vetustas historias que había escuchado de su colega de críos, ahora Javi añadía las de cosecha propia, magnificando todo lo que rodeaba al baloncesto universitario: los pabellones atiborrados, el seguimiento mediático, la posibilidad de sacar una carrera a la vez que practicabas tu deporte, el respeto al propio equipo, la figura del entrenador… Aun cayendo en 2ª ronda ante Missouri, completaron un curso muy elogiable con la gran mayoría de los chicos en el primer y segundo año de carrera. Al regresar a España era un niño el día de Reyes.

El verano se le pasó en un soplo de aire. No paró. En Santander se relajó entre amigos y familiares, practicó un poco de surf en las playas de Liencres y Somo, y rescató las pachangas vespertinas con los antiguos compañeros de promoción coronadas con las habituales cañas e irremplazables pinchos. Asistió de oyente a algunos clinics y ejerció de ponente en otros y participó como segundo entrenador de la selección en el Europeo Junior de Hungría.

Cuando le tocó hacer las maletas para saltar el charco no sintió ni pereza ni morriña. Estaba entusiasmado. Pronto el coach le fue dando mayor peso, le gustaban sus ideas a campo abierto y quería que participase en el juego organizado. Pasadas las navidades le encomendaron otra labor: viajaría una vez a la semana junto al segundo entrenador para ojear los mejores talentos de instituto. Se entrevistaron con grandes promesas juveniles para ir confeccionando el conjunto del curso venidero. Al equipo las lesiones le acecharon en el peor momento y fueron eliminados en tercera ronda con cierto estrépito.

Concluida la Final Four, el escándalo sacudió la planta noble del baloncesto universitario. Corrían rumores acerca de apuestas ilegales y de reclutamiento ilegal por parte de varias universidades de la élite. En el campus se percibía un creciente nerviosismo. Cierta tarde, en las postrimerías del mes de abril, el FBI interrumpió el entrenamiento y se llevó detenidos a los principales dirigentes y a todo el cuadro técnico. Se les acusaba de ofrecer grandes sumas de dinero e importantes regalos para fichar nuevos talentos. Algo tajantemente prohibido por el reglamento de la NCAA. Se les interrogó, aisló y se ordenó su inmediata entrada en prisión. Javier no salía de su asombro. Conmocionado, tras su primera noche en la celda, llamó a España para mal explicar la situación. Sus padres hablaron con los de Nelson, que movieron hilos y le buscaron un buen abogado.

Siempre mantuvo su inocencia. Había dialogado con varios chicos, pero jamás les había ofrecido dinero ni obsequios por jugar en su universidad. No quedó demostrada su culpabilidad, pero tampoco le exoneraron y, en una sentencia ejemplar para varios centros académicos, le cayeron tres años de prisión.

Se le vino el mundo encima, pero enseguida le animaron los mensajes que desde España le llegaban. Familia, amigos, Federación, jugadores, le hicieron sentir su apoyo. Encorajinado, decidió cuidarse con tablas diarias de ejercicio, y continuar su formación como preparador. Devoraba manuales, libros, partidos.

Su abogado y Phil batallaron en tribunales, organismos penitenciarios e incluso escribieron al gobernador del estado y obtuvieron una victoria. No le indultaron, ni conmutaron su pena, pero el último año de presidio lo cumpliría en España, muy cerca de casa.

Dos meses antes de recuperar su libertad recibió una visita inesperada. La de una leyenda de los banquillos del baloncesto patrio, al que había conocido brevemente durante un curso. Javi había tenido una intervención de poco más de 15 minutos explicando la importancia del extra pase y algo debió de mover en el viejo entrenador. Ahora la charla transcurría animosa con el deporte de por medio hasta que el entrenador cambió de tema de improviso: “¿Qué te parecería ser mi primer ayudante en Coruña?”, lanzó. “Coach ¿me está hablando en serio?”, acertó a rebatir el chaval. “Ya te habrán dicho que soy de pocas bromas. Así que sí lo quieres el puesto es tuyo. Creo que llevas mucho basket dentro y es hora de que lo saques. Así que piénsatelo y me dices”. Javier creía estar soñando despierto y contestó rápido para que el hechizo no se acabase: “No tengo nada que pensar. Desde hoy le digo que sí. Mil gracias. No se arrepentirá”. Cuando el veterano abandonaba el habitáculo, a Javier le caían las lágrimas a borbotones. El autobús se detuvo y bajo los peldaños ensimismado. 

Meses después la bellísima capital coruñesa se había engalanado para su debut en ACB. Cuando el árbitro principal se disponía a lanzar el balón del salto inicial un grito restalló desde el fondo del graderío: ¡Ánimo Javi! El chaval, en el banquillo, dejó escapar una escueta sonrisa. Reconocería aquella voz amiga con acento extranjero en el medio de una tempestad dentro del océano. 


Un cuento de Navidad (de baloncesto claro)

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Con las luces del alba irrumpieron los gritos: “¡Despertar, despertar, han llegado! Os lo dije que este año también venían. Que los Reyes son Magos y pueden con la pandemia y con todo”. Los alaridos del chaval habían despertado a padres y abuelos. Profanado el sagrado mandato, en cuanto percibió los primeros rayos de luz había abierto con sigilo la puerta del salón, asomado cauteloso el cogote y atisbado una pila de regalos alrededor del árbol. A partir de ahí, había salido en estampida hacia las habitaciones de los mayores recorriendo el largo pasillo de la casa de los abuelos, que tanto le gustaba.

La noche se le había hecho larga, en eterno duermevela. Sólo canastas imaginarias, vuelos imposibles y fantásticas asistencias, habían conseguido doblegar la vigilia a ratos. Se había acostado como cada noche víspera de Reyes excitado, sobresaltado, por la anhelada llegada de los Magos.


En esta ocasión todavía más. Las circunstancias habían hecho que siguieran la cabalgata desde el balcón de su casa. Y suerte que tenían ellos de vivir en el centro y que la diezmada procesión de carrozas pasara por delante de su portal. Las medidas confinatorias habían reducido la comitiva al mínimo, sin gente en las calles, con los tres carruajes justos e indispensables que recorrieron un trayecto más largo del habitual. El consistorio había dispuesto ampliar el itinerario al mayor número de calles posible en el casco urbano de la ciudad.

Concluido el singular y escuálido desfile, sus padres habían decidido llegar a la casa de los abuelos a las afueras de Vitoria, donde dormirían, dando un paseo. El recién estrenado invierno todavía no se había afincado, siberiano, en Alava y daba gusto estirar las piernas. El matrimonio caminaba acurrucado festejando las ocurrencias del niño, que driblaba bancos, pasaba a las paredes, encestaba en papeleras y simulaba mates en los árboles más bajos. Ni guantes ni gorro. Un buen abrigo y la desgastada pelota de baloncesto acompañaban a Adrián.

A poco para alcanzar su destino, entre tinieblas, un centelleo parpadeante alarmó a la expedición. Pensaron en algún accidente, pero la ertzaina no atendía ningún siniestro, sino que escoltaba la última de las carrozas. Era la del Rey Baltasar, el favorito de Adri, que en breve parecía poner fin a su viaje.

El niño, acongojado, no daba crédito e interrumpió sus botes para marchar corriendo al amparo de sus padres. El trío se arrimó cauteloso hacia el regio grupo, del que sobresalía el Rey. Era alto, bastante alto, y al ver al crío descubrió una inmensa sonrisa. Se aproximó y en un fatigoso castellano le preguntó:

-        ¿Cómo te llamas? - Adrián respondió cobijado entre sus padres.

-        ¿Y qué le has pedido a los Reyes? (su majestad hablaba con un acento muy raro).

-        Una pelota de baloncesto -respondió sin titubear.

-        ¿Otra? inquirió guasón Baltasar.

El chaval siguió con su carta:

-        Una camiseta del Baskonia.

-        ¿Otra? – esta vez fue la madre la que le interrumpió con picardía.

Adrián la miró cómplice y continuó:

-        Y que se pueda volver al Buesa, que se reanuden las competiciones en el colegio y que no se ponga más gente enferma.

El Mago le miró complacido:

-        O sea que eres aficionado del Baskonia.

Al chaval se le escapó la timidez entre la niebla.

-        Si. No me pierdo un partido. Vamos toda la familia. Me hicieron socio cuando tenía meses. Y el año pasado le ganamos la Liga al Barsa. Somos los mejores, aunque a veces perdamos y Dusko se cabree porque no defienden.

El Rey Baltasar atendía las explicaciones del pequeño aguantándose la risa.

-        ¿Y quién es Dusko?

El niño torció el gesto extrañado ante la ignorancia del sabio.

-        ¿Dusko? Dusko es el mejor entrenador del mundo, pero mi aita dice que con ese genio a ver quién es el guapo que se presenta como novio de su hija a la cena de Navidad.

Las carcajadas resonaban en la Virgen Blanca.

-        Además, se ha dejado coleta y parece el Gargamel de los Pitufos. Y acojona todavía más.

-        ¡Niño! – cortó de raíz su ama, a la que le costaba mantener el rictus serio, al escuchar la palabrota.

Cuando el Rey pudo recuperar la compostura se acercó aún más al pequeño, que pareció reconocer en él algún rasgo muy familiar. Aquellas trenzas…

-        Muy bien. Has pedido muchas cosas, algunas complicadas porque ha sido un año muy difícil. Pero tú pórtate bien, haz caso a tus padres, estudia y ten confianza que verás cómo se arreglan las cosas.

Dio un beso en la mejilla al muchacho a modo de despedida y cuando ya se alejaba se giró como si se hubiese olvidado algo importante:

-        ¡Ah! Y no dejes de ser fan de Baskonia.

Adrián hinchó el pecho cual juramento vikingo.

-        ¡Eso está chupao! ¡Eso nunca! – gritó a la noche.

El trío restableció camino y el niño rescató el acelerado bote, pero un pensamiento no se le iba de la cabeza.

Al momento llegaron a casa de los abuelos. En cuanto el aita abrió la puerta, el adolescente salió disparado a la cocina donde la yaya ultimaba la cena.

-        ¡Abuela, abuela, abuela! – vociferaba endemoniado. ¿A que no sabes a quién nos hemos encontrado?

Sin tiempo para que la mujer diese respuesta, su nieto relataba atropellado la emocionante escena.

El sonido del picaporte detuvo el encantamiento y el pequeño acudió corriendo al encuentro de su abuelo, que llegaba de la calle cargado de bolsas y al que casi tira en su abrazo.

-        Abuelo, hemos visto al Rey Baltasar y es clavadito al Pierriá Henry del Baskonia.

El hombre lo detuvo y apuntó una sonrisa.

-        Eso no puede ser. ¿Sabes por qué? Porque eso mismo me dijo tu aita hace 40 años, que el Rey Baltasar se parecía a Essie Hollis, cuando nos cruzamos con él aquí al lado, al final de la cabalgata.

Aitor hijo rememoró en su imaginación el mágico encuentro y en un instante se le agolparon muchos recuerdos: los comienzos en San Viator, los partidos al aire libre, los nervios antes de los enfrentamientos importantes, los innumerables amigos, muchos de ellos rivales, y su paso por la cantera baskonista donde los sabios consejos de los viejos maestros Xabier Añua, Pepe Laso, Manu Moreno e Iñaki Iriarte le ayudaron a manejarse en el deporte y sobre todo en la vida.

-        ¿A Superbeltza? – gritó enloquecido el niño. ¡Eso es imposible!

 

Los Magos fueron Magos y trajeron el balón y la camiseta y, con el tiempo y mucha paciencia, devolverían la normalidad a las gentes, a las calles, a los bares y a las canchas de baloncesto.

 

Feliz Navidad a todos.


Fernando Martin, el gallo del corral

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La duda ofende. Que Fernando Martín es uno de los mejores deportistas de nuestra historia no entra en cábalas. Por lo que fue y significó.


Comparar jugadores de diferentes épocas y distintos puestos alimenta sanos ratos de bar y animadas tertulias, que no es poco, pero no da para nada serio.

La pandemia ha traído muertes, pobreza y confinamiento y éste ha desempolvado partidos e imágenes antiguas, nostálgicas para los más maduritos y novedosas para la chavalería. Unos han sacado brillo a sus iconos, los otros han constatado la valía de los ídolos de sus padres y hermanos mayores.

Para contextualizar el pretérito momento, sirve un dato: cuando venía al mundo la irrepetible Generación del 80, iniciaban el camino del boom posterior un magnífico grupo de jugadores dirigido por Antonio Díaz Miguel (injustamente ninguneado ahora) en la selección. Tres cuartos puestos consecutivos palidecen ante el botín actual, pero en la España de la Transición no brotaban tíos por encima de 2 metros como champiñones, a los que enfrentar a los gigantescos soviéticos y yugoslavos, que por aquella competían unidos, ni a los aguerridos italianos. En el arqueo del brillante lustro relucen la medalla europea y la olímpica en LA. Ganar tiene mérito, pero hacerlo con estilo propio trasciende, deja huella.

A la Santísima Trinidad, Corbalán (hoy impartiría su doctorado entre los profesionales USA), Epi (érase una vez un hombre hecho a sí mismo) y Martín, les rodearía la inteligencia de Solozábal, la exuberancia física de Llorente, la defensa de Costa o la agudeza de Chichi Creus en el base; la inimitable elegancia de Sibilio, el don para el contragolpe de Itu, el tiro más estético jamás visto de Margall y la polivalencia de Fernando Arcega en las alas; la garra y capacidad de anticipación del “lagarto” De la Cruz, la inteligencia y velocidad de Andrés Jiménez y el poder intimidador y reboteador de Romay en la pintura.

En plena Movida, Díaz Miguel creó tendencia al amparo de una dinámica sencilla y atractiva: defensa, contraataque, equilibrio interior/exterior y cuidada selección de tiro. Por entonces, el manchego barajaba con destreza, purgando el más nimio detalle (ensayaba con Romay hasta el aburrimiento el supersónico saque de fondo tras canasta rival, insistía a sus bases en la necesidad de volar, adoctrinaba a los aleros en el arte de la parada y el tiro a tablero de 45º para evitar los gorros de las torres oponentes, perseveraba con sus cuatros para que llegaran en ventaja a la zona contraria) y repartía las cartas con inteligencia (alguno gozaba de mayor rol que en su propio club). Un disfrute para la vista.

Pues bien, en aquel talentoso grupo, quizá la llegada de Martín fue el factor diferencial para el acceso a los cajones del podio. Convergían en Fernando muchas de las cualidades para completar un excelente baloncestista (buen tiro de media distancia, la manoletina o medio gancho que tanto le dio de comer, lectura de juego, velocidad en la transición, dureza defensiva, agresividad en el rebote), pero fue su indómito carácter la arista que sobresalió por encima de las demás y la que le hizo superior y dominante.

La naturaleza le sonrió con un físico espectacular. En su acabado Buonarotti hubiera replicado otro David, piernas cual columnas jónicas, brazos de héroe de comic y pecho pétreo. Traía más cuenta esquivarle que chocar con él. La proporción perfecta, imponente, para avasallar en cualquier deporte. Pudo hacerlo en la natación, el ping pong o el balonmano, pero a Dios gracias eligió vestirse con tirantes. Si su fisonomía lo privilegiaba, su cabeza se saltaba pasos. Donde le pinchases, afloraba un ganador. De su colegio en San José del Parque al Estudiantes juvenil, junior y primer equipo. A sus 19 años deslumbraba en el Ramiro hasta alcanzar el subcampeonato liguero y convencer al Madrid de Lolo para contratarle cuando lo tenía hecho con el Joventut (el gran Manel Comas se removía cada vez que lo pensaba).

En aquella Casa Blanca, donde todo llevaba su tiempo de cocción, milimetrado y categorizado por el mítico Raimundo Saporta, el recién aterrizado fascinó desde su llegada en el Campeonato del Mundo de clubs. Rompió moldes, tomó todos los atajos. Enseguida los popes del vestuario descubrieron su sitio natural: el liderazgo. Fernando no temía a nada ni a nadie, asumía retos con la naturalidad del que se conoce preparado, encaraba rivales sin reparar en volúmenes, altura o apellidos ilustres. Martín iba de frente, no desviaba la mirada, no agachaba la cabeza.  

Ahora cualquier júnior con buena pinta que todavía no ha ganado nada en el Viejo Continente (hay casos fragrantes) se presenta al draft y lo escogen muy arriba. En los ochenta la NBA era territorio vedado a las grandes estrellas europeas. No iba nadie. Allí eran seres anónimos para las franquicias. Pero Fernando estaba hecho de otra pasta. Siempre positivo. Por sus santos cojones tenía que asumir un desafío homérico que de inicio le hacía palmar pasta y le impedía competir en la selección (la anticuada normativa de la FIBA prohibía el concurso de los “profesionales”). Pese a convencer sobradamente a los Nets de New Jersey en el campus de Princeton, regresó a España sin rubricar el contrato por la indolencia y torpeza de su agente americano, Lee Fentress. Aquí apretaron el Madrid y la Federación (para que jugase histórico Mundial 86) y Fernando demoró un año el salto. El aplazamiento trajo consecuencias negativas, pues en Portland coincidió con un entrenador cicatero, Mike Schuler, que le dio poca bola a él y posteriormente a Drazen Petrovic. Fernando no era un rookie al uso, advirtió a los Blazers de que su apellido castellano llevaba tilde en la i y así le rotularon la camiseta y contravino una histórica costumbre, la de que los novatos portaran las maletas y bolsas del equipo. “Llévalas tú”, le dijo en cheli a Walter Berry (que venía de ser el mejor jugador universitario del año). Ahora vas y lo cascas… Demostró y se demostró que podía jugar allí y al año regresó.

Al poco coincidió en el Madrid con Drazen, que tanto les había hecho padecer en la Cibona. En el vestuario merengue todavía escocían las humillaciones del genial croata (lo de perdonan, pero no olvidan), pero no eran tontos y sabían que el fichaje tenía un destino claro: ganar. Lo hicieron en la Copa coruñesa y en la Recopa ateniense, aunque la impresionante exhibición de Petrovic en el Pireo (62 puntos) levantó ampollas. Fernando que jugó con un dedo de la mano roto, recelaba del acaparamiento del juego por parte del de Sibenik.

Y así llegamos a la final del playoff liguero. El Madrid le había ganado los 5 enfrentamientos al Barsa. A la que podía Drazen se lo hacía saber a Aíto, señalándole el número con la palma de la mano abierta. Éste, más listo que el hambre, preparaba el terreno e invocaba a la bula arbitral del yugoslavo. En esa eliminatoria tiene lugar la anécdota que mejor retrata a Fernando… Tras la aplastante derrota por 25 puntos en la apertura en el Palau, Martín permanecía en la capital con la espalda hecha añicos. En la comida previa al segundo envite, cunde el pesimismo en la expedición blanca. Un espectro asoma por el salón comedor del hotel Calderón para dejar boquiabierto al personal: “Pringaos, yo no me levanto de la cama para perder”. Cuentan que a Petrovic no le cabía la sonrisa en la cara. El Madrid ganó ese partido, aunque perdió la Liga.

En la sobremesa de un domingo Fernando se nos fue demasiado rápido. No olvido que fue a escasos 150 metros de casa de mis padres, no olvido que iba a ir al partido con mi amigo Angelón, no olvido la consternación de todo un país ni el impacto de su muerte entre compañeros y rivales, no olvido el comportamiento del equipo y de su hermano Antonio para darle la vuelta al encuentro frente al PAOK (probablemente sea el más emocionante que haya presenciado por TV en mi vida) sólo 48 horas después. Luego vinieron otros, incluso mejores, pero Fernando Martín fue el primer español que pisó la luna. No lo olvido. 

 

El relato se ha publicado en el blog planetacb.com en un homenaje a la figura de Martín organizado por Javier Balmaseda bajo el título “El hombre tras el mito”. Fue un honor colaborar entre un grupo de gente sobresaliente. Y me apetecía unirlo a contraataquede11.

El niño de la foto es mi hermano David, en un campus en el colegio de La Salle de Herrera Oria un año antes de la muerte de Fernando. Es muchísimo más que mi hermano. Hasta ahí puedo leer. 


La Copa vista desde casa

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Daba grima ver la imagen aérea del Wizink Center como si se tratara de un paisaje lunar, sin colonizar. Arrancaba el torneo más mágico de Europa (igual me estoy quedando corto), sin su colorido y caluroso público.

 

Un gusto para los sentidos

Fran Fermoso, procedía en el prólogo con una atinada definición: “Las cenicientas se instalaron en la élite”. Cierto. Guiados por dos príncipes maquiavélicos (Txus y Joan), que pronto asentaran sus posaderas en tronos aún más suntuosos, desarrollan baloncestos que te quitan diotrías, los isleños compartiendo el balón y los castellanos corriendo el campo como nadie en la ACB. Mucho ritmo y poco acierto inicial. Fueron los burgaleses los que abrieron fuego al amparo del robo y sus vertiginosas transiciones. Vidorreta pone fin al disloque en su vitamínica arenga: “¿Cuántas pérdidas sin que nos cueste una falta?”. Y escarba en su arsenal táctico para revertir tendencia desde la larga distancia. Salin se hincha (18 puntos al descanso con una serie de 5/7) y tras otro enceste esquinado de Cavanaugh es Peñarroya el que hace la pausa: “Este triple es mío, pero llevamos cero faltas”. Correcto, una personal entre ambos en el minuto 8. Burgos lidia con el increíble acierto canario (10/13) para llegar vivos al intermedio (51-42). Las pérdidas (9) suponen el único lunar aurinegro.

En la reanudación, Rivero y Kravic hacen daño por dentro y se ajusta el electrónico. Los tinerfeños pierden puntería exterior y trasladan el escenario hacia la pintura. Iluminan a su faro y Shermanidi responde en grande (12 puntos y 5 rebotes en un rato). Un parcial de 16-0 sitúa las distancias en alrededor de los 10 puntos. Los de Peñarroya hacen la goma, se meten en zona, pero claudican: “Nos están matando con el rebote”. En la fiesta de dos timoneles experimentados (Huertas y Cook), se cuela un antiguo soldado del Cid, Fitipaldo (18 puntos y 6 asistencias). Sulejmanovic pone la puntilla y Tenerife da mucho miedo por lo que muestra (en un inaudito partido en el que Marce ha perdido 7 balones, gana bien) y por lo que esconde (Díez, Yusta y Butterfield, más los dos que no se han vestido). El de Bilbao es muy listo y sabe que esto va para largo.

 

Ser puntuales

Contra un equipo de colmillo tan afilado como el Madrid, no puedes llegar al descanso con legañas, porque es casi imposible recuperar la desventaja de 15 puntos ni tiene justificación desaprovechar la bicoca de una primera parte sin Tavares. Sí, porque a los 30 segundos el caboverdiano cometió su primera falta y fue directo al banco. Igual eso desmontó el plan taronja, al que siempre le fue de perillas sacar al gigante de su cueva con los lanzamientos de Dubi. Felipe hizo su penúltimo servicio a la causa y se pegó al montenegrino con la intensidad acostumbrada (4 puntos y 2 rebotes en 6 minutos). La defensa levantina era blanda y no cerraba ni el centro ni el fondo. Alocén (cada vez más suelto) y Deck penetraban como cuchillos en mantequilla y Carroll y Thompkins tiraban liberados. A Valencia sólo lo sujetaba su acierto desde la personal y el afán de Kalinic. En el tercer cuarto se desata la locura. El Madrid se va hasta los 21, pero entonces los de Ponsarnau se miran dentro y rescatan el carácter. A 3 tiros libres de Prepelic (quizá demasiado ansioso por demostrar mucho en poco), le siguen dos triples de Van Rossom (fundamental for ever) y una canasta de Kalinic para situar el encuentro 63-55, tras un parcial demoledor. El Madrid encuentra a dos tipos de pulso bajo y condiciones físicas (Deck) y técnicas (Thompkins) sobresalientes para reconducir y cerrar el partido. 23 puntos por barba.

 

Dos formas de vida

Dos patentes de corso, ejemplares a su modo. Identificadas por la cantera, la una, y por la visión cosmopolita y la ancestral gestión profesional, la otra. Ambas reconocibles bajo un mismo hilo conductor, el apego a su ciudad y a su afición. Es difícil señalar dos lugares donde se rumie tanto baloncesto. Y resulta una alegría ver de nuevo a los verdinegros, auspiciados por Grifols, entre la élite.

Pero el viernes, por mucho que Durán se empeñara, no pudo cambiar el dial. La emisora sólo daba reggae. El rastafari Henry no atendía otras peticiones. Se apropió de los mandos y se bailó a su son las dos horas. El singular base (16 tantos y 8 asistencias) alimentó a sus tiradores hasta saciarlos (Peters 17 puntos, Giedraitis 19 y Polonara 19 con 30 de valoración). Baldíos resultaron los arreones de López Aróstegui y Jackson o la insistencia interior de Tomic y Brodziansky. A remolque se vive mal y lo que pusieron no les dio.

 

Homenajeando a Kobe

Durante un buen tramo, el último cuarto del viernes se movió más cerca de la química que de la física. Si no, es difícil explicar el meneo de Unicaja en los primeros diez minutos. Brizuela se vistió secretamente en el hotel, se enfundó el traje de Kobe y se calzó las zapatillas de Navarro para invitar al ojiplático televidente a una exhibición propia de sus ídolos (14 puntos con un solo fallo). A la sorpresa inicial (7-13), Katsikaris añade una indigesta zona. Además, los malagueños ambicionaban y dominaban el rebote y Guerrero refrendaba su envergadura con dos tapones. El Barsa boqueaba, pero se agarra a 2 triples para tomar aire (15-29). Ante el estropicio, Jasikevicius dispuso a sus otros 4 defensores en permanente estado de ayuda para limitar los poderes de la “Mamba Vasca”, oscureciendo de paso el acierto exterior andaluz (que en el segundo tramo no anotó de 3). Oriola inyectó su energía contagiosa y Higgins rescataba un manual hoy casi obsoleto (la media distancia). Unicaja llega justito al descanso, aún por delante (54-49). A la vuelta del vestuario regresan los triples andaluces, contestados de manera sencilla por un insospechado Calathes (11 puntos en el tercer período). En el arranque del cuarto final se cuece la suerte del encuentro. En un minuto Unicaja entra en bonus, regala 2 balones (perdería otros 4) y en otro pestañeo desperdicia la ventaja (del 65-60 se pasa al 70-77). El despliegue defensivo de Westermann (+32 con él en campo) justifica la controvertida apuesta de Saras. Y cuando parecía que los verdes entregaban las armas, emerge sin tantas piernas, pero con el mismo arrojo, Darío, y un excelente Waczynski. En su mejor, y más conocida versión, Calathes encuentra a Higgins y Mirotic en las esquinas, que triplean. Un tiro libre de éste deja ventaja de 2 para el último ataque de Unicaja. Abromaitis anota sobre la bocina y los malagueños reclaman posible falta de Davis con el cuerpo. En la prórroga Higgins, se pone en el modo clutch de su padrino y no hay más que hablar. Partidazo, que espabila al Barsa y muestra el camino futuro a Unicaja. De todo se aprende.

 

Esta vez sólo maravilloso baloncesto

Hace tiempo que a Tenerife se le ha caído el cartel de aclamado sparring para tomar el de serio aspirante. Del precedente liguero quedó un poso agridulce de morbo por detalles y declaraciones y se aguardaba el choque con impaciencia. Txus reserva a Sherma y a Marce (con el que se abraza cariñosamente en los prolegómenos y algo susurra) de inicio, dobla a Thompkins y flota a Alocén. Pronto Guerra enseña sus progresos y Fitipaldo (13 puntos al descanso) el buen ojo de Aniano Cabrera. Como a estas alturas dos partidos malos consecutivos de Huertas resultan utópicos, el brasileño anota dos suspensiones nada más pisar cancha. Sin Shermadini (2 faltas en 5 minutos lastran su concurso), Vidorreta apuesta por un quinteto bajito con dos 4, que al principio le da resultado y agranda la ventaja (22-40). Laso recurre a su púgil más vigoroso, Llull (siempre Llull) y éste, que no conoce el miedo, se echa al monte. Llull o siempre está o se le espera. Dos canastas grandes le llenan el pecho. En el bote salvavidas también va Carroll (otros 4 puntitos). El brillo de la pantalla adquiere tonos verdes y aparece Shrek (Tavares) para sembrar el pánico (7 rebotes y 3 tapones al descanso). Los aurinegros se han encomendado a su acierto exterior (6/12 en triples, con Cavanaugh 2 de 2), al talento de sus directores (Marce 9 puntos y 3 asistencias) y a Fran Guerra para irse con ventaja en el intermedio (40-46). “Lo mejor el resultado”, proclamaba Laso después del sufrimiento y de encajar 7 pérdidas. A medida que avanza el tercer cuarto, el Madrid endurece más su defensa. De inicio Fran anota un par de jabbarianas canastas (15 puntos en la planilla final) y Fitipaldo continúa su racha, pero los blancos entorpecen las líneas de pase hacia los tiradores isleños y sólo Marcelhino ve aro con facilidad (en otro clinic de 2x2). Los ajustes ahogan a Lenovo (6 pérdidas en 10 minutos) y afirman a Causeur, sublime. El acto definitivo se abre con una exhibición de Rudy “manos prestas” (un robo, un tapón y una personal en ataque) hasta que su maltrecha espalda le lleva junto a los fisios. El ogro cada vez aterroriza a más criaturas (15 rebotes) y el Madrid parece superior, pero Tenerife no suelta el hueso (Huertas -22 puntos y 5 asistencias- las fabrica de todos los colores). Dos triples de Deck (el tortuga -18 puntos, 7 rebotes y 20 de valoración- va lento, pero seguro) y Causeur (monsieur – quizá beneficiado en la rotación por la falta de Taylor- se fue hasta los 18 puntos en 29 minutos) abren una brecha (79-72) ya irrecuperable para candar otro partido magnífico.

 

Con la lección aprendida

El susto de la víspera le sirvió de mucho al clan culé. Baskonia se encontró con un problema inesperado: cuando el director tiene que tocar también los instrumentos, malo. Porque si Henry tiene que anotar 10 de los 12 primeros puntos del equipo, malo, si luego no se adhieren otros anotadores. El juego coral que una semana antes había deslumbrado en el mismo escenario ante el Madrid y despachado al Joventud desapareció como por encanto. Precipitado el talentoso Vildoza, ninguneados por la defensa blaugrana Giedraitis, Polonara y Peters, sólo Jekiri pareció acompañar a Henry. Con el paso del tiempo, Saras lanzó incluso el poderío físico de Bolmaro para contener al león vitoriano y lo fue menguando. En una labor muy artesanal, con Mirotic (16 puntos) entrando en materia a la busca de su gran día, Higgins (15) postulándose al MVP y Abrines y Kuric calentando muñecas, Barcelona puso tierra de por medio hasta cobrar 20 puntos de ventaja. La relajación catalana y el carácter Baskonia trajeron algo de emoción a falta de 5 minutos. Se llegaron a acercar 69-65, pero Vildoza pisó la línea de fondo tras un rebote y por ahí se fueron gran parte de las ilusiones vitoriana. El 77-68 llevaba al Barsa a otro clásico.

 


San Valentín Saras

En el día de los enamorados, Jasikevicius se erigió en el sueño mojado culé. Mereció la pena la espera de su fichaje y la puesta en escena resultó avasallante. La intensidad defensiva con cambios automáticos en los bloqueos y el uso del 2x1 al poste bajo cercenó a los anotadores blancos y lanzó a los suyos en transición. Aprovecharon la ausencia de salida de Tavares para agujerear desde la cercanía la canasta blanca (sus 14 puntos iniciales se concentraron en la pintura). Mirotic doblegó a Deck y el que saltaba desde el banquillo (Smith, Abrines o Davis) gastaba idéntico voltaje y acierto que el quinteto titular. Cuatro triples en el segundo cuarto ensancharon el roto hasta el lapidario 31-52. Tras el paso por el vestuario, el Madrid tiró de coraje, de la chavalería (el despliegue de Garuba a toda cancha pareció abrumador) y del imponente Tavares, pero el esfuerzo fue baldío. El lituano atajó cualquier viso de reacción apretando a sus “cabrones”, Calathes dirigía con criterio y Higgins (qué jugador) percutía sin mesura el aro rival. Apenas hizo falta el concursal testimonial de Mirotic (lesionado) en el segundo tiempo. Felicidades al merecido campeón. Quedó patente lo que ya se apuntaba, que este Barsa de Saras tiene muy buena pinta. Habrá que leer más páginas del libro.

 


Lo que nos faltó

La gente. ¡Por Dios!

Al que no haya estado en una Copa no sabe lo que se pierde. Es la excusa perfecta para airarte, para disfrutar de los amigos, para encontrarte con antiguos jugadores, compañeros o rivales, para gozar del aperitivo, de una buena comida y del digestivo de la sobremesa (cómo cuesta llegar al primer partido de la tarde). Después del basket, a cenar deprisa dónde te sirvan y al irrenunciable copeo. Los más entusiastas le roban horas al sueño con la Minicopa. El pasacalles de aficiones del sábado es imprescindible, para enseñar al mundo: lo de Hamelín no hace sombra a la fanfarre vitoriana (son unos fenómenos). El resultado final del torneo hasta cierto punto da igual. Los del baloncesto somos disfrutones y Gigantes. Por eso vemos las cosas desde más arriba, con esperanza, porque siempre que llueve escampa y queda un día menos para que nos podamos juntar alrededor de la próxima Copa. ¡Qué ganas!


Hasta luego cocodrilos

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Nunca gustan las despedidas. Enñoñan y encogen el corazón, pero hay que afrontar la jubilación o el cese de actividad de algunos de nuestros mejores jugadores.


Ella/os nos pusieron en el mapa, nos hicieron sentir orgullo y respetar al contrario y el juego, nos situaron en un territorio desconocido (la noble planta del baloncesto mundial, un peldaño por debajo de los inalcanzables norteamericanos). Cuentan que tras los desastres de los JJOOs de Atenas y el Mundial nipón, el Comité Olímpico USA copió el modelo ibérico para afrontar las grandes competiciones. Nos miraban con admiración (sirva como botón de muestra el desfile repleto de pleitesías del combinado de estrellas NBA hacia el banquillo hispano donde digería la derrota un extenuado Pau Gasol) y hasta con inconfesable temor.


En el masculino, hay que pasar página. Pau apaga la luz y cierra la puerta a la irrepetible quinta del 80. Es impensable que 8 jugadores de una camada (incluido Calde, un año menor) alcancen la internacionalidad absoluta y un cuarteto de elegidos arribe a la NBA. Ellos siguieron el sendero marcado con miguitas por las generaciones precedentes y todos sitúan como epicentro aquella plata europea de París.

El camino lejos de ser fácil fue maravilloso porque a aquellos chicos paridos para triunfar les costó perder para volver a ganar. El regusto amargo de Indianapolis y Atenas se compensó de largo en el dorado del sol naciente. Sabiamente conducidos por Pepu (que dio con la tecla y hasta se sobrepuso al fallecimiento de su padre) el talentoso grupo salvó el contratiempo de la lesión de su estrella y líder para la final. La fe y el convencimiento colectivo dejaron a Grecia en unos 49 pírricos puntos subiendo a lo más alto del podio. Para sorpresa patria aquellos descarados no sentían vértigo en las alturas y afrontaban desafíos sabiéndose buenos, pero sin desdeñar oponentes ni desconocer dificultades. Salvo en contadas excepciones, España apabulló en el concierto continental. Nos acordaremos con nostalgia de aquellas citas en las que nos costaba arrancar, se dudaba -qué incautos y hombres de poca fe éramos desde casa- para culminar imantados al oro tras diferencias de 20 ¡sí 20 puntos en las finales! Inaudito.

No todo fueron victorias. Lo del Mundial aquí con el mejor equipo jamás juntado fue una estocada baja, pero aquella muchachada unía, alegraba y sacaba pecho a todo un país. El ejemplo de arriba y el trabajo anónimo desde abajo rendía dividendos y así se incorporaron con naturalidad al furgón ochentero descomunales talentos (Garbo, Marc, Rudy, Chacho, Llull, Ricky, los Hernángomez Geuer…) y piezas imprescindibles en el puzzle (San Emeterio o Claver siguiendo la estela del gran capitán, Carlos Jiménez).

Si en Europa su dominio fue incontestable, en los Juegos sólo Estados Unidos nos miró por encima. Y con miedo, con mucho miedo. En Pekin las estrellas más rutilantes del universo, Kobe, Lebron, Wade… tuvieron que remangarse para doblegar a las insolentes huestes de Aíto. Con la lección aprendida, en Londres los del coach K volvieron a rescatar su mejor versión para colgarse el oro. La edad no perdona y en Río no había ni las piernas ni la frescura para afrontar el homérico desafío. Pero los chicos se mantuvieron tercos y regresaron con un más que meritorio bronce.

Aún sin el faro habitual (Pau, siempre Pau), la cada vez más reducida tropa conquistó otro metal dorado en suelo asiático. En China, Scariolo dio un curso de sabiduría y gestión, y Ricky (alumbrado por Raúl, mi cromo preferido) una lección de madurez y categoría, salvando su dolorosísimo episodio familiar, para desdecir a los que recelaban de su tiro desde que se instalara entre los grandes sin un pelo de su ahora poblada barba.

Viéndolos, igual la chavalería nacida en este siglo pensó que brotaban tíos de 215 centímetros como champiñones, pero no. Suena a onírico que dos chicos de Sant Boi realizaran el salto inicial más fraternal de un All Star, pero fue verdad. Parece de Piratas del Caribe el botín obtenido en estas dos décadas, pero fue verdad. Pálpense porque aquellos hombres nos enseñaron a afrontar retos sin temor, sin dudas y nos hicieron prisioneros de sus anhelos y ambiciones para siempre. Jugaban con ventaja, tenían 46 millones de partidarios detrás. Nadie se lo regaló, les costó lo suyo, pero se lo ganaron a pulso.

 


Hay que quedarse de pie y extender la alfombra roja para despedir a Laia porque el paso dado en el femenino todavía creo que tiene una dimensión más importante. Veníamos de un ancestral oro en Perugia y ahora nuestras chicas son referentes en el basket mundial. Cada verano la absoluta refrenda la apabullante colección de preseas que recogen nuestras pequeñas. No hay misterio, de la cantidad (es el deporte federado con mayor número de fichas) sale la calidad. El trabajo callado de miles de niñas, entrenadores, clubs y colegios da frutos con los calores. Pese a quedarnos este verano a dos tiros de entrar en las semifinales de los dos grandes torneos, nadie nos apea de la élite.  

A simple vista, Laia no te llamaría excesivamente la atención ni en la calle ni en la cancha. Nunca lo ha buscado. Error. Ajusten sus lentes y rescaten videos. ¡Qué deleite para los sentidos! Nadie con su inteligencia, su capacidad de pase y su exquisita técnica individual. Sus inverosímiles acciones guardan una explicación sencilla: es Laia. Puro talento, cincelado a fuego en interminables horas de curro. Pero es más, mucho más. Su aire aparentemente despistado y serio confunde. Es también carácter. Es cabeza y mano de esta selección. Su guía. Es Laia.

Desde la discreción recogió el testigo ofrecido por las Valdemoro, Aguilar, Ferragut o Montañana para tutelar con naturalidad y experiencia a emergentes milenials. Ha sido un duro trago competir sin Little (clave en la escalada en condiciones de cierta equivalencia física hacia la cima), Xargay, Cruz y Nicholls y lo será hacerlo sin Laia, pero el futuro está garantizado. Las chicas que están y que aguardan son muy buenas, aunque ya no vaya a estar el defenestrado y laureado Mondelo. Paciencia que “las medallas no se compran en el supermercado” (la última perla de Palau, que no da puntada sin hilo, en la Villa). Es Laia. Ya se lo decía De Niro a Billy Cristal en Una Terapia Peligrosa. “Sí Laia, tú, tú eres buena, muy buena”.

 

No, no se sienten todavía, no paren de aplaudir hasta que les salgan escaras. Lo merecen. La arruga es bella. Las canas suman atractivo, molan. Gracias por tanto y durante tanto. Chicas, chicos, ha sido una gozada. Hemos aprendido de geografía en el viaje, avanzado unos cursos de medicina con vuestras lesiones y hasta hurgamos en la RAE encontrando una acepción positiva a las bombas. Nos hemos sentido representados en vuestros valores y llorado con vuestras decepciones. Y nos habéis demostrado que más allá del resultado está el camino. Lo decía el maestro Wooden, triunfas cuando lo das todo, cuando exprimes tú máximo, cuando compites a tope. Y ahí siempre habéis ganado y nos habéis ganado. Y las veces que tocó recoger los bártulos y volver sin premio, también mostrasteis ejemplo, felicitando y respetando a rivales y árbitros. Porque la realidad del deporte es que pierdes más que ganas. Sí, igual sin pretenderlo porque también sois modestos, nos habéis educado.

Los que decidáis echaros a un lado, decid hasta luego, pero no os vayáis muy lejos porque os seguiremos queriendo y necesitando. En otras facetas, pero nos haréis mucha falta.

En fin, que las despedidas son fastidiosas y estaréis deseando descansar. Los amigos se eligen, la familia te toca. ¡Qué suerte hemos tenido con vosotros! GRACIAS



Olajuwon, el bailarín más alto del mundo

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Cuentan y no acaban que durante un tiempo sacó a bailar a los tíos más altos del planeta. Cuentan que se embutía en un chaqué rojo, en el que aparecía rotulada la palabra “Rockets”. Se colocaba coqueto su pajarita, se calzaba sus zapatillas “Etonic” de blanco charol, pedía una pieza musical y se deslizaba con gracia por su escenario particular, la pintura. Sus fintas y acompasados pies volvían loco a la pareja de cada noche, que no podía seguirle el ritmo. Nadie se movió con su finura por la línea de fondo. Era un ladrón de guante blanco en el banco más concurrido y protegido del hemisferio norte, la zona, la particular Reserva Federal, el hábitat que salvaguardaban los guardianes más fieros del orbe.

Con todos pudo, a todos engañó sibilinamente. Les enseñó sus trucos, pero ninguno consiguió desenmascararlo. Te la liaba con un lanzamiento abierto, te destapaba con el bote y barruntaba la estrategia mortal al recibir de espaldas. Amagaba un reverso, metía otro para esbozar un tiro que no realizaba. Nada por aquí, nada por acá. Para cuando el defensor quería darse cuenta, el escapista había salido por el otro lado esparciendo el veneno definitivo. Su oponente tragaba cianuro en lo que recogía el balón que caía suavemente de las redes. El rival no encontraba el cómo, pero aquel africano entre fiero y delicado, se la había jugado de nuevo. En él, baile y magia iban de la mano, de sus pies. Ogro y príncipe. Fino esgrimista, no rehuía el combate, el cuerpo a cuerpo. Al tacto podía tener la aspereza del almendruco o convertirse en un suave visón. Además, fue un oportunista, pues nadie sacó más rédito en el periodo de entreguerras del exilio jordanesco que Hakeem. En el Paleolítico, en la época de los grandes dinosaurios, David Robinson y Pat Ewing, excepcionales jugadores, quedaron a varios cuerpos del nigeriano que se engarzó dos anillos. Hoy repasamos la historia de uno de los grandes.

 




Memorias de África

Esta película no tiene jungla, sabana, leones o las hoy infaustas pateras. Nuestro protagonista nació y se crió en Lagos (capital entonces de la nación más poblada de África, Nigeria) dentro de una familia acomodada. Sus padres regentaban una próspera empresa cementera, lo que les permitió enviar a varios de sus seis hijos a formarse fuera (la mayor, por ejemplo, cursó medicina en El Cairo). Akeem estudiaba en el Muslims Teachers College y destacaba por su estatura y por su facilidad para el deporte: hubo de abandonar el balonmano por la disolución del equipo y algunos achacan su excelente movilidad lateral posterior a su buen desempeño como gigantesco portero de fútbol.

Dicen que Ganiyu Otenibade, por entonces entrenador de Lagos State y asiduo colaborador de la escuela, fue quién lo descubrió para el baloncesto a los 17 años y cultivó sus primeros fundamentos. En el año 78 ganó la medalla de oro en el Festival Nacional del Deporte de la Universidad de Ibadan. Pronto dos entrenadores norteamericanos de la Federación atisbaron las aptitudes del mozo e incluso llegaron a disputarse la tutoría del embrionario proyecto. Oliver Johnson le llamó para entrenar con el equipo nacional absoluto, mientras que Richard Mills se lo llevó a Francia, en una gira preparatoria del Campeonato Junior Africano, deslumbrando ante Togo (con 60 puntos y 15 mates). La República Centroafricana supuso para Akeem el epílogo del torneo continental (cuando Anicet Lavodrama y los suyos los apartaron en semifinales) y el prólogo de su esplendorosa carrera (Chris Pond, el técnico oponente, cautivado por las virtudes del chico le ofreció casi de tapadillo la posibilidad de acudir a la Universidad de Houston “como posible estudiante en consideración de beca”, para entrevistarse con su amigo, el entrenador Guy Lewis). Por cierto, el certamen lo ganó la local Angola y Lavodrama también haría las américas para desarrollar en Houston Baptiste University su periplo colegial, antes de aterrizar en la Península Ibérica.

 


El sueño americano

A su llegada en octubre de 1980, a Akeem le tocó desmontar algunos tópicos sobre su origen y forma de vida. Debido a un cambio en los vuelos, aterrizó antes de lo previsto y como nadie acudió a recibirlo decidió coger un taxi que le llevara al campus. Refiere la leyenda que entre su inglés africanizado y la poca pericia del taxista terminó en la Universidad de Texas, en Austin, la capital del estado, a unos 200 km de su dirección definitiva. Fantasía o realidad, ya en destino fue recibido por el asistente principal, Terence Kirkpatrick, y jugó un encuentro de exhibición a un nivel mediocre. Aun así, convenció al entrenador Lewis (gratamente impresionado por la capacidad taponadora del africano), que le ofreció inmediatamente una beca bajo la imposición de que no hablara con ningún otro college.

Guy Vernon Lewis era todo un personaje en la universidad. Disputó el primer partido de la historia de los Cougars como pivot titular (1,90 metros) en 1946, culminando la temporada como máximo anotador del equipo. En el año 53, el preparador Alden Pascue recurrió a su primitivo líder para que le acompañase en el banquillo. Dos cursos después, Lewis se hizo con el cargo de entrenador principal.  Siempre elegante, de costumbres muy particulares (colocaba con esmero los vasos de agua a la derecha de su asiento, lanzaba al aire una toalla de cuadros rojos tras cada victoria -obtuvo muchas, 592, por 279 derrotas-) a lo largo de su dilatada carrera metió a los “Pumas” en cinco Final Four, pero se le resistió el título. Vivió dos épocas doradas, la primera en el bienio 67-68 al abrigo de un gran center, Elvis Hayes, magnífico reboteador y tirador, que quiso en vano poner en entredicho el reinado de Lew Alcindor (Abdul Jabbar) en UCLA. Gozó de un sensacional escolta a finales de la década siguiente, Otis Birdsong, pero no rozó las mieles del triunfo hasta el aterrizaje del portento africano. A Lewis se le ensalzó como reclutador, pero se le censuró su bagaje táctico para completar un cuadro campeón. Pese a ello su aventajado pupilo le describió como “un motivador, un líder, un hombre duro”. El preparador devolvía los elogios “es el mejor taponador que jamás haya visto”.

La toma de contacto en Tejas fue gradual. Como su nivel académico no le permitió inscribirse con el equipo a su llegada, aprovechó para ganar peso (engordó desde los 88 hasta los 110 kg), adiestrarse en los fundamentos del juego (en los veranos el padrinazgo de Moses Malone, en las interminables sesiones del gimnasio Fond Recreation Center, resultó vital en su desarrollo posterior) y se empapó de una NCAA que viviría uno de sus lustros más deslumbrantes. Podía entrenar, pero no disputar los partidos junto a sus compañeros. De Paul, al amparo de su estrella Mark Aguirre -número 1 del futuro draft-, partía de favorita en las encuestas. Refulgían dos pivots, Kevin Magee (pequeño, macizo, con absoluta facilidad para puntuar -28,9- y rebotear -12,9-) en California Irvine, y Ralf Sampson (altísimo -2,23-  y adelantado a su tiempo) en Virginia. El Torneo final dejó caer hasta 8 favoritos en la primera ronda. En la Final Four, Indiana abría en canal a Lousiana State y North Carolina (Al Wood -39 puntos- hizo el encuentro de su vida) dejó a Sampson en unos 11 pírricos tantos para enfrentarse a los de Bobby Knight en la final. Victoria sin paliativos de los Hoosiers (63-50), sabiamente conducidos por Isiah Thomas -sus 21 puntos le elevarían al puesto segundo en la lotería de junio- que maniataron el célebre ataque Tal Heel.

 


“Phi Shama Jam”

Ya con el nigeriano en el roster y Robert Williams establecido como uno de los mejores bases del país, Houston afrontaba la campaña 81-82 en la posición vigésima de las quinielas, que lideraban UCLA (sancionada por reclutamientos ilegales al poco), Kentucky y North Carolina. En el March Madness, los Cougars se deshicieron de Alcorn St (94-84), Tulsa (78-74), Missouri (en el 79-78 devinieron determinantes los 58 puntos, 9 asistencias y 8 rebotes que juntaron Rob Williams, Lynden Rose y Reid Gettys) y Boston College (99-92). En la final regional, opusieron al mejor jugador de la Big Eight, Ricky Frazier y sus 29 puntos, un gran trabajo coral con 6 jugadores por encima de la decena, Rose (16), Young (15), Drexler (14), Olajuwon (13), Micheaux (11) y Williams (10). En la Final a 4 siempre fueron a rebufo de la colosal North Carolina enchufada desde el vestuario (14-0 de salida). Los señuelos zonales tejanos limitaron la ofensiva de los de Dean Smith, pero no les dio. Echaron en falta a Williams (sólo 2 puntos cuando había promediado 22). Los esfuerzos de Micheaux (18), Rose (20) y Drexler (17) resultaron baldíos (63-68) ante los descomunales Sam Perkins (25), Jordan (18) y Worthy (14), que concluirían campeones, enceste de Michael mediante, ante Georgetown en una histórica final (63-62). Worthy (número 1 del draft unos días después) estableció su récord anotador colegial (28 puntos) y Pat Ewing se postulaba como futura estrella profesional (23 tantos y 11 rechaces). Akeem en su debut partió de sexto hombre y alumbró unos registros más que esperanzadores: 8,3 puntos, 6,1 rebotes en 18,2 minutos (sobre 29 partidos).

En la siguiente campaña Sampson y Ewing polarizaron inicialmente los focos. Su duelo en Maryland el 11 de diciembre se retransmitió a toda la nación y Virginia (68-63) y Sampson (23 puntos por 16 de Ewing) salieron momentáneamente vencedores. Houston, por su parte, afinó la maquinaria (al trío Micheaux, Drexler, Young, se le añadía la aportación perimetral de Reid Gettys -el mago del pase- y Benny Anders y la fortaleza intimidatoria de Olajuwon, primer taponador del país con casi 5 chapas). Alcanzaron marzo a la cabeza nacional en un balance 27/2 y 22 victorias consecutivas. Mostraron músculo en las últimas victorias regionales frente a Memphis State (que tenía en Keith Lee un jugadorazo) 70-63 (Olajuwon 21 puntos y 5 tapones) y Villanova (89-71) en una evidencia de plenitud del binomio interior (Micheaux 30 puntos -su máximo-, 12 rebotes y 4 tapones y Olajuwon, 20, 13 y 8). En la Final Four aguardaba espléndida Louisville (16 triunfos consecutivos, el último ante sus vecinos de Kentucky, 5 fases a 4 en 12 años, gobernados por el legendario Denny Crum y con los hermanos McCray de referentes). El partido resultó de época: los bases (Milton Wagner y Alvin Franklin) mantuvieron un brillante duelo anotador y Charles Jones (8 rebotes) se impuso a Olajuwon hasta el descanso. Mediada la segunda parte Akeem captura 6 rechaces (para un total de 22) en 5 minutos y lanza a los suyos a la contra en un parcial demoledor de 21-1. El equipo hizo honor al apelativo que en su día les colocó el columnista del Houston Post, Thomas Bonk, “Phi Shama Jam” por su sobrenatural facilidad para realizar mates (esa noche machacaron el aro rival en 14 ocasiones, 11 de ellos tras el descanso). De la tunda (94-81) sobresalieron Olajuwon y Drexler (21 tantos por barba) y Young (16).  En la final esperaba la Cenicienta del torneo, la singular North Carolina State del extravagante Jim Valvano, que había tenido que obtener el título de su conferencia (Atlantic Coast) para recibir invitación directa al torneo y había dejado en la cuneta por sorpresa a rivales de la talla de Pepperdine, Nevada Las Vegas, Utah, Virginia (pese a los 23 puntos, 11 rebotes y 4 tapones de Sampson en su despedida, distinguido por tercer año consecutivo como mejor jugador universitario por los premios Naismith College y ACC Men´s Basketball) o Georgia, ya en Albuquerque por 54 a 52. Ante el pasmo general, los de Valvano, en clara inferioridad física y técnica, salieron a tumba abierta sin especular y pese a sólo embocar 4 de sus 18 primeros lanzamientos se marcharon al descanso 33-25 por delante. Houston viró el electrónico en la reanudación en una racha de 17-2, pero ahí Lewis equivocó la estrategia ordenando congelar la pelota. Con 3.43 por jugar y 44-50 en contra, Valvano recurrió a la argucia que le había llevado a remontar los encuentros anteriores. Forzó faltas e hizo pasar por el patíbulo de la línea de personal a los jugadores tejanos. En el ancestral 1 + 1 sólo Drexler convirtió los dos tiros libres.  Un desesperado lanzamiento de Wittenburg no encontró la canasta rival, pero sí a su compañero Lorenzo Charles que encestó en último segundo para obrar uno de los mayores milagros del baloncesto universitarios. El curso dejó un sabor agridulce en los Cougars: disfrutaron de su temporada más pirotécnica (realizaron 5,34 mates por noche), casi inmaculada (apenas 3 derrotas), aunque se ahogaron en la orilla. Michael Yong terminaría como máximo artillero del conjunto, 17,3 puntos, a los que añadía 5,7 rebotes. Olajuwon aumentó sus guarismos (13,9 puntos, 11,4 rebotes y 5,1 tapones) para distanciarse aún más en las finales (18,8, 13,2 y 8) y quebrar la banca los dos encuentros de Nuevo México sumando 41 puntos, 40 rebotes y 19 tapones, siendo designado MVP aún en el equipo perdedor.


En el cierre definitivo a su etapa estudiantil, sus brillantes registros (16,8 puntos, 13,5 rebotes en 34 minutos) tampoco se redondearían con el título. Arribó, destacado de high school, Rickie Winslow en el puesto de Drexler, que había firmado por los Blazers. Llegaron al faraónico Kingdome de Seattle habilitado para 40.192 espectadores, tras eliminar a Louisiana Tetch, Memphis State y Wake Forest y les contó un mundo deshacerse de Virginia en la prórroga (Sampson ya había emigrado a profesionales). En la otra semifinal, duelo de velociraptors con Ewing emergiendo ante el triunvirato interior de Kentucky (Sam Bowie, Mel Turpin y Kenny Walker) en una defensa de manual de los de John Thompson que dejaría a Kentucky en unos patéticos 11 puntos en la segunda mitad (3/33 tiros de campo con una serie de 0/21 de sus titulares). Georgetown dominó en el juego y en el marcador durante toda la final. Los Cougars hacían la goma y se llegaron a situar 54-57 con 10 minutos por disputar, pero la profundidad de banquillo de los Hoyas, personificado en Michael Graham y Reggie Williams (33 puntos y 12 rebotes entre ambos) decantó un choque desigual (85-74). “A veces he estado obsesionado por el campeonato. Me despertaba en medio de la noche. No quería 10 como Wooden, tan sólo quería uno y ahora ya lo tengo”, declaraba aliviado Thompson. “Hicieron lo que un gran equipo debe hacer siempre. No se preocuparon de las anotaciones individuales. Ellos no son un equipo egoísta y el equipo que jugó como tal ganó”, lamentaba contrariado Olajuwon. Efectivamente los números de los principales encestadores Williams (19), Wingate (16), Graham (14), Jackson (11) y Ewing (10) por los Hoyas, y Franklin (21), Young (18) y Olajuwon (15 y 9 rebotes), se diluyeron en el objetivo de la conquista del título.

 


Una moneda al aire

The winner is… (que se decía antes) … Houston. Sí, y por dos veces consecutivas los Rockets se llevaron el premio gordo del draft. El coin flip decantó la suerte de la lotería a favor de los tejanos. Si en el 83 eligieron a Ralph Sampson, un año más tarde se inclinaron por “The Dream”, como le había apodado uno de los asistentes de Lewis, para formar un juego interior onírico, The Twin Towers, las Torres Gemelas. Esa ceremonia pasó a la historia por ser la primera oficiada por el revolucionario David Stern como comisionado, por ser la última regida mediante el sistema del lanzamiento de la moneda al aire y por aportar el mayor montón de talento conocido a la NBA… Olajuwon (nº1), Sam Bowie (2), Michael Jordan (3), Sam Perkins (4), Charles Barkley (5), John Stockton (16), entre otros… Hasta el icónico atleta Carl Lewis fue escogido por los Bulls en la posición 208 (también fue seleccionado para el fútbol americano por los Dallas Cowboys) … Una locura. Busquen, comparen y si encuentran alguna cosecha mejor, bébansela.

Creada en San Diego en 1967, trasladada a Houston en el 71, la franquicia de los Rockets había vivido su momento más dulce una década más tarde de la mano del gran Moses Malone. Los orgullosos Celtics alcanzarían su decimocuarto título en la temporada 80/81 a costa de los tejanos. Tras la era Malone, Houston puso en manos del experimentado técnico Bill Fitch (campeón con Boston) el proceso reconstructivo. Pese al buen debut de Sampson (Rookie del Año, tercer mejor taponador y quinto reboteador de la Liga), resultó un curso de transición hasta la llegada de Olajuwon.

 


Las Torres Gemelas

El impacto del nigeriano y su combinación con Sampson derivó brutal desde su génesis. Si en el estreno, promediando Ralph 22,1 puntos y Akeem 20,6, entraron en play offs (gracias a un balance 48/34) para entregar la cuchara, bisoños, a las primeras de cambio ante Utah (2-3), en el segundo curso confirmaron la atractiva apuesta. Aunque tuvieron que cortar a John Lucas, que recayó en la droga, alzaron el cupo de victorias hasta las 51. En postemporada Sacramento y Denver no fueron obstáculo y se plantaron en la final del Oeste frente a los luminosos Lakers. En temporada regular, LA se había impuesto en los tres primeros encuentros con un chaval de 39 años (Jabbar) promediando 42 puntos. A la cuarta, Houston había abierto el melón reduciendo los poderes del mozo a sólo 18 tantos.

Los angelinos inauguraron su casillero de victorias (119-107) en la serie, merced a otro despliegue del rey del gancho, que confirmaba su nominación en el quinteto ideal de la Liga (por un voto más que Olajuwon) con unas estadísticas deslumbrantes en la apertura (31 puntos, 6 rebotes y 3 tapones) que superaron los 28 tantos y 16 rechaces del de Lagos. En el siguiente asalto Olajuwon cumplió uno de sus sueños infantiles, taponar el célebre “Sky Hook” (lo hizo por dos veces) y los Rockets asaltaron sin miramientos el Forum (102-112) en una palmaria demostración de su dúo de goliats (Sampson 24 puntos, 16 rebotes, 9 asistencias y 5 chapas; Olajuwon 22 puntos, 13 rebotes y 6 gorros). En las dos posteriores derrotas en el Summit, Pat Riley llegó a asomar la bandera blanca, “no tengo más respuestas para tratar de pararle”, tras las exhibiciones del africano (40 puntos y 12 rebotes y 35 y 8). De vuelta a California, a falta de 5.14 y un marcador de 103-99 a favor de los amarillos, Olajuwon (30 puntos) y Mitch Kupchak se enzarzaron en una pelea y fueron expulsados. Un triple de Robert Reid empata el partido en el último minuto. Byron Scott desaprovecha la última posesión local y Houston saca desde el centro del campo con un segundo por jugar. McCray encuentra a Sampson que se gira, sin saber exactamente donde se encuentra el aro, y anota un milagroso (según Riley) lanzamiento (29 puntos) que les da el paso inesperado a la Final.

 


La Leyenda del Pájaro

Esperaban los todopoderosos Celtics, que pisaban con zapatillas de andar por casa terreno conocido, las Finales. A esas alturas y en semejante escenario los del trébol nunca admitían bromas. El sábado previo a la apertura, su entrenador, el mítico K.C. Jones tuvo que poner fin al entreno “se estaban comiendo los unos a los otros, tenía miedo de que se lesionara alguien”. Las faltas mellaron de inicio el poderío interior tejano (a los 5 minutos Sampson -sólo 2 puntos- ya había cometido 3 y a la vuelta de vestuarios la señalización de la cuarta y quinta sobre Olajuwon -33 puntos y 19 rebotes- abrieron la definitiva brecha). El legendario sexteto bostoniano se ancló a las dobles figuras (Bird 21 puntos, 9 rebotes y 13 asistencias; McHale 21 puntos y 8 rebotes; Parish 23 puntos y 5 rebotes; Dennis Johnson 19 puntos, 12 rebotes y 8 asistencias; Walton 10 puntos y 10 rebotes). No hay más preguntas señoría.

Otra devastadora racha local (34-19) en el tercer cuarto acaudillada por Bird (31 puntos, 10 rebotes y 7 asistencias) desniveló el segundo encuentro.

El desarrollo del siguiente envite en Houston hacía pensar en un nuevo triunfo verde (en ventaja 94-102 a falta de 3.19), pero los “cohetes” voltearon el marcador (106-104) en ese lapsus. El esfuerzo grupal (Olajuwon 23 puntos y 10 rebotes; Sampson 24 y 29; Reid 20 puntos y 9 asistencias; Lloyd 14 puntos; McCray 12 puntos y 6 rebotes) se vio recompensado. Bird no se separaba de la linde del triple doble (25 puntos, 19 rebotes y 11 asistencias) y McHale tenía puesto el piloto automático (28 puntos y 18 rebotes).

El nuevo combate en territorio aeroespacial marcó la serie. Igualdad extrema con tres empates y 9 cambios en el marcador del último cuarto hasta que el Pájaro dijo basta con un triple que situaba el electrónico 101-104, previo al definitivo 103-105.

En el siguiente choque, Houston puso una tirita a la herida, pese a que a los 14 minutos Sampson (cuando llevaba 12 puntos) fuera expulsado tras propinar un puñetazo a Sichting. El altercado envalentonó a los Rockets que se llevaron su mejor encuentro (111-96). Olajuwon igualó el récord de tapones que tenía Walton (8) en uno de los partidos de las finales del 77, además de enchufar 32 puntos y embolsarse 20 rebotes.

Pájaro viejo no entra en jaula. En la primera opción de cierre, los Celtics alzaron su decimosexto anillo. Sin piedad, como si al descanso no hubieran llegado con una diferencia a favor de 17, arrearon un nuevo parcial de 7-0, que llegó a alargarla hasta 27. Los números no mienten. En el definitivo 114-97 el sexteto se mostró inabordable (McHale 29 puntos y 15 rebotes; Parish 11 y 14; Walton que “había olvidado lo bonito que era esto”, 10 y 11; Ainge 19 puntos y Dennis Johnson 10 puntos, 5 rebotes y 5 asistencias). Salvo Sichting, el resto del banquillo céltico sólo participó en los últimos 2 minutos. Bird comía en la época en una mesa aparte con distinta vajilla (tercer MVP consecutivo y tercer triple doble en la serie con 29 puntos, 13 rebotes y 12 asistencias, antes de irse a entrenar otro poco a su granja de Indiana “para mejorar su juego”).

 


El derrumbe de una torre

Si Akeem progresaba muy adecuadamente al amparo del ayudante Carroll Dawson que insistía machaconamente en reversos, ganchos y tiros, la salud de Ralph se deterioraba hasta que pronto dijo basta.

Merece la pena detenerse en Sampson. Un auténtico ídolo para el estado de Virginia. A los 14 años, ya alzándose 190 centímetros del suelo, en el colegio le apodaban “stick” (palillo) por su extremada delgadez. Tanta que su madre no permitía que le viesen a torso descubierto. Siguió creciendo de tal manera que encargó una camiseta para responder a todo el que le abordaba acerca de su estatura: “Sí, mido 7 pies (2,13 metros)”, aunque estirara después 13 centímetros más. Con 17 años realizó una actuación descomunal (29 puntos, 23 rebotes y 8 tapones) para obtener el campeonato estatal ante Bruton (70-57), que repitió en su último curso de instituto (70-51 sobre Sulfolk). Sus 29,5 puntos y 20,4 rebotes de media le situaron en los mejores quintetos de la nación y llegó a recibir hasta 16 ofertas de las mejores universidades. Cuando el 31 de mayo de 1979 anunciaba que ponía rumbo al campus de Charlottesville, para jugar en la local Virginia, emocionó a todo el estado, llegando a superar en popularidad al tenista Arthur Ashe. Contribuiría de paso a la integración en una ciudad, Harrisonburg, de aplastante mayoría blanca (95%). Durante su brillante etapa universitaria estuvo tentado por Auerbach y sus Celtics y después por Lakers y Clippers. A todos dijo no. En su último partido en casa se agotó el papel una semana antes y se leían pancartas de adoración “Sampson es Dios” o incluso propuestas de matrimonio “cásate conmigo”. Ganaron 83-81 a Maryland, pero el título se volvió a escapar. Después de 3 nominaciones consecutivas como mejor jugador del país, su elección como número 1 del draft no albergaba duda. Rookie del año sin discusión, completó tres campañas excepcionales de profesional hasta que su cuerpo evidenció símbolos de flaqueza. Ya no le sostuvieron ni su machacada cadera, ni sus delicadas rodillas ni su castigada espalda. Cuesta creer que disputase sus primeros 236 partidos consecutivos como “pro” sin casi percances, para luego ser un fijo en la enfermería. Una pena porque sintonizó y se complementó con Olajuwon desde el primer día, pero lo que su excelso talento le dio, su liviano físico se lo quitó. Desgraciadamente la elucubración de Bobby Knight no se cumplió: “Puede ser tan bueno como el mejor jugador norteamericano que haya visto en mi vida”. No, pero pocos se han manejado en una cancha con esa desenvoltura y talla. Mediada su cuarta campaña, fue traspasado a Golden State Warriors. Mustio, ya no era ni la sombra de aquel maravilloso e ilusionante jugador capaz de hacer cualquier cosa. Una pena.

 


El largo camino hacia el título

Tras el subcampeonato, muy pronto se diluyeron las esperanzas al título. Lewis Lloyd y Mittchell Wiggins fueron suspendidos durante dos años por consumo de cocaína y Sampson (sólo 43 partidos, promediando 15,6 puntos) inició su cuesta abajo, maltratado por las lesiones. En el All Star, Moses Malone agasajaba a su pupilo: “Este chico (Akeem) es un jugador. Denle tiempo y se hará el dueño de la Liga” y el pipiolo se empeñaba en dejarlo bien (23,4 puntos, 11,4 rebotes y 3,39 tapones en temporada regular). Más no pasarían de la segunda ronda de play off en Seattle.

Al poco de iniciarse la siguiente campaña, Akeem es acusado de drogadicto. El africano le cruza la cara a su compañero Robert Reid por difundir los rumores esparcidos, al parecer, por el jugador de los Pistons Adrian Dantley, a la vez que ofrece 100 mil $ al que demuestre su adicción. Asunto cerrado. En las Navidades, las “Twin Towers” separan sus caminos. Sampson es traspasado a cambio de Joe B. Carroll y Eric “Sleepy” Floyd. Pero aquello no funciona y Olajuwon arremete contra el entrenador Fitch “los jugadores tienen miedo de cometer cualquier error y nadie conoce su papel en el equipo” y los recién llegados Floyd “es egoísta, sólo quiere anotar, no pasar dentro” y Carroll “le falta sangre”. En aguas revueltas, vuelven a naufragar en el cruce antes Dallas (1-3), pese a que los 150 puntos del nigeriano (más 16,8 rebotes y 2,7 tapones) suponen un récord NBA en una eliminatoria cerrada en 4 partidos. Entra en el mejor quinteto de la Liga y en 6 encuentros hace más de 20 puntos y 20 rebotes.

La temporada 88/89 se inicia con plena revolución, pues 9 jugadores (destaca el pivot de los Sacramento Kings Othis Thorpe) nuevos acompañan al entrenador Don Chaney. Olajuwon cierra el curso como único jugador en situarse entre los 10 mejores de 4 clasificaciones (primero en la lucha por el rebote: 13,5 por noche), pero a nivel colectivo no salen de la mediocridad para caer en primera ronda ante Sonics ese año y Lakers en los dos siguientes. Consigue el 29 de marzo de 1990 el tercer cuádruple doble de la historia de la Liga (18 puntos, 16 rebotes, 10 asistencias y 11 tapones) ante Milwaukee, después de que el día 3 de ese mes se hubiera quedado a un pase (29 puntos, 18 rebotes, 11 tapones y 9 asistencias) de completar la hazaña contra Golden State.  En lo personal vive un trienio difícil. Su expareja le demanda por romper la promesa de matrimonio y un juez federal dictamina en favor de la agraviada, a la que ha de pasar una manutención de 1500 $ mensuales para el mantenimiento de la hija en común. Los medios le acechan y se enzarza con algún periodista. Sufre fuertes dolores en las piernas y en el verano del 89 es hospitalizado para tratarse de varios coágulos. A principios del 91 un codazo de Bill Cartwright le provoca una grave fractura en la córnea. Es intervenido, se pierde 2 meses de competición y tiene que usar gafas protectoras. Añade una “H” a su nombre Hakeem (hombre sabio) y refuerza sus creencias musulmanas. La incorporación de Kenny Smith deviene capital para alcanzar el mejor balance de victorias -pese a los 26 encuentros de ausencia del pivot- de la franquicia (52/30). Chaney es designado entrenador del año, pero no pasan de primera ronda. En la siguiente, regresan las arritmias y problemas cardiovasculares y se quedan sin play offs (por primera vez en 8 años). Enfrentado a la gerencia de la franquicia, que le infravalora, está en un tris de salir del equipo.

 


Dando pasos hasta el Campeonato

La temporada 92/93 trae signos esperanzadores: una buena elección en el draft (Robert Horry), la reconciliación con la directiva que conlleva la dificultosa renovación millonaria de Hakeem (arreglada con el propietario Charlie Thomas en un vuelo de pretemporada a Yokohama), convertido en ciudadano estadounidense, y un mejor comportamiento en postemporada (tras un excelente balance 55/27). Eliminan a los Clippers de Mark Jackson, Ron Harper y Danny Manning, para caer en el séptimo, después de prórroga, 103-100, en Seattle.

Rudy Tomjanovich, que se había hecho con los mandos de la plaza en el 91, va ensamblando piezas en inteligente postura “no voy a imponeros estilo, vais a ser vosotros quienes lo hagáis, éste va a ser vuestro equipo”. Descartan a Sleepy Floyd y firman de la CBA a Mario Elie y Scott Brooks, del draft al prometedor base Sam Cassell y de Europa al venezolano Carl Herrera. Y salen esa campaña 93/94 como tiros (22/1). En el All Star, pese a perder, Olajuwon y Robinson (19 puntos cada uno) humillan a un subidito O´Neal: “Preparaos que os voy a dar un repaso”. Los problemas de riñón de Sean Elliot obligan a interrumpir el canje con Robert Horry. Se llega a la postrera jornada de la “regular season” con el título de máximo anotador en disputa: David Robinson convierte un fardo de puntos -71- ante los Clippers para adelantar a O´Neal en línea de meta (29,8 puntos por 29,3), con Olajuwon levemente rezagado (27,3). Houston concluye segundo en el Oeste, a la vera de Seattle. George Karl debería haberse tapado: “No veo a ningún equipo capaz de ganarnos en 7 partidos”, pues Denver les echa a las primeras de cambio.

Olajuwon promedia 34 puntos para derribar la fortaleza Blazer. El siguiente cruce pertenece a la hemeroteca. Phoenix aborda el Summit en los dos primeros enfrentamientos con Charles Barkley y Kevin Johnson superlativos. Houston devuelve la afrenta a los “soles” y pone las tablas a domicilio. La eliminatoria parece recobrar la cordura con dos victorias locales para afrontar el definitivo en Tejas. El “Gordo” renqueante de sus aductores, aunque apenas puede saltar lo da todo (24 puntos y 15 rebotes), pero la ayuda de Kevin Johnson es insuficiente ante el poderío de Hakeem (37 puntos y 17 rebotes) y el tino de Cassell (22) y Horry (15). La final del Oeste ante Utah es más compleja de lo que apunta el resultado (4-1). Stockton y Malone exponen sus cartas, Jerry Sloan se resigna a rezar, pues Olajuwon comanda el combate desde el inicio (72 puntos en los dos primeros choques), iluminado por la concesión de su merecido MVP (al que añadir el de Mejor Jugador Defensivo). Nada que oponer a tal poderío. El prolongado buen hacer de Tomjanovic (los Rockets ya se saben bien mandados), listo en su gestión, capaz en su toma de decisiones, coloca a los Rockets en situación de acceder el anillo y romper el mal fario de la “Choke City” (ciudad agobiada), pues no había conocido campeón en ninguna de las ligas profesionales.

La terrible serie ante los durísimos Knicks de Pat Riley fue la de tanteo conjunto más bajo de la historia (1215 puntos). Ambas escuadras cementaban las zonas (Ewing, Mason y Oakley vs Olajuwon, Thorpe, Horry y Herrera), presumían de férrea presión en el perímetro y procuraban liberar a sus tiradores (Derek Harper y John Starks vs Kenny Smith, Vernon Maxwell, Ellie y Cassell). Todo muy parejo.

El poderío en la pintura (Olajuwon 28 puntos y 10 rebotes, Thorpe 14 y 16, Herrera 10) unido al temple de Cassell en el último cuarto, bastó para abrir el casillero tejano. Los neoyorkinos elevaron su efectividad del 34 al 52%, con 7/10 triples entre Harper y Starks, dando una vuelta de tuerca atrás, para robar el factor campo. La rescatada circulación de balón y la gran lectura de juego de Olajuwon, que desde 1991 triplicaba su número de asistencias, enjugaba el hurto en la Gran Manzana. Oakley y Mason daban una palmaria demostración de garra para restablecer la igualdad y poner por delante a NY en el último enfrentamiento en el Madison. La transmisión de ese encuentro, dominado por la intimidación de Ewing -8 tapones- y la superioridad de Harper y Starks, fue interrumpida durante 10 minutos por la persecución y detención en directo a O.J.Simpson. En los dos encuentros del desenlace en Houston, Olajuwon no hizo prisioneros (30 puntos y 10 rebotes y 25 y 10) y dejó inédito a Ewing en la puntuación de los cuartos definitivos. En el sexto, Starks que había anotado 16 puntos en los últimos 12 minutos, erró el lanzamiento triple que les hubiera dado el título. Para el 7º asomaron los bases de Houston (Smith ya había sacado la cabeza en el precedente con un triple clave y Maxwell sirvió como inhibidor de Starks, 2/18, negado en el tiro). Diez años después de su llegada a profesionales, Hakeem Olajuwon -MVP de las finales con 27 puntos, 9 rebotes, 4 tapones, 3,5 asistencias en 43 minutos de promedio- honraba y hacía feliz y campeona a una ciudad, cuya franquicia había cambiado 12 meses antes de dueño (Leslie Alexander). Lo de “Houston, Houston tenemos un problema” ya sólo queda para las películas del espacio.

 


Repeat

En los instantes previos al partido frente a New Jersey, David Stern les hace entrega de los anillos de campeones. El de Hakeem es engarzado en platino, pues el Islam prohíbe el uso del oro. En otoño el nigeriano visita en la cárcel al boxeador Mike Tyson, condenado por violación. Portland y Orlando (O´Neal 30, Hardaway 29) ponen fin al inicio virginal de Houston (9-0). Se lesiona en su mano derecha, al chocar contra una cámara de TV ubicada en la línea de fondo y monta en cólera. Llegan al parón del Partido de las Estrellas de forma muy irregular (29/17) con Maxwell sancionado con 10 partidos al agredir a un aficionado. Dos circunstancias conmocionan la Liga: la vuelta de Michael Jordan y la operación de canje por la que Clyde Drexler y Tracy Murray terminan en los Rockets a cambio de Otis Thorpe y una elección en el futuro draft. Houston se resiente en el rebote, finalizan 47-35 en un poco halagüeño 7º puesto del Oeste con el factor campo en contra de todas las eliminatorias. Roen el duro hueso de los Jazz en 5 partidos (2-3). Batieron el récord de triples en el segundo encuentro (19) y un Drexler imperial (desde su llegada instalado en el asiento del copiloto) justificó su traspaso en los dos últimos (41 y 31 puntos). “A los Rockets, como a las serpientes., hay que rematarlos” (Charles Barkley tras adelantarse 3-1 en la serie). Lo que ocurrió después le dio la tozuda razón, pues los tejanos levantaron la serie y la finiquitaron en un épico desenlace en Phoenix (114-115). Kevin Johnson (46 puntos y 10 asistencias) descargó toda la munición, bien auxiliado por Barkley (18 puntos y 23 rechaces), pero el dúo estelar visitante “Bonie” Olajuwon & “Clyde” Drexler (29 dianas cada uno) solventaron el duelo del salvaje oeste.

Ni siquiera la elección de David Robinson como merecido MVP de la temporada distrajo a Olajuwon de la llamada “Batalla de Texas”. En El Álamo acechaba el almirante Robinson con toda su tropa. Los “cohetes” obviaron el tute que traían (12 partidos en 24 días) y Horry aprovechó un despiste de un Rodman sin domesticar para anotar la canasta definitiva del primer choque (93-94). En el segundo, Olajuwon, con la chapa de sherriff prendida, explicó al detalle su manual de movimientos (41 puntos -19 en el tercer cuarto-, 16 rebotes y una milimétrica visión de juego; Horry hizo 5/8 en triples cuando aquel era doblado) para encauzar el pleito (96-106). Los Spurs demostraron orgullo y sentido para hacerse con los dos siguientes triunfos foráneos, aislando a Olajuwon (necesitó 32 tiros para hacer 43 puntos en el tercero) y aplicándose en el rebote. En la vuelta a casa, Bob Hill (preparador de San Antonio) concentró a sus hombres en un hotel del extrarradio para darles la sensación de que volvían a jugar fuera, más cometió un error definitivo castigando de salida a Dennis Rodman por llegar tarde a un entreno. El 18-32 del cuarto inicial presagió la exhibición de Olajuwon (43 puntos, 9 rebotes, 8 asistencias y 5 tapones) y Cassell (30 puntos y 12 asistencias) en la masacre (90-111) previa a la solución definitiva. En el Summit el señalado Robinson falló 2 tiros libres y perdió un balón trascendental en la derrota 100-95. David asumió su inferioridad ante el “Goliat” africano (35,3 puntos promediados) y, tras recibir otros 39 tantos, declaró “aunque suene cómico, creo que le he marcado bastante bien”. Hay que concederle mucho valor al mayúsculo desempeño de Houston que arribó la postemporada sin Maxwell (en excedencia voluntaria), Herrera (dañado en el hombro) y tres agentes libres para mitigar la baja de Thorpe y se presentaron a la final nacional como el único equipo en la historia en ajusticiar a otros tres que en temporada regular hubieran obtenido más de 50 victorias. El feroz Oeste.

Por el lado oriental, el equipo de Disney se presentaba como animada alternativa. Gozaban del base más chispeante e imaginativo, Anfernee “Penny” Hardaway, que surtía a sus tiradores Nick Anderson y Dennis Scott y cebaba al descomunal Shaquille O´Neal. Horace Grant, con muchos tiros pegados, paliaba en parte el mayor defecto de los de Orlando, su inexperiencia.

Las finales se abrían con un lance espectacular, a la altura del evento con los rifles humeantes (se batió la marca de triples lanzados y convertidos). Los Magic aprovecharon la caraja de los campeones (adormecidos tras 6 días de descanso) para marcharse por hasta 20 puntos en la primera mitad. La sangre no llegó al río y Houston pudo retorcer la desventaja merced a la inspiración de Kenny Smith (23 puntos -5 triples en el tercer cuarto- y 7 asistencias), Drexler (23 puntos, 11 rebotes y 7 asistencias) y Horry (19 puntos, 8 rebotes y 5 tapones). Lanzado por sus estrellas, Penny 26 puntos y 5 asistencias, y Shaq 26 puntos, 16 rebotes, 9 asistencias y 3 tapones, Orlando parecía tener el encuentro en la mano (110-107), pero a Nick Anderson (22 puntos) le tembló y erró 4 fatídicos tiros libres en los últimos 10 segundos del tiempo reglamentario. La piedad no casa con los títulos. Kenny Smith envolvió el regalo a 1,6 segundos de la conclusión con un triple que desembocaba en la prórroga. Olajuwon (31 puntos, 6 rebotes, 7 asistencias y 4 tapones) esperó su palabra -palmeo- para completar el crucigrama (118-120) a falta de 3 décimas. El periodista del Houston Chronicle retrataba la cara de bobos que se les había quedado a los locales, personificada en Buzz Broman (su entrenador de tiros libres) al que le auguraba menos futuro “que al profesor de abstinencia sexual de Madonna”.

En el embarque siguiente, Houston ahondó en el shock rival para distanciarse (32-52) hacia el minuto 20. Reaccionaron pertinaces O’Neal (33 puntos, 12 rebotes y 7 asistencias) y Hardaway (32 puntos y 8 asistencias), sin que su esfuerzo sirviera ante la omnipresencia de Olajuwon (34 puntos, 11 rebotes y 4 tapones), la puntería de Cassell (31 tantos en 30 minutos) y el saber estar de Drexler (23). El aporte energético y anotador (41 tantos por 11) desde el banquillo tejano no admitía comparación. Horry además se mostraba como un aventajado ladrón (sus 7 robos eran récord en unas finales). “Nos está traicionando la impaciencia y la presión. En Houston jugaremos con la lección aprendida”, alzaba la voz Penny.

Muy ajustado resultó el choque en Texas (106-103), sentenciado por el polivalente Horry, Su triple a falta de 14 segundos ponía el clarificador 104-100 y su punto número 11 en el cuarto. Antes el afán de O´Neal (28 puntos, 10 rebotes, 6 asistencias y 3 tapones), Hardaway (19 puntos y 14 pases de canasta) y Grant (18 tantos y 10 rechaces) volvía a quedar inoculado por el núcleo duro de los Rockets (Olajuwon 31 puntos, 14 rebotes y 7 asistencias; Drexler 25 puntos, 13 rebotes y 7 asistencias; Horry 20 puntos y 9 rebotes; Ellie 17 puntos). Sin noticias de Anderson (que no había encontrado burladero) y Scott (5/24 tiros entre ambos). La soga ya se combaba.

Penny y Shaq (otros 25 puntos por cabeza), muy solos, claudicaron en el cuarto (113-101). “Sweep, sweep, sweep” (barredlos, había clamado la grada del Summit). Olajuwon, obediente, siguió en su versión huno -35 puntos, 15 rebotes y 6 asistencias-, pese a la feroz oposición de Shaq durante toda la serie. Elli y Horry no perdieron onda con 4 triples cada uno y 22 y 21 tantos. Drexler, que 6 meses antes se hallaba “frustrado y sin ilusión” en Portland, no dejó pasar la oportunidad y sumó en todos los apartados (15 puntos, 9 rebotes y 8 asistencias). Y Cassell demostró de nuevo que había llegado para quedarse (13 puntos). Tomjanovich pronunció una frase histórica: “a todos los que nos miraron con recelo, nunca subestimen el corazón de un campeón” (partieron desde la marca más baja, décima posición en temporada regular, de un equipo luego campeón) y destacó al binomio estelar en la conquista: “Hakeem es el motor, pero Clyde (20,2 puntos, 6,4 rebotes y 4,7 asistencias en playoffs) es la batería, el auténtico revulsivo”. Kenny Smith resaltó arrobado a Drexler “le veíamos como un intruso hasta que nos conquistó cuando Hakeem cogió la anemia” y Horace Grant ensalzaba el papel de Robert Horry: “Tiene todas las bazas para ser el relevo natural de Pippen”. Orlando, que no había encadenado 4 derrotas consecutivas durante el curso, pagó la novatada y nunca encontró a un tercer hombre que siempre emergía en los tejanos.

 


Del reinado de Jordan al de Shaq y Kobe

Durante las vacaciones se libra por los pelos (una lesión de última hora) de boxear frente a Shaq en la esperpéntica pelea organizada en uno de los casinos de Donald Trump de Las Vegas por el agente de ambos, Leonard Amato. Chicago se rearma con el díscolo Rodman y baten el récord de victorias (72-10). Houston concluye 5º en el Oeste y se desembarazan de los Lakers del regresado Magic sin mayor obstáculo, pero encallan ante el excepcional plan defensivo ideado por George Karl. Los Sonics (en los que sobresalen Schrempf, Payton y Kemp) reducen a 15 puntos en los 3 primeros partidos la media anotadora de Olajuwon cuando su registro histórico en playoffs era de 28 “me sentía como un animal atrapado en una red”. En el cuarto encuentro liquidan de manera definitiva la eliminatoria provocando 18 pérdidas tejanas y llevándolos a un pobre 38% de acierto en el tiro. Más, Seattle no puede aplacar la sed de victorias con la que regresa al trono Michael Jordan y caen en una disputada eliminatoria 4-2. En verano, Hakeem se cuelga el oro con USA en unos discretos JJOOs de Atlanta. Tras los mismos contrajo matrimonio siguiendo la tradición musulmana con su esposa Dalia Asafi, que por entonces contaba con 18 años.

El estío traía un premio “gordo” para Houston. Llegaba Barkley a cambio de Sam Cassell, Robert Horry, Mark Bryant y Chucky Brown en su último intento a sus 33 años de alcanzar el campeonato. “Sir” Charles había promediado 23,2 puntos y 11,6 rebotes en su periplo profesional y su contratación fue alabada por los pesos pesados del vestuario. “Es una operación cojonuda” resumiría Drexler. Y el de la universidad de Auburn respondió desde el principio (en el segundo partido acudió a Phoenix para recibir la ovación del graderío y amargar el Hallowen a la familia Colangelo aportando 20 puntos y 33 rebotes). Pero la salud no iba a respetar a los tejanos: Olaujwon sufrió dos episodios de arritmias, por lo que fue ingresado, Drexler padeció problemas musculares y Barkley tenía la cadera hecha papilla. “El único sitio del cuerpo donde la grasa no me protege”, ironizaba. Aun así, no tuvieron mayores contratiempos para limpiar a los bisoños Wolves (ya apuntaba a estrella Kevin Garnett) y hacerse fuerte en el duro cruce ante Seattle (4-3) que sirvió de aperitivo a la cruenta final occidental. Hakeem se despachó a gusto ante las supuestas malas artes de los Jazz “son unas bandas de farsantes… siempre juegan a la falta y al engaño” e incluso remitieron videos a la Liga remarcando los bloqueos ilegales de Utah. Se repartió a base de bien y la paridad presidió la serie (el sexto choque, y la eliminatoria, se decidió por 3 puntos tras un decisivo triple de Stockton). Si Malone había recogido el MVP de la temporada regular, su Majestad Michael siempre duerme con un ojo abierto y atracaba la joyería a cara descubierta para cubrir un quinto dedo con otro anillo.

El algodón no engaña y el DNI tampoco. De los titulares del siguiente curso, salvo Maloney ninguno baja de la frontera de los 35 años. Hakeem se convierte en el 12º jugador de la historia en pasar de los 24 mil puntos. Aun con flato, entran de milagro, octavos con igual número de victorias que de derrotas, en postemporada. Pelean con orgullo (2-3), Barkley se pierde lesionado los dos últimos encuentros, ante Utah y Drexler anuncia su retiro. Jordan corona su reinado (sexto campeonato).

En la temporada del lock-out y 50 partidos, Pippen, con muchas vidas gastadas, se une al proyecto, pero mezcla mal (especialmente con Barkley). Afloraron egos y la plantilla demandaba el libro de reclamaciones a cada rato. Los Lakers los destrozan en las eliminatorias iniciales y San Antonio Spurs abre la despensa de los títulos. Los virtuosos jóvenes, Steve Francis y Cutino Mobley, no pueden detener el imparable declive en el siguiente bienio sin playoffs. El singular e inflamable dúo O´Neal-Bryant somete a su dictado a toda la NBA durante 3 años hasta que se tiraron los trastos a la cabeza. Hakeem con 38 tacos pone rumbo a Toronto para dar sus últimas brazadas, buscando una franquicia con aspiraciones. Vince Carter es un gran jugador, pero hasta sus compañeros dudan de su fuerza de arrastre para liderar al grupo hacia el anillo. Detroit se merienda a los Raptors a las primeras de cambio y Olajuwon, muy diezmado, decide poner fin a su gloriosa carrera profesional tras 18 años (17 de cohete). Hasta las estatuas algún día llegan a envejecer.

 


Un grande entre los grandes

Más allá de todos sus registros (sigue siendo el máximo taponador histórico de la NBA), jugadas (patentó aquel “dream shake”, pasito atrás previa finta de gancho y posterior penetración), nominaciones y títulos, ha quedado para la historia (desde 2008 orbita en la cofradía del Hall of Fame) como uno de los más grandes jugadores de todos los tiempos, sublimando la posición de pivot. Jugador de una pieza. Supuraba clase, concentró todas las habilidades. Aunaba pulcritud y fiereza. Instalado en la excelencia, le caía igual de bien la etiqueta que el mono de andamiaje. Duro como el pedernal, fino como el coral, académico en sus fundamentos, mostró a toda una generación cómo dominar con distinción desde el poste bajo, cómo leer, distribuir y lanzar desde el cuello de la bombilla. Intimidaba delante y detrás, abarcaba todos los ángulos de la zona. Más efectivo que dado a las guirnaldas, al fogueo. Coleccionó cadáveres, no dejó ilesos, a su ajuar no se resistió ninguno de sus coetáneos. Con la retirada elevó su magisterio hacia determinados jugadores (Kobe Bryant, Yao Ming, Amare Stoudemaire o Lebron James) que recurrieron al profesor emérito para elevar su ya excelso nivel. Lucía cual delfín en aguas bravas, podía pegarse con un bisonte, escurrirse como una lagartija o disfrazarse camaleónicamente para descomponer rivales. Si de chaval idolatró a Kareem, en su madurez se convirtió en modelo e ídolo de Shaq. Pasan los años, el baloncesto y la vida han cambiado mucho, los triples dominan el juego, la media distancia y el juego interior son disciplinas en extinción, pero cada vez que un chico recibe de espaldas, traza un amago, perfila un reverso y anota con delicadeza en las proximidades del aro, algo nos hace tilín y nos recuerda a Hakeem Olajuwon. Sus maravillosos movimientos se conservan en formol. Por algo será.


5 Sentidos, El Sitio De Mi Recreo

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Te das cuenta de que te haces mayor cuando cierran o traspasan alguno de los bares que han “copado” tu vida. Lo fueron Deza y La Bodega en su día en mi “Prospe” y ahora me ocurre con 5 Sentidos. Es la primera vez que dedicó un texto a un bar, pero creo que la ocasión lo merece.



Me acercó al restaurante la casualidad o mejor dicho la envolvente afición al baloncesto de mi amigo Felipe, al que conocí gracias a este blog. Aterrizamos una noche, con bastante cautela, en una de las luego famosas “friki-cenas”. Me espanta la palabra friki, pero lo paso bomba en las cenas entre amigos y familiares. El sitio, pequeñito, aparentemente no tenía nada de extraordinario, no llamaba excesivamente la atención. Error. En cuanto asomé por la puerta supe que me iba a gustar. Iñigo nos recibió protocolario con su habitual amabilidad y nos presentó al resto de los comensales. Al momento no recordaba ni uno sólo de los nombres, pero me encontraba la mar de a gusto. Una cerveza y las primeras conversaciones sobre la actualidad cestística dieron paso al coqueto salón. Con el primer invitado que compartí mesa y mantel fue Pepu Hernández. Enseguida nos enganchó su verbo fácil y su proverbial memoria para repasar grandes momentos en Estudiantes y en el equipo nacional. Esa velada la disfrutamos todos a través del entrenador que nos había hecho campeones del mundo.

Cada mes el grupo aguardaba con impaciencia el anuncio que hacía Iñigo de los nuevos invitados. Así aparecieron para alegría de la parroquia entre otros Chechu Biriukov o Nacho Azofra a los que había entrevistado para el blog, Alfonso Reyes, José Luis Llorente, Pablo Martínez, Quique Villalobos, Jota Cuspinera, Julián Aranda, Ferrán López, Joe Arlauckas… Todos tuvieron su punto, unos más extrovertidos, otros más entretenidos, pero todos nos recreaban sus carreras y afrontaban las curiosas preguntas. Creo que ninguno se sintió incómodo y gozaron de las deliciosas viandas y de la charla. Quizá la palma se la llevó el legendario Lolo Sainz, al que la tremenda demanda le hizo acudir dos noches. Yo fui a la primera y en la barra vencí mi timidez inicial preguntándole, a sabiendas, si había entrenado en el colegio Claret. Su sonrisa lo devolvió a sus inicios como técnico. Nos ganó a todos con su simpatía, campechanía y su magnífica retentiva. Ocho décadas qué bien llevadas. Un mito de carne y hueso.



Además del desfile de jugadores, entrenadores, y árbitros (me dio coraje perderme por razones de salud las tertulias con algunos de ellos, Willy Villar, Mateo Ramos, Edgar Vicedo, Iñaki De Miguel, Piti Hurtado, Andrés Miso, Javi Cabrerizo, Óscar Carretero, Charly Sainz de Aja, Salva Guardia, Delfín Ramiro…) también nos visitaron periodistas del ramo y disfruté de las conversaciones igual o más. Cuando vino mi admirado Antonio Rodríguez, le pedí a Iñigo que me dejara sentarme a su lado (quería consultar la enciclopedia de primera mano). Ese día Lucas Sáez le dio un maravilloso y sosegado contrapunto. Carlos Sánchez Blas y Pilar Casado me imantaron aún más hacia mi vocación frustrada, Chema De Lucas regaló a helados e hizo gala de su excelso conocimiento de equipos, jugadores y mercados (la primicia de Mirotic fue un pelotazo) y supe que Ignacio Ojeda era el hijo del histórico Enrique de As y pensé que le aguardaba un buen futuro. En la fiesta de primer aniversario le declaré mi admiración al mejor narrador de baloncesto que yo haya visto, Fran Fermoso. Un crack. Otro descubrimiento fue el singular Rafa Muntion. Venía de retransmitir un partido en DAZN y lo pasamos genial. Un fenómeno con muchos tiros pegaos. Estuvo con el abrigo puesto porque se marchaba igual dos horas… Se le ocurrió invitar a una ronda cuando casi estaba en la puerta y fue su perdición... Vino con Gerard Solé, ya establecido como otro de los grandes cronistas de la actualidad. Al gran José Manuel Puertas (brutal su Tirando a Fallar semanal) nunca pude pillarle in situ, pero me deleitó su palique a través del chat. Tampoco coincidí con Santi Escribano, Pablo Malo de Molina o Enrique Corbella.

Normalmente las sesiones eran los jueves por la noche. A la mañana siguiente tocaba remar en el curro, pero sarna con gusto no pica y esos ratos son impagables. Hubo sus piques entre y madridistas y estudiantiles, sin llegar nunca la sangre al río. Hubo algunas confidencias de nuestros ilustres tertulianos, pero jamás nada salió de la cripta. Lo que se hablaba en 5 Sentidos, quedaba en 5 Sentidos.

Y en esto llegó la pandemia y lo paró todo. Y a Iñigo se le ocurrió una idea… Y si hacíamos las charlas una vez a la semana a través de Zoom… Y funcionó, vaya si funcionó. Por nuestras pantallas lucieron Beirán, Pablo Aguilar, Sebas Saiz, Luis Güil, Fernando Calero, Javi Zamora, Paco Redondo, Manuel Peña, Pep Cargol, Rodrigo San Miguel, Porfirio Fisac, Carlos Santos, David Sardinero, Pedro Martínez, Moncho Fernández (todavía se escuchan las carcajadas con su acojonante imitación de su paisano David Vidal), Txus Vidorreta (había tenido el privilegio de tomar una cerveza con él después de su partido frente al Estu y tiene todo el baloncesto en la cabeza), Sito Alonso, Ponsarnau, Tomás Jofresa, Mike Hansen, Jordi Martí, Berni Rodríguez, Dani Gómez (scouting de los Suns que nos destripó muchos de los entresijos de las franquicias profesionales) o Raúl López (menos mal que era tímido y que no le gustaban mucho estas cosas porque estuvo 3 horas y se echó unas risas como si tuviera delante a Leo Harlem). Había semanas que coincidían dos reuniones y, si caía en finde, la cosa se alargaba hasta las tantas. Vamos que el que no pasaba por 5 Sentidos, casi que como que no pintaba nada en el panorama del baloncesto nacional.

Y así Iñigo nos tuvo entretenidos cual flautista de Hamelín durante el dichoso Covid sobreponiéndose a unas circunstancias profesionales y personales muy duras. A mí desde luego me dio un ejemplo de positivismo y superación. Olé por tus dos pelotas de basket, tío. No tendremos días para agradecértelo bastante.

De la tropa de frikis no mencionaré nombres para no olvidar a nadie, pero como el Dream Team el equipo me saldría de carrerilla.

Ahora que parece que vamos volviendo a la normalidad, nuestra parejita preferida. Iñigo y Laura, han decidido hacer un parón y dedicarse a otros proyectos. GRACIAS porque durante un tiempo hicisteis del 5 Sentidos El Sitio de mi (nuestro) Recreo (que cantaba Antonio). Que os vaya bonito porque os lo merecéis, por currantes y por buena gente. No os podéis esconder porque os seguiremos allá donde vayáis. Hasta luego guapos.


Los milagros de Navidad

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¡Acojonante!

Anodado me hallo.

Para empezar, diré que no ví ninguno de los tres partidos y ando perplejo todavía por la hazaña blanca que he visionado al poco de levantarme. No doy crédito, aunque ayer vacilara un rato en chat de amigos poco antes del comienzo del encuentro: ¿A que gana el Madrid?, llegue a poner entre atrevido y alocado, con cierto pálpito.


No me da tiempo a revisar los partidos de baskonistas y culés, así que profundizaré algo más en lo sucedido en el Palacio, con la calma de haberme sentado frente al televisor sabiendo de antemano el resultado y sin la emoción que te otorga el directo.

Los de Vitoria y la Ciudad Condal madrugaron, cruzaron el pasillo de puntillas y abrieron sigilosos la puerta del salón, asomaron las cabezas y salieron disparados a las habitaciones de sus aficionados gritando sin medida: ¡Hay regalos! ¡Hay regalos!

Porque si Spahija le ha dado la vuelta al calcetín, devolviendo el color y la alegría a las caras de sus hinchas y la perdida confianza a muchos de sus jugadores, Jasikevicius es, además de un excelente entrenador, un agitador de masas, conciencias y voluntades.

Los vascos afrontaron el envite con sólo 8 jugadores sanos (sí, la pandemia y las lesiones están asolando vestuarios), la cabeza alta y las ideas claras. Baldwin asoma por fin en el jugador que todo el mundo sabía y se adueñó del partido y Costello se mostró como fiel escudero. No sé si este año les dará para llenar la Virgen Blanca, pero se hace camino al andar. En Navidades no se ganan campeonatos, pero es un notición que Baskonia haya vuelto. ¡A seguir!

No tengo dudas de que el Barsa es el favorito número de esta Euroliga. Sin su capataz (Calathes) ni su principal ejecutor exterior (Higgins), andan líderes, sacando partidos que se enfangan y está acostumbrando al Palau a creer, a vivir en la épica. Ayer, ante el tapado de la competición, neutralizó una desventaja que rondaba la veintena en el último cuarto para hacerse con el choque en la prórroga en otra noche mágica. Saras quiere “cabrones” (soldados) para los buenos y, sobre todo, para los malos días. Pero además goza del mayor talento ofensivo del Viejo Continente (Mirotic) y de una mano de seda (Kuric). El vetusto escenario ha recuperado identidad y compromiso y los azulgranas llegarán muy muy lejos.

Lo del Madrid-CSKA tiene explicación y la dio conciso y cabreado Itoudis: “Ellos tenían el deseo”. Los blancos podían haberse agarrado al parte de enfermería, aducir que tenían que pasar por la guardería de Valdebebas para enfrentar el partido, pero salieron poseídos hasta donde les llegaran las fuerzas, fieles a un himno y a una filosofía ancestral, veteranos y noveles. Que Llull y Rudy ya no están para todos los partidos es una realidad, pero es sabido que no te fallan en estos. Están y siempre se les espera. El gen competitivo no se les borra. Tavares, único interior puro, aparcó divergencias con los árbitros y se centró en lo que mejor sabe hacer: dominar la pintura. Williams-Goss crece y crece y le va a dar muchas cosas al Madrid. Su nivel físico atrás impresiona y pasa los bloqueos como nadie. Me recuerda a los bases de antes: sabe donde está y primero dirige y luego anota (ayer puntuó cuando su equipo más lo necesitaba). Pongamos a lo Corbalán, vamos. Lo de los chavales daba miedo: no tienen edad para entrar en una discoteca y jamás se habían puesto la camiseta del primer equipo en partido oficial. Pero gozaban de una ventaja nada desdeñable: desde hace años conocen lo que pesa esa casaca porque cada fin de semana se la enfundan. Lejos de amilanarse, el escudo les dio alas.

Chus Mateo merece una mención aparte y me alegra un montón por la cantidad de grandes entrenadores que hay en España. Se ha inmunizado al Covid de Laso y está dirigiendo con criterio y conocimiento. Ayer sabiendo de la escasez de piezas de que disponía, rotó con inteligencia y rapidez, procurando mínimos descansos a sus mayores. Entraron en el tramo final extenuados, pero con la fe inmaculada. Sorprendió dejando a Taylor para la intendencia defensiva y a Urban como amenaza exterior. Más la estrategia de quintetos plagados de enanos le dio rédito. Lo del señor Fernández de 4 es para hacérselo mirar. En dos palabras que diría el otro: im presionante.

El miedo a la pandemia en la proximidad de la Nochebuena ahuyentó mi deseo de ir al Wizink, pero como en aquel viejo Torneo anhelado por todos durante estas fechas, los milagros en Navidad existen. ¿Quién se atreve a negarlo?

Salud y felices fiestas para todos. Cuidaros mucho,


Vuelve la Copa

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A unos días del inicio de la Copa, aquí andamos cautelosos palpándonos las carnes entre vocablos pandémicos… mascarillas, test, certificados, brotes, que esperemos dejen paso a las canastas, asistencias o mates. Nada puede hacernos más feliz a los buenos aficionados al baloncesto que el retorno con público de su competición más luminosa y celebrada.

La Reconquista de los fieles no podía hallar mejor marco que la bella Granada. La mora y la cristiana, la paya y la gitana. La del Albaicín, el Sacromonte, los Palacios Nazaríes y la Alhambra. La ciudad sin estaciones, da igual cuando la visites, siempre luce espléndida. Allá que vamos.


Y el calendario, como el algodón, no engaña. Al festejo acuden a mitad de curso los estudiantes más aplicados. Algunos de mejores dotes (Baskonia, Unicaja y Gran Canaria) desperdiciaron sus talentos y se quedaron fuera. Se agradece ver por estas lides proyectos ilusionantes (Breogán, Manresa y Murcia) que a estas alturas han desarrollado los baloncestos más vistosos. No es casualidad que estén entre los más granados en puntos y recuperaciones. Sean bienvenidos lucenses, manresanos y murcianos, que no murciélagos, como llegó a equivocar un novillero al dedicar el brindis de su faena en el coso pimentonero.

Resulta gratificante en estos tiempos el mensaje identificativo de Sito Alonso hacia su club y su ciudad. Habla con pasión de la alegría de la gente, de la implicación del patrocinador, de las becas a los jóvenes deportistas, de su implicación en la cantera y alaba a sus guerreros, vilipendiados en los entornos más puristas. Frente a los críticos, defiende a capa y espada un baloncesto físico y dinámico para competir entre los grandes. Enarbola el talento de sus pequeños y la gallardía de sus gigantes.

Para los amantes de las series ya escribí hace unos días el parecido de Pedro Martínez y el célebre Mac Gyver. Ambos, de un chicle, un reloj parado y cuatro cables pelados te hacen una bomba de mano y sacan a los suyos del entuerto. Y lo hacen a diario con nocturnidad o plena luz del día y alevosía. Igual no le llevarías de monologuista al Club de la Comedia, pero denle unos días y el señor Martínez te hace un equipo reconocible que te entra por los ojos. Su ciencia no es discutible y el ritmo de su juego tampoco. La mayoría de los jugadores mejoran a su vera. Algunos… Moneke, Francisco, Bako, Thomasson o Sima, le deberán parte de sus próximas nóminas. Me alegra especialmente lo de Dani Pérez, magnífico en categorías inferiores para terminar de cocerse a fuego muy lento y convertirse en un sublime director de orquesta.

En Lugo no se salieron del carril ni con la sorprendente salida de Paco Olmos. Desde el minuto uno de la temporada la romería hacia el Pazo tenía buena pinta. Los Quintela ejercían de caudillos locales y acoplaron a los nuevos en la singular cofradía. Adoptaron para la causa a un tal Dznan Musa (al que equivocada y tempranamente habían comparado con Luka Doncic), le dieron a probar el pulpo, y el rapaz como por encantamiento de una meiga devino en una estrella de la liga. El triunfo ante Baskonia certificó su clasificación copera. No se me ocurre mejor homenaje para su ancestral entrenador, el gran Ricardo Hevia, recientemente fallecido.

Tenerife igual está más tapado que en ocasiones precedentes. Hizo pupa la lesión de Shermadini (un pivot a la antigua que no pasa de moda), pero el grupo tiene mimbres para liarla. Pasan los años y Marce (magníficamente auxiliado por Fitipaldo) no se apea de la élite de bases de la ACB. En sus cabezas, en los cantos de las muñecas de aleros (bajos y altos) y en el acierto interior del particular georgiano, estará el camino de los chicharreros en la competición. Nadie mueve el balón como ellos. Veremos si el divertimento se transforma en premio.

¡Qué pintón tiene la Penya este año! Con el respaldo económico de Grifols ha vuelto por sus fueros y no hay que descartarla para algo grande. El manantial badalonés no se seca nunca y no paran de emerger jóvenes repletos de virtudes, a los que se les han unido hijos pródigos más curtidos que dotan a la plaza de su especial identidad. Tomic es un faro interior de otra época, a gusto entre la chavalería, puede todavía hacer mucho daño por momentos. Bien llevados por otro de la casa, Carles Durán, no sé hasta dónde les dará, pero tengan por seguro que nos lo harán pasar bien.

Valencia llega a la Copa con la enfermería vacía y ya no es poca cosa. En plausible decisión, la directiva decidió no acudir al mercado cuando había más tocados que sanos y la cantera dio un paso adelante. El entrenador le echó valor y los mozos respondieron. En el Palau la muchachada se licenció y en el Wizink, con la tropa casi al completo, dieron un golpe de mano. En la temporada me ha admirado el temple de Peñarroya en la gestión del grupo y la dirección de equipo. El fruto parece maduro y los ches al completo son un equipazo. Ojito con ellos.

Entre tanto partido el Madrid se muestra tambaleante. El plantillón salta a la vista, pero Laso anda “jodido y preocupado por haber perdido la continuidad en el juego”. Los roles no parecen del todo definidos, los bases (irregulares) no han hecho carburar la máquina, adolecen de un tirador puro, los treses llegan tocados y los cuatros que dan descanso al sorprendente Yabu todavía cortos de preparación. No es buena señal que los blancos tengan que peregrinar a sus milagreros históricos Rudy y Llull para sacar los partidos. Pero ojo con obviar a los blancos porque pocos tienen su gen competitivo en el continente y un león herido es muy peligroso.

El Barsa se anuncia como el gran favorito. El actual campeón de Liga y Copa saca a sus rivales físicamente del campo. El meneo europeo administrado en el Palacio fue de aúpa. Sorprende Jasikevicius que, de jugador defendía con la mirada, haya armado una escuadra de hormigón, más sin postes intimidadores (pues apenas taponan). Dinamismo e intensidad atrás y excelente lectura y adecuada ejecución de los sistemas en ataque. Es listo y convincente el báltico que incorpora trampas tácticas a los partidos. Veremos si no echan de menos al estelar Higgings (aunque Lapro y Kuric están de dulce. Mirotic se encuentra en el mejor momento de su carrera, incansable a la hora de producir.  Saras perseguirá vociferante a los suyos para evitar lapsus de concentración como el que en la pasada edición casi le cuesta el encuentro frente a Unicaja. Ahora mismo son los claros candidatos, pero van por el lado más áspero del cuadro y nadie descarta un asalto al poder taronja o una resurrección blanca, que cosas más raras se han visto.

En cualquier caso, lo disfrutaremos y que gane el mejor.


El eterno milagro del baloncesto español

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Año 2022 después de Cristo y la selección española de baloncesto sigue ganando medallas.

Lo de este torneo y este verano parece una fantasía, pero el hecho real y palpable es que, transcurrida la Edad de Oro de los Gasoles, Navarro, Calderón, Reyes, Raúl, etc…, España sigue en lo más alto. De aquella fabulosa hornada sólo queda un viejo gladiador castigado, magullado. Un Rudy Fernández alejado de exhibiciones anotadoras, pero que sigue encerando parqués en busca de balones imposibles, limpiando carteras a los aleros más afamados del continente y enchufando triples imposibles desde el parking del pabellón. Nadie ganó tanto con la selección, nadie quiere seguir ganando como él. Si su cuerpo emite alarmantes señales de debilidad, su voracidad competitiva permanece intacta.

Otro dato pendiente de confirmación es el lugar de nacimiento del señor Scariolo, Don Sergio. Parece que le alumbraron en Brescia, pero no en Italia como hasta ahora se pensaba, sino en una de las calles que empiezan por B del madrileño barrio del Parque de las Avenidas de Madrid. En cualquier caso, al engominado técnico (las primeras canas ya le salieron entre nosotros), nadie le discute sus habilidades. Que su coqueta imagen no distraiga al personal de su verdadero ser: es un currante brutal que trabaja y hace trabajar a sus ayudantes hasta la extenuación. La preparación de los partidos, su desarrollo y margen de maniobra no son fruto de la casualidad. Hay mucho bagaje táctico detrás. Si antes miraba los campeonatos de atrás a adelante, calcando las Bodas de Caná al dejar el mejor vino para el final, en este Europeo ha tenido que remangarse desde el principio y multiplicar panes y peces. Nos quitamos el sombrero con la asignación de roles (tan importantes en el deporte moderno), las rotaciones y la riqueza y oportunidad de las variantes tácticas y el intervencionismo puntual durante los encuentros. Alucinante.

La pareja Hernangómez Geuer debe estar muy orgullosa de sus cachorros. Ahora la familia colecciona MVPs. A Willy se le caen los puntos de los bolsillos. Si atrás se le atisban huecos, en ataque es una mina, con una buena cantidad de movimientos en las proximidades del aro, clarividencia y determinación en las continuaciones (nunca baja el balón y gana tiempo), buen toque y seguridad desde la línea de personal. Tener un referente interior además conquista espacios para los tiradores. Juancho es un todocampista, versátil y duro. Imprescindible en defensa y el rebote, ha asumido tiros cuando queman. Y como buen actor nos tenía pelín engañados dejando su mejor actuación para la final. De Óscar.

A Lorenzo Brown apenas le había visto jugar. Me ha sorprendido su integración, su tranquilidad, su capacidad de dirección y su facilidad y personalidad a la hora de anotar. Aunque estoy absolutamente en contra de su nacionalización express independientemente del resultado alcanzado. Ha obrado como un pedazo profesional, superando polémicas e incluso expectativas.

Me paro y me descubro con Alberto Díaz. No entendí cuando le cortaron y aplaudí su nueva llamada. Otro hubiera llegado de mala gana. Él no. Todo buen equipo debería contener un Alberto Díaz, por su comportamiento irreprochable, por el mimetismo que transmite su coraje y su defensa y por su inteligencia (hace muy bien lo que sabe hacer y se permite pocas aventuras). Y además toma tiros cuando debe. Un ídolo anónimo hasta ahora, que en la temporada venidera será ovacionado en todas las canchas, Y si no, al tiempo.

Garuba llegó justo de preparación, con un tobillo tocado y un año de incertidumbre, pero su fiereza atrás y su instinto para el pase y el rebote ha devenido capital. Alberga mucho margen de mejora, pero ahí es insustituible.

Sebas es nuestro primer emperador (con el permiso de Pablo Aguilar) en la tierra del Sol Naciente. Con minutos contados, no los ha desperdiciado y siempre ha sumado. Un samurai encomiable que en próximas fechas copará más protagonismo.

La pareja de talentosos escoltas salidos del Ramiro ha tenido sus momentos. Darío para desatascar partidos (vital en cuartos) y Jaime en un papel un tanto más híbrido, pero sacando brillo a la lámpara contra los franceses. Ambos muy necesarios en la generación y creación de juego. Tienen el arrojo de los guerrilleros y la finura de los esgrimistas.

Del trío más novel (Parra, López Arostegui y Pradilla) hay que dignificar su valor. Jamás habían estado en una gran competición y, sin la relevancia que alcanzan en sus equipos, han cumplido de maravilla. Suyo es el presente y será el futuro.

Este equipo, con sus limitaciones y carencias, pero aflorando sus virtudes ha conseguido engancharnos y democratizar el juego. Esto es, que todos nos sintamos partícipes. Con ellos, todos ganamos y todos perdemos. No el nosotros ganamos y ellos pierden, tan nuestro.

Los que hemos jugado alguna vez, entrenado otro poco y no hemos empatado con nadie, jamás pensamos que estaríamos en el medallero. Y los que saben, si no se tiran el pisto, yo creo que tampoco. Pero esto es deporte de máximo nivel y, después de un verano donde todos nuestros chicas y chicos de formación han subido al podio, los mayores no querían quedar mal con sus hijos. Otro verano para recordar y van… Sólo un ruego a los clubs: miren hacia abajo y pongan a jugar al talento que viene. Nada te garantiza los éxitos, pero al menos los equipos tendrán identidad.


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